Grupo Barbaria, el bordiguismo a la carta

(«El proletario»; N° 22; Enero - Abril de 2021 )

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En 2020 la editorial chilena Pensamiento y batalla publicó un libro titulado El principio democrático y otros textos de Amadeo Bordiga. Por el momento no hemos tenido acceso a este volumen y nada podemos decir de su contenido, pero sí que hemos podido leer el prólogo que el Grupo Barbaria ha escrito al mismo y que posteriormente ha publicado en su página web (1). Es sobre este texto, titulado Amadeo Bordiga, un dinosaurio del comunismo, sobre el que escribimos estas notas.

Los intentos de delimitar algún tipo de «bordiguismo» o «pensamiento de Bordiga» no son algo excesivamente raro. En una sociedad en la que se atribuye al individuo, a la creación individual, al pensamiento de tal o cual persona un papel central, como motor del desarrollo, como verdad única de la historia, es normal que se den este tipo de intentos. El fetichismo personalista, que busca rastrear la raíz de los grandes acontecimientos históricos en una creación social como es la representación ideológica del individuo, es algo común: por un lado, están quienes mercadean con este tipo de concepciones, quienes hacen de una manera u otra una carrera (literaria, académica… tanto da) convirtiéndose en «especialistas en», «conocedores de…». Para ellos, el trabajo que durante décadas desarrolló Amadeo Bordiga, desde la Federación Socialista Napolitana hasta el Partido Comunista Internacional, es un reclamo muy jugoso. Todo el trabajo de la corriente revolucionaria marxista que él representó, con todo el empeño de que era capaz (y no era poco), tiene como coordenadas básicas el rechazo a la publicidad fácil, al personalismo y al liderismo como vía para ganar adeptos. Pero aún así, escarbando entre los textos, artículos, reuniones, etc. que la Izquierda Comunista de Italia ha elaborado a lo largo de un combate que dura ya más de un siglo, siempre se puede extraer algún tipo de mercancía potencialmente interesante para el mercado y labrarse con ella cierto prestigio personal (2). Por otro lado. se encuentran aquellos que, pretendiendo ser diferentes de este tipo de enfoques, porque se definen a sí mismos como revolucionarios, asumen la misma mistificación del individuo y tratan de definir una aportación personal del mismo de la que apropiarse, para construir sobre ella una teoría propia, una visión suya, particular, de problemas que sólo pueden ser abordados, en términos marxistas, desde el trabajo anónimo y colectivo del órgano partido al que, por supuesto y pese a estar en el centro de toda la contribución teórica y política de Bordiga, rechazan.

Contrarios a estos afanes absolutamente opuestos al trabajo histórico de la Izquierda Comunista de Italia, tanto en la época en que estuvo a la cabeza del Partido Comunista de Italia como en aquella en la que se organizó (y continúa haciéndolo hoy) como Partido Comunista Internacional, nuestra defensa de su fuerza teórica, programática, política, táctica… no tiene nada que ver con una visión mercantil o patrimonial en el sentido burgués del término. Ni exigimos para nosotros la propiedad intelectual de la obra de Bordiga o de cualquier otro compañero, ni reivindicamos su herencia: para nosotros el patrimonio de la Izquierda es el de una lucha que aún continúa por la defensa de las posiciones del marxismo revolucionario y, por lo tanto, de sus principales postulados. Reivindicando a la Izquierda Comunista de Italia, reivindicamos esa línea que va de Marx a Lenin, a la fundación de la Internacional Comunista y del Partido Comunista de Italia que aparece en la mancheta de nuestras publicaciones: se trata de una línea que no se ha roto, sobre la que nada nuevo tenemos que añadir y a la que, desde luego, no pertenecen quienes ven en la Izquierda un objeto de comercio o de decoración snob para sus propias posiciones políticas.

Somos conscientes de que los intentos de recuperar a Bordiga (e incluso a la Izquierda Comunista de Italia) para unas posiciones que son completamente contrarias a las que este defendió a lo largo de su vida, despojándole de la coherencia que mantuvo a lo largo de toda ella, son inevitables. Forman parte de la confusión generalizada que impera como consecuencia de la contra revolución estalinista de los años ´20, que liquidó a la vieja guardia revolucionaria y pasó por el fango, desnaturalizándola, la doctrina marxista. Los efectos devastadores de esta contra revolución se hacen sentir todavía hoy, también a través de la aparición periódica de distintos grupos de ultra izquierda que pretenden recuperar una parte del bagaje teórico del marxismo, ora la parte «económica», ora la «filosófica»… o la propia historia de la Izquierda Comunista de Italia, pretendiendo con ello remontar por sí mismos la profunda ola de degeneración del movimiento proletario que atravesamos. Por nobles que puedan parecer estos intentos, están basados, como decimos más arriba, en una profunda incomprensión de la naturaleza del trabajo que los marxistas debemos asumir hoy en día (y que sólo puede desarrollarse como partido, primera lección que todas las corrientes renovadoras ignoran e ignorarán por siempre). Y si sobre el plano subjetivo esta incomprensión podría parecer un error con buena voluntad, sobre el plano objetivo da su contribución a la adulteración y a la ocultación del verdadero curso a seguir. Es por ello que no sólo no eludimos el combate político contra estas corrientes sino que lo llevamos a cabo como parte sustancial de nuestro trabajo de clarificación, teórica y política, considerando siempre que estos nuevos «bordiguistas» no por darse este título, de una u otra manera, están más cerca de nosotros y de las posiciones de la Izquierda que cualquier otro grupo de innovadores o de pretendidos renovadores del marxismo a la izquierda del estalinismo y sus epígonos de hoy en día.

