El Comunista Nueva Edición nos cuenta su historia a base de falsedad y confusión

(«El proletario»; N° 23; Julio de 2021 )

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El desarrollo del partido de clase no es lineal. Siendo como es producto de la sociedad capitalista y aunque como producto de esta constituya ya su negación en potencia, se ve inevitablemente constreñido por las convulsiones que caracterizan a esta sociedad y ve por lo tanto cómo su curso puede alterarse en diferentes sentidos como resultado de las fases de ascenso y descenso de la lucha de clase del proletariado, de la mayor o menor fuerza de las clases enemigas y de las victorias o derrotas que pueda sufrir en diferentes momentos históricos. Nuestra corriente definió, recurriendo a términos que ya había expuesto Marx, la relación entre el partido como organización física de los militantes comunistas en un momento determinado (partido formal) y el partido en su acepción histórica (partido histórico) como una lucha necesaria por colocar al partido formal sobre la línea del histórico, es decir, tal y como está expuesto en nuestras Consideraciones sobre la orgánica actividad del partido cuando la situación general es históricamente desfavorable (1) :

«[…]para la victoria será necesario tener un partido que merezca al mismo tiempo la calificación de partido histórico y de partido formal, o sea, que se haya resuelto en la realidad de la acción y de la historia la contradicción aparente – que ha dominado un largo y difícil pasado – entre partido histórico, por tanto, en cuanto al contenido (programa histórico, invariable), y partido contingente, es decir, en cuanto a la forma, que actúa como fuerza y praxis física de una parte decisiva del proletariado en lucha.»

Y, partiendo de aquí, vale decir que todo el esfuerzo de los militantes comunistas que, como tales, únicamente pueden organizarse como partido, consiste en la lucha por la superación de esa contradicción aparente entre la teoría y el programa marxista y la propia acción organizada del órgano partido. Y que precisamente la derrota y debacle del movimiento comunista internacional, en las diferentes fases que como la actual han estado caracterizadas por una fortísima reacción burguesa, se caracterizó siempre por una pérdida generalizada (a excepción hecha de pequeños núcleos que puedan resistir sobre las bases correctas) de la coherencia entre partido histórico y partido formal.

Nuestra corriente ha tenido su razón de ser precisamente en la defensa de esta coherencia cuando las fuerzas de la contrarrevolución destruyeron no sólo los partidos comunistas formados sobre la potentísima oleada revolucionaria iniciada en Rusia en 1917 sino también el principal logro de esta oleada revolucionaria, que fue mostrar la absoluta exactitud de las tesis marxistas en lo referido a la propia naturaleza del partido y su relación con la clase, la necesidad de la dictadura proletaria, es decir, restaurar la doctrina del comunismo revolucionario sobre sus bases precisas.

Con ello, evidenciando la verdadera naturaleza de la lucha marxista por el partido, la Izquierda Comunista de Italia, organizada primero en la Fracción comunista abstencionista del PSI, después en el Partido Comunista de Italia, sección de la Tercera Internacional, y finalmente en el Partido Comunista Internacionalista (Internacional desde 1965), ha defendido y defiende no sólo una posición política acerca de la necesidad de mantener inalterado el vínculo entre las diferentes dimensiones del partido (teórica y programática, política organizativa, táctica…) como consecuencia de la inmutabilidad de la doctrina marxista de la cual se derivan, sino que también ha defendido la misma historia del movimiento comunista contra todas las corrientes que, encabezadas por las fuerzas nacional-comunistas del estalinismo y seguidas por toda la pléyade de innovadores, reformadores e inventores de nuevas teorías, han pretendido siempre que la historia del movimiento sea la de agrupaciones y reagrupaciones de carácter circunstancial, basadas en acuerdos de tipo democrático, siempre susceptibles de ser revisados de acuerdo a las nuevas modas ideológicas.

Hoy han pasado ya más de cien años desde la conformación de la Izquierda Comunista de Italia, cien justos desde que se fundó el Partido Comunista de Italia bajo su mando, casi setenta desde que las fuerzas físicas que sobrevivieron a la reacción asesina del estalinismo se reagruparon en el Partido Comunista Internacionalista y casi cuarenta por lo tanto desde que este implosionó con la crisis de 1982. Para los militantes del partido que continuamos el camino que jalonan estos eventos, la defensa de la concepción dialéctica del partido que hemos expuesto más arriba es, más que nunca, la defensa de la historia de la Izquierda Comunista y del Partido Comunista Internacional, primera línea de batalla sobre la que se ha verificado cuanto se expuso en las tesis históricas de nuestro movimiento, a modo de balance de la derrota sufrida en los años ´20 del siglo pasado por el movimiento comunista internacional.

