8 de marzo: en una sociedad en la cual se santifica el beneficio capitalista a toda costa, se da el desprecio congénito a la vida humana y, en particular, a la vida de las mujeres

 

(«El proletario»; N° 9; Enero -  febrero - marzo de 2016)

 

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Desde hace décadas, el 8 de marzo es una fecha en la cual se concentra una de las más horribles hipocresías de la modernísima y civilizadísima sociedad burguesa.

Nacida, en los comienzos del pasado siglo, como una fecha en la cual los partidos proletarios de todo el mundo querían colocar en un primer plano la necesidad y la urgencia de que el movimiento obrero asumiese la tarea de luchar no sólo contra la opresión salarial sino también contra la opresión de género que en la sociedad capitalista golpea a las mujeres en cuanto tales  y en particular a las mujeres proletarias, el 8 de marzo ha sido transformado –con una total sintonía entre la clase burguesa y las fuerzas del oportunismo político- de jornada de lucha proletaria contra la doble opresión en jornada en la cual se elevan abstractas esperanzas de que, entre hombres y mujeres, sean reconocidos «derechos iguales» en el campo social, jurídico y laboral.

Como el 1º de mayo proletario, también el 8 de marzo proletario ha sido destrozado y pisoteado, convirtiéndolo en un símbolo impotente con el cual como mucho son recordadas por un lado las muertas en el trabajo y, por otro lado, las mujeres asesinadas como si fuesen víctimas de la fatalidad o de un destino desafortunado; como que del infierno capitalista y de la opresión social no se saldrá jamás, si bien en algunos casos las medidas de seguridad en los puestos de trabajo puedan evitar algunos incidentes mortales y las denuncias de la violencia física y sexual contra las mujeres puedan impedir la propagación sin obstáculos de las violaciones, de la violencia doméstica y de los asesinatos. Pero basta con levantar la vista y mirar la realidad para darse cuenta de que en una sociedad donde todo es mercancía, donde la vida de cualquier ser humano está constreñida a sufrir las leyes del beneficio capitalista y la violencia de la explotación está ínsita en el modo de producción, no podrán existir jamás «derechos iguales» para todos porque la sociedad está dividida en clases que tienen intereses contrapuestos; para darse cuenta de que la clase dominante, la burguesía, se mueve en el más feroz antagonismo contra las clases subordinadas y en particular contra la clase del proletariado.

La explotación de la prostitución, la reducción a la esclavitud de mujeres precipitadas en la miseria, la violencia contra las mujeres perpetrada entre los muros del hogar, acompañan sistemáticamente al desarrollo de la vida cotidiana en una sociedad que, mientras exalta como valores fundamentales de la vida civil el derecho, la «igualdad de oportunidades», el respeto de la vida humana, la maternidad y la familia, pisotea y aplasta en la realidad del día a día a millones de seres humanos, inmolados para la satisfacción de los privilegios concentrados en las manos de las clases dominantes burguesas. En la sociedad en la cual la violencia está en la base del mismo modo de producción, no puede haber desarrollo pacífico, armonioso, respetuoso de la vida y de la naturaleza. En la sociedad que ha levantado la propiedad privada y el beneficio capitalista como puntales fundamentales de la vida social, el acaparamiento violento en las manos de una minoría de la riqueza producida socialmente como sistema de defensa con las leyes y con la fuerza, y que se rige exclusivamente por la explotación salarial sistemática de la gran mayoría de los seres humanos que habitan el planeta, volviéndolos proletarios, sin reservas, es «normal» que también los individuos ejerzan la violencia contra individuos más débiles, sobre todo si es el conjunto de la organización social el que coloca en un estado de inferioridad permanente y de opresión a la mayoría de la población. En este estado permanente de in-ferioridad y de opresión se encuentra en particular la población femenina proletaria: a la explotación de su capacidad de trabajo se une la opresión doméstica, la violencia física, sexual, psicológica y el asesinato: ¡cuerpos vendidos y comprados como una merancía cualquiera cuando no sirven más a sus necesidades!

Para completar todo esto, los poderes burgueses, amenazados por las luchas sociales y por las tentativas revolucionarias de las clases proletarias, han dado vida a una serie interminable de reformas políticas y sociales, pero la situación dramática desde el punto de vista económico y social de millares de seres humanos no ha sólo no ha cambiado sino que ha empeorado. 200 años de desarrollo capitalista y de poder burgués no han mejorado la vida cotidiana de los trabajadores asalariados del mundo,excepto en una pequeña parte y en los países en los cuales las clases proletarias han luchado con más dureza en defensa de sus propias condiciones de vida y de trabajo. La disparidad social entre burguesía y proletariado ha aumentado, no ha disminuido; la opresión salarial se ha vuelto más feroz, no se ha atenuado; la violencia económica y social ha aumentado en progresión geométrica en lugar de reducirse. Y la violencia sobre las mujeres, que es parte integrante de la violencia general que la clase burguesa ejerce sobre toda la sociedad para defender sus privilegios de clase, ha aumentado, no ha disminuido. El hecho de que esta violencia se ejerce en la mayor parte de los casos en la familia, dentro del hogar y a cargo de los familiares y parientes, demuestra que la institución de la familia burguesa, elevada a pivote de la vida social de los seres humanos, en realidad concentra en su ámbito la violencia que se deriva de la presión que las relaciones sociales, determinadas por las condiciones de esclavitud salarial y de mercantilización de cada acto y actividad humana, ejercen sobre cada individuo particular.

