Las revueltas en países árabes y el imperialismo

(«El programa comunista»; N° 49; Septiembre de 2011)

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1. Las revueltas de las masas proletarias y campesinas que desde diciembre de 2010, y, en particular, desde el inicio del 2011, que están sacudiendo los países del Norte de África y del Medio Oriente son indudablemente la consecuencia de la crisis económica general del capitalismo que ha generado en estos países un aumento de los precios de los artículos de primera  necesidad, al punto de hacer imposible para estas masas la misma supervivencia.

 

2. Ya en los decenios precedentes, ya en un país, ya en otro, ha habido turbulencias sociales siempre por el mismo motivo, pero nunca de las dimensiones y con la fuerza contagiosa de las actuales revueltas. Basta pensar que Túnez, donde se formó el primer sindicato obrero africano, la UGTT, fue sacudido en los años 1975-1977 por grandes huelgas y violentos enfrentamientos que, por primera vez desde la independencia, pusieron a prueba, al gobierno «socialista» de Bourghiba hasta el punto de inducirlo, con la preciosa ayuda del imperialismo francés, a más que triplicar los recursos financieros para la policía y el ejército. En la primavera de 1984 otra ola de huelgas fue reprimida con condenas para los arrestados que iban desde los cinco a los treinta años de prisión, pero esto no logró acabar con el movimiento huelguista que se reanudó el año siguiente: no modificó, por otro lado, la actitud colaboracionista de la UGTT, que suscribió un acuerdo con el gobierno para «desarrollar un clima de concordia y patriótico» con el fin de que «el recurso a la huelga no se efectúe sino después de agotar el diálogo a todos los niveles»(1) El despotismo social, combinado con la represión preventiva de cualquier huelga en el que ha colaborado la UGTT, ha logrado sofocar cualquier tentativa de protesta obrera; pero, desde la primavera del 2008, frente al aumento hiperbólico de los precios de los géneros alimentarios y a la cada vez más difusa desocupación juvenil, la «revuelta del pan» vuelve a escena registrando enfrentamientos muy violentos con la policía, hasta llegar a los de 2009 en la cuenca de Gafsa, vecina a Redeyef, a las minas de fosfatos, donde la policía llega a disparar al cuerpo y que preparan las revueltas de los meses pasados.

En los mismos años setenta, en Egipto, país económicamente destruido a causa de la guerra con Israel, estallan auténticos motines proletarios, como aquellos de enero de 1975, saliendo a escena en 1977 (2) como protagonistas los campesinos pobres y los obreros, para hacer frente a un alza de los precios de los artículos de primera necesidad y a la supresión de las subvenciones estatales al consumo primario. Comisarías de policía, locales nocturnos, medios de transporte, bancos, residencias de lujo, etc. que eran símbolos del poder y de la opresión burguesa del joven y voraz capitalismo egipcio, fueron incendiados por las masas que se rebelaban con rabia contra el hambre, la miseria, la desocupación, la corrupción, los privilegios de una clase dominante que ostenta poder y riqueza. Decenas de muertos, miles de heridos, arrestados, torturados, sofocaron al movimiento obrero egipcio, pero sólo temporalmente, porque en los años sucesivos la agitación social obrera continuó, aunque aislada y sin las características de los violentos motines precedentes. En el inicio de los años cincuenta la población egipcia contaba con poco más de 20 millones de habitantes, al inicio de los años setenta contaba ya con más de 50 millones y hoy llega a los 80 millones. La mayor parte de se encuentra formada por proletarios y campesinos a los que el régimen burgués que vino después de la independencia –necesitado de acelerar al máximo el desarrollo capitalista del país y la acumulación de beneficios que, en cuotas siempre mayores, eran devorados por el FMI (es decir, por los imperialismos occidentales que sostenían al régimen)- ha hecho precipitarse en condiciones de supervivencia cada vez más intolerables: a las crisis cíclicas del capitalismo se unían condiciones de explotación cada vez más bestiales, peores que aquellas que sufren los proletarios de los países más industrializados.

Del 2004 al 20910, Egipto ha conocido un larguísimo periodo de agitación proletaria, luchas, huelgas, ocupaciones, tentativas de organización inmediata clasista fuera y contra los sindicatos oficiales controlados por el Estado, enfrentamientos con la policía, etc. Las cuencas industriales más grandes se encuentran al Norte, sobre el Delta del Nilo, junto a Alejandría: Kafr Dawar y Ghazl el Mahallah y, después, Porto Said y Suez; aquí se sitúan las fábricas más grandes de Egipto, como el gigante textil Misr Spinning and Weaving Co. La crisis capitalista, generada hacia finales del 2007 por el crack bursátil y financiero inmobiliario americano ha provocado un ulterior aumento de los precios de los productos alimenticios primarios (pan, arroz, azúcar, harina, carne) haciendo precipitarse las condiciones cada vez peores de la mayor parte de la masas proletaria y campesina pobre. Para enfrentarse a la cólera proletaria, que golpeaba a oleadas desde 2004, y desde diciembre de 2006 con una fuerza cada vez mayor, los gobernantes de El Cairo han continuado haciendo promesas de cualquier tipo, manteniendo algunas por fuerza pero siempre en una mínima medida ya sea en lo referido al aumento de los salarios, de tolerancia hacia los comités de huelga y a las varias organizaciones de lucha de los proletarios. Y, como siempre sucede, sobre la onda de las grandes agitaciones obreras, se movilizan también los otros estratos sociales de la pequeña y mediana burguesía llevando al seno del movimiento de lucha general la protesta por sus propias reivindicaciones políticas inherentes, en general, a las reformas democráticas. Se aprovecha también los hermanos musulmanes, radicados en la clase media (abogados, ingenieros, médicos, farmacéuticos…) que desde el 2007, intervienen con éxito en los sindicatos locales. La presión de las masas proletarias deviene sin embargo más fuerte; no logran diluirlas ni las concesiones económicas, por otro lado muy lejanas de las reivindicaciones obreras, ni las intimidaciones y los despidos, ni los arrestos y la represión dirigida contra los obreros más combativos y activos en los nuevos organismos de lucha nacidos fuera de la Federación Nacional de sindicatos que siempre ha estado controlada por el régimen de Hosni Mubarak.  Y tal presión ha provocado, por ejemplo en enero de 2008, la movilización también de los funcionarios estatales, que siempre han tenido algunas garantías más que los empleados en las empresas privadas, pero que, en aquella ocasión coordinaron su agitación con los obreros de las grandes fábricas textiles. Los partidos de la oposición, siempre dispuestos a representar el papel de bomberos sociales, no podían sino hacerse promotores de las reivindicaciones democráticas que parecían contener en una solución «política» las peticiones a nivel económico planteadas por los numerosos obreros en huelga, generalmente no coordinados entre ellos. En ausencia de una guía política de clase, que sólo un partido comunista marxista  puede dar, resulta inevitable que el movimiento de lucha de las masas proletarias y de campesinos pobres sea canalizado por las reivindicaciones clásicas de la pequeña y mediana burguesía: la democracia, como panacea de todos los males de la sociedad, como cura de todos los males… Es por tanto, el gran movimiento de revuelta de las masas proletarias y proletarizadas el que ha echado del trono al clan de la familia Mubarak, sin embargo teniendo raíces materiales muy fuertes en los movimientos de lucha de los años pasados, una vez encauzado por la vía de un ilusorio e impotente «cambio democrático» ha quedado bajo el control del ejército que ha demostrado, una vez más, ser el verdadero pilar del orden constituido en Egipto. Si bien el ejército egipcio ha sido desde la «revolución nasseriana» de 1952 la auténtica fuerza compacta y dominante del país, parece que hoy frente a la formidable presión del movimiento de revuelta de estos primeros meses del 2011, muestra grietas a través de las cuales se desarrollan enfrentamientos de intereses entre las diversas facciones burguesas que se disputan el próximo régimen político, enfrentamiento en el cual tiene un enorme peso la política imperialista americana.