De hecho, es en este trabajo de defensa del patrimonio teórico, político, táctico y organizativo de la Izquierda Comunista a través de los duros reveses que su órgano-partido ha sufrido a lo largo del tiempo, donde reside la verdadera potencia de nuestra corriente, donde se encuentra la fuerza que le permitirá, mañana, en unas condiciones históricas más favorables, desplegarse desde el pequeño núcleo que es hoy hasta conformarse como el partido compacto y potente que deberá ser. Y es por esto que resulta sencillo contrastar este trabajo que nosotros llevamos a cabo con la malversación de la tradición de la Izquierda Comunista de Italia que otras corrientes pretenden llevar a cabo y ver, en ese contraste, la distancia que nos separa de ellas.

La última, que sepamos, en la larga serie de intentos de malversación de la historia de la Izquierda Comunista y del Partido Comunista Internacional, la hemos encontrado en la revista nº 65 de El Comunista Nueva Edición (2). En ella, en un artículo titulado Una consigna incorrupta por encima de las generaciones «de los muertos, los vivos y los por nacer» el grupo que edita esta revista (que como es sabido surgió de una escisión de nuestra sección en España a comienzos de los años ´80) nos da su particular visión de su propia historia, recurriendo para ello a una particular interpretación de buena parte de la historia de nuestro partido. Como decíamos más arriba, este tipo de ejercicios de pseudo historia, tienen tanto más valor cuanto que evidencian precisamente las carencias, los límites y los profundísimos errores en que caen sus autores. En este caso, el grupo que edita El Comunista (3) intenta relatar la «epopeya» de una serie de ex militantes (precisamente aquellos que protagonizaron la escisión de nuestra corriente) con el objeto de ensalzar su propia trayectoria como grupo. Como podrán comprobar quienes lean su texto, se trata más de un ejercicio lírico, con «titánicas tareas», «saltos de 200 años» y resistencias numantinas contra enemigos que por lo que dicen debían medir casi dos leguas, que del balance histórico serio que correspondería a un grupo que se pretende representante de la tradición teórica y política de la Izquierda Comunista de Italia y el Partido Comunista Internacional: nada que pueda sorprender a quien haya seguido aún mínimamente la trayectoria de este grupo, que ha hecho de las invectivas retóricas acerca de la izquierda Comunista y de la absurda e ilegible profusión de citas al más puro estilo universitario sus únicos puntos de contacto con nuestra corriente.

Como saben nuestros lectores, el grupo que edita El Comunista formó parte de nuestro partido de ayer hasta 1.981, momento en el cual nuestra sección española de entonces sufrió una escisión protagonizada precisamente por aquellos elementos que discrepaban de las posiciones del partido en múltiples ámbitos y que, poco después del inicio de la crisis general de nuestro movimiento en 1.982, aprovecharon la situación de confusión para hacerse con el control de la cabecera El Comunista que aún editan con la indicación de nueva edición.

La amplia crisis que hizo estallar nuestro partido de ayer en los años 1982-1984, ha sido objeto de un profundo balance por parte de los compañeros que, tras ella, dedicaron sus fuerzas a continuar con el que hasta el momento había sido el camino de la Izquierda Comunista (4), pero la  crisis que se vivió en la sección española y que, como decimos, está en el origen del grupo El Comunista, no ha sido tratada hasta ahora en detalle en nuestra prensa: las fuerzas materiales de las que disponemos no nos han permitido el nivel de análisis que haría falta, la falta de documentación, etc. vuelven muy difícil dar una visión tan rigurosa como sería necesario.

Basta decir, para centrar la cuestión de esta «reivindicación de los orígenes» en la que se ha metido El Comunista, que los problemas de la sección española a comienzos de la década de 1980 giraban sobre una visión activista del partido que defendían los elementos que finalmente se acabaron separando. Citamos para aclarar este punto, una comunicación interna de 1982 en la que se da cuenta al partido de esta mini crisis :

 

«Podemos caracterizar esta crisis como una crisis de activismo. Pero esta calificación, lejos de cerrar el problema, no hace sino plantearlo. No ha sido esta la primera crisis activista en nuestra organización (y con seguridad no será la última). Por eso es preciso ver en qué forma se tradujo. Pero esto no es aún suficiente para los marxistas: tenemos que buscar las raíces materiales que han llevado a un cierto número de compañeros a expresar o a identificarse con estas posiciones […]

 

Desde temprano, la actividad de la sección ha sufrido una desviación sindicalista que consistía en subordinar toda la actividad de la sección al trabajo sindical. De esta manera, se llegó a tener, en realidad, un grupo sindical del Partido, pero no una sección del Partido. Los jóvenes camaradas no se integraban en el Partido, para llevar a cabo una labor que debería desarrollarse en torno a los ejes teórico-político (de propaganda y proselitismo externos y de participación en el trabajo interno del Partido), organizativo (de formación y reforzamiento de la organización) y sindical, sino que se integraban de hecho en una actividad sindical que giraba sobre sí misma.