Entrando en materia, el grupo Barbaria es una de tantas corrientes que utilizan algunos textos de la Izquierda, individualizando en Bordiga a su autor, para dar cierta consistencia a sus propias tesis. A estos grupos los nuevos medios tecnológicos, que permiten un acceso muy sencillo a los textos de la Izquierda, les dan facilidades para hacerse con uno de aquí, otro de allí… y con ello intentan componer una nueva línea, que desde luego no es la de la Izquierda ni la de Bordiga, y presentar sus propias posiciones como encadenadas a una tradición política de la que realmente están completamente desviados. El tono escolástico de este grupo (complemento clásico del activismo), que liquida en unas pocas páginas cuestiones históricas como el papel de Bujarin en la Revolución Rusa, las teorías del llamado «capitalismo de Estado» o, en versión audio, da su particular visión del primer libro de El Capital, es el propio de esos malos profesores que quieren meter deprisa y corriendo todo el temario de una vida en la pobre cabeza del alumno, porque sólo tienen «unas horas». En el caso del prólogo que comentamos a continuación, esa absoluta falta de rigor se mezcla intencionadamente con un intento de torcer las posiciones de Bordiga para que apunten hacia el sitio donde ellos se encuentran y esto da como resultado un trabajo que en términos históricos no tiene valor y, en términos políticos, es una burda falsificación.

Este texto pretende hacer una especie de biografía comentada de Bordiga con la que exponer lo que ellos consideran los ejes principales de su pensamiento (si es que tal cosa existe). Esta biografía, como es habitual en estos casos, se corta cuidadosamente en 1929 y deja fuera todo el trabajo que, desde la IIª Postguerra, realizaron Bordiga y tantos otros compañeros por restaurar el marxismo sobre sus bases correctas dentro del empeño por reorientar el partido formal en consonancia con la línea perdida temporalmente del partido histórico. ¿Por qué se corta en 1929? Porque para convertir la vida y obra de Bordiga en un fetiche con el que rendir tributo a sus propias posiciones tienen que evitar cuidadosamente las partes en las que esta les daría un inmenso mentís.

Nos resulta imposible tratar una por una todas las incorrecciones, inexactitudes y adulteraciones que, voluntariamente o no, han colocado en su prólogo. El mismo orden, la forma de exponer, base fundamental del método dialéctico y por lo tanto del marxismo, fuerza a conclusiones erróneas y, para subsanarlas completamente, deberíamos dedicar mucho más espacio del que este periódico dispone, y del que su artículo merece. Vamos a limitarnos, por lo tanto, a resaltar algunos de sus puntos más relevantes para poder comentar siquiera dentro de unos límites dónde está el engaño.

Refiriéndose a la batalla librada por Bordiga en el seno de la Juventud Socialista de Italia durante los comienzos de la segunda década del siglo XX contra la corriente culturalista de Angelo Tasca, el grupo Barbaria da este peculiar resumen: «Tasca planteaba la necesidad de que la juventud se educase, estudiara, se formara a través de lecturas y escuelas, en definitiva una concepción ilustrada y conciencial del comunismo. Frente a esta visión ilustrada, Bordiga defenderá que lo que se necesitaba es instinto revolucionario. La revolución es un hecho de fe, de lucha, material, físico, no surge del mundo de las ideas y de la cultura.» De acuerdo a esta afirmación, Bordiga habría recomendado a la juventud proletaria que tuviese instinto revolucionario frente a la idea «conciencial» (sic) de Tasca. Obviamente, esto es un disparate… pero un disparate intencionado. Para explicarlo, tomamos parte de la moción que, sobre este tema, presentó la Izquierda en el Congreso juvenil de Bolonia de 1912, concretamente su conclusión:

«[…] en conclusión la educación de los jóvenes se hace más en la acción que en el estudio regulado de sistemas y normas cuasi burocráticas y en consecuencia exhorta a todos los adherentes al movimiento juvenil socialista:

a) A reunirse más de lo que prevén los estatutos, para discutir entre ellos sobre los problemas de la acción socialista, comunicándose los resultados de las observaciones y de las lecturas personales y habituándose más a la solidaridad moral del ambiente socialista.

b) A tomar parte activa de las organizaciones de oficio, haciendo la más activa propaganda socialista entre los compañeros organizados, especialmente difundiendo la conciencia de que el sindicato no tiene por único fin las mejoras económicas inmediatas, sino que es uno de los medios para la emancipación del proletariado, junto con las otras organizaciones revolucionarias» (3).