 

3. La situación de miseria extrema que atenaza a la gran mayoría de la población en todos los países de esta inmensa área ha llevado a niveles de ruptura social tales que ha bastado poco para incendiar las plazas (un vendedor ambulante que se pega fuego porque los policías le quitan el carro que representa la única y mísera fuente de supervivencia, en un pueblecito del interior de Túnez, ha sido la mecha que ha hecho explotar la revuelta) y para lanzar a masas cada vez más numerosas a manifestarse públicamente sabiendo perfectamente que se lanzaban contra una represión que sabían tremenda; ya había sucedido en los años anteriores.

El movimiento de protesta y de revuelta por el pan y contra los regímenes de opresión social particularmente dura se ha extendido a gran velocidad a todos los estratos sociales. Pero lo que ha  «sorprendido» a los gobiernos de estos países y a los ministerios de asuntos exteriores de las metrópolis imperialistas que sostenían y protegían a los gobiernos despóticos de Túnez, de El Cairo como a los de Trípoli o de Riad, es la extensión y la fuerza imparable de una revuelta que se caracteriza por ser del todo laica, ajena a los grupos y a los partidos confesionales, y mantenida por el disgusto por la evidente corrupción de las clases en el poder y por la rebelión contra una opresión burocrática y militar de varios decenios; también por este motivo las reivindicaciones «democráticas» han tenido un éxito fácil a la hora de dirigir los movimientos sociales hacia objetivos de democracia  electoral y parlamentaria.

 

4. Los partidos políticos de oposición, debido a su débil y marginal existencia política en regímenes que no permitían el pluralismo político, han contado bien poco respecto a la organización de estos movimientos que, en sustancia, han mostrado una profunda espontaneidad.  Esto no quiere decir que estos partidos no vayan a contar más una vez caídos los regímenes despóticos, sobre todo si exponentes del viejo régimen y de las cúspides militares cambian de chaqueta y, después de haber militado durante años en los viejos regímenes autoritarios participando de los privilegios de casta y en la represión social, se pasan con armas y bagajes… a la oposición. La exigencia de «más democracia» y de un «gobierno democrático» en Túnez, Egipto, en Yemen, en Bahrein, en Libia, en Siria dará relevancia inevitablemente a aquellos partidos y a aquellos exponentes que, mejor que otros, ya sea hacia el interior como hacia el exterior del país, represente el cambio y asuman la tarea de llevar el poder capitalista nacional (con toda su red de intereses en los mismos países y con los diversos países imperialistas) del gobierno de un Ben Alí, un Mubarak, un Saleh o de un Gadafi, a un gobierno «democrático». La fuerza de los movimientos espontáneos de protesta y de revuelta, precisamente porque no se encuentra dirigida por el proletariado y por su partido de clase por el cauce de la lucha de clase anticapitalista, es explotada por enésima vez por las facciones burguesas que se encuentran menos ligadas a la corrupción y al despotismo de los poderes  precedentes y que deberán aplicar reformas sociales y políticas para satisfacer las necesidades de las grandes masas expresadas violentamente en estos meses  haciendo caer a regímenes que llevaban muchos años en el poder.

 

5.  La caída de los rais no significa y no significará el fin del autoritarismo de los gobiernos burgueses democráticos que han tomado y tomarán el puesto de los viejos gobiernos. Los generales egipcios que están llevando a cabo la llamada transición política post Mubarak han proclamado inmediatamente que los obreros deben volver al trabajo y que no deben hacer huelgas; y, como muestra la represión de las manifestaciones callejeras de después de Mubarak, la «nueva democracia egipcia» trata de controlar con puño de hierro la tan anhelada «transición política» También en Túnez, después de la caída de Ben Alí el 14 de enero, las manifestaciones han continuado hasta llegar a movilizar a más de 100 000 manifestantes el 26 de febrero, pero también aquí la policía actuó. La democracia parlamentaria, en lo que respecta a mostrar una cara menos despótica o autoritaria del régimen burgués en Túnez o en Egipto, es sin embargo, siempre, voz política del mismo sistema económico capitalista –éste sí, despótico y dictatorial siempre- sobre el cual, con el beneplácito y el favor  delos países imperialistas, se levantaban los regímenes de Ben Alí y de Mubarak, como por lo demás se levantan los regímenes de todos los «dictadores» que gobiernan los países de la periferia imperialista.

 

6. La ola de revueltas, como todos saben, no se ha acabado en Túnez ni en Egipto; se ha extendido a Argelia, a Libia, a Siria, aparece en todos los países del Norte de África y del Medio Oriente, desde Marruecos hasta Teherán. En Libia se ha transformado en una guerra civil entre formaciones burguesas históricamente ligadas a los intereses de las diversas tribus que componen el país (Cirenaica, Tripolitana, Fezzan) En Libia, desde el principio de las primeras manifestaciones callejeras aparecidas en la Cirenaica y en su capital Bengasí, el gobierno dirigido por Gadafi ha intervenido inmediatamente con la represión más violenta posible con el objetivo de cortar antes de que creciese, aunque fuese con bombardeos, aquello que temía fuese –como después se ha verificado- el inicio  de una revuelta armada para abatir el régimen de Gadafi. Contra la Libia de Gadafi, los países imperialistas, capitaneados por Francia, Gran Bretaña y los EEUU, han decidido intervenir militarmente, bajo la única justificación de la resolución del Consejo de Seguridad de la ONU que enmascara la intervención militar con la «defensa de la población civil» de los ataques furibundos de las milicias y de los mercenarios de Gadafi. Decretando la zona de exclusión aérea  el Consejo de seguridad de la ONU prácticamente ha dado vía libre al ataque militar aéreo de los aliados occidentales y, después de la OTAN, contra las tropas llamadas leales de Gadafi. El hecho de que la decisión de la ONU haya sido controvertida y finalmente no haya tenido el veto pero sí la abstención de Alemania, Rusia y China, muestra como los enfrentamientos entre los intereses de los países imperialistas principales si, por un lado, no impiden expediciones militares represivas por parte de los mayores países imperialistas contra regímenes hostiles e incontrolables en países ricos en materias primas consideradas imprescindibles para la economía capitalista mundial – como lo son sin duda el petróleo y el gas natural- por otro lado confirman que el periodo que estamos atravesando, sobre todo desde la primera Guerra del Golfo en adelante, es un periodo marcado constantemente por la guerra  en los países de la inmediata periferia del capitalismo occidental y europeo en particular. Y la consecuencia tanto de la crisis económica, cuyos ciclos se acercan siempre más entre ellos, como de las guerras –que son regionales desde el punto de vista de las áreas en las cuales se desarrollan pero que tienen un valor mundial por la intervención militar constante  de las potencias imperialistas- consiste en llevar a la masa proletaria y proletarizada de esta vasta área a condiciones de miseria creciente, de hambre, de desocupación y de opresión, de muerte… contra estas condiciones han encontrado la fuerza para rebelarse.