 

No es de sorprender que esta desviación sindicalista haya marchado al paso de un activismo sindical, de un trabajo sindical desintonizado respecto a las orientaciones que, de acuerdo con todo el trabajo realizado centralmente en estos años, fueron dadas internacionalmente. Este activismo (que tal como dice nuestro texto clásico El falso recurso al activismo lo es sin muchos escrúpulos doctrinales) estaba basado en la doble creencia de que la posibilidad misma de un futuro auge de las luchas sindicales dependía de la voluntad y capacidad del Partido (y de grupos obreros de vanguardia) para organizar y radicalizar de manera más o menos continua y creciente las luchas que nacen continuamente de los antagonismos sociales. Así, de la justa afirmación según la cual el Partido debe dar al movimiento sindical su máxima eficacia, y que sólo el Partido puede mantener históricamente las organizaciones inmediatas en los carriles de la lucha de clase, se extrajo la afirmación del todo exagerada y anti histórica según la cual el Partido (junto quizá a otras minorías) tendrían que ser algo así como el Deus ex machina del sindicalismo de clase, atribuyendo así al Partido una capacidad que este no tiene ni puede tener. De esta manera, con esta visión deformada, se terminó zambulléndose en todo conflicto laboral y económico como si de él dependiese la marcha hacia delante del asociacionismo obrero; como si cada conflicto fuese la plataforma de lanzamiento de quién sabe qué luchas generales; como si de cada punto de apoyo organizativo conquistado se pudiese partir hacia quién sabe qué extensión del movimiento.

En lugar de ir hacia las luchas sociales y sindicales con una visión realista de las relaciones de fuerzas sociales y de los factores materiales que pesan sobre el renacimiento  del asociacionismo obrero e incluso de grandes luchas obreras, con la conciencia clara de qué es lo que el Partido puede esperar hoy de su trabajo sindical y qué puede esperar el trabajo sindical hoy del Partido (es decir, resultados modestos, aunque no menos importante aunque sólo sea para el Partido mismo) se terminó por hacer del grupo local de militantes un grupo supeditado fundamentalmente a la perspectiva de volverse el desencadenante de una especie de «reacción en cadena» social. Como todo  activismo (que nunca hemos confundido con actividad, incluso intensísima, en el ámbito sindical) este planteamiento desconocía o desechaba todo análisis materialista de la situación y de las relaciones de fuerza entre las clases y los partidos en presencia, reduciendo todo  a «la traición» de los unos y a «la falta de voluntad» de los otros (militantes incluidos) cayendo «en ese practicismo [que] es una deformación del marxismo por querer poner en primer plano el espíritu de decisión y la vivacidad de grupos de dirección de vanguardia» (El falso recurso al activismo) (5)

No sorprende, pues, que este error activista haya ido del brazo con un activismo culturalista simétrico y no menos frenético con nuestros candidatos y simpatizantes. En este terreno no se concebía el trabajo con estos en función de la necesidad de su integración en el trabajo y/o en las filas del Partido (lo que supone esclarecer: a) qué queremos b) cómo pensamos conseguirlo c) quiénes somos y d) de dónde venimos) sino en función de la «formación teórica» en general, transformando así el trabajo de aproximación por al Partido en una frenética ingestión a altas dosis de marxismo, como si se tratase de formar escolásticamente y a alta velocidad a elementos teóricamente capacitados para inyectar en las luchas inmediatas y sindicales. En esta visión no se trataba tanto de ligar a los nuevos militantes o candidatos a una tradición de Partido, que encarna la continuidad histórica del marxismo y del comunismo, sino de formar «marxistas acabados». Así, de la justa afirmación según la cual el Partido expresa la conciencia revolucionaria de la clase, defiende la teoría marxista y debe dar la posibilidad a todo militante de formarse teóricamente, se extrajo la falsa afirmación según la cual la formación teórica del militante debe hacerse antes de entrar en el Partido por medio de una zambullida en los textos generales del marxismo […] Olvidando que El Partido no se forma en base a la conciencia individual: no solamente es imposible que cada proletario llegue a la conciencia ni, aún menos, al dominio de la doctrina de clase, sino que esto tampoco es posible para cada militante separado y semejante garantía tampoco puede ser dada por los jefes. Esta garantía no puede residir sino en la orgánica unidad del Partido (6)

Estas desviaciones no podían dejar de ser reivindicadas más o menos abiertamente (cuando no eran minimizadas más o menos «diplomáticamente») en función de las «condiciones nacionales españolas», así como no podían dejar de acentuar la reivindicación (más o menos enunciada francamente, pero sí aplicada prácticamente) de la autonomía del grupo local o de la autonomía personal.

