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Cuarenta años de valoración orgánica de los eventos de Rusia en el dramático desarrollo social e histórico internacional

( Textos del partido N° 3, Octubre de 2017,  A5, 24 páginas )  

 


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sumario

 

  Premisa

  Estructura económica y social de la Rusia de hoy (1955-1957)

--Cuarenta años de una valoración orgánica de los eventos de Rusia en el dramático desarrollo social e histórico internacional (Publicado en il programma comunista, n. 21 de 1957)

 


 

Premisa

 

El texto Cuarenta años de una orgánica valoración de los eventos de Rusia en el dramático desarrollo social e histórico internacional fue publicado en el entonces periódico del partido «il programa comunista» nº 21 de 1957. De la victoria del Octubre rojo habían pasado cuarenta años y los partidos estalinistas conmemoraban la victoria del proletariado revolucionario en Rusia como el inicio de la absolutamente falsa construcción del socialismo en un solo país, jactándose de una inexistente continuidad del partido bolchevique en Rusia, en el poder en los primeros años de la victoria revolucionaria bajo la guía de Lenin, y en los años sucesivos, particularmente desde 1926 en adelante, bajo la guía de Stalin. El intento del partido no era el de «conmemorar a nuestra manera» la revolución de Octubre, sino el de remachar los puntos esenciales de nuestra valoración de los eventos de Rusia desde el punto de vista marxista y revolucionario, utilizando la ocasión en la cual la atención de los proletarios era capturada por los himnos a la Rusia falsamente socialista que, después de haber aclamado durante treinta años a Stalin, intentaba deshacerse de todo el odioso patrimonio espiritual que recordaba a la época de Stalin, iniciando una «desestalinización» que fue peor, si esto es posible, que la «estalinización» precedente, con su cada vez mayor política de bandidaje imperialista y militarista.

Este texto forma parte, como por otro lado todos los textos del partido, del trabajo colectivo de partido que se dedicó, desde su reconstitución en la segunda postguerra, a la obra de restauración de la doctrina marxista completamente distorsionada y retorcida por el estalinismo, y a la obra de balance de la contrarrevolución que acabó no sólo con la revolución proletaria en Rusia, en Europa y en el mundo, sino también con el partido bolchevique de Lenin y con la Internacional Comunista.

Nuestras posiciones sobre la «construcción del socialismo en un solo país», y sobre todo en Rusia, país muy atrasado en términos capitalistas, son conocidas y, también, se pueden encontrar en muchísimos estudios, textos y tesis de partido publicados a lo largo de las décadas que nos separan de 1946, es decir, del momento en el que se publicó el primer texto orgánico relativo a un primer balance de la contrarrevolución, el Tracciato di impostazione (1), que hacía de base para todo el trabajo de restauración teórica posterior.

Uno de los puntos claves del que partir, remachado con fuerza, era este: la revolución de Octubre es considerada «no en relación a mutaciones inmediatas o rapidísimas de las formas de producción y de la estructura económica, sino como fase de la lucha política internacional del proletariado». Y sobre este punto el partido desarrolló una sistemática y victoriosa batalla política contra todas las interpretaciones que querían, por un lado, confinar la revolución de Octubre únicamente a Rusia, considerando sus características como una excepción particular debida a la historia específica de la Rusia zarista, y no como características generales y universales de la revolución proletaria a nivel mundial –ligada, sobre todo, a la conquista violenta del poder político, la instauración de la dictadura proletaria ejercida de manera monopolística por parte del partido comunista revolucionario, el terror rojo-; por otro lado, siempre basándose en las particularidades rusas, considerar la revolución en Rusia como el comienzo de la transformación económica en socialismo, pese a la ausencia de la victoria revolucionaria en países avanzados en términos capitalistas, como por ejemplo en Alemania; y, en consecuencia, interpretar el comienzo del capitalismo en Rusia –como en las declaraciones de Lenin hasta su muerte- como el inicio del socialismo únicamente en Rusia que, de esta manera, debía presentar el modelo para el resto de países. Un modelo que no excluía, sino que prescribía para el resto de países, que el curso revolucionario para alcanzar el socialismo debiese tener particularidades nacionales que –como fue el caso- eran las características principales de cualquier tendencia oportunista. Y así la libertad, la democracia, el pacifismo, la coexistencia pacífica, la emulación, se convirtieron en el aderezo para todos los platos de los falsos partidos comunistas en Europa y en el mundo.

