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Puño de hierro en Turquía

(«El programa comunista» ; N° 52; Octubre de 2016)

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Basta leer unas líneas, por ejemplo del Corriere della Sera (1), para hacerse una idea de qué sucederá en Turquía después del fallido golpe del 15 de julio. «El puño de hierro de Erdogan, después del fallido golpe en Turquía: “dispuesto a reintroducir la pena de muerte”. Suspendidos ocho mil policías, opositores desnudados y atados. La UE: si hay ejecuciones, Turquía no entrará en Europa». Naturalmente la Unión Europea, a la cual la Turquía de Erdogan ha solicitado desde hace tiempo el participar como país miembro a todos los efectos, se «preocupa» de que no haya ejecuciones, de manera que pueda salvar la cara con el régimen represivo turco y con cualquier otro régimen represivo europeo.

La venganza del «sultán» Recep Tayyip Erdogan será terrible; esta es la promesa hecha por el presidente turco después del golpe fallido. Y es una promesa que está manteniendo y que no está de ninguna manera circunscrita a las fuerzas armadas y a la policía que se han rebelado contra su poder, sino que se amplía a todos los sectores de la sociedad. La tentativa de golpe no ha sorprendido a las cancillerías occidentales: ni a la americana, ni a las alemana, inglesa o francesa ni mucho menos a la  rusa, pertenecientes a potencias imperialistas que tienen muchos intereses que se cruzan - con los inevitables enfrentamientos - en Turquía y en toda la región Medio Oriental, intereses tanto de orden económico y financiero como de orden político. Potencias imperialistas constreñidas a sufrir las iniciativas y los movimientos de Erdogan y, al mismo tiempo, cómplices y aliadas de la emergente Turquía como media potencia regional. Ningún imperialismo que tenga un mínimo de intereses en la vasta región que desde el Norte de África atraviesa el Medio Oriente hasta el Asia Central, puede desinteresarse de lo que sucede en Turquía o de lo que hace o no hace este país. Que Turquía continúe bombardeando las ciudades kurdas con el pretexto de las acciones de guerrilla del PKK o que durante años haya hecho pasar armas y hombres de la Yihad islámica y del ISIS desde su territorio, es algo que ha hecho levantar alguna protesta formal por parte de las cancillerías occidentales pero nada más. Con toda probabilidad el golpe –que sectores de las fuerzas armadas preparaban desde hace tiempo – si hubiese tenido éxito podría haber dado lugar a una política por parte de Turquía apreciada de manera diferente por los Estados Unidos y por la OTAN (2); pero los militares que lo han intentado no han contado, como probablemente tampoco los imperialismos occidentales, que Erdogan y las facciones burguesas ligadas a él  a sus representantes, disfrutan de un fuerte apoyo popular con el cual, por otra parte, contó el propio Erdogan y su primer ministro cuando, refiriéndose «al pueblo» incitaron a «resistir» y a «defender» la legitimidad de un presidente electo (3). Las potencias occidentales no tomaron una posición pro-Erdogan de inmediato, sino que esperaron a los resultados del intento de golpe (que como todo golpe habría debido apresar o eliminar al presidente, pero no lo hicieron); una vez comprendido que había fallado, lanzaron declaraciones de defensa formal de la «estabilidad» y del legítimo «orden democrático del país».

En la noche que va del 15 al 16 de julio, diversos destacamentos militares, sobre todo en Ankara y en Estambul, guiados por sus oficiales bajo la dirección de un «estado mayor» de algunos generales, intentaron un golpe para desentronizar a Erdogan (4). ¿Cuál fue su motivación? Traer de vuelta a Turquía el clima de laicidad y de democracia, impidiendo su cada vez más aguda islamización. ¿Los verdaderos motivos? Reconquistar el peso social y político que las fuerzas armadas han tenido siempre en Turquía y salir así de una cierta marginalidad en la cual – desde que Erdogan está en el poder – han sido colocados. En realidad muchos medios internacionales han puesto en evidencia que los jefes de los destacamentos militares que han intentado el golpe se esperaban de un momento a otro una depuración dada su hostilidad a Erdogan; y el fracaso del golpe se debería a la aceleración de las operaciones, algo que les habría quitado el tiempo necesario a los generales implicados de constituir una central operativa única. En cinco horas la tentativa de golpe se frustró, mientras los soldados que habían ocupado el aeropuerto de Estambul se negaban a disparar a la masa inerme de personas que había llegado al aeropuerto después de haber atravesado el puente sobre el Bósforo.