En cuanto aparecieron reacciones contra esta orientación catastrófica en el seno de la sección y en lugar de buscar su superación en el estrechamiento de los lazos políticos con el Partido y en el estudio de las experiencias y tradición colectivas, la historia pasada de la sección le empujó «naturalmente» a los métodos democráticos, a un «parlamentarismo de sección», a los enfrentamientos personales. La intervención central en el sentido de exigir de la sección un trabajo orgánico con miras a esclarecer las bases mismas de nuestra actividad en los planos referidos, suscitó la reacción de ruptura por parte de los ex compañeros, llevando hasta sus últimas consecuencias la reivindicación de autonomismo político y organizativo ínsitos en su trayectoria anterior.

 

En resumen, dos tendencias claras y convergentes ambas en la negación del partido y de sus funciones como realidad política diferenciada de cualquier otro movimiento existente en la sociedad burguesa. La primera de ellas, el activismo sindical, que niega la función del partido como órgano de combate político que supera los límites del enfrentamiento que se da entre obreros y patrones sobre el terreno de la lucha inmediata en la medida en que hace de este enfrentamiento el origen y el fin mismos del partido. En segundo lugar, la concepción de un partido abstracto, que se desarrolla sobre el terreno de la conciencia de sus militantes y que, por lo tanto, no debe trabajar sobre el terreno que le es propio, la lucha política, sino que existe como simple propagandista de principios. Es visible para todo el mundo como la relación dialéctica que rige la unión entre todas las dimensiones del trabajo del partido (trabajo teórico, político, organizativo, sindical, etc.) se sustituye en esta concepción por una especie de desdoblamiento esquizofrénico entre la actividad puramente sindicalista y un teoricismo alejado de toda lucha política… Algo que, pasados los años, caracteriza aún a El Comunista.

A la hora de concretar esta concepción del partido, es muy interesante verla expuesta precisamente en el balance que de su historia hace este grupo. Para comprobarlo, citamos directamente de su texto, saltándonos eso sí la larga profusión de citas más propias de cualquier trabajo académico que del que corresponde a un grupo que se reclama de la tradición de la Izquierda Comunista:

 

«En la reavivación de la lucha de las generaciones precedentes, queremos recordar una generación de compañeros que dieron un salto tecnológico de 200 años al emigrar primero del interior de la península ibérica a Madrid y luego a Alemania en los años 60 y 70. Allí conocieron a viejos compañeros italianos de la Sinistra, del Partido Comunista Internacional, una vieja guardia de la que pudieron aprender una consigna incorrupta que desde aquel momento defendieron con uñas y dientes contra cualquier desviación, renovación o actualización de la línea del marxismo y de la Sinistra […]. Estudiaron el marxismo y los textos de la Izquierda con estos viejos compañeros y llevaron el marxismo al estado español, donde nunca había existido un partido ni corriente verdaderamente marxista, constituyendo una Sección del Partido».

 

Este tipo de citas, de las cuales es posible extraer unas cuantas más, forman parte de la visión romántica, por lo tanto anti materialista y anti marxista, que este grupo quiere darnos de su pasado. Los grandes hombres, capaces ellos solos de dar «un salto tecnológico de 200 años», deberían haber explicado cómo justifica el marxismo el salto por encima de toda una era social, caracterizada ni más ni menos que por la generalización en amplias áreas del mundo del modo de producción capitalista, la instauración del régimen burgués y el nacimiento de la lucha de clase del proletariado… sobre todo cuando ese salto se logra emigrando a Madrid y a Alemania.

Este tipo de afirmaciones no constituyen una «desviación, renovación o actualización» del marxismo, constituyen su negación categórica a través de una retórica infantil que escamotea la verdadera historia del partido a aquellas «generaciones por venir» a las que dicen referirse.

De la misma manera, la siguiente parte de la información muestra su desconocimiento (normal por otro lado, dado que saltaron 200 años) de la propia historia del movimiento marxista. En España ¿»nunca había existido un partido ni corriente verdaderamente marxista»? Hacemos un brevísimo resumen de los orígenes y fundamentos del marxismo en España para quien quiera recuperar, al menos, un siglo de los dos que haya perdido:

 

-1854-1860: Artículos de Marx y Engels sobre los acontecimientos españoles, publicados en el New York Daily Tribune, en los que se abarca desde la formación del Estado español a partir de la Guerra de Independencia hasta el comienzo de la «cuestión social» en la insurrección de 1854.