No es difícil ver la diferencia. Ni Bordiga ni la Izquierda niegan que «la juventud» se eduque y estudie, niegan que el Partido (entonces el Partido Socialista de Italia, concretamente su Federación Juvenil) tengan como función la educación de los adherentes. Porque Bordiga y la Izquierda se refieren a la función de la educación dentro del Partido, no a la educación en abstracto. Esta resolución llama, a los jóvenes adherentes al Partido, a estudiar y trabajar como militantes revolucionarios. En esta afirmación, por lo tanto, hay una visión de la naturaleza del Partido, sobre sus tareas, su forma de organizar a los jóvenes proletarios, su agitación, etc. El grupo Barbaria ha eludido cuidadosamente hablar de Partido y coloca las posiciones de Bordiga y de la Izquierda como un anti culturalismo vago y etéreo. Decir que «hace falta instinto revolucionario» es una tergiversación: hace falta el Partido de clase, la organización en él de los jóvenes revolucionarios y la canalización a través de él de ese instinto que debe transformarse en acción política organizada. En boca del grupo Barbaria, Bordiga ha pasado a ser un defensor del espontaneísmo y, por lo tanto, queda reconciliado con las tesis culturalistas de sus rivales en la medida en que la crítica al culturalismo es esencialmente una crítica al contenido idealista subyacente que es exactamente el mismo que hay en esa revolución física, material… pero sin partido de la que hablan.

Para concluir este punto, retomamos del texto del grupo Barbaria esta afirmación que redunda en esa misma negación de la necesidad del Partido comunista como órgano de combate del proletariado que, de hecho, es constante a lo largo de todo su escrito porque es una de las bases de sus posiciones políticas: «la necesidad de construir un ambiente comunista en el asociacionismo proletario que prefigure el comunismo por el que se lucha y combate, sobre esta misma idea volverá en sus Tesis sobre la organización más de cincuenta años más tarde.»

Efectivamente el Partido Comunista Internacional afirma desde sus Tesis de Nápoles -que no son «las tesis de Bordiga» como a los fans del nombre y el apellido les encanta proclamar- la necesidad de «Que en el partido se pueda tender a dar vida a un ambiente ferozmente antiburgués, que anticipe ampliamente los caracteres de la sociedad comunista, es una antigua enunciación y ejemplo para los jóvenes comunistas italianos desde 1912» (4). De nuevo la diferencia es clara. En nuestra versión, ambiente ferozmente anti burgués en el Partido. En la versión del grupo Barbaria «en el asociacionismo proletario». Por asociacionismo proletario se entiende no sólo al Partido comunista, que de hecho es proletario sólo en un sentido político y no por formación, sino también y sobre todo a las organizaciones sindicales, cooperativas, etc. ¿Es viable que en un sindicato exista un «ambiente comunista»? La sola idea es ridícula, pero el grupo Barbaria tiene que excluir siempre y sistemáticamente que todo el trabajo de la Izquierda, y por lo tanto de Bordiga, es una reivindicación continua de la necesidad del Partido, y no de un vago partido que un día aparecerá, sino del hecho de que los marxistas sólo pueden trabajar como Partido. Si no lo hiciesen no podrían aparecer como parte del mismo hilo histórico y deberían reconocer que les separa precisamente todo ese hilo.

Continuamos con el texto del grupo Barbaria. En el cuarto párrafo pretenden dar una visión de la posición que Bordiga mantuvo acerca de la Primera Guerra Mundial, es decir, del derrotismo revolucionario. Si se limitasen a hacer una afirmación de este tipo, no habría nada que objetar, pero como es corriente en este tipo de grupos, no pueden evitar dar su valoración particular, aunque sea en forma de unas breves palabras, en una cuestión de detalle… Y precisamente es ahí donde vemos el rabo del diablo: «Durante la I Guerra Mundial, Amadeo desarrollará posiciones de derrotismo revolucionario. Lo que le enfrentará no solo a aquellos que como Mussolini defenderán la guerra imperialista bajo premisas democráticas (defensa de la democrática Francia frente al absolutismo prusiano), sino también a la tibieza de la socialdemocracia italiana que no apoyará la Guerra imperialista pero tampoco fomentará el sabotaje proletario con su cínico lema Né aderire, né sabotare. Bordiga, defenderá el sabotaje proletario y el derrotismo revolucionario, posición invariante que será central a lo largo de toda su trayectoria militante.»