La batalla teórica y política conducida por nuestro partido, desde sus primeros pasos después de su reconstitución en la segunda postguerra, estuvo inevitablemente condicionada por las consecuencias desastrosas que el curso contrarrevolucionario, en Rusia y en el mundo, produjo sobre el movimiento comunista internacional y sobre el movimiento obrero de todos los países. No se trataba sólo de restaurar la doctrina marxista –como debió hacer Lenin frente al reformismo de Bernstein y al revisionismo del renegado Kautsky- sino que se debía hacerlo en un periodo histórico en el cual el movimiento obrero europeo, y americano, estaba completamente sometido a la conservación burguesa, a través de la lucha antifascista por la democracia, y en el cual la derrota de las tentativas revolucionarias en Europa y la degeneración del partido bolchevique y con él de todos los partidos de la Internacional Comunista, habían anulado casi completamente el potencial de renacimiento de un movimiento comunista marxista digno de este nombre.

La obra de restauración de la doctrina marxista y de la reconstitución del órgano político de la clase proletaria mundial, el partido comunista revolucionario, conducida por el partido comunista internacional se puede hallar en todos los escritos contenidos en los periódicos, en las revistas y en los volúmenes que publicamos a lo largo de más de setenta años y, también, en la actividad desarrollada a lo largo de estos decenios. No escondemos, nunca lo hemos hecho, que en su actividad el partido ha cometido errores, ha sufrido desviaciones y escisiones: el partido es un organismo vivo que actúa contra la sociedad capitalista, necesariamente desde el interior de esta, pese a representar su fin y su superación; es un organismo que vive en las contradicciones de esta sociedad y que sufre la presión y las consecuencias de esto, pero conociendo no sólo los efectos, sino sobre todo las causas,  por ello, a diferencia de casi cualquier otro organismo político existente, el partido de clase, el partido marxista, puede caer formalmente, puede desviarse, morir, pero desde el punto de vista histórico y teórico está siempre vivo, porque el marxismo funda sus raíces en la historia de la sociedad humana y de su devenir materialista. Por ello, aún una pequeña e infinitesimal colectividad política, o quizá un hombre, como en determinados periodos históricos sucedió con Marx, Engels, Lenin o Bordiga, tiene la posibilidad real, en un cierto momento del curso histórico, de animar una actividad teórica y política revolucionaria. Es lo que le ha sucedido a la corriente de la Izquierda comunista de Italia, destruida, dispersa, pero no sepultada para siempre, por los ataques del estalinismo, del fascismo, del oportunismo de todo tipo, de la democracia, es decir, de todas las tendencias políticas, sociales e ideológicas que emanan del capitalismo y del poder burgués en su fase imperialista. La Izquierda comunista de Italia ha representado, y representa, la obra de restauración de la doctrina marxista y de reconstitución del partido político de la revolución proletaria internacional.

La obra de redefinición de los puntos cruciales de la historia de la lucha de clase, de las revoluciones y de las contrarrevoluciones, ha estado y está en continuo devenir, pero su fuerza sale de la intransigencia a la hora de defender la invariancia del marxismo y del actuar en consecuencia. Forma parte de esta actividad también este texto titulado, no por casualidad, Cuarenta años de una valoración orgánica de los eventos de Rusia en el dramático desarrollo social e histórico internacional. En este, como en cualquier otro texto de partido, no hay nuevos «descubrimientos», nuevas «tesis» para comprender la historia de la revolución en Rusia y de su derrota: se aplica el materialismo dialéctico e histórico, como requiere la teoría marxista, insertando los hechos, los acontecimientos históricos, sus tendencias y sus contratendencias, siguiendo la línea histórica de la lucha de clase, del desarrollo de las fuerzas productivas y el de las formas de producción y, en consecuencia, de las clases que representan –de manera revolucionaria en el inicio, de manera reformista después y de manera reaccionaria al final- el curso histórico del desarrollo de la sociedad dividida en clases. La revolución de Octubre es considerada como fase de la lucha política del proletariado internacional, como hemos afirmado un poco más arriba; pero también su derrota, y la victoria de la contrarrevolución, es considerada como una fase de la lucha política del proletariado internacional en la cual el proletariado fue batido. Una fase, no una era geológica.