Por lo tanto se ha asistido a una lucha de poder interna en la clase dominante burguesa, con la característica de que en Turquía no todo el poder gira en torno al ejército ni a las facciones islamistas entre las cuales tiene una cierta relevancia (siendo opositores frontales de Erdogan) los llamados Gülenistas (5).

A día de hoy, 19 de julio, las purgas de Erdogan, según lo afirmado por los medios de comunicación, han llegado a 50.000 despidos y 10.000 arrestos. El «barrido» no afecta sólo a las fuerzas armadas, la policía y la magistratura, sino también al resto de administraciones públicas y, naturalmente, a las escuelas, la universidad y las organizaciones religiosas. La amenaza de reinsertar la pena de muerte, como ha pedido el mismo partido del gobierno y muchos parlamentarios, es una medida usada de manera terrorista con el fin de tener un efecto disuasorio en los enfrentamientos de todas las facciones que de una manera u otra puedan «atentar» a la «legitimidad del poder constituido»; pero esto no significa que esta medida no sea efectivamente lanzada por un parlamento que tiene una gran mayoría de seguidores de Erdogan.

¿Qué cosa podían esperarse los proletarios de la eventual victoria del golpe intentado por los militares putschistas y qué cosa les espera ahora que el partido de Erdogan ha vencido reforzándose en el interior del país?

Como decíamos, en la lucha por el poder se han enfrentado facciones burguesas con intereses enfrentados y la clase proletaria no tiene nada que ver ni con unas ni con otras. La laicidad y la democracia, abanderadas por los militares golpistas son motivos ideológicos burgueses, tanto como el islamismo  el autoritarismo. No sólo eso, además la democracia y sus mecanismos políticos –verdadera intoxicación ideológica moderna con la cual las burguesías de todos los países desvían y paralizan los movimientos sociales y, en particular, el movimiento obrero desorientándolo y volviéndolo impotente- están cada vez más al servicio de una inevitable centralización política del poder burgués, hoy de manera más evidente que ayer cuando hizo las veces de portera del fascismo.

Los proletarios, del régimen burgués, además de esperarse una explotación cada vez más feroz por parte de los capitalistas, tanto privados como públicos, se deben esperar una sistemática constricción de los llamados «derechos civiles» y una militarización cada vez más generalizada de la vida social. Y esto no sucede sólo en los países de reciente desarrollo económico y político, como Turquía, sino también en los países de larga tradición democrática como Francia, y el pretexto es prácticamente el mismo: lucha contra el «terrorismo», interno o externo, lucha contra el peligro subversivo.

Los proletarios desde hace tiempo sufren el granizo de las medidas anti obreras, tanto de carácter económico y social como político, que cada Estado toma para «combatir la crisis», pero que en realidad están encaminadas a defender los beneficios capitalistas en periodo de crisis prolongada; contra estas medidas los proletarios buscan con dificultades inmensas la vía de una lucha eficaz gracias a la cual parar los efectos más devastadores en términos de desocupación y de caída de los salarios, porque las organizaciones sindicales que se dicen «obreras» son, en una grandísima parte, oportunistas y comparten los intereses de la conservación social contra los intereses de clase del proletariado. La situación social en la cual los proletarios han sido precipitados por el colaboracionismo sindical y político –en Turquía como en Francia, en Italia como en Egipto, es trágicamente negativa: su futuro próximo está diseñado para los objetivos capitalistas dominantes gracias a las organizaciones sindicales y políticas que de los «intereses» de los trabajadores sólo se ocupan para confundirlos con los intereses del capitalismo nacional.