 

7. En esencia, ningún país de esta amplia área, que cuenta con una población de más de 330 millones de habitantes, mayoritariamente jóvenes (cerca de un 50%), puede sentirse a salvo de este auténtico terremoto social, incluso los países aparentemente más «estables» como lo eran Libia antes de la explosión de la guerra civil o Siria antes de las manifestaciones de las masas iniciadas en Dar´a, junto a la frontera jordana, para alcanzar después la capital Damasco y la ciudad costera de Latakia; por no hablar de Arabia Saudita donde, por el momento, las masas sauditas no se han manifestado en las calles contra la corrupción, la injusticia social y las leyes de emergencia. La desocupación juvenil en la mayoría de estos países es muy alta, cerca del 30%, mientras en algunos, como en Libia, Arabia Saudita, los Emiratos Árabes es muy fuerte la presencia de un proletariado inmigrado de otros países africanos y del Extremo Oriente.

8. En esta amplia área se han concentrado y agudizado una serie de contradicciones económicas, políticas y sociales tales que, para estallar, ha bastado un detonador, aparentemente aislado, como el vendedor ambulante tunecino Mohammed Buoazizi que se pegó fuego el 17 de diciembre de 2010 en el municipio de Sidi Bouzid y cinco días después un joven, Houcine Falci, fue asesinado en una manifestación en la cual llevaba un cartel donde se leía «no a la miseria, no a la desocupación»

Desde aquel momento, las manifestaciones en la calle contra la miseria y la desocupación se fueron haciendo cada vez más numerosas y de los pueblos periféricos fueron llegando a la capital. La intervención represiva de la policía de Ben Alí comenzó a dar los primeros muertos, pero las manifestaciones continuaron y se expandieron contagiosamente a los países vecinos. El ocho de enero le tocó su turno a Argelia, con muertos y heridos; el trece de enero a Jordania el dieciséis a Mauritania a Yemen y a Marruecos; en todas partes se registran continuos enfrentamientos con la policía. En Túnez las manifestaciones se fueron transformando en auténticas revueltas contra el gobierno acusado de haber desencadenado una feroz represión contra los manifestantes inermes; el gobierno dimite, Ben Alí promete reformas y «elecciones libres» pero el movimiento de los rebeldes no se acaba y exige que Ben Alí y su banda se marchen; el catorce de enero Ben Alí y su familia se fugan a Arabia Saudita; el veinticuatro de enero se forma el nuevo gobierno de «transición», pero con los exponentes de la vieja banda mezclados con los exponentes más débiles e inconsistentes de los partidos de la oposición; en este gobierno se suceden nuevos personajes para atemperar la tensión social. Tensión que, en realidad, no se rebaja: las manifestaciones continúan a lo largo de febrero y la policía continúa interviniendo aunque esta vez «sólo» disparando gases lacrimógenos con la misma intención de sofocar las protestas callejeras. La «revolución de los claveles» como ha sido llamada la revuelta de las masas tunecinas deviene patrimonio común de todos, de las masas proletarias y proletarizadas, campesinos pobres y desheredados, precipitados en la miseria y en el desempleo y de los estratos pequeño burgueses y burgueses menos aliados al régimen de Ben Alí: todos se suben al carro «del cambio», todos hablan de derechos, de reformas, de lucha, de elecciones libres, y todos se ilusionan con que el nuevo viento de democracia podrá traer un futuro diferente. Los capitales acumulados por Ben Alí y su mujer por la gestión de gran parte de los productos que circulaban por Túnez, bloqueados por la banca suiza y de otros países, volverán con toda probabilidad para su gestión por parte de los nuevos gobernantes, pero seguirán inevitablemente el curso funcional hacia el beneficio capitalista y no, por cierto, para el beneficio de las masas hambrientas de Túnez.

 

9. El 25 de enero le toca la vez a Egipto. En El Cairo, en la plaza Tahrir, se reunieron cerca de 30 000 manifestantes, pidiendo reformas políticas y sociales, el fin de la corrupción y de las leyes represivas: comienza a prender la protesta por todo el país… El 26 y el 27 de enero, violentos enfrentamientos con las fuerzas de seguridad en Suez y en el Sinaí septentrional; el ministro del Interior el Hadlo prometió puño de hierro y se comenzaron a contar los primeros muertos en los enfrentamientos entre la policía y los manifestantes. En una declaración, la Casa Blanca, «desea» que el gobierno egipcio reconozca «los derechos de los ciudadanos»; el presidente Mubarak, el 29, anuncia la dimisión del gobierno y coloca a uno nuevo guiado por el ex ministro de Aviación civil,  mientras sale del poder el ex jefe de los servicios secretos egipcios Omar Suleiman. Pero las manifestaciones crecen en número e intensidad; los magnates y las potencias de los regímenes se marchan a los países del Golfo; la muchedumbre asalta el aeropuerto de El Cairo; la plaza Tahrir se encuentra ocupada permanentemente por los manifestantes y se convierte en el corazón de la revuelta. Mubarak hace replegarse a los cuerpos antidisturbios y saca al ejército ordenando el toque de queda. El 30 de enero se hacen los primeros balances de los enfrentamientos: otros 150 muertos, miles de heridos, centenares de arrestados. Mientras los Estados Unidos y la Unión Europea se limitan a hacer declaraciones de prudencia, Israel les critica duramente porque «Egipto no debe desestabilizarse» y «han abandonado a su suerte a Mubarak». El movimiento de protesta crece en todo el país pidiendo a gritos que Mubarak se vaya; el 1 de febrero, en la plaza Tahrir, confluyen cerca de dos millones de manifestantes, el ejército sacado para proteger la plaza la controla al mismo tiempo; el Baradei, el ex jefe de la Agencia Internacional para la Energía Atómica, da un ultimátum a Mubarak para que se quite de en medio, éste declara que quiere permanecer hasta el fin de su mandato y no morir lejos de «su» Egipto.

El 26 de enero llegan noticias de grandes manifestaciones de protesta en la capital de Yemen, Sana´a, contra el gobierno de Ali Abdallah Saleh, en el poder desde hace 32 años. En Jordania, el rey Abdallah II anuncia reformas económicas y sociales con la idea de desactivar el descontento que ha tomado cuerpo en las calles de Amman. Noticias de manifestaciones de protesta y de enfrentamientos con la policía llegan también de la capital de Sudan, Khartoum  donde los manifestantes piden el fin del régimen de Omar el Bashir; y también de Beirut, donde centenares de manifestantes tratan de asaltar la embajada egipcia. En Argelia el presidente Abdelaziz Bouteflika se ve obligado a anunciar que el estado de emergencia, en vigor desde 1992, será revocado.

En Egipto la situación comienza a precipitarse: grupos de partidarios de Mubarak atacan a los manifestantes de la Plaza Tahrir, el ejército deja hacer mientras que anuncia que el toque de queda se deberá respetar con más rigor. Washington pide a Mubarak que la transición comience pronto mientras que el vicepresidente Omar Suleiman declara que Mubarak  no debe dimitir para no hundir a Egipto en el caos: en la plaza Tahrir llega también Amir Moussa, ex secretario de la Liga Árabe, ofreciéndose para guiar la transición. El cinco de febrero cambian los vértices del Partido Nacional Democrático del presidente Mubarak en un intento de darse una nueva imagen y anuncian medidas para «relanzar económicamente el país». Pero las manifestaciones de protesta continúan y continúa la represión. El once de febrero, 18 días después del inicio de la revuelta, Omar Suleiman anuncia que Mubarak ha dimitido y que ha transferido el poder al ejército; el 13 el consejo supremo del ejército disuelve el parlamente, suspende la Constitución, anuncia que los militares se mantendrán en el poder durante seis meses, hasta que haya nuevas elecciones en septiembre, se desaloja la plaza Tahrir, símbolo de la revuelta, y se llama a los obreros a reanudar el trabajo declarando que las huelgas se han prohibido.