-Desde 1870, en el contexto de la conformación de la sección española de la Iª Internacional, se desarrollan los contactos entre Marx y Engels con diferentes militantes españoles, principalmente Francisco Mora y José Mesa. A lo largo de la nutrida correspondencia que tiene lugar, puede verse una nítida exposición tanto de las circunstancias políticas y sociales del país como de las posiciones que los marxistas debían defender al respecto.

-1873-1874: trabajo de Paul Lafargue entre los afiliados a la sección española, basado esencialmente en la lucha contra la corriente bakuninista y su política fraccionalista. Formación, llegado el momento, de la nueva Federación Madrileña de la Internacional, colocada sobre las posiciones de Marx y Engels.

-1873: publicación en el periódico Volkstaat de Los bakuninistas en acción, por parte de Engels, una valoración de los acontecimientos insurreccionales promovidos por las corrientes anarquistas y republicanas federales.

-1879: formación del Partido Socialista Obrero Español a cargo de los miembros de la nueva Federación Madrileña y con la colaboración atenta de Engels.

 

Basta esta breve cronología para ver que, por un lado, existe un posicionamiento marxista tanto sobre el terreno teórico como sobre el político acerca de España y este posicionamiento está en la base de la formación de las corrientes marxistas. Por otro lado, estas existieron, pese a ser débiles tanto en los aspectos políticos como en el terreno organizativo, y lo hicieron mediante una colaboración estrecha con Engels. La formación del PSOE, adoleciendo precisamente de esa debilidad política y organizativa, fue un hito del marxismo en España fuese cual fuese su desarrollo posterior. Negar por lo tanto que en España hubiese existido una corriente marxista, es sencillamente un ejemplo de la absoluta incomprensión de la historia que pretenden hacer tiene El Comunista. Desde luego que aquellos antiguos compañeros no fueron los primeros marxistas en aparecer, pero sobre todo no fueron capaces de mantenerse sobre la línea que estaba trazada desde al menos cien años antes de su llegada.

 

«Proletarios de condición, aunque rechazando siempre cualquier planteamiento obrerista, asumieron la titánica tarea de traducir al castellano los materiales y textos fundamentales de la Sinistra al mismo tiempo que nunca abandonaron la trinchera de la lucha en el plano sindical. Distinguiéndose completamente de los «charlatanes de café» y «mariscales sin tropa» que abundan tanto desgraciadamente también entre los que se reclaman de la Sinistra, llevaron siempre a cabo un trabajo duro, diario y cotidiano de intervención en la lucha de clases y de organización, asumiendo que «es tarea del partido, en los períodos desfavorables y de pasividad de la clase proletaria, prever las formas y alentar la aparición de las organizaciones con objetivos económicos para la lucha inmediata.» (Tesis características, 1951).

 