Resaltamos en negrita lo referido a la invariancia. Este, como saben nuestros lectores, es un término utilizado recurrentemente en los textos y posiciones de la Izquierda Comunista de Italia. Hace referencia a un concepto matemático con el cual se definen objetos que, tras una transformación, arrojan una imagen idéntica al objeto original y con él se define al marxismo que resiste y permanece invariante tras «todas las «oleadas» del revisionismo que han atacado diferentes puntos de la doctrina y del método, a partir de su formación orgánica y monolítica que se puede hacer coincidir con el «Manifiesto» de 1848" (5). Cuando decimos que el marxismo permanece invariante, nos referimos al cuerpo fundamental de este, es decir, a «la doctrina que surge con el proletariado industrial moderno y que lo «acompaña» en todo el curso de una revolución social». Son los elementos basilares de la teoría marxista los que permanecen invariantes: modo de producción capitalista como último de aquellos que sustentan la sociedad dividida en clase, aparición de la lucha de clase del proletariado como negación de este, constitución del proletariado en clase (luego en partido político) en su lucha contra la clase burguesa dominante, ejercicio de la dictadura proletaria por parte del partido de clase como única vía para expropiar a la clase burguesa de su poder político, económico y social, transformación socialista de la sociedad. Pero existen toda una serie de cuestiones que, pese a estar fundamentadas en la visión teórica y programática general del marxismo, no son invariantes. Entre ellas, aquellas referidas a los problemas tácticos que enfrenta el Partido comunista a lo largo de su lucha y que vienen determinados por las diferentes situaciones históricas por las que esta transcurre. La cuestión del derrotismo es, precisamente, una de estas cuestiones tácticas, con lo cual no es invariante para la doctrina marxista y por lo tanto no lo fue para Bordiga. Es una cuestión táctica porque hace referencia a una cuestión, la de la intervención del partido en las guerras que viene determinada por elementos no siempre iguales. A este respecto, los trabajos de la Izquierda sobre la cuestión de la guerra (6) son claros: apoyo a las guerras de sistematización nacional realizadas por la burguesía allí donde dominan las clases sociales precapitalistas y el carácter de estas guerras resulta ser, por lo tanto, progresivo en términos históricos; combate contra ambos bandos en los conflictos del capitalismo en fase imperialista y lucha por transformar el conflicto en guerra civil entre proletariado y burguesía. Una buena parte del trabajo de la Izquierda Comunista de Italia tras la IIª Guerra Mundial estuvo dedicado a restaurar las bases correctas de esta valoración histórica sobre la guerra, oponiendo precisamente las tesis marxistas al indiferentismo pacifista o ultra izquierdista. La «confusión», de nuevo, no es trivial.

¿Qué importancia tiene «confundir» un problema de orden táctico con una impostación general de carácter teórico o doctrinal? Para grupos como Barbaria, cuyos posicionamientos políticos están basados en cierta fraseología huera, hecha más de frases y recursos retóricos que de un conjunto de posiciones coherentes, no tiene ninguna importancia: sus tesis, aparentemente maximalistas y radicales pero, en muchos sentidos, carentes de basamento teórico y completamente desligadas de la historia del movimiento de clase del proletariado, no distinguen la dimensión táctica que tiene la acción política porque aquella implica delimitar de la manera más precisa los términos en los cuales la clase proletaria debe asumir las tareas revolucionarias en cada momento y situación histórica. Y este es precisamente el punto por el cual un grupo como Barbaria, que no suele ir más allá de la exhibición de consignas imposibles de contrastar con la realidad, no puede pasar.

Para ilustrar mejor este punto, que puede parecer algo abstracto porque está sacado de una sola palabra que podría estar ahí por error, descuido del redactor, etc., vamos a referirnos al párrafo de este prólogo que estamos comentando que se refiere expresamente al problema de la táctica «para Bordiga». Citamos:

«Para Bordiga, la táctica revolucionaria tiene que estar completamente subordinada a las posiciones programáticas y no a la inversa, lo que es de una actualidad candente si pensamos en los procesos de lucha de clases que estamos viviendo cien años después. Por ejemplo, si las posiciones comunistas son antidemocráticas esto significa que no podemos defender consignas democráticas para poder ser mejor escuchados por las masas, por la clase, Bordiga estaba en contra de todas estas adaptaciones oportunistas.»