Unos días después del inicio del movimiento de protesta las huelgas comienzan en las regiones de Alejandría, El Cairo, Suez, Porto Said… huelgas que duraron durante las tres semanas de revuelta contra el régimen de Mubarak sosteniendo, con su propia presión, el movimiento de protesta general. Las exigencias obreras se sintetizaron en cuatro objetivos: aumento de los salarios, institución del salario mínimo, mejores condiciones laborales y sustitución de todos los dirigentes leales al régimen de Mubarak. «Gano 300 liras (45 euros ndr) sólo con contratos temporales y desde hace once años no pagan al seguro médico» explicaba un obrero en huelga en el Tunel de El Cairo, y no es sólo una cuestión de salarios bajísimos; los obreros son despedidos continuamente por entidades diversas –el gobierno de El Cairo es la autoridad para el túnel- de manera que no saben contra quien dirigir la protesta: una estafa super legalizada. Es contra el movimiento de huelgas de la clase obrera egipcia que el nuevo gobierno de Sharaf, antes incluso de satisfacer alguna de las demandas obreras, dicta el nuevo decreto que ilegaliza huelgas y manifestaciones. La nueva norma, como se puede leer en el blog NenaNews, «contribuye a criminalizar las huelgas y las protestas. Quien baja a la calle e interrumpe una actividad laboral se arriesga a un año de detención y a una multa de 30000 a 500000 guineas egipcias (3500-60000 euros) También quien organiza o inicia una protesta puede ser detenido y multado con hasta 50000 guineas (5900 euros)» Se ve claramente la necesidad por parte de los poderes económicos de normalizar la situación, hasta tal punto que se lee: «la norma castiga el sabotaje de los medios de producción, la actividad de protesta que influencie negativamente la unidad nacional, la paz social y el sistema general o dañe la propiedad mueble o inmueble, pública o privada»(4)

¿Es éste el resultado de la revolución egipcia? A parte del hecho de que nunca se ha tratado de una revolución en cuanto no se ha tratado de la conquista del poder político por parte de la clase obrera, guiada por su partido de clase, de abatir violentamente el Estado burgués, de instaurar la dictadura del proletariado, de excluir del poder y de la vida política cualquier asociación política, económica o militar burguesa, democrática u oligárquica indiferentemente. Y, a parte del hecho de que no se ha tratado de una guerra civil revolucionario, a través de la cual se realiza la revolución. Queda el hecho de que el potente movimiento de revuelta y de protesta que ha movilizado a las grandes masas proletarias y proletarizadas de Egipto ha dado no sólo un golpe inmenso a la estabilidad despótica de una clase dominante burguesa especialmente voraz y salvaje, sino que ha dado vigor a una clase obrera que, en su historia más reciente, ha demostrado una grandísima combatividad y tenacidad, a una clase que siempre se ha enfrentado a leyes sofocantes y represivas aunque sólo fuese para reivindicar un pacífico y legítimo aumento de las condiciones de vida y de trabajo.. Las nuevas leyes represivas que justifican, de manera «democrática», la continuidad en la represión del movimiento huelguístico y de las organizaciones sindicales independientes, no ha acabado con una clase obrera que ha dado a lo largo de los años, y también en  estos últimos meses, muestras de un coraje y de una vitalidad tales que son un ejemplo para los proletarios europeos, que ni siquiera han realizado una huelga en solidaridad con los proletarios no sólo de Túnez o de Egipto sino de todo el área norte africana.

 

10. Desde el inicio de febrero también de Marruecos han llegado noticias de manifestaciones antigubernamentales. En Yemen, en la capital Sana´a, en Aden y en otras ciudades pequeñas, las manifestaciones contra el presidente Saleh continúan, pese a que el poder lance contra los grupos de manifestantes no sólo a la policía y al ejército sino también a los grupos de apoyo al gobierno, armados con puñales y bastones. El 12 de febrero Argel se encuentra tomado por 30 mil soldados para prevenir una gran manifestación que debía tener lugar en la plaza Primero de Mayo, hay más de 400 detenidos.

En las calles de Teheran vuelve a haber manifestaciones como el año pasado y hace dos años, los estudiantes de la Ola Verde, el movimiento reformista estudiantil, contra el régimen de Ahmadinejad; interviene duramente la policía y las milicias paramilitares Basiji fieles a la República Islámica. La tensión social vista en Irán en este inicio de año se refleja en el hecho de que el régimen de Ahmadijejad, entre enero y febrero, ha acabado con 99 representantes del movimiento Onda Verde y otros contestatarios de diversa proveniencia: si no les mata en las manifestaciones lo hace luego en la cárcel.

 

11. Desde el 17 de febrero también en el pequeño Bahrein ha habido manifestaciones y tumultos en la capital Manama y en el centro de Beni Jamrah, Diraz, Nuwerdait; manifestaciones de decenas de miles de personas, surgidas, por un lado, por la situación económica del país que registra un desempleo en aumento (los datos oficiales hablan de un 15% de desempleados) y, por el otro, del hecho de que la población, de mayoría islámica chiita, pide reformas políticas a su favor (la familia reinante y los gobernantes son sunitas, como en Arabia Saudita). Las exigencias de la Plaza de la Perla (una especie de plaza de Tahrir en Bahrein) de Manama son las mismas que en el resto de calles árabes:  el fin del régimen despótico que desde hace décadas sofoca la vida cotidiana de la mayoría de la población, más trabajo, reformas y dimisión del primer ministro Sheikh Khalifa Bin Salman Al Khalifa, en el poder desde hace 40 años; también aquellos que intervienen en las escuadras anti disturbios del ejército (acompañados por los baltagia, sicarios del régimen) provocan regularmente muertos y heridos. Washington, naturalmente, está muy preocupada por la situación: en Bahrein se encuentra el cuartel general de la V flota americana; y por eso realiza la siguiente declaración: «llamamos a Bahrein, aliado y amigo de América, a la moderación en vista de nuevos desórdenes. Pedimos que se mantenga la promesa de castigar a los responsables de un uso desmedido de la violencia contra los manifestantes pacíficos. Los Estados Unidos apoyan el proceso en busca de cambios políticos en el país» (5) Para quien no lo sepa, la V Flota americana tiene la tarea de vigilar la ruta marítima que recorren los petroleros en el Golfo Pérsico (por el estrecho de Hormuz transita el 20% del petróleo mundial), apoyar las operaciones militares en Afganistán y atacar cualquier eventual amenaza iraní a los intereses americanos y de sus aliados. El temor de que las manifestaciones de protesta en Bahrein desarrollen una fuerza incontrolable y contagiasen a Arabia Saudita se encuentra en la base de la brutal represión de los manifestantes, inermes y pacíficos; se encuentra documentado y filmado no sólo los ataques de las fuerzas de seguridad sino también el bloqueo de las ambulancias y de los enfermeros que acudían a ayudar a los heridos y de las auténticas ejecuciones in situ por parte de los militares.