Este párrafo vale, sin añadir mucho más, como reafirmación de la larga cita que incluimos más arriba para explicar el origen de la escisión que dio lugar a este grupo. Definen dos terrenos de actuación, «la lucha en el plano sindical» y la («titánica») tarea de traducir los materiales de la Izquierda Comunista al castellano. Es decir, una concepción completamente errada del partido. La lucha sindical, siendo como es de vital importancia para la vida del partido - en la medida en que es precisamente en ella donde este puede mostrar ante los proletarios tanto la coherencia de sus posiciones generales y su planteamiento sobre el terreno de la lucha inmediata como el desarrollo de unos medios y métodos de lucha que constituyen las verdaderas armas de la clase proletaria en su enfrentamiento diario con el capital-, no es para él el único terreno decisivo. La acción del partido en el seno de la sociedad burguesa se desarrolla sobre multitud de planos, desde el trabajo teórico hasta el proselitismo de sus posiciones, de la intervención sindical hasta la preparación militar llegado el caso, pero todos ellos convergen en un único punto, verdadera expresión de la naturaleza del partido: el de la preparación de la lucha política que la clase proletaria deberá llevar a cabo contra la burguesía. Este trabajo, que tiene su punto culminante en la preparación insurreccional, la toma del poder y el ejercicio de la dictadura de clase, se desarrolla durante larguísimos periodos históricos en un nivel muy inferior al de estos momentos claves, pero no por ello se abandona jamás a riesgo de destruir el propio partido. Este trabajo político, que implica el desarrollo de la influencia entre la clase proletaria de las posiciones del partido, el encuadramiento de los elementos de esta más preparados para asumir una perspectiva general del enfrentamiento entre las clases, etc. no se puede confundir jamás (ni mucho menos sustituir) con el trabajo estrictamente sindical pero tampoco puede eludirse dedicándose simplemente a una tarea de propaganda doctrinal del tipo de la traducción de textos por muy clásicos que estos sean. Pero en ambos errores cayó desde sus inicios el grupo El Comunista y en ambos ha venido profundizando cada vez más hasta el día de hoy. El partido no puede ser nunca un centro sindical, por muy desarrollado políticamente que se pretenda y por mucha influencia que así pueda lograr entre determinados sectores proletarios. Es por eso que para los marxistas está completamente excluida la posibilidad de formar sindicatos integrados únicamente por obreros que se adhieran a las posiciones comunistas revolucionarias. Esta es una afirmación general de nuestra corriente que, en principio, ninguno que se reclame de la Izquierda Comunista puede negar. Pero yendo más allá, esta afirmación implica que el partido no crea sindicatos ex novo, no construye organizaciones sindicales que respondan únicamente ante él mismo. Y esto porque el partido tiene como cometido principal la lucha política contra la clase burguesa y contra el resto de corrientes pretendidamente proletarias que tengan influencia entre la clase obrera. Pretender acortar el largo y duro camino (más largo y más duro quizá de lo que muchos compañeros han podido llegar a pensar) de la lucha política en una situación extremadamente desfavorable, con medidas de carácter sindical, buscando acelerar la reanudación de la lucha de clase creando nuevas organizaciones más puras, más clasistas etc. que las ya existentes, niega precisamente la necesidad de la lucha política sustituyéndola por una concepción sindicalista revolucionaria de la lucha de clase.

El correlato de esta concepción anti partido es la creación de una especie de reflejo teoricista que niega igualmente las funciones históricas del partido reduciéndolas a una simple y mecánica repetición de las tesis básicas de nuestro movimiento, pretendiendo con ello que el trabajo de tipo proselitista cumple por sí sólo con todas las necesidades que implica la lucha política.

El Comunista es el ejemplo vivo de ambas desviaciones, que de hecho son complementarias y que nunca suelen presentarse solas. Su percurso sindical a lo largo de estos años, durante los cuales han pasado de afirmar cosas como que el sindicato anarquista Solidaridad Obrera era «el sindicato de clase» a formar su propia organización (Solidaridad y Unidad de los Trabajadores) da cuenta de ello (7).

Continuando con el texto de El Comunista, leemos más adelante lo que parece ser su propio balance político de la situación que derivó con su expulsión de nuestro partido de ayer. Cabe decir que, después de cuarenta años desde que se produjo esta expulsión, este grupo apenas ha dedicado unas líneas a explicarla aunque sólo fuera a sus lectores. Tan sólo en el segundo número de su periódico se leen unas palabras acerca del hecho de que el periódico El Comunista…¡ya no era el órgano del Partido Comunista Internacional!, que ellos mismos habían salido de nuestro partido y que como tal -es decir, ya no redactada por miembros del Partido Comunista Internacional- debía leerse su prensa y recibirse sus intervenciones. Más adelante podremos decir dos palabras acerca de esta manera tan burda de negar los términos políticos de la lucha del partido, precisamente en tiempos de crisis y ruptura que es cuando más deben fortalecerse.

 

«Se enfrentaron al «Nuevo Curso» en el interior del Partido y a las desviaciones tácticas en la cuestión sindical que se introdujeron en 1972 y que prepararon todos los errores tácticos posteriores (Frente Unido Proletario en 1974, Comité Nacional contra los Despidos de 1978) que llevaron al desenfreno de los frentes únicos políticomovimentistas: antinucleares, antimilitarismo, nacionalismo palestino, etc. El Partido se encontraba inmerso en esta deriva difundida a través de los altavoces de El-Oumami, Le Prolétaire, Proletarier, Il Programma Comunista y la anterior edición de El Comunista cuando una parte de los responsables de aquella degeneración decidieron acelerar el paso y trataron de liquidar formalmente al Partido.Otra parte de los responsables de la misma degeneración no estuvieron de acuerdo. Pero la discrepancia entre quienes exigían la liquidación formal del Partido y quienes seguían siendolos responsables de sus órganos, era sólo sobre el aspecto formal: compartían y habían estado implementando la liquidación de facto de la línea de la Sinistra y del marxismo. Sus posteriores reyertas por la posesión y control de Il ProgrammaComunista, no eliminarán este origen común (entre ellos y con los liquidadores) tanto de quienes recuperaron a través de los tribunales burgueses la propiedad de Il Programma Comunista como de los que la perdieron y fundaron Combat primero e Il Comunista después.

