¿Movilizarse para «salvar el clima» o luchar para acabar con el capitalismo?

(«El proletario»; N° 18; Julio - Agosto - Septiembre de 2019 )

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En los últimos meses un cierto número de países se han visto envueltos en la movilización de los jóvenes sobre la cuestión del cambio climático. Una joven sueca de 15 años, Greta Thunberg, ha lanzado la iniciativa de huelgas estudiantiles y protestas «por el clima» cada viernes frente al parlamento de Estocolmo. Este movimiento se ha difundido, después, al extranjero. Ha tenido un eco particularmente fuerte en Suiza (18 de enero, 8.000 estudiantes se manifestaron en Lausana, 22.000 en toda Suiza) y en Bélgica (75.000 manifestantes en Bruselas el 21 de febrero): en estos dos países el número de jóvenes manifestantes no tiene precedentes en los últimos años... También ha habido eventos importantes en Alemania, en Australia, etc.

Sobre la estela de las movilizaciones en estos y otros países, se ha anunciado una «huelga global por el clima» por parte de la asociación «Youthforclimate», a la que pertenece Thunbeg (1). ¿Qué pensar de estas movilizaciones?

Las declaraciones del movimiento se dirigen a los Estados llamándoles a «asumir sus responsabilidades»; En Bélgica las movilizaciones se basan en el calendario de las elecciones europeas. Greta Thunberg ha sido recibida por Macron, congratulándose con Merkel que la ha invitado al foro de Davos (Suiza) donde se han reunido los mayores capitalistas y los líderes más influyentes del mundo. En Francia, el Ministro de educación Blanquer ha decidido organizar, el 15 de marzo, «en todas las escuelas superiores de Francia» debates sobre el medio ambiente, etc.; y en Italia, el presidente de la República Mattarella, uniéndose a las palabras del Papa Francisco pronunciadas a comienzos de este año («los Estados se empeñan en el calentamiento global»), prevé qué «estamos al borde de una crisis climática global. Hay acuerdos internacionales, pero hasta ahora son insuficientes»...

Estos ejemplos muestran que este movimiento no es mal visto por los líderes burgueses. ¿Y por qué debería serlo?

Se critica la «inacción de las autoridades públicas», es decir, de los «adultos», no se pone en discusión la organización política y económica de la sociedad, contando, al contrario, con las estructuras políticas existentes para que actúen, llamándolas, incluso a las multinacionales, a movilizarse por el clima. Ignorando del todo la existencia de las clases sociales y la lucha de clase, este movimiento se fía de la buena voluntad y la conciencia de la gente para «preservar la humanidad». No comprende que en el actual modo de producción, el capitalismo, ¡cuenta con preservar los beneficios! No son ni la incapacidad ni la irresponsabilidad de los gobiernos las que crean los desastres en el medio ambiente, sino la loca carrera hacia el beneficio que ninguna empresa capitalista puede evitar, y a la cual ningún Estado burgués puede dar la espalda. Es una triste utopía creer y hacer creer que las huelgas en las escuelas superiores y las manifestaciones periódicas, aún si cuentan con numerosos participantes, o las discusiones con los líderes del mundo, con portavoces «conmovedores», podrán cambiar esta realidad.

 

¿SALVAR EL PLANETA??

 

Los ambientalistas, jóvenes o no tanto, sostienen por su parte que es necesaria una acción urgente para «salvar el planeta» (2), esta «emergencia» es avanzada para justificar el uso de cualquier medio a su disposición –es decir, los medios puestos a disposición por el propio sistema político burgués. En realidad el planeta no está, obviamente, amenazado por el cambio climático: incluso si la temperatura aumentase algunos centenares de grados, el planeta estaría allí.

¿Acaso quieren hablar de la especie humana? Aun así, la humanidad, nacida en las regiones tropicales o subtropicales, podría soportar un aumento de la temperatura.