La tensión social desarrollada no podría no tocar a los trabajadores de los diversos sectores; para no perder el control, el 19 de febrero, la Unión General de los sindicatos de Bahrein proclama una huelga general indefinida desde el día siguiente, asegurando los servicios mínimos de base. La huelga no tiene objetivos económicos sino políticos, naturalmente para apoyar la paz social, «para preservar la vida y la seguridad de los ciudadanos» como se lee en un comunicado sindical y «por el derecho de organizar protestas pacíficas sin la intervención violenta de las fuerzas de seguridad» (6) El 14 de marzo, Arabia Saudita y los Emiratos Árabes envían soldados a Bahrein para imponer que los «derechos de los ciudadanos» no fuesen logrados con las manifestaciones callejeras y con las huelgas sino que fuesen «gestos» del gobierno del reino, pero sobre todo para defender las instalaciones hídricas, petrolíferas y de los institutos financieros que podían ser objetivos de las protestas y de las huelgas. En los mismos días los sindicatos proclamaron, con el tiempo de preaviso fijado por la ley, una huelga general para el 13 de abril. El 14 de marzo se ponen en huelga los maestros. Pero, al mismo tiempo, los despidos masivos golpean a centenares de trabajadores de la escuela, de las telecomunicaciones, de Gulf Air, de Khalifa Sea Port, de Alba Aluminium Company, que han continuado las huelgas no obstante los sindicatos oficiales habían llamado a reanudar el trabajo «en interés de la economía nacional y con el fin de crear las condiciones para reforzar las bases del diálogo nacional»(7) Por otro lado nada diferente se puede esperar de unos sindicatos que, constreñidos a proclamar huelgas para no perder el control de sus afiliados, se dirigen de esta manera al que es el jefe de la represión «llamamos a la intervención inmediata de Hamad bin Isa Al Khalifa para poner fin a esta crisis. En esta fase una solución política impediría los despidos y salvaría a los trabajadores»(8)

No es extraño que Teheran presione a la ONU para que intervenga con una «acción decidida e inmediata» para poner fin a la dura represión de las autoridades de Bahrein contra los manifestantes y los representantes de la oposición chiita que protestan desde mitad de febrero contra la familia real, los al Khalifa. «Irán no puede permanecer indiferente respecto a la crisis en curso en Bahrein, que amenaza con desestabilizar el Golfo Pérsico y con tener efectos políticos a nivel mundial» ha afirmado el ministro de exteriores iraní Ali Akbar Salehi (9) el cual ha denunciado los métodos a los cuales recurren las autoridades de Bahrein: secuestros, despidos, etc. Y no es sólo una cuestión de afinidad religiosa –la gran mayoría de los bahreinitas es chií como los iraníes, mientras la familia real es sunni. Es el peligro del contagio social y proletario lo que teme el régimen de Teherán. Por otro lado, una de las consignas de las manifestaciones de protesta, que vacía de contenido la acusación de ser conspiradores chiitas de Irán, es: ¡Ni chiitas ni sunitas: Bahreinitas!

 

12. Si Teherán «condena» la brutal represión de las manifestaciones pacíficas y de las huelgas en Bahrein –pero calla sobre sus propios métodos represivos- Siria, el más estrecho aliado del Irán de Ahmadinejad, declara a su vez que la represión y el uso de la violencia contra los manifestantes es legítimo. El porqué es sencillo: en febrero Damasco sufrió el viento de las revueltas en los países árabes y el presidente Bashar Al Assad y el régimen baasista, que gobierna desde hace cincuenta años casi, no tiene ninguna intención de dejar el poder.

También en Siria, como en casi todos los otros países del área existen leyes de emergencia (desde 1963) y tribunales especiales. Pero fue en marzo sobre todo cuando estallaron los primeros tumultos; también aquí la señal la dio un hecho aparentemente aislado: un grupo de niños de entre nueve y diez años fueron detenidos por las fuerzas de seguridad por cantar eslóganes contra el régimen. El 18 de marzo, en Dar´a, ciudad de la Siria meridional, centro de la región agrícola, y una de las más pobres del país, manifestaciones anti régimen derivan en protestas de masa que se enfrentan violentamente con las fuerzas de seguridad; comienza a haber muertos y heridos también en Siria. La oleada revolucionaria, que desde febrero se intentaba sofocar antes de que naciese, vuelve a hacerse sentir y se desarrolla por la dorsal que lleva de Dar´a a Damasco y, después, a Homs finalizando en el puerto de Latakia. No obstante las promesas de reformas, de acabar con la ley de emergencia, de permitir el multi partidismo y de tomar decisiones a favor «del pueblo», no traen nada más que una continua represión contra los manifestantes, con arrestos, muertos y encarcelados. La represión policial no respeta ni los cortejos fúnebres. El argumento de Al Assad es siempre el mismo: los manifestantes están manipulados por las fuerzas extranjeras, por la CIA… Auténticos combates de desarrollan en Dar´a, la ciudad de la que partió la revuelta en el inicio de abril.

Existen algunas diferencias entre la situación de Siria y la de muchos otros países árabes. Siria, como Líbano e Irak, es un país multi confesional y multiétnico; n o hay sólo chiitas y sunitas sino también cristianos y kurdos. La minoría Alawi, que es chiita, a la cual pertenece el régimen de Assad, constituye cerca del 15% de la población; cristianos, kurdos y otras minorías juntan al 13% de la población y el resto es sunita. El régimen de Assad es laico, como lo fue el de Saddam Hussein en Irak, y esta característica es un elemento de apoyo al régimen por parte del país. En tal sentido se comprende por qué ha habido manifestaciones de apoyo al régimen, sobre todo de parte de sectores urbanos.No es casualidad que, por otra parte, sea Dar´a, ciudad polvorienta y rural de la frontera, el centro de la revuelta en Siria; que cobren vigor ahora los lazos tribales que en una situación económica de gran pobreza y desocupación manifiestan juntas, la rabia por la situación económica y la durísima represión, a la vez que un profundo conservadurismo islámico que podría constituir la puerta de entrada de un radicalismo islámico desconocido desde hace mucho tiempo en Siria. La fuerza con la cual puede contar el presidente Al-Assad es una vez más el ejército que hasta ahora siempre ha estado a su lado, y esta es otra enorme diferencia con la situación en Túnez y en Egipto.

 

13. El 17 de febrero en Bagdad se verifican las primeras señales de descontento ligadas a la oleada de revueltas de los países árabes iniciadas con las manifestaciones en Túnez. En Iraq y en Bagdad en particular, el descontento estalla debido a los continuos apagones en la red eléctrica, por la falta de agua y contra una gran corrupción del gobierno al-Maliki. La protesta se extiende velozmente por Bagdad hacia las grandes ciudades como Basora y Kirkuk. Los enfrentamientos son violentísimos de repente; en Bagdad los manifestantes incendian los palacios del gobierno en Kirkuk, Samarra, y otras localidades curdas los manifestantes prenden fuego a algunos edificios públicos; en Baiji los rebeldes atacan la más grande refinería del país que después de que explotase y sufriese un gran incendio fue cerrada. Los enfrentamientos prosiguieron durante todo febrero y marzo y manifestaciones de protestas se registraron en Hilla, Nassiria, Faluya, y continuamente en Bagdad, en cuya plaza Tahrir se reunían continuamente los manifestantes.

También en  Jordania, durante febrero y marzo hubo manifestaciones que se transformaron en enfrentamientos violentos con las fuerzas de policía, Ad Amman, Irbid, Salt, Karak, los proletarios y las masas proletarizadas bajan a la calle para protestar contra la pobreza, el hambre y la desocupación, especialmente la juvenil; pero las protestas son también contra la corrupción que es un denominador común de todos los gobiernos. El rey Abd Allha II de Jordania a comienzos de febrero para intentar calmar la calle cambia el gobierno y sustituye al primer ministro Samir Rifai que estaba en el punto de mira de las protestan contra corrupción con el ex primer ministro Marouf Bakhit cuyo mandato debe abrir un proceso de reformas. Pero siempre es lo mismo: no se ven cambios sustanciales. Entra en escena con decisión los hermanos musulmanes que ataca a la reina Rania acusada de gastar demasiado, mientras una parte considerable de la población vive en condiciones de extrema pobreza; levanta la bandera de la solidaridad con la revolución egipcia y pide una monarquía constitucional que limite los poderes del rey. Sólo marginalmente por ahora el viento de las protestas ha llegado a Arabia Saudita. La minoría Chií de las regiones petrolíferas orientales se manifiesta pacíficamente para pedir la liberación de activistas presos, pero los organizadores de las protestas también fueron arrestados. El Rey Abd Allha con la esperanza de prevenir eventuales revueltas, promete subsidios pro 35 millardos de dólares a favor de la población, sobretodo como ayuda a los jóvenes desempleados, ayudas para el alojamiento y aumentos del salario de un 15 % para los empleados públicos. Entre las reformas previstas, también el voto para la mujer ( excluyéndolas sin embargo de poder ser elegidas) confirmando así que las medidas de democracia electoral son el realidad trucos para calmar el descontento de las masas explotando los privilegios de una clase dominante obscenamente ricas.

