Deus ex machina

 

(«El proletario»; N° 13; Abril - Mayo de 2017 )

 

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El congreso de Podemos, Vista Alegre II, ha acabado, como era previsible, con una ratificación del líder Pablo Iglesias por aclamación popular frente a sus adversarios de las candidaturas de Íñigo Errejón, identificado con el sector blando, y de Miguel Urbán y Teresa Rodríguez, corriente Anticapitalista, antigua Izquierda Anticapitalista y vástagos lejanos del trotskismo de la LCR-Secretariado Unificado de la IV Internacional.

Una visión superficial de los resultados del congreso coincidiría con la que dan los medios de comunicación que se han hecho eco cubriendo ampliamente el evento de Carabanchel: la corriente posibilista de Errejón, dispuesta a entenderse con el PSOE en el Parlamento, habría sido derrotada por la corriente izquierdista de Iglesias, partidaria de la confrontación en la calle y hostil a cualquier componenda parlamentaria con los llamados partidos de la casta. Pero lo cierto es que ni ha existido un enfrentamiento entre dos corrientes realmente opuestas ni, consecuentemente, se ha impuesto la tendencia radical a la posibilista. Más allá del ruido mediático, de las ambiciones personales por el poder y la carrera política, nada sustancial ha pasado en Vista Alegre. Al menos desde el punto de vista marxista, que coloca en la base de todos los conflictos sociales la lucha de la clase proletaria y que explica todos ellos en función de la importancia que tienen para esta lucha.

En un artículo aparecido en este mismo periódico en octubre de 2014 y titulado Podemos, un reformismo en busca de dos autores afirmábamos «Podemos buscará, en los próximos meses a sus propios autores. Los que puedan consolidar a esta fuerza anti proletaria como una alternativa real para la burguesía». Ello en un contexto en el cual las grandes manifestaciones callejeras del periodo más duro de la crisis capitalista, las huelgas generales, los disturbios en algunos barrios proletarios, etc. no quedaban lejos. Con esa afirmación buscábamos señalar que Podemos era una organización (todavía no era ni siquiera un partido) construido de la nada, rebuscado entre otras opciones para que se proporcionase un portavoz, primero mediático y luego institucional, que pudiese arrogarse la representación de los miles y miles de proletarios, estudiantes, miembros de las clases medias, etc. que entonces sentían muy dentro de ellos la tensión social. Podemos se creó, antes tan siquiera de tener una capacidad autónoma propia, para canalizar hacia ámbitos asumibles por la burguesía esa tensión social que se acumulaba y que parecía poder desbordarse. Y se creó en torno a una figura que los propios medios de comunicación se empeñaron en afirmar como carismática, de unas consignas (casta, la gente, régimen del ´78…) fácilmente aceptables en la medida en que no significaban nada y de un compromiso por crecer a medio plazo en el terreno de la lucha democrática.

Nada nuevo bajo el Sol.  El marxismo, que basa tanto su doctrina como sus valoraciones sobre la realidad concreta en el estudio de la lucha entre las clases sociales y no en aquello que los representantes de estas clases pretenden ser, siempre ha afirmado que los partidos no se crean, se dirigen. Podemos fue y es aún el partido con el cual la burguesía pretendía encuadrar a los elementos pequeño burgueses más dispuestos a guiar la conversión democrática e institucional de las movilizaciones del periodo 2011-2014. Lo primero en Podemos fue, por lo tanto, la afirmación de una política, bien práctica y concreta, de afirmación de la lucha dentro de las instituciones democráticas (Parlamento europeo, Ayuntamientos, Parlamento y Senado españoles), de que tal lucha era posible y de que si hasta ahora no se había visto en ella una opción no era porque no tuviese utilidad, sino porque no se tenía la suficiente fuerza para llevarla a cabo. Todo por supuesto con este lenguaje vago y simplista, reflejo de una concepción vaga y simplista incluso de los propios miembros de Podemos sobre sí mismos, que aquí reproducimos. Podemos nació para dirigir las tareas políticas que la burguesía debía realizar para controlar la tensión social y encaminarla hacia la vía democrática y hacia la participación electoral como máxima expresión de esta vía. Ese era y es su programa real, esa es la explicación de la vaguedad de su lenguaje político, de su escasa o nula implantación real en la vida social más allá de los programas televisivos y, ahora, de los sillones parlamentarios. Y de este programa, de sus objetivos fijados de antemano y no explicitados en ningún momento, se sigue con claridad su evolución posterior: del Parlamento europeo a las coaliciones municipales de Unidad Popular, para las que recabaron la ayuda de las fuerzas de la izquierda extraparlamentaria que sí tenían presencia en el ámbito local, que sí estaban en contacto con las movilizaciones, las nuevas organizaciones aparecidas al calor de estas, etc. Y de allí, al Parlamento, se cierra el círculo y, de nuevo, la única realidad posible que se ofrece a los proletarios es la participación democrática, el diálogo con la burguesía y sus representantes y toda la potencia renovada del cretinismo que emana de esta práctica.