Cierto, mientras que el poder burgués esté en condiciones de distribuir a las masas trabajadoras de su propio país una cuota de rédito apenas superior a la supervivencia elemental y de mantener al menos un estrato del proletariado con condiciones económicas más ventajosas respecto a la masa general, la clase dominante podrá contar con una base material importante para influenciar de manera determinante al proletariado de su propio país. Pero la crisis económica que es congénita al capitalismo y a su desarrollo, los enfrentamientos internos entre facciones burguesas y los enfrentamientos con las burguesías de los otros países, una lucha de competencia imperialista que se hace cada vez más aguda y violenta, son ellos mismos factores materiales que tienden a transformar, antes o después, los enfrentamientos sociales en enfrentamientos entre clases antagonistas, entre la clase burguesa y la clase proletaria, polarizando inevitablemente los antagonismos sociales que existen en la sociedad capitalista desde su aparición histórica.

No será fácil para los proletarios, ni en Turquía ni en la civilizadísima Europa, tomar la vía de la lucha de clase, la única en condiciones de darles una perspectiva para un futuro sin explotación, sin opresiones, sin golpes y sin guerra. Tomar esta vía no será el resultado de una «toma de conciencia» general por parte de los proletarios que «elegirán» no dar más su confianza a la democracia, a la «paz social», a los «intereses del conjunto del país», a la «patria» o a una «identidad cultural» tomada como raíz histórica imperecedera del «pueblo»; no será el resultado de un progresivo y gradual desarrollo de la «democracia» en la cual el famoso «pueblo» hará pesar contra cualquier poder económico, financiero, político y militar existente –en sustancia, el poder burgués- su «voluntad» expresada a través de una manifestación callejera o de un voto. La lucha de clase está determinada a explotar por las contradicciones capitalistas, poniendo en movimiento inexorable y confusamente todas las fuerzas sociales, contraponiéndolas violentamente. Y en este marasmo social emergerán necesariamente las fuerzas que material e históricamente representan las dos tendencias dominantes: las fuerzas de la conservación social contra las fuerzas de la revolución social, las fuerzas de la burguesía contra las fuerzas del proletariado. El proletariado aprenderá a luchar por sí mismo, por sus propios intereses de clase porque en ellos reconocerá la lucha necesaria contra la sumisión total al poder capitalista, contra la violencia de la explotación y de la opresión con la cual la clase burguesa lo tiene sometido; reconocerá la necesaria lucha contra su transformación en carne de cañón cada vez que los enfrentamientos interburgueses e interimperialistas pasan del estadio de la violencia económica al estadio de la violencia de guerra.

Todo esto no tiene lugar, ni lo tendrá, por germinación espontánea, ni por efecto emulativo gracias a la iniciativa de organizaciones conspiradoras, ni por una pacífica y gradual reorganización clasista del proletariado. Aunque la necesaria reorganización clasista del proletariado será el resultado de una dura lucha contra las actitudes pacifistas y democráticas inoculadas por las organizaciones oportunistas, contra las ilusiones del «empujón» que las masas enfurecidas pueden dar un día al dictador de turno o de la «democracia directa» que consigna a la espontaneidad de las masas la dirección que debe tomar la lucha. La historia del movimiento obrero enseña que los intereses de clase en torno a los cuales los proletarios organizan sus propias fuerzas no son patrimonio de las masas en cuanto tales, ni mucho menos de su espontaneidad. Los intereses de clase del proletariado son definidos en el arco de largos años de historia de las luchas proletarias y de historia de sus organizaciones sindicales y políticas, una historia, esta, de la cual sólo el partido político de clase –precisamente porque no se deja dictar su orientación por los hechos contingentes, por los flujos y reflujos de las luchas, de las victorias y de las derrotas- ha hecho el balance histórico, cristalizándolo en el propio programa y en las propias tesis y que tiene la tarea de reintroducir, reimportar en las filas proletarias precisamente para anular el contingentismo, el movimentismo, el espontaneísmo que inevitablemente, dada la presión ideológica y material del poder burgués, se forman continuamente en el interior del proletariado.