 

14. En la frontera sudeste de Arabia Saudita de los Emiratos Árabes unidos y de Yemen Omán, desde los años 80 no ha sido tocado nunca por las protestas a las revueltas ni siquiera por el fundamentalismo islámico; en contraste con el régimen de tipo feudal y el aislacionismo del padre el sultán actual Qabus bin Said al Said ha desarrollado desde 1981 la modernización de las instituciones que consiente a las mujeres el derecho al voto y ser elegidas al Consejo Consultivo , una especie de asamblea parlamentaria sin poder decisivo; en 2002 concede el sufragio universal, en 2004 es elegida la primera mujer cono jefa de un ministerio con cartera, en el 2006 estrecha la alianza  con los Estados Unidos firmando un acuerdo de libre cambio entre los dos países. El poder se encuentra completamente en sus manos, pero el contorno es mucho más democrático que el de otros reinos medio orientales. Al inicio de 2011 las revueltas que están golpeando esta área  y a los regímenes durante años considerados estables, también el tranquilo y seguro Omán ha sido atacado por la fiebre que ha hecho subir la temperatura en toda esta basta área. Desde finales de febrero estalla la rabia proletaria en Sohar, el principal puerto de Omán, algunos miles de manifestantes reivindican con fuerza aumentos salariales y puesto de trabajo. La policía interviene duramente disparando y llegan los primeros muertos; las manifestaciones se suceden también en la capital Mascat. El 27 de febrero en Sohar se incendia el palacio del gobierno y la comisaria, se saquean supermercados. Las protestan continúan también en marzo; el sultán cambia tres veces de gobierno en tres días, promete 50.000 puestos de trabajo, subsidios de desocupación de 390 dólares al mes, duplicar el salario mínimo; pero ya no basta las huelgas se extienden del sector petrolero al industrial, al actividad portuaria y por tanto a los servicios de seguridad.

 

15. En Libia como ya habíamos dicho, desde el 16 de febrero se inicia un movimiento de revuelta en Bengasi . También aquí es un episodio particular el que hace de detonador: el arresto de Fethi tarbl, abogado de una asociación de familiares de los prisioneros asesinados  en el tiroteo de la cárcel de trípoli de 1996. La rabia de los manifestantes estalla en Bengasi en Al Bayda y en otras ciudades; la policía interviene disparando se cuenta una decena de muertos.es la chispa que incendia la Cirenaica, mientras en Trípoli hay manifestaciones pro Gadafi. En el país en el cual Gadafi declaraba tan solo unos días antes de que empezasen las manifestaciones reprimidas con sangre, que no habría nada parecido al terremoto que había derrotado en Túnez y a Mubarak en Egipto, se iniciaba en realidad una revuelta contra el régimen de Gadafi con un acento político más que económico. Y es en defensa de un régimen ciertamente despótico, pero al mismo tiempo radicado en lo más profundo de amplios sectores de la población ligados sobre todo a las tribus de la Tripolitania, que Gadafi responde a las protestas y a las manifestaciones callejeras no con las promesas de reformas y aumentos salariales, sino con la más dura y caníbal represión. En el enfrentamiento entre Bengasi y Trípoli se renueva la antigua rivalidad de intereses ligados a los clanes y a las tribus que en la historia se han enfrentado siempre y que sólo una despótica dictadura – si bien rodeada por la aurea del « poder de las masas» contenido en los ilusorios comités populares descritos en el famoso « Libro Verde» a través de los cuales se desarrolla la « verdadera democracia socialista»- podía tranquilizar  asumiendo las diversas exigencias que el desarrollo capitalista del país hacia emerger. A esta política llamada de «democracia directa» se unía una política económica muy parecida a la fascista, es decir, corporativa, donde el trabajador y el empresario son «socios» de la misma fabrica y se « reparten las ganancias», y sostenida con toda una serie de amortizadores sociales que « premian a los trabajadores por su dedicación  a la producción y al buen desarrollo de la fábrica, y por tanto, del país. Que este método funcionase, con su corolario de represión sistemática de cualquier oposición, que pusiese en peligro la estabilidad del régimen lo demostró el hecho de que durante 40 años el régimen de Gadafi se ha mantenido en el poder y siempre, según los intereses externos e internos, ha asegurado a los aliados y a la «comunidad internacional» un punto firme en el escenario africano y medio oriental constantemente agitado desde la segunda postguerra. Una población poco numerosa y tendencialmente acomodada- dados los recursos financieros  provenientes de los beneficios petroleros  que el régimen de Gadafi utilizaba en parte para aumentar la calidad de vida de los libios no generaba los suficientes brazos para las necesidades de la industria energética que se desarrollaba aceleradamente, por eso Libia ha sido un país de inmigración; los últimos datos muestran que el  número de los propietarios inmigrantes, provenientes de los países africanos y del medio y extremo oriente superba ampliamente el millón, el 15% de la población y el 50% de la población activa.

El movimiento de protesta nacido en Bengasi  y que se extendió a todo el país, caracterizado por intereses políticos enfrentados entre las facciones burguesas libias, ha excluido de hecho al proletariado inmigrante, dejándolo siempre en la posición más peligroso, porque sufre sólo los efectos más negativos y complicados de lo que, en el curso de unas semanas, pasó de ser una revuelta pacífica a una revuelta armada. De hecho, los proletarios inmigrantes de los países del África negra eran peor tratados, en la medida en que eran cambiados por mercenarios a sueldo de Gadafi, visto que el régimen de Gadafi, para liquidar lo antes posible la revuelta de la Cirenaica y de los rebeldes de Trípoli, Misurata, Sirete, contrató algunos miles de mercenarios de los países africanos. La única vía de salida inmediata era la de la  fuga- y es lo que sucedió durante todo el mes de marzo- hacia las fronteras de Túnez y Egipto, a travesadas las cuales los cientos de miles de proletarios fugados de Libia han encontrado acogida por parte de sus hermanos de clase tunecinos y egipcios que, pese a vivir en una pobreza desmesurada que la  caída de Ben Alí y Mubarak no había ciertamente solucionado, han compartido con ellos comida, ropa, y lo poco que tenían ayudándoles a ponerse en camino para volver a sus países de origen: auténtico ejemplo de magnifica solidaridad proletaria de clase que da esperanzas de una futura reanudación de la lucha de clase finalmente fuera de la enfermedad del nacionalismo, del corporativismo y de la ilusoria y sofocante democracia de los potentes.