Los cuarenta años que separan 1917 de 1957 se subdividen en cuatro fases, definidas sintéticamente así: a) Rusia contra Europa en el siglo XIX; b) La perspectiva del ocaso del último feudalismo; c) La imborrable epopeya rusa de la revolución proletaria mundial; d) Parábola siniestra de la revolución truncada. La revolución burguesa en Rusia, tan esperada por Marx y Engels, en un periodo en el cual el capitalismo en Europa ya había demostrado históricamente haber producido a la clase revolucionaria por excelencia –el proletariado-, continuaba sin darse en aquel potente bastión de la reacción feudal que era el Imperio zarista y que constituía una gran fuerza represiva de las tentativas revolucionarias del proletariado en Europa. La gran visión de Lenin consistió en el hecho de haber soñado para Rusia lo que Marx había soñado para Alemania en un periodo histórico precedente: la revolución permanente, una revolución en la cual el proletariado no sólo habría constituido una fuerza antizarista determinante, sino también la fuerza antiburguesa, pasando de los objetivos antifeudales a los objetivos antiburgueses en un proceso revolucionario sin solución de continuidad. La gran visión de Lenin iba más allá, precisamente porque la revolución proletaria en Rusia no podía sino ser una fase de la revolución proletaria internacional:  la dictadura proletaria victoriosa en Rusia debía abrir –y abrió- un proceso revolucionario mundial en el cual, por un lado, los poderes feudales y arcaicos de Asia eran abatidos, liberando de este modo el desarrollo de sus fuerzas productivas y, por otro lado, el proletariado de los países capitalistas avanzados de Europa seguía el ejemplo bolchevique, abandonado las ilusiones democráticas, reformistas y pacifistas,  dando a su lucha de clase el empuje revolucionario para abatir a los poderes burgueses existentes. En Rusia, el templado y teóricamente sólido partido bolchevique, guió al proletariado a la victoria y a la dictadura de clase; venció a la contrarrevolución armada y reconstituyó la Internacional proletaria y comunista. En Europa, la mayor parte de las corrientes de izquierda que se escindieron de los partidos socialdemócratas y socialistas, que se habían adherido a la guerra imperialista luchando cada una de ellas por la clase dominante burguesa «de su propio país», no lograron liberarse completamente de las influencias y de los hábitos reformistas (salvo la corriente de la Izquierda comunista de Italia), lo que les impidió constituir para el proletariado el motor político indispensable a la preparación revolucionaria y la guía sólida y cierta de la revolución.

La revolución proletaria en Rusia, en ausencia del aporte decisivo de la revolución en Europa, se encontró con que debía defenderse sola y, sobre el plano económico, con que debía limitarse a las tareas burguesas: desarrollar el capitalismo en la forma más controlable posible desde el poder político proletario, en espera de la lucha de clase y revolucionaria en Europa. No tuvo lugar la reanudación de la lucha revolucionaria en Europa y la contrarrevolución logró, gracias al atraso económico y social de Rusia, aislarla y sofocarla.

«Igual que es una doctrina de las revoluciones así desde sus primeros escritos, el marxismo es una teoría de las contrarrevoluciones; igual que es una previsión de la revolución socialista unitaria y mundial, así desde su primer momento es una segura e impávida espera de contrarrevoluciones en serie, repetidas, difusas, entrecruzadas en el espacio y en el tiempo» Así está escrito en un Hilo del tiempo de 1951 (2), y en base a esta característica exclusiva del marxismo, y de la coherente e intransigente defensa del marxismo llevada adelante, desde su formación, por la corriente de la Izquierda comunista de Italia contra cualquier cesión al oportunismo, el partido ha asumido la tarea de la restauración de la doctrina marxista y de las valoraciones de los principales eventos históricos como demuestra la numerosa serie de informes, reuniones, textos y tesis producidas en las décadas que van de 1946 en adelante (3).