Los marxistas, de la misma manera que entendemos que vive una clase cuando vive un partido, un partido que representa los intereses de dicha clase, que los realiza en el terreno inmediato y en el general, entendemos que las personas, los individuos, no son más que los instrumentos de los que se valen fuerzas sociales mucho más potentes que ellos para realizar su cometido. Da igual que Iglesias, Errejón, Bescansa y Monedero fuesen universitarios brillantes que se habían pasado su vida teorizando acerca de las nuevas corrientes políticas. Ni dichas corrientes merecen una consideración aparte de la valoración histórica que el marxismo ha realizado sobre el oportunismo, más allá de matices determinados por la realidad concreta de los lugares donde aparecieron, ni el estudio de ellas aporta nada a unas exigencias que les venían impuestas y para la realización las cuales, simplemente, eran los más aptos, pero no por su preparación, sino por el inmaculado estatus que tenían de cara a los procesos de marketing publicitario que dieron lugar a Podemos (hijos de la pequeña burguesía, letrados, con esa vanidad que da  el creerse en contacto directo con la vida cultural y con apariencia de honradez y frescura…). La universidad es al cerebro lo que el clembuterol a los músculos: hincha artificialmente y deja tras de sí daños quizá irreparables. Los líderes de Podemos han bebido de las aguas broncodilatadoras de la academia y de ellas sacaron la capacidad de presentar como novedoso y potente lo que era solamente un remedo de las viejas recetas de la farmacología social que la burguesía ha extraído a lo largo de siglos de lucha para imponer y mantener su dominio de clase.

Con el peso de esta breve historia a cuestas, Podemos llegó a su congreso de Vista Alegre II ya completamente conformado como un partido idéntico al resto. En este congreso, por supuesto, las cuestiones básicas, aquellas que habían conformado a Podemos como el instrumento necesario para el control social, no fueron puestas en duda. La única política que realmente puede seguir Podemos es aquella que invocó en 2014 y por la que fue promocionado y aplaudido, no admite variaciones, tampoco admite cambios ni innovaciones: se trata de un partido creado en torno a ese único programa. Por lo tanto, las disputas entre las corrientes internas no reflejan una lucha real por imprimir una u otra orientación al partido sino dentro de márgenes muy estrechos, presentan diferencias de matices acerca de cómo permitir la gobernabilidad del país para la burguesía. Por supuesto todas las corrientes magnifican estas diferencias: de la misma manera que piensan que una composición del Parlamento u otra pueden significar importantes cambios, dejando siempre de lado el hecho básico de que es la burguesía la que gobierna a través del mecanismo democrático al margen de cuáles sean los actores circunstanciales que participan en este, afirman que la distancia entre ellas es inmensa.

No hay fisuras ni incoherencias en Podemos. Su verdadera unidad, más allá de las apariencias, reside en la función que cumple, a la cual todos sus miembros y cada una de sus corrientes están plenamente consagrados. Su verdadera coherencia estriba en que en cada uno de sus actos, en cada una de las tácticas que han defendido las ponencias rivales en Vista Alegre, se ve un único objetivo: la defensa de la clase burguesa a través de la defensa y puesta a punto de los mecanismos con los cuales esta controla al proletariado. La coherencia de Podemos es la coherencia de la propia lucha de clases, que se desarrolla en los mismos términos desde hace más de 150 años: el proletariado permanece como clase subalterna en las relaciones económicas que se dan en el seno de la sociedad capitalista. De estas relaciones la burguesía obtiene su papel como clase dominante, papel que defiende a través del Estado con el cual impone su dominio político. Este dominio, si bien es unidireccional, no admite variaciones y está siempre presente, no lo realiza exclusivamente recurriendo a la fuerza y a la represión abierta. Especialmente en tiempos de paz social, o cuando las tensiones sociales no han alcanzado el nivel que requiere una intervención abierta y desencarnada de las fuerzas estatales, la burguesía sabe que es preferible realizarlo invitando a participar al proletariado en las propias funciones de gobierno. Para ello le anima a confiar y a incluirse en el Estado a través del juego parlamentario, ámbito colocado supuestamente por encima de las clases sociales y desde el cual todo podría ser transformado. Esa es la lucha política que cotidianamente desarrolla la burguesía y en ella pueden existir discrepancias entre sus diferentes representantes en torno a cómo llevarla a cabo, pero siempre respetando la coherencia interna que les vincula a todos ellos como agentes de una misma clase social, es decir, de unos intereses comunes.

¿Reniega Podemos de esta realidad? No. Simplemente la dulcifica y la presenta suavizada, precisamente para que la píldora de la colaboración entre clases pase mejor, mostrando cómo la tendencia blanda es desplazada por la supuestamente dura, partidaria de una línea más contundente… siempre dentro de los límites institucionales.

Podemos obtiene su coherencia, su fuerza y su unidad, del papel que juega en la sociedad burguesa, no de sus congresos ni de sus elucubraciones teóricas y políticas. Esa coherencia es la que le lleva a adoptar una posición más dura o más blanda según la situación y la que llevará a modificar una y mil veces la composición del partido para mantenerse fiel a sus verdaderos principios. Igual que el propio sistema parlamentario permite la aparición de corrientes políticas adecuadas a las necesidades del momento, en Podemos se verá cómo, ante futuras convulsiones sociales, nuevas corrientes «radicales» pugnan por hacerse con el control y cómo todas ellas responden a un mismo fin, que es el que inspira a Podemos desde su inicio: la conservación del orden burgués.

En la tragedia clásica griega el Deus ex machina representaba la solución repentina de la trama mediante la aparición de una fuerza ajena a esta y que lograba dar un giro al argumento. Con ella la lógica interna de la obra quedaba rota y el autor podía introducir un final inesperado.

Los personajes que componen Podemos y que se ven como centro y solución de todos los problemas, ignorando su papel de títeres de segunda categoría, pueden llegar a prestar atención al curso de la representación en que están inmersos e incluso a hacerse una idea general acerca de este. Pero, completamente confundidos como están acerca de su papel real, ignoran por completo que, tarde o temprano, la potente machina de la historia, de la que piensan estar al margen, volverá a hacer entrar en escena a un proletariado que no se conformará con sus bufonadas. Entonces todas los discursos sobre la nueva política, el cambio, la gente, la patria… quedarán evidenciados como lo que realmente son:  engaños de los que la clase proletaria sabrá librarse.

 

 

Partido comunista internacional

www.pcint.org

 

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