¡Abajo la guerra imperialista en Irak y Siria!

 

(«El proletario»; N° 6; Marzo de 2015)

 

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A comienzos de agosto, el gobierno estadounidense decidía lanzar una «operación humanitaria» limitada en Irak  bajo la forma de bombardeos.  No sin antes haber realizado una campaña internacional de movilización de la opinión pública con respecto a las minorías yazidíes y cristianas que habrían sido amenazadas de «genocidio», en virtud del avance de los rebeldes islamistas del «Estado Islámico de Iraq y el Levante» (mejor conocidos por sus siglas en inglés ISIS). Pero hoy ya nadie habla de yazidíes y cristianos, ahora se trata de la suerte de los kurdos, la que se utiliza para la propaganda bélica; la operación «humanitaria» se ha transformado en una verdadera guerra, esencialmente aérea por el momento. La fuerza militar de los Estados Unidos es de lejos la principal, efectuando hasta hoy unas 2OO bombardeos en Iraq, varias decenas en Siria, enviando centenas de soldados acampados en Iraq (¡de donde se habían retirado en 2011!); han logrado también crear una amplia coalición internacional: según ellos, unos cuarenta países formarían parte, pero, como no han dado la lista, algunas dudas se crean sobre esta afirmación.

Para el gobierno francés era un  honor manifestar de manera ruidosa su participación en la intervención americana, siendo el segundo país que efectúa bombardeos aéreos en Iraq contra ISIS (lo que ha llevado a esta organización, que no posee ningún avión para bombardear a Francia, a hacer un llamado a matar a ciudadanos franceses; en Argelia, a un turista de este pais le tocó ser la desgraciada victima). Los gobiernos canadienses, holandeses, australianos y, un poco más allá, Gran Bretaña, Bélgica y Dinamarca han decidido participar también en la guerra aérea, asi como también Jordania, Arabia Saudí, Emiratos Árabes y Qatar.

 Otros países que se han unido a la coalición internacional anunciaron el envio de armas, entre