Para revertir completamente el curso asesino de la explotación capitalista, la clase proletaria, la clase que no posee nada pero que produce la riqueza social, es históricamente la única clase social que potencialmente  está  en condiciones de abatir el poder político de la clase burguesa e iniciar la transformación económica y social de toda la sociedad en la perspectiva de una sociedad racionalmente armoniosa y de especie en la cual las causas profundas de cualquier opresión, de cualquier violencia, de cualquier esclavitud sean superadas definitivamente.

¿Utopía? ¿Es imposible llegar a una sociedad sin opresión, sin violencia, sin explotación del hombre por el hombre? Es lo que sostienen todos los burgueses porque tienen interés en continuar viviendo con los privilegios debidos a la explotación capitalista; y es lo que sostienen los pequeño burgueses porque tienen interés en seguir viviendo como parásitos de la explotación de la clase proletaria; y es lo que sostienen los curas de todas las religiones porque viven de los prejuicios y de las creencias de las masas explotadas y desgarradas por la violencia económica y social del capitalismo; y es lo que sostienen los oportunistas y los colaboracionistas de cualquier color porque ambicionan ser protegidos por los poderes burgueses para no compartir la vida difícil y sacrificada de las masas proletarias golpeadas por la miseria, la desocupación, la desesperación y la muerte; y es lo que sostienen los intelectuales porque comparten los puntos centrales de la ideología burguesa: el individualismo, el personalismo... difundiendo a través de los medios de propaganda y de la cultura burguesa la ilusión de que la sociedad burguesa pueda ser mejorada y reformada sin abatir el poder político y sin modificar de arriba abajo su estructura económica y sus relaciones sociales.

Pero para el marxismo –que ha descubierto el misterio del beneficio capitalista en la explotación del trabajo asalariado (teoría del plusvalor), desvelando al mismo tiempo la cualidad de fetiche de la mercancía y la base de cualquier desarrollo social, político, moral, ideológico, en la estructura económica de la sociedad- es la misma historia de las luchas entre las clases y el desarrollo económico agigantado del capitalismo el que llevará a la sociedad actual a un final histórico necesario: una crisis económica de sobre producción y una crisis social profunda, agravada por una guerra mundial más devastadora que las precedentes, de la cual la única vía de escape alternativa, para no recaer en un nuevo ciclo histórico de opresión y de violencia capitalista, es la revolución de la clase que no posee nada, que no tiene reservas, que sufre la esclavitud del trabajo asalariado ¡la clase proletaria!

Solo la lucha de clase proletaria por su propia emancipación de la esclavitud salarial, conducida con medios y métodos de clase, guiada por el partido político de clase que condensa las experiencias históricas de las revoluciones y de las contra revoluciones, puede integrar en su desarrollo también la lucha por la emancipación de las mujeres oprimidas de la opresión específica que las vuelve víctimas. No habrá emancipación de la mujer fuera de la emancipación de la clase proletaria en cuanto tal del capitalismo. La historia de las sociedades divididas en clases antagónicas y de la historia capitalista en particular, lo demuestra ampliamente.

Proletarias y proletarios tienen un objetivo común: defenderse de la opresión salarial y doméstica que se debe a las relaciones sociales de esta sociedad, uniéndose en una lucha que tiene por objetivo histórico la eliminación de toda opresión y de toda violencia en las relaciones sociales. Pero esta lucha no es de género masculino o femenino, es de clase, es del proletariado en su conjunto, que comienza sobre el terreno de la defensa de las condiciones de vida y de trabajo, pero que debe continuar, elevándose políticamente, sobre el terreno de la preparación revolucionaria, respondiendo mañana, cuando la lucha de clase madurará las condiciones del enfrentamiento revolucionario, a la organización con la organización, a la violencia con la violencia, a la esclavitud con el despedazamiento de las cadenas, a la guerra imperialista con la guerra civil. El mal social de la opresión de la mujer no se extirpa con una ley más, con un derecho formal más o con una reforma más: se extirpa sólo yendo a las raíces de la opresión, al modo de producción capitalista que está en la base de toda la sociedad actual, pasando necesariamente a través de una guerra de clase porque la burguesía no se dejará vencer sin combatir con toda la violencia de la cual es capaz. A su violencia hará falta responder con la misma violencia: es la misma clase burguesa la que lo ha mostrado en su revolución contra el feudalismo y contra el absolutismo. Sólo que la lucha del proletariado es la lucha de la gran mayoría de los seres humanos, hasta ahora impotentes por la minoría burguesa que usa su poder económico, político y militar en defensa exclusiva de sus intereses de clase y de sus privilegios sociales.

 

 

Partido comunista internacional

www.pcint.org

 

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