 

Como puede verse, aquí El Comunista hace una más que sucinta crítica a la situación que desembocó en la crisis del Partido de 1982-84. Nos hemos referido ya anteriormente al trabajo que nuestro partido ha hecho de tal crisis y volvemos a remitir a los lectores a este porque este no es el lugar para entrar de nuevo en la cuestión, que requiere siempre una extensión de espacio con la que no contamos aquí (ver nota 4). Vamos únicamente a resumir las posiciones de El Comunista al respecto: desde 1972 la actividad sindical del partido se desvía de las posiciones tácticas correctas de la Izquierda Comunista y avanza hacia posiciones frentistas. Toda su prensa (vale decir, todo el partido) es preso de esta práctica errada, pero una parte de los responsables del partido decide romperlo y otra no, sin que medie ninguna diferencia sustancial entre ambas, dado que las dos habían liquidado la línea de la Izquierda Comunista. Sólo el grupo que hoy edita El Comunista resiste a esta presión y, por lo tanto, retoma la publicación del periódico y la vida de partido sin más.

Es complicado dar una visión más ridícula no ya de la crisis explosiva del Partido Comunista Internacional, sino de cualquier suceso que quiera interpretarse desde un punto de vista marxista. Explicar la caída de una red organizativa de alcance internacional, levantada sobre los postulados de la Izquierda Comunista de Italia desde 1912, por la voluntad de los responsables de romper el partido y liquidar la izquierda Comunista, implica negar la validez del marxismo como doctrina y como método de trabajo del partido, supone caer en los tópicos más vulgares del individualismo burgués, reducir fenómenos de alcance histórico a luchas de intereses entre camarillas opuestas, etc. Ni una sola palabra (que por otra parte no han dicho jamás) acerca de la naturaleza política de la crisis, de sus consecuencias, de las posiciones erradas que dieron lugar a ella… Es cierto, es imprescindible recordarlo, que el grupo que hoy edita El Comunista fue excluido de nuestro partido de entonces antes de su crisis general y que entonces no entonaron esta crítica al partido, es decir, que han construido esta interpretación a posteriori sin que en su momento intentasen dar una lucha política por posiciones similares, algo que siendo, como se dicen ellos mismos, el único grupo que resistió a la corrupción de las posiciones de la izquierda Comunista, deberían haber hecho. Es normal en un grupo cuya concepción de la vida del partido está determinada por una visión personalista, basada en las inclinaciones individuales de los responsables, etc.

Hemos tomado este párrafo como referencia para evidenciar la concepción netamente anti marxista del partido que defiende El Comunista y cómo la evidencia al abordar cuestiones que afectan a la propia vida del partido y a su historia. Pero es necesario, para dar una visión general de hasta dónde llegan en su perversión absoluta de las posiciones de la Izquierda Comunista que dicen defender, continuar la cita:

 

«Expulsada la Sección española por su oposición a este «Nuevo Curso», se encontró con un aislamiento inicial por la dinámica del centro que preparaba la liquidación impidiendo los contactos entre secciones, aunque rápidamente consiguieron retomar los contactos a nivel internacional con otras secciones que también se habían opuesto a la degeneración del Centro […]. No han faltado contactos, acercamientos y rupturas en un periodo en general desfavorable en el que «gran parte del proletariado, más que estar aplastado por la burguesía, está controlado por partidos que trabajan al servicio de ésta e impiden al proletariado mismo todo movimiento clasista revolucionario» (Consideraciones sobre la actividad orgánica delpartido cuando la situación es históricamente desfavorable, 1965) admitiendo en voz alta que «el partido no puede no resentirse de los caracteres de la situación real que lo circunda.»(ibidem)

 

Recordamos en este punto que, de acuerdo a ellos mismos, el grupo que publica El Comunista era básicamente el último baluarte en defensa de las posiciones de la Izquierda Comunista de Italia contra la degeneración que los responsables del partido de ayer impusieron a este. Y, sin embargo, en el párrafo recién reproducido hablan acerca de cómo retomaron contactos o hicieron otros nuevos tras su expulsión. ¿Fue acaso con otros elementos expulsados en iguales condiciones que ellos? Lo cierto es que no, porque durante un determinado periodo este grupo se unió políticamente al grupo que en Italia publica Il Programma Comunista (8) Es decir, que aquella sección que fue expulsada por el nuevo curso del partido se reagrupó precisamente con los responsables del partido en Italia que habían encabezado dicho nuevo curso. ¿Qué llevó a este giro de 180 grados en sus posiciones? Para verlo debemos referirnos a otro artículo de su prensa, publicado en el nº 38 de 1.999 y titulado Comunicado:

 

[…] Entre nosotros no hay nada que negociar, sólo continuar verificando que usamos los mismos pesos y las mismas medidas a la hora de interpretar y de aplicar principios, teoría, programa y táctica, en base al centralismo orgánico como modo de vivir y de operar del organismo partido, sin fecha preestablecida y sin la MÍSTICA que a menudo envuelve las declaraciones de fe.