 En el texto Cuarenta años de una valoración orgánica de los eventos de Rusia en el dramático desarrollo social e histórico internacional –que apareció después de la publicación de los hilos del tiempo dedicados a la cuestión rusa, el Diálogo con Stalin, el Diálogo con los muertos, Rusia y revolución en la teoría marxista, y de manera contemporánea con el largo tratado titulado Estructura económica y social de la Rusia de hoy- se retoman los puntos cardinales de la revolución y de la contrarrevolución en Rusia, reuniéndolos sintéticamente en el balance que el partido estaba haciendo sobre la «cuestión rusa» e insertándolos en una valoración dinámica de los hechos históricos y en la perspectiva de una reanudación revolucionaria de la lucha de clase proletaria que, en la época, en base a los datos económicos del desarrollo de las crisis capitalistas, se podía plantear como hipótesis para 1975, año en el cual efectivamente estalló la crisis capitalista a nivel mundial, pero que no fue seguida por la crisis revolucionaria que habría podido tener, como epicentro, a los países de Europa central (Alemania del Oeste, del Este, Polonia y Checoslovaquia) en los cuales se había desarrollado una potente reanudación de las fuerzas productivas y en los cuales el movimiento insurreccional proletario habría influenciado y atraído a los proletarios de Francia y de Italia, haciendo finalmente aparecer la revolución proletaria y comunista en el corazón del viejo capitalismo europeo, y de ahí a Inglaterra, América y Japón.

¿Fantasías de marxistas visionarios? Marx, Engels, Lenin... todos los marxistas han esperado la revolución antes de que la historia la pusiese en el orden del día; basta recordar 1848 o 1917. Las grandes visiones revolucionarias son fecundas cuando la historia aplaza la actuación, remachamos en el texto que publicamos; pero son fecundas si de las revoluciones y, sobre todo, de las contrarrevoluciones, el partido de clase extrae un balance histórico y político correcto que sirve de base para la sucesiva preparación revolucionaria y sabe ligarse, en el tiempo y en el espacio, al hilo histórico que une la lucha de clase de los primeros grupos proletarios, a las sucesivas tentativas revolucionarias de asalto al cielo, que pasan por la Comuna de París de 1871 hasta la revolución de Octubre en Rusia, a la época que concluye con la victoria de la contrarrevolución estaliniana y burguesa. La historia no actúa según las fases de la vida media de los individuos o según los calendarios de los ciclos económicos o según la marcha de los índices bursátiles; actúa a través de avances tremendos y retrocesos dramáticos de hechos económicos, sociales, políticos, militares, que se mezclan e influencian entre ellos pero, siempre, sobre el terreno de la lucha entre las clases. Y es con el desarrollo de la lucha entre las clases, en la cual en un cierto punto emerge el proletariado no ya como clase para el capital sino como clase para sí, que se juega el destino de la sociedad capitalista y de la revolución proletaria. Es justamente de esto de lo que la sociedad burguesa tiene miedo, porque en su «conciencia de clase» se ha depositado el terror de la sublevación revolucionaria del proletariado en el mundo, y por lo tanto del fin de su poder y de su sociedad

Los cien años que hoy nos separan del Octubre ruso pueden parecer a muchos como la sepultura definitiva del desarrollo revolucionario; parece que no hay alternativa al capitalismo, con su miseria, su hambre, sus guerras, su degeneración social: capital, trabajo asalariado, mercancías, dinero, aparecen como los pilares de cualquier sociedad inimaginable, y la única posibilidad para combatir la miseria, el hambre, la degeneración social que azotan a cada país del mundo, parece ser la de «pulir las aristas», «amortiguar los enfrentamientos», «renunciar cada uno a algo», «reformar» este o aquel aspecto de la vida social o, simplemente, ponerse «en manos de Dios» y esperar que algo cambie...