Aún si en la superficie no se ven las señales de una reanudación de la lucha de clase proletaria, ni en los países martirizados por la crisis y por la guerra, como en el Medio Oriente, ni en los países que parecen vivir siempre en paz, como en Europa Occidental, en el subsuelo económico se van formando los factores cada vez más acuciantes de una crisis general que se anuncia, por boca de los mismos burgueses, catastrófica y amenaza con una tercera guerra mundial. La única fuerza que puede impedir esta próxima guerra mundial, o que puede combatirla y vencerla –como sucedió en 1917, en la época de la revolución en Rusia- es la clase proletaria guiada por su partido de clase. No hay otra alternativa: o guerra o revolución, o dictadura burguesa e imperialista o dictadura del proletariado. En la historia nunca han existido medias tintas.

 

19 de julio de 2016

                              


 

(1) Cfr Corriere della sera, 19/7/2016

(2) No se olvide que en Turquía hay 24 bases de la OTAN y que, en la base más importante, la de Incirlik, hay 5000 militares americanos y que en las diversas bases hay colocadas más de 100 bombas nucleares tácticas. La posición estratégica de Turquía por el control del Mediterráneo, del Mar Negro y del Medio Oriente es de una evidencia clarísima, y en ello Turquía se hace ciertamente fuerte.

(3) Es un hecho que el éxito de Erdogan se apoya sobre datos económicos. De el Corriere della sera del 18/7/2016, en el artículo de L. Cremonesi: «En 13 años Erdogan ha revolucionado el país. Ha creado una nueva clase media de ex campesinos urbanizados que lo adora. La renta media per cápita ha pasado de 2.000 dólares anuales a 11.000. Si no se comprende esto no se entiende cómo ha sobrevivido al golpe».

(4) De el Corriere della sera de 18/7/2016, siempre en el artículo de L. Cremonesi: «Los putschistas no son un grupito aislado, como se ha dicho, juzgando sobre todo por la velocidad con la cual han sido arrestados. Todo lo contrario. Entre ellos encontramos a los comandantes de la Segunda y de la Tercera armada, destinados a Siria, la frontera más importante e inestable del país, que comprende también la base aérea de Incirlik, desde donde los aviones de los USA junto con sus aliados de la OTAN bombardean las posiciones del ISIS. Hay además comandos selectos que operan en helicópteros, hombres de la gendarmería y de la policía, batallones de carros de combate, escuadras enteras de aviación.

“El problema ha sido que todas estas fuerzas, que componen la mejor parte de nuestro ejército, no tenían un comando unificado y un líder político que supiese hablar a la nación más allá del lenguaje militar. Son como fantasmas del pasado” explicó ayer Orhan Bursali, comentador del diario Hurriyet. “Creían que habría bastado con capturar al jefe del Estado Mayor, general Hulusi Akar, y obligarle a hacer una declaración pública a la nación en su apoyo para vencer por consenso. Pero han hecho mal las cuentas. Akar, una vez en sus manos se negó a cooperar. Y entre tanto otros comandantes del ejército reaccionaron con fuerza. Entre ellos importantísima es el general Umir Dudar, responsable de la plaza militar de Estambul, que ordenó la resistencia armada”.

(5) El imán Fethullah Gülen, exiliado desde hace años en los Estados Unidos, representante de una facción islamista moderada, primero aliado y después adversario de Erdogan, es considerado por este último el cerebro del putsch.

 

 

Partido comunista internacional

www.pcint.org

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