A lo largo de su historia, el planeta ha sufrido significativas variaciones de temperatura. No sólo ha habido épocas mucho más cálidas, sino también épocas mucho más frías. Periodos de glaciaciones, que han durado desde 50 a 100.000 años, separados por periodos interglaciales que han durado de 10 a 20.000 años, se han sucedido desde hace al menos 60 millones de años. Las causas de estas variaciones climáticas no son conocidas. Actualmente nos encontramos, desde hace aproximadamente 15.000 años, en un periodo interglacial.

El calentamiento, en la historia milenaria de la tierra, ha tenido efectos importantes para la humanidad; no solo le ha permitido migrar hacia zonas que antes estaban heladas, sino sobre todo ha permitido el nacimiento y el desarrollo de la agricultura y, por lo tanto, la sedentarización de la población. El crecimiento demográfico que siguió a ella llevó al nacimiento de las primeras civilizaciones, un fenómeno que se verificó a la vez en todo el mundo. Es de señalar que este calentamiento no estuvo exento de variaciones, con periodos un poco más cálidos y otros un poco más fríos (3).

Pero la peculiaridad de la fase de calentamiento actual viene dada por el hecho de que es en gran medida el resultado no de la «actividad humana» en general, como dicen los medios de comunicación, sino del propio desarrollo capitalista. Además de la destrucción ambiental, la producción capitalista ha comportado la emisión de gas de «efecto invernadero» (4) en cantidades importantes que influencian al clima global provocando un aumento del calentamiento en curso.

 

LA BROMA DE LOS ACUERDOS POR EL CLIMA ENTRE ESTADOS

 

En tanto que los líderes de la mayor parte de los países del mundo han acabado por aceptar los límites a las emisiones de estos gases, durante las conferencias internacionales sobre el clima existentes desde los años ´70 (la famosa «COP»). Los expertos, en fin, les han convencido de que si se llega a un cierto aumento de los grados, el calentamiento global provocará crisis económicas, guerras, migraciones de poblaciones, etc. Por lo tanto, para ellos, no es el planeta o la humanidad lo que está amenazado, sino el buen funcionamiento del capitalismo.

Esto explica la firma en 2015 de los acuerdos de París, en la COP 21, y accione similares, y no la improvisada preocupación por preservar la naturaleza por parte de los líderes burgueses. Los ambientalistas lamentan justamente que los empeños tomados en 2015 en la COP son insuficientes y no vinculantes; por otro lado, como sabemos, los Estados Unidos con Trump se han retirado del acuerdo. Mientras el calentamiento climático, un fenómeno mundial, requiere una respuesta unitaria a nivel global, los Estados no logran alcanzar ni un mínimo de acuerdo y así los acuerdos verbales suscritos no son respetados nunca (5). En consecuencia, durante la COP 24 del pasado diciembre en Polonia, los participantes han renunciado a fijar tareas precisas.

Fundamentalmente, no hay nada de sorprendente en la política de los Estados burgueses: los capitalistas no aceptarán, sin más, medidas que aunque les beneficien a largo plazo, a corto plazo les implican obstáculos para sus beneficios.

Por lo que respecta al gobierno de Trump, este ha comenzado una política agresiva de revitalización de la potencia económica americana; no podía y no puede, no ceder a las peticiones de los sectores capitalistas, como el del petróleo, el carbón y otras industrias, que encuentran intolerable limitar o controlar su producción (6). Esta es la demostración rampante de que es ilusorio que el capitalismo pueda autorregularse por el bienestar de la humanidad.

 

SÓLO LA DESTRUCCIÓN DEL CAPITALISMO ACABARÁ, AL MISMO TIEMPO, CON LOS ATAQUES AL CLIMA Y AL MEDIO AMBIENTE, CON LA MISERIA, LA OPRESIÓN Y LAS MASACRES CONTINUAS CON LAS QUE SALPICA TODA LA HISTORIA

 

Los jóvenes ecologistas que se manifiestan para «salvar el clima» no se preocupan de la explotación, de la opresión y de la precariedad que sufren los proletarios y las masas desheredadas del mundo. Tienen la suerte de vivir en una sociedad que no conoce directamente la guerra o las situaciones de extrema pobreza. Se puede, por lo tanto, entender que sean fácilmente captados por la ideología democrática dominante para la que no existe oposición de clase y para la cual la sociedad actual es la única posible, y los movimientos pacíficos de opinión los únicos medios para obtener resultados haciendo presión de manera delicada sobre «los que deciden».