Por supuesto, afirmar que «la táctica tiene que estar completamente subordinada a las posiciones programáticas…» es correcto, pero muy general ¿quién lo negaría? Lo niega, de hecho, el propio grupo Barbaria en las siguientes líneas cuando demuestra que no entiende en absoluto la naturaleza de esta subordinación: «si las posiciones comunistas son antidemocráticas, esto significa que no podemos defender consignas democráticas para poder ser mejor escuchados por las masas, por la clase…» que vendría a ser algo así como «si las posiciones comunistas son contrarias a la existencia de guerras (que no existirán en la sociedad comunista de mañana), no podemos defender la guerra civil del proletariado contra la burguesía», o mejor aún, «si las posiciones comunistas están contra el trabajo asalariado, no podemos defender mejoras salariales»… Nótese el absurdo que implica hacer derivar el plano táctico de la lucha de clase del proletariado y su partido de una simple repetición abstracta de un planteamiento general por lo demás mal definido. Para el grupo Barbaria, el problema de la táctica es una simple trasposición de tipo metafísico de los principios generales del comunismo, lo que significa que el problema de la táctica sencillamente no existe, mientras que para los marxistas, por lo tanto para la Izquierda Comunista de Italia, por lo tanto para Bordiga, el problema de la táctica se plantea de la siguiente manera:

«El programa del partido comunista contiene una perspectiva de acciones sucesivas relacionadas con la sucesión de las situaciones, según el proceso de desarrollo que generalmente se les atribuye. Existe, pues, una estrecha conexión entre las directivas programáticas y las reglas tácticas.» (8)

Es decir, la táctica es el terreno en el que se realiza la acción del Partido de acuerdo a una serie de determinantes contenidos en el desarrollo de las diversas situaciones contingentes a las que este se enfrenta. Las normas tácticas se coligen del programa comunista, que debe ser aplicado de acuerdo a una realidad cambiante que requiere diferentes tipos de posicionamiento en uno u otro momento.

Siguiendo con el ejemplo del texto que comentamos, aunque las posiciones comunistas son antidemocráticas, el partido sí que puede (y debe) defender consignas democráticas. Por ejemplo, allí donde la revolución burguesa no ha tenido lugar o lo ha hecho sin alcanzar todos sus objetivos. En estos terrenos de lucha, las consignas democráticas juegan un papel imprescindible para encuadrar al proletariado fuera y contra los partidos y organizaciones burguesas en un momento en el que estos todavía pueden presentarse como revolucionarios. A este respecto puede consultarse la amplia gama de artículos que nuestra corriente ha publicado al respecto (9), pero a cualquiera debería haberle bastado con leer atentamente el Manifiesto del Partido Comunista de Marx y Engels.

Afirmar que el problema de la táctica se reduce a una deducción abstracta de la teoría, que no implica la toma en consideración de las circunstancias contingentes -y por lo tanto una valoración precisa de las situaciones contemplando sus modificaciones según las relaciones de fuerza entre las clases-significa negar cualquier dimensión táctica de la lucha del Partido y, por lo tanto, dejar esta libre a la improvisación y a la presión que inevitablemente ejercerán las corrientes anti comunistas.

Cuando nuestro Partido afirma que para el marxismo revolucionario la teoría es invariante, porque contiene «las leyes de interpretación de la historia que forman el bagaje de nuestra doctrina» y son válidas para todo el curso histórico del desarrollo y del fin del capitalismo, de la transformación de la sociedad dividida en clases en sociedad sin clases, porque no varía en su previsión histórica de las condiciones de emancipación del proletariado pese al cambio de las circunstancias contingentes; afirma que «las normas tácticas son prácticamente firmes pero teóricamente móviles, porque son normas derivadas de las leyes de los grandes cursos,y con ellos, a escala histórica y no a escala de la maniobra y de la intriga, declaradamente transitorias» (10).

Esta es la clave para entender la relación entre teoría y táctica: la segunda jamás puede contradecir a la primera sino a costa de liquidar al propio Partido, pero tampoco puede convertirse en algo inamovible sino a costa de volver a este inútil.

Para finalizar este punto, con el que sencillamente se pretendía mostrar la incapacidad de grupos como Barbaria para asumir la compleja relación dialéctica entre teoría, programa y táctica, que reducen a su típica fraseología altisonante, y, por lo tanto, la lejanía que mantienen con las tesis del marxismo revolucionario, tomamos una última cita que sigue inmediatamente a la anterior: «Por eso, hoy es fundamental la crítica proletaria, comunista y anárquica, a la Asamblea Constituyente en la región chilena».

Esta mezcolanza entre comunismo y anarquismo, amalgamados en una sediciente «crítica proletaria» debería bastar para hacer entender qué significa para ellos esta cuestión de la táctica: la táctica no puede oponerse al programa comunista, pero la táctica puede ser la «crítica anárquica» luego se entiende que el anarquismo no se opone al programa marxista. Porque la cuestión del Estado, de la dictadura del proletariado, del partido, entendemos de nuevo, no forman parte del programa marxista. Después de esto, se puede reivindicar a Bordiga, a la Izquierda de Italia o al propio Marx, pero con ello sólo se demuestra que o bien se ignora lo más básico del marxismo o bien se quiere hacer una nueva doctrina ad hoc para uso y consumo propio (11).