 

Es decir, los enemigos acérrimos de ayer su reúnen hoy y… sencillamente no hay nada que explicar ni justificar. Es la demostración palmaria de una manera de concebir el partido típicamente patrimonial: uniones, separaciones, reunificaciones, nuevas separaciones… se hacen ya no contraviniendo las posiciones históricas de la Izquierda Comunista, que excluyen taxativamente la posibilidad de agrupaciones de este tipo, sino escamoteando cualquier tipo de explicación que, aunque contraviniese esa prohibición, pudiese dar alguna justificación. De acuerdo con El Comunista, es posible una reagrupación con aquellos que, para ellos, liquidaron el partido a lo largo de los años ´70 y ´80 dado que siempre han usado los mismos pesos y medidas.

Si recordamos que por entonces los actuales editores de Il Programma Comunista habían formalizado su alianza con la antigua sección de Schio (9), tenemos una visión general que conforma una reagrupación de pedazos sueltos del partido de ayer, unidos por un afán de tipo voluntarista, contraviniendo todas las lecciones históricas de nuestra corriente acerca de la adhesión individual al partido y negando la necesidad de explicar los motivos de una ruptura que les mantuvo alejados casi dos décadas.

Basta decir, para finalizar este punto, que El Comunista ya no pertenece a la misma agrupación que de Il Programma Comunista y la sección de Schio. En vano se buscará en su prensa una nota (no digamos ya una explicación) acerca de los motivos de esta nueva ruptura. La consigna que para ellos sí perdura por encima de las generaciones es precisamente la de la negación de las posiciones que históricamente han caracterizado a la Izquierda Comunista.

El largo texto de El Comunista continúa más allá de las citas que hemos entresacado con una serie de referencias a textos clásicos del partido que, como siempre, en su boca significan justamente lo contrario de aquello que realmente quieren decir. De la misma manera que la verdadera historia de esta corriente, en sus textos, queda oculta entre las brumas de la falsificación y de una mitología épica del todo alucinada, su trabajo actual, su pretendida vida como partido, tampoco tiene otra referencia que no sea el de vagas alusiones. Esta es su verdadera «comprensión» de la naturaleza del partido y de las tareas que debe asumir. La única promesa que pueden hacerle a los que se han ido y a los que vendrán es que continuarán constituyendo un factor objetivo de confusión en torno a las tesis correctas de la Izquierda Comunista de Italia y del marxismo revolucionario.

 


 

(1) Consideraciones sobre la orgánica actividad del partido cuando la situación general es históricamente desfavorable, en El Programa Comunista El Programa Comunista nº 45 marzo de 2004.

(2) Puede consultarse en la web http://pcielcomunista.org/index.php/es/revistas

(3) Al respecto de este grupo pueden leerse dos artículos en nuestra prensa  ¿Por qué el proletario? (El Proletario nº 1, diciembre de 2012) y El Comunista y las posiciones falsamente marxistas acerca del «problema catalán» (El Proletario nº 16, mayo de 2018)

(4) Al respecto puede consultarse  ¿Qué significa hacer el balance de la crisis del Partido? dividido en dos partes y publicado en el nº 41 y el nº 42 de El Programa Comunista

(5) El falso recurso al activismo, El Programa Comunista, nº 33, Enero de 1980.

(6) Tesis Características del partido, El Programa Comunista nº 44, mayo de 2001.

(7) Para hacerse una idea de este percurso, puede leerse (siempre tomándolo con reservas) el artículo que este grupo dedicó a su expulsión de Solidaridad Obrera, un ejemplo, aun estando escrito por ellos de la abyección característica del politiqueo y el personalismo.

(8) Se trata del grupo, encabezado por Bruno Maffi que, tras la explosión del partido en 1982-84 se hizo con la cabecera histórica de nuestro periódico italiano, recurriendo para ello a los tribunales burgueses y cifrando en esta «recuperación» de la propiedad legal de la prensa todo su balance de la crisis del partido.

(9) Excluida del partido poco antes de la crisis de 1982-84. Actualmente publican el periódico La Sinistra Comunista Internazionale

 

 

Partido comunista internacional

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