La dura reacción del régimen de Gadafi a la revuelta de Bengasi y de las ciudades que la han seguido en su ejemplo, llegando a bombardear  al « enemigo interno», equiparado a los traidores pagados por el extranjero ( que se ha identificado indistintamente como Al Qaeda o el imperialismo occidental) ha sido y es, en realidad, una reacción que resulta cómoda a alguno países imperialistas, como Rusia, China, Alemania y, en un primer momento a Italia- que se han desmarcado de los otros acerca de la decisión de intervenir militarmente para « acabar con la masacre de la población civil» por parte de las tropas de Gadafi- y representa una ocasión de intervención militar ( que esconde siempre fines  económicos) para el resto de países imperialistas como los USA, Francia, Gran Bretaña y también España , Canadá, Dinamarca, Noruega. No es para nada secundario el hecho de que Libia sea el octavo país en reservas de petróleo y que sea el 18º puesto en la producción de derivados del petróleo; como no es para nada secundario el hecho de que la posición geográfica de Libia respecto al mediterráneo y a África del Norte, así como al África Subsahariana, resulte estratégicamente central hasta el punto de dar gula a cualquier país imperialista no sólo europeo.

El movimiento de protesta en libia se ha iniciado, como en los otros países de manera pacífica e inerme; pero bien pronto se ha transformado en revuelta armada si bien, con armas improvisadas o de segunda manoEn poco tiempo se constituyó en Bengasi un Consejo Nacional Libio con el objetivo de deponer a Gadafi y constituir un gobierno nuevo, y un nuevo régimen, que ha sido rápidamente reconocido por Francia. Precisamente son Francia y Gran Bretaña, las dos potencias imperialistas europeas quienes han forzado al Consejo General de la ONU  a que propiciase una resolución que diese la cobertura diplomática a una intervención militar por parte de los países llamados «voluntariosos» dispuestos a utilizar a la marina, a la aviación, y otros recursos para «proteger» a la población civil Libia sometida a los bombardeos de su mismo gobierno central. Una cobertura que ha establecido los límites de la zona de exclusión aérea y  que no prevé la invasión del territorio libio  por  parte de las tropas de tierra de los países «extranjeros». A diferencia de Irak y de Afganistán, las potencias imperialistas no intentan empantanarse en una situación enredosa y llena de interrogantes  como es la Libia de Gadafi. La acción militar de los estados Unidos, Francia y Gran Bretaña se ha acompañado de una finísima acción diplomática tanto hacia Trípoli como hacia Bengasi o hacia las cancillerías de las otras potencias imperialistas, con el fin de obligar antes o después a Gadafi a ceder y a marcharse al exilio (más o menos dorado) en un país del cual el tribunal de la Haya que lo ha incriminado por matanzas de civiles no pueda pedir la extradición. Ulteriores demostraciones dicen que lo que está en el corazón de los bandidos de Washington de Paris y de Londres, se encuentra en el corazón de todas las capitales imperialista y también en el de Gadafi (como en el corazón de Ben Ali y de Mubarak): salvar la piel, salvar las cuentas bancarias, salvar los beneficios; los derechos humanos, los derechos democráticos siempre abanderados como nobles deseos no son más que excusas. Libia, no obstante no es un país tan populoso cono Egipto, está asumiendo para las potencias imperialistas mundiales un peso de notable importancia y el hecho de resolver « la crisis libia» de manera positiva para los asuntos ligados a los recursos energéticos salvando los factores negativos – la resistencia armada de Gadafi y de su régimen la diferencia táctica de Alemania, China y Rusia respecto a cualquier participación directa, la toma de distancia por parte de la Liga árabe y la Unión africana respecto a la intervención militar, etc.- es el punto neurálgico de la diplomacia mundial. Si Gadafi cediera a la petición de3 marcharse de Libia, las potencias imperialistas podrían utilizar este «éxito» en todo el área mucho más de lo que están pudiendo hacer con la «guerra contra el terrorismo de Al Qaeda» en Afganistán y de lo que no han podido hacer en Irak después de haber capturado a Sadam Hussein. Pero tal y como están las cosas  no parece que Gadafi se deje convencer fácilmente; así la guerra de Libia podría durar  mucho resultar de ella la tendencial separación de los territorios entre la Cirenaica  - donde se encuentra situada la mayoría de los pozos petrolíferos y desde la cual se ha comenzado a vender nuevamente el petróleo con mediación de Qatar) Tripolitania y Fezzan. Se puede dar en este sentido una situación de extrema inestabilidad que podría ser provocada voluntariamente dando lugar a una intervención política y militar imperialista más incisiva por el control más directo de las fuentes de petróleo en vista de crisis más bastas y profundas de aquellas actuales, crisis que tienden hacia una tercera guerra mundial.

En la sobre posición  de intereses que se ha creado en la situación actual, el imperialismo Italiano, histórico colonizador de Libia ha intentado por todos los medios salvaguardar sus propios intereses específicos sosteniendo y defendiendo internacionalmente al coronel libio ya sea con el fin de conseguir las mejores ventajas posibles para las inversiones recíprocas aseguradas a través de, las grandes empresas como ENI, FIAT, IMPREGILO, FINMECCANITA, etc., ya sea en el papel de mediador con las potencias aliadas occidentales que no han tenido nunca buenas relaciones con Trípoli. Pero para el petróleo y los petrodólares se podría olvidar que Libia estaba incluida en la lista de los «estados canallas» y mirar hacia otro lado ante la sistemática represión y eliminación de los adversarios políticos de Gadafi. La sublevación de Bengasi respecto a Trípoli mientras que ha favorecido la posición anglo francesa y angloamericana de « intervenir en los asuntos de un país soberano» , ha puesto en grandes dificultades a Italia , esta última en un primer momento ha intentado flanquear a Trípoli, no condenando al régimen de Gadafi en su durísima represión de las manifestaciones de protesta, no molestándolo, para después ponerse a la cola de las decisiones de  Washington, Paris y Londres relativas a la intervención militar. Consideraba sin embargo más conveniente poner a disposición  todas las bases italianas necesarias para la misión militar en Libia, apoyando, sin bombardear directamente, las operaciones militares anti Gadafi, mejor que estar de parte del coronel libio vista la gran amistad sellada con el mafioso besamanos de Berlusconi -  o de mantenerse a parte, como ha hecho Alemania limitando al máximo su aporte al sostenimiento humanitario de los prófugos. Como siempre en su historia el imperialismo italiano ha continuado oscilando entre el ceño fruncido del poderoso que quiere actuar con plena autonomía y la posición del listillo que continúa a la sombra de los auténticos poderosos; el objetivo es siempre el mismo: colocarse al lado de la mesa de los grandes para coger algo del botín. Al mismo tiempo, el gobierno de Roma levanta la voz contra los inmigrantes que escapan de Túnez a causa de la pobreza y escapan de Libia a causa de la guerra.

 

16. Los fuertes enfrentamientos entre las grandes potencias no se olvidan, aunque los eslóganes de la lucha contra el terrorismo internacional, contra el fundamentalismo islámico y en defensa de la población civil puedan aparecer como la expresión de intereses generales frente a los cuales la comunidad internacional estaría dispuesta a dejar a parte los intereses particulares de las potencias. En la medida en que los diversos países se continúe manteniendo que la era del petróleo antes o después acabará , y se deberán encontrar otras fuentes energéticas para hacer funcionar los aparatos productivos capitalistas, el petróleo y junto a él gas natural, continuaran siendo el centro de la funcionalidad vital de los aparatos de la producción capitalista en todo el mundo y, dado que la basta área que va del medio oriente al norte de África representa el grueso de la producción y de las reservas de petróleo del mundo, es inevitable que los enfrentamientos entre los imperialistas se concentren en esta parte del mundo , estén los países dirigidos por gobiernos confesionales y fundamentalistas o laicos y modernizados. La presión del imperialismo sobre estos países, no disminuirá nunca, y esto lo está viviendo el proletariado en su piel, a través de una explotación bestial, a través de una represión sistemática por parte de los poderes locales e internacionales a través de la guerra entre facciones locales o de los interese imperialistas extranjeros. El proletariado palestino, del fin de la segunda guerra mundial en adelante, el proletariado libanes durante décadas y el proletariado iraquí e iraní en los últimos 30 años unidos a los proletarios de Túnez Egipto, libia , Jordania y de todos los países que han participado en las recientes revueltas contra la miseria , los salarios de hambre y la guerra , lo viven en sus propias condiciones de vida cotidiana hoy es contra  estas condiciones de esclavos triturados por la fatiga y cualquier tipo de opresión que se rebelan. Es la fuerza magmática de un movimiento material incontenible de las fuerza s productivas que el capitalismo en su desatinado desarrollo no logra satisfacer ni controlar (si no es con una represión cada vez más dura y cínica) que anuncia el futuro de la lucha de clase, de una lucha sin cuartel contra las fuerzas de conservación y dominio burgués, no importa bajo que ropaje.