De entre los muchos otros puntos que se podrían resaltar del prólogo del grupo Barbaria (democracia, fascismo…) todos ellos dotados de la coherencia y consistencia vistas hasta ahora y animados sin duda por el mismo espíritu, podemos tratar únicamente, por motivos de espacio, el que dedican a la cuestión del Partido. No vamos, tampoco, a rebatir punto por punto su peculiar resumen sobre esta cuestión porque requeriría prácticamente elaborar un tratado al respecto sólo para deshacer el terrible embrollo partiendo de todos sus puntos erróneos o confusos. Recomendamos a los lectores ir a los textos clásicos del marxismo, del Manifiesto del Partido Comunista al Antidhüring, del ¿Qué hacer? a las Tesis sobre la función del Partido Comunista de la IIIª Internacional y a nuestros escritos (Partido y clase, Partido y acción de clase, etc.) y por nuestra parte dedicaremos las próximas líneas a un aspecto en particular de este prólogo que comentamos, el de la supuesta oposición entre la concepción del Partido que tenía Lenin y aquella que defendió Bordiga y sigue defendiendo nuestra corriente hoy en día.

Elegimos este aspecto no por azar, sino porque en esta falsa contraposición se puede resumir buena parte de las intenciones que tiene el grupo Barbaria: haciendo de Bordiga un «pensador» del que extraer aquello que se quiere y dejar de lado aquello que no, buscan dar un refrendo a su propia construcción teórica, a sus elaboraciones particulares acerca de cada uno de los temas que tratan. Pero para lograrlo, no sólo necesitan convertir a Bordiga en un teórico particular, necesitan romper el hilo que une su trabajo a todos los ámbitos del desarrollo del Partido (teórico, político, programático, táctico, organizativo, etc.) con el marxismo revolucionario que tuvo en la figura de Lenin, esa máquina marxista perfectamente engrasada, uno de sus máximos exponentes. Y, con ello, buscar una suerte de «innovación» bordiguista que realmente es una elaboración suya y que les permite reivindicar cierta autoridad en sus planteamientos a costa de introducir más y más confusión.

Citamos de nuevo:

«Estas posiciones comunistas [se refiere aquí a una serie de puntos con las que los autores piensan haber sintetizado los elementos centrales del problema del Partido] que Bordiga defenderá a lo largo del año 1921 con algunos textos publicados aquí, como el Principio democrático o las Tesis de Roma del II Congreso del PCdI, nos explican los constantes enfrentamientos que Bordiga y la Izquierda Italiana protagonizarán con Lenin y más aún con sus epígonos leninistas. En el meollo de todos estos enfrentamientos se ubica la cuestión del partido. Ya hemos explicado que el partido es un órgano y síntesis de la clase, no es un instrumento de vanguardia para conquistar la influencia mayoritaria sobre ella, que es lo que defenderá con voluntarismo político y táctico la mayoría de la Internacional Comunista de esos años.»

En primer lugar, es necesario aclarar lo que los «constantes enfrentamientos» entre Bordiga y la Izquierda, por un lado, y Lenin por otro, significaron. Efectivamente, la Izquierda discutió críticamente algunas de las posiciones defendidas por la mayoría de la Internacional, especialmente a partir del fracaso de la Acción de marzo en Alemania que fue cuando la Internacional debió tomar nota de que el peligro que acechaba al movimiento comunista no era tanto el de un giro brusco hacia posiciones de pseudo izquierda como los bandazos que a izquierda y derecha comenzaban a dar algunos partidos comunistas, reflejo de su mínima cohesión doctrinal y de la consecuente necesidad de una gran ambigüedad táctica. Esta situación efectivamente se reflejó en la adopción por parte del centro de la Internacional de consignas vagas y ambiguas que podían tener sentido en los términos en los que las proponía Lenin pero que abrían la puerta a los viejos errores que finalmente podían contribuir a destruir -como sucedió- la propia Internacional. La evolución en los años inmediatamente posteriores de la Internacional Comunista, la adopción de la táctica del frente único político con otras organizaciones obreras o de los gobiernos obreros como punto intermedio entre la dictadura de clase de la burguesía y la dictadura de clase del proletariado, fueron consecuencia de esta exagerada elasticidad táctica, contra la cual la Izquierda ya había avisado (12), que se volvía más y más aguda a medida que la situación internacional se convertía en desfavorable para la acción de clase del proletariado.

Pero estas diferencias no eran de principios. No eran, de hecho, algo insalvable hasta que la acumulación de errores abrió las puertas a las fuerzas contrarrevolucionarias en Rusia y en la Internacional. Afirmar lo contrario implica no entender que los partidos no son compartimentos estancos ajenos a la realidad del mundo burgués que les rodea. Sufren las presiones de este, la infiltración en sus filas de las ideas y los elementos de las clases enemigas y son, por lo tanto, susceptibles de desviarse de la ruta correcta por mucho que esta esté claramente trazada en la teoría y el programa que les dan vida. Es en este punto, que la Izquierda sí comprendía perfectamente, que esta desarrolló su trabajo de crítica política absolutamente fiel a las lecciones que el Partido Bolchevique de Lenin y Trotsky y la propia Internacional Comunista habían sacado de la revolución victoriosa en Rusia.