¿Somos nosotros, los marxistas, los visionarios? La propaganda burguesa y oportunista, entre la cual han estado a la cabeza sin duda los estalinistas, sostuvo durante casi setenta años que en Rusia se había «edificado» el socialismo, que el mundo estaba dividido en dos «campos», el capitalista occidental y el «socialista» oriental, y que el peligro para la paz de los pueblos derivaba del enfrentamiento entre estos dos campos, por lo cual la situación debía ser una «coexistencia pacífica· de dos sistemas diversos... naturalmente basada sobre el equilibrio del terror, es decir, sobre armamentos atómicos equiparables. Pero no hizo falta que Moscú confesase abiertamente que lo que construían no era socialismo sino capitalismo. Fue el mercado internacional y el desarrollo de los enfrentamientos interimperialistas los que desmontaron completamente el horrendo castillo de mentiras construido sobre la masacre de la vieja guardia bolchevique y sobre la destrucción del movimiento comunista internacional. Con el derrumbe de la URSS entre 1989 y, y de su «imperio euroasiático», los burgueses de todo el mundo celebraron la derrota definitiva del «comunismo» y la victoria de la economía de mercado y de la sociedad capitalista construida sobre ella. En realidad, el imperio soviético, que fue siempre capitalista y sólo capitalista, cayó precisamente por causa de las inexorables contradicciones de la economía capitalista y de los enfrentamientos inevitables sobre el mercado internacional con varios capitalistas e imperialistas económicamente más potentes –léase USA, Europa, en la cual primaba Alemania, Japón, es decir las primeras economías del mundo- enfrentándose con las cuales simplemente perdió la capacidad de mantener el control colonial de sus países de Europa del Este y los países del Asia central, control heredado del reparto de las áreas de influencia a continuación de la victoria en la segunda guerra imperialista mundial. La larga onda provocada por la crisis mundial de 1975 y por las crisis capitalistas sucesivas, erosionó hasta tal punto el famoso «muro» que dividía el imperio soviético del resto del mundo que hizo implosionar el poder de Moscú y someterlo mucho más abiertamente a las oscilaciones del mercado internacional, ulteriores demostraciones de que en Rusia, y tanto menos en el llamado «campo socialista», China incluida, no tuvo lugar nunca la transformación económica del capitalismo al socialismo, sino sólo la implantación y el desarrollo del capitalismo con todo su acompañamiento de brutal explotación del trabajo asalariado, contradicciones sociales, represiones, guerras. La reanudación de la lucha revolucionaria proletaria simplemente se ha pospuesto.

 


 

(1) El Tracciato di impostazione fue publicado en el nº 1 de Prometeo, revista mensual del partido comunista internacionalista, julio de 1946. Para remachar que todo lo que el partido publica es el resultado de un trabajo colectivo e impersonal, al declarar que este escrito no contiene la demostración de todo lo que afirma, sino que se limita a fijar los puntos cardinales a los que se refiere todo el trabajo de partido, en las primeras líneas de la premisa al escrito, se preocupa de evidenciar que se trata de un «trabajo impersonal de una vanguardia de los grupos sociales que enuclea y vuelve evidentes las posiciones teóricas hacia las cuales los individuos han sido llevados, antes de tener conciencia de ello, por las condiciones reales y comunes en las que viven. El método es por lo tanto antiescolásico, anticultural, antiiluminista». Este escrito está contenido, junto a otro texto fundamental de impostación de las posiciones teóricas titulado Los fundamentos del comunismo revolucionario…, en el volumen nº1 de los «textos del Partido Comunista Internacional», publicado por el partido en 1974, pp. 7-23 (en italiano).

(2) Cfr. La contrarrevolución maestra, artículo nº 78 de la serie Sobre el hilo del tiempo, publicado en el nº18 del que entonces era periódico del partido, Battaglia Comunista.

(3) Entre tantos, en particular la larga serie de Hilos del tiempo dedicada a la crítica de todas las tendencias oportunistas que han infectado al movimiento proletario, los textos Propiedad y capital, Fuerza, violencia y dictadura en la lucha de clase, además del Diálogo con Stalin y el Diálogo con los muertos, Rusia y revolución en la teoría marxista, El programa revolucionario de la sociedad comunista elimina cualquier forma de propiedad del suelo, de las instalaciones productivas y de los productos del trabajo, etc. Consultando nuestro sitio en Internet www.pcint.org, en la sección de Textos y tesis se encuentra un elenco completo de las publicaciones del partido.

 

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