 

17. Los proletarios de Europa y de América, los proletarios de Rusia y China, que en la historia del movimiento obrero internacional han dado tanto, hoy deben esperar a los jóvenes, combativos, temerarios e indomables proletarios der los países árabes en revuelta como a las nuevas levas de un ejército proletario internacional que se está formando nuevamente sobre el terreno de la lucha de clase. Esta es una lucha que aún no está guiada por la conciencia revolucionaria que solo el partido comunista revolucionario puede representar y manifestar; un partido que todavía no se encuentra formado y que solo aparecerá sobre la guía de los  balances dinámicos de las revoluciones y, sobretodo, de las  contrarrevoluciones. Es esta una lucha de tenaz resistencia cotidiana ante el capital sobre todo si no está organizada en asociaciones disciplinadas y expertas: como un magma volcánico la revuelta proletaria explota arrasando a su paso todo lo que estaba construido para contenerla preventivamente y sofocarla. Pero este generoso desprecio del miedo que los proletarios de los países árabes en revuelta transmiten al proletariado mundial, los proletarios de Europa, que son geográficamente e históricamente los más vecinos a ellos, no lo perciben y por tanto no lo comparten. Los proletarios de Europa han sido intoxicados por la democracia y por colaboracionismo inter clasista y al menos durante cuatro generaciones desde la victoria  la contrarrevolución staliniana, organizados en el sindicalismo tricolor, políticamente encauzados  a la defensa de la economía nacional y a la defensa de los valores burgueses de « patria» , «familia», elecciones y parlamento, ilusionados por un bienestar consumista y derrochador y prisioneros de los vicios y de las actitudes pequeño burguesas mezquinamente aplicadas a la pequeña huerta, a la propiedad privada, al interés personal, a la desconfianza hacia el prójimo y sobre todo hacia el extranjero. Los proletarios de Europa han difundido en el mundo a su pesar, la imagen de un proletariado acomodado satisfecho de  su tipo de vida y de una sustancial paz social. La opulenta burguesía imperialista que ha continuado aumentando sus beneficios explotando bestialmente el trabajo de masas asalariadas esclavizadas con los métodos más brutales en los países de la periferia del capitalismo, ha corrompido a los proletarios de sus propias naciones no solo con las ilusiones democráticas, con el estado de derecho, con un bienestar creciente derivado de una civilización « superior» mediante la distribución de amortiguadores sociales sacados de los sobre beneficios derivados de la súper explotación de la colonias militarizadas, ayer, y de los países descolonizados pero igualmente sometidos a una colonización menos evidente pero más profunda, como aquella del capital financiero, hoy. Los proletarios de los países imperialistas, con su pasividad frente a los proletarios que se han rebelado en estos meses en los países árabes, y con su desconfianza hacia los proletarios inmigrantes, muestran un retraso desarmante respecto a la defensa de sus interés inmediatos. Los proletarios inmigrantes, a los que todos los burgueses de este mundo tratan, como clandestinos y delincuentes a reprimir, en realidad representan para los capitalistas un factor de vital importancia para su propio beneficio: les pagan menos que a los proletarios autóctonos por el mismo tiempo de trabajo, les pagan en negro , les pueden despedir en cualquier momento sin problemas burocráticos, les utilizan en los trabajos más peligrosos sin medidas de seguridad, en definitiva son una fuerza de trabajo totalmente flexible a las exigencias del capital y al capital en definitiva le cuesta poco  o nada. Además ejercitan una presión formidable sobre las condiciones de vida y de trabajo sobre la vida de los proletarios autóctonos, que refuerza la presión que ya es ejercitada sobre el mundo del trabajo por las masas de parados existentes normalmente en la sociedad capitalista. La economía capitalista, se sabe, no podría funcionar y desarrollarse sin la explotación de los trabajadores asalariados pero mejora si a los trabajadores asalariados normalmente tratados según reglas legislativamente definidas se acompañan masas consistentes de trabajadores asalariados inestables, flexibles a merced de las exigencias de las empresas cuya actividad depende cada vez más de la marcha del mercado, por tanto de la competencia mercantil.

La vida de masas humanas gigantescas, de la gran mayoría de la población mundial, es puesta así en manos de una entidad impalpable, invisible, incontrolable: el mercado. Aunque no se tenga conciencia los proletarios que luchan en defensa de sus condiciones de vida y de trabajo luchan contra una fuerza invisible que parece una divinidad por los poderes excepcionales que posee: el dios dinero, la fuerza del capital, pero es una fuerza que se materializa en medios de producción y subsistencia en casas, calles , carreteras,  medios de trabajo, vestimenta, etc. es decir, en medios necesarios para la vida que la gran mayoría de la población mundial no posee , porque se encuentran en manos de una pequeñísima minoría de capitalistas, de burgueses que dominan la sociedad a través de la propiedad privada, la apropiación privada de la riqueza producida por el trabajo asalariado de millares de brazos humanos, el estado burgués y sus fuerzas armadas. Cuando el proletariado se rebela contra sus condiciones materiales de vida, de esclavo asalariado, se rebela en realidad contra las condiciones en la cuales el poder burgués lo constriñe mediante la fuerza y la violencia. No tiene plena conciencia en tanto el partido comunista revolucionario que se basa sobre el resultado histórico de la lucha de clase de las masas proletarias desde que existe. Si no hay una pequeña minoría de proletarios que de las luchas sobre el terreno de la lucha de clase inmediata saque los elementos políticos más generales que la ligan a la historia de la lucha proletaria en todo el mundo. Pero es el movimiento material de las grandes masas, lanzadas inexorablemente a romper los equilibrios , los vínculos y los límites que el poder burgués refuerza cada vez más para defender su dominio, la fuerza histórica que abrirá a los proletarios de todo el mundo la vía de su propia emancipación, y cualquier lucha proletaria, cualquier revuelta proletaria contra el orden constituido también se encuentra impregnada inevitablemente por la ilusiones de una justicia social alcanzable a través de los métodos democráticas, permite entrever la vía de salida de la crisis social a la cual el capitalismo precipita cíclicamente: la vía de la revolución proletaria y comunista, es decir, el terremoto general y profundo que no se acaba con los efectos negativos del capitalismo sino que va a la raíz, a la causa verdadera de la crisis, de la miseria, del desempleo, de la vida dura, de las guerras, es decir, el modo de producción capitalista y el poder levantado sobre él.

Los  proletarios en revuelta de los países árabes de nuevo están dando a los proletarios de todo el mundo estas grandes enseñanzas que los hermanos de clase de Europa fueron los primeros en dar desde sus primeras luchas contra los capitalistas y que, con la Comuna de París  y la Revolución de octubre en Rusia han llevado  al máximo de la revolución mundial, cristalizando  en el tiempo la estrella polar del movimiento obrero internacional.

 

Partido comunista internacional

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