En cualquier caso, estas divergencias entre la Izquierda y Lenin, ¿tenían su meollo en una diferencia entre la concepción que acerca de la cuestión del Partido podía tener Lenin y la que teníamos nosotros? En absoluto. El combate que presentó la Izquierda fue contra las desviaciones que comenzaban a plantearse sobre el terreno de la acción táctica y que podían infectar al conjunto de los partidos adheridos a la Internacional. Nadie, ni la Izquierda ni Lenin o Trotsky, dudó por un momento de que la táctica, como hemos señalado más arriba, debía estar vinculada directamente a las posiciones teóricas y programáticas que estaban en el corazón del marxismo revolucionario de la Internacional. Nadie dudó, tampoco, de que la concepción de la naturaleza y la función del Partido eran comunes a todas las partes sanas de la Internacional (y la Izquierda y Lenin, desde luego, se contaban entre estas). Si no hubiera sido así, si se hubiese puesto en entredicho esta concepción común, no habrían existido motivos para permanecer unidos en la misma organización. Todo el trabajo de Lenin desde 1902 fue un esfuerzo continuo por delimitar los términos en los que debía existir el Partido, tanto sobre los aspectos teóricos como sobre aquellos organizativos. Este trabajo, que desde luego no llevó a cabo en solitario, fue el que permitió que, en 1917, la crisis sobrevenida en el Imperio Ruso encontrase a un partido marxista sólidamente conformado y capaz de aprovecharla para llevar a cabo la única experiencia de poder proletario duradera hasta la fecha. La posterior fundación de la Internacional Comunista, la aceleración que esta implicó para la ruptura en toda Europa de los viejos partidos socialistas y la escisión comunista, tuvo en Italia una resonancia mayor que en otras partes del mundo precisamente porque la Izquierda, que defendió teórica y políticamente la experiencia bolchevique en Rusia, tuvo una concepción idéntica sobre la necesidad y el papel del partido marxista.

¿En qué basa el grupo Barbaria sus afirmaciones? Según la parte de su texto que hemos citado, en que para Bordiga el Partido sería un «órgano y síntesis de la clase» y para Lenin «un instrumento de vanguardia para conquistar la influencia mayoritaria sobre ella». De nuevo, nos encontramos ante un enfrentamiento del todo falso, pero es comprensible por qué el grupo Barbaria inventa y propone este enfrentamiento como su interpretación peculiar de las tesis de la Izquierda sobre la cuestión del Partido. En esta, este grupo quiere ver un partido etéreo, inexistente si no es en un hipotético momento de afirmación final en el que la clase proletaria devendría partido quién sabe a través de qué milagrosa hipóstasis. ¿Qué oposición existe entre el partido-órgano y el partido-vanguardia? Ninguna. De la tesis clásica de nuestra corriente según la cual existe una clase cuando existe su partido, el grupo Barbaria niega la relación que el partido comunista tiene respecto a la clase proletaria, de la cual es obviamente la vanguardia. Clase y partido pueden identificarse en términos históricos, pero el partido es siempre una minoría de la clase: «Los comunistas son, pues, prácticamente, la parte más decidida, el acicate siempre en tensión de todos los partidos obreros del mundo; teóricamente, llevan de ventaja a las grandes masas del proletariado su clara visión de las condiciones, los derroteros y los resultados generales a que ha de abocar el movimiento proletario»(13), según palabras de Marx y Engels en el Manifiesto del Partido Comunista. No hace falta mucho para darse cuenta de que, o Marx y Engels no tenían razón, o el Partido Comunista representa a la vanguardia de la clase proletaria.

Falta una parte de su afirmación: aquella según la cual la función del partido de Lenin era «conquistar la influencia mayoritaria sobre la clase». ¿Qué entendía Lenin por conquista de la mayoría? Tomamos la cita de la Carta a los comunistas alemanes del 14 de agosto de 1921:

«La conquista de la mayoría no la entendemos, pues, de una manera formal como la entienden los paladines de la democracia filistea...Cuando en julio de 1921, en Roma, todo el proletariado – el proletariado reformista y el proletariado centrista del partido de Serrati – siguió a los comunistas contra los fascistas, se dio la conquista de la mayoría de la clase obrera por parte nuestra... Se trataba solo de una conquista parcial, momentánea, local. Pero era la conquista de la mayoría» (14).

¿Existe algún tipo de oposición entre estas posiciones y las de la Izquierda? ¿Hay algún tipo de ese «voluntarismo táctico» del que acusa el grupo Barbaria a Lenin? No. Criticando la tesis de la «conquista de la mayoría» la Izquierda se opuso a cualquier tipo de concepción basada en la conquista de una mayoría de proletarios adscritos al partido o de una mezcolanza entre proletariado y clases populares que diese la mayoría estadística para entablar combate. Pero en ningún caso a la lucha por organizar en el partido y en su entorno a cuantos más proletarios mejor, a la lucha por adquirir un peso decisivo entre la clase, capacitándose por ello no sólo para combatir a la burguesía sino para neutralizar también a las clases sociales intermedias y a aquellas capas proletarias reacias a la acción del partido.