Pero ni el antagonismo entre las clases, ni la miseria y la opresión están ausentes de las opulentas sociedades europeas. Los jóvenes, al menos aquellos que provienen de las clases asalariadas, se darán cuenta tan pronto  como entren en el mundo del trabajo. Con toda probabilidad, la preocupación profunda por este futuro está en la base de sus actuales movilizaciones, más que por el clima.

De cualquier modo, frente a la implacable realidad de la explotación capitalista, los jóvenes entenderán que no hay otra solución a todos los males de esta sociedad que la destrucción de este modo de producción. Descubrirán que la lucha para resistir a los continuos ataques del capitalismo, la lucha para combatir sus crímenes de cualquier tipo, no puede ser una lucha «común a todos», una lucha por intereses aparentemente «generales», sino que sólo puede ser una lucha de clase, la lucha del proletariado: porque es la clase de aquellos que no tienen nada que perder, de aquellos que no tienen ningún interés que les ligue a la supervivencia del capitalismo. El proletariado es la única clase en condiciones de acabar con el capitalismo y abrir la vía a un futuro sin clases y sin Estados, el comunismo, en el cual la humanidad vivirá en armonía con la naturaleza.

Dándose cuenta del impasse que representa el reformismo ecologista interclasista, podrán empeñarse con todos sus compañeros de clase en la lucha por la revolución comunista internacional.

 

13/03/2019


 

(1) En Francia, los estudiantes y las organizaciones estudiantiles UNEF, FAGE, UNL, FIDL, SOLIDARIES, MRJC, Scouts de Francia, etc. llaman a esta huelga: una curiosa unanimidad que no se vio cuando se trataba de oponerse a la reforma escolar de Blanquer.

(2) Ver por ejemplo las declaraciones de Redfoz, la organización juvenil del PTB (Partido del Trabajo Belga): «Estas son medidas radicales de las cuales tenemos necesidad si se quiere salvar nuestro planeta. Imponer normas a los mayores contaminadores... Hoy y no mañana». Ver https://fr.redfox.be/climat_solutions_individuels_ou_collectives.Imponer límites de polución para salvar el planeta: raramente el reformismo ha sido tan estúpido.

(3) La última glaciación, llamada «pequeña era glacial», duró caso 500 años, desde aproximadamente 1350 hasta 1850 y se extendió por todo el planeta. Fue posterior al «optimum climático medieval» que tuvo lugar al inicio del año mil, cuando las temperaturas eran más altas que ahora. Hubo también un «optimum romano» que duró algunos siglos.

(4) El «efecto invernadero» permite al planeta conservar el suficiente calor irradiado por el Sol para ser habitable. El planeta Marte tiene una atmósfera demasiado fina para producir un efecto invernadero suficiente y las temperaturas son extremadamente bajas (-60º de media); mientras Venus, con una atmósfera más densa, conoce un efecto invernadero que lleva a una temperatura media, en el suelo, de 470º. Por eso ambos planetas son inhabitables.

(5) El informe del «Observatorio sobre el clima y la energía» publicado el pasado otoño, muestra que Francia, que tenía sobre todo un papel de primer orden a la hora de asumir tareas específicas para reducir las emisiones de gas invernadero en la COP 21, no las ha respetado. No es un caso aislado: los otros países europeos, los Estados Unidos, Brasil, Rusia, China, etc. están en igual situación.

(6) Son estas empresas capitalistas, como la petrolera ExxonMobil, las que financian los estudios en EE.UU. que cuestionan el problema del calentamiento global. Cfr. Latribune.fr 16/16/2016

 

 

Partido comunista internacional

www.pcint.org

 

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