Tras esta crítica no puede esconderse nunca, tal y como hace el grupo Barbaria, una posición consistente en negar al partido la necesidad de una lucha política y organizativa entre los proletarios para influenciarles directamente. El partido Bolchevique fue un ejemplo de este tipo de trabajo y eso es lo que, centrando su crítica en la persona de Lenin, el grupo Barbaria quiere atacar: negando al partido su necesario desarrollo entre la clase proletaria como órgano de su vanguardia, niega la misma función de este llegando al absurdo de querer volver a la Izquierda Comunista de Italia y a Bordiga representantes de una corriente anti partido que es en la que ellos se inscriben realmente.

El Grupo Barbaria somete todas las cuestiones que pretende ejemplificar en este prólogo a una visión extremadamente superficial con la que se reduce todos los problemas de cierta importancia a una repetición de clichés de circulación habitual entre las corrientes políticas «renovadoras» o «innovadoras» del sediciente marxismo heterodoxo. La cuestión del partido, el problema de la táctica, las relaciones de la Izquierda con la III Internacional, etc. se ventilan, tal y como se ha visto, con unas pocas líneas y a base de afirmaciones triviales que muestran lo que en el mejor de los casos es su absoluto desconocimiento de los puntos cardinales de la doctrina marxista y de las posiciones de la Izquierda y en el peor un intento deliberado por adulterar ambas.

 


 

(1) Puede consultarse en https://barbaria.net/2020/07/21/amadeo-bordiga-un-dinosaurio-del-comunismo/

(2) Ver, por ejemplo, en A cinquant’anni dalla morte di Amadeo Bordiga, Amadeo Bordiga nel camino della rivoluzione, de reciente publicación en italiano, la crítica a los trabajos de Sandro Saggioro autor de varios libros sobre Bordiga y el Partido Comunista Internacional y uno de los mayores exponentes de este tipo de mercadeo.

(3) (Cfr. Educazione e cultura della gioventù socialista (Mozionepresentata al IV CongressoNazionaledella FIGS, Bologna 20-22 settembre 1912), en «L’Avanguardia», a. VI, n. 257, 15 settembre 1912. También en A. Bordiga, Scritti 1911-1926, vol. I, Graphos, Genova 1996.

(4) Como está claramente expresado en la Moción apenas citada y aún mejor precisado en el artículo Un programma: l’ambiente, «L’Avanguardia, a. VII, n. 289, 1 giugno 1913. También en A.Bordiga, Scritti 1911-1926, vol. I, cit.

(5) Cfr. La «invariancia» histórica del marxismo, Reunión de Milano del Partito Comunista Internacionalista, 7 septiembre 1952, punto 3, publicado en él fascículo Sul filo del tempo, de mayo 1953. En Per l’organica sistemazione dei principi comunisti, n. 6 deitesti del partito comunista internazionale, Ivrea 1973.

(6) Ibidem, punto 1.

(7) Cfr, en particular, los escritos publicados n la serieserie «Sul filo del tempo» y dedicados a la uestión de la guerra, recogidos en el nº 3 de los Quaderni del programma comunista, 1978, tituladoProletariato e guerra.

(8) Cfr, Tesis de Roma, punto V Elementos de la táctica del partido comunista extraídos del examen de las situaciones. En El Programa Comunista nº 26, Febrero de 1978.

(9) Por ejemplo en El marxismo y la cuestión nacional y colonial, El Programa Comunista nº 36, octubre de 1980.

(10) Cfr. Struttura economica e sociale della Russia d’oggi, Ed. ilprogramma comunista, Milano 1976, § 3. Ulterioretrattazionesulla «tattica», pp. 54-55.

(11) No podemos dejar de traer otra cita de su texto: «Cuando la policía fascista, que le vigilaba con tres policías que se daban continuamente turno, registró una conversación con su cuñado: «Hay que alejarse y esperar, esperar no para esta generación sino para futuras generaciones». El marxismo no es una colección de anécdotas y por mucho que con ellas se pretenda mejorar la propia posición nunca se pasará de ser poco más que un chismoso.

(12) Ver, en particular, las Tesis de Roma ya citadas; La tattica dell’I.C., Odine Nuovo 12,19 y 31 enero. 1922; La Internazionale Comunista e la tattica del PCd’I, C.E. Mosca, junio 1922, enLo Stato Operaio, 6.3.1924 y Ordine Nuovo, 1.7.1924

(13) Cfr. El Manifiesto del Partido Comunista. Editorial Progreso, Moscú.

(14) Cfr. Lenin Carta a los comunistas alemanes,14 agosto 1921, en Obras completas, vol. 44, Editorial Progreso, Moscú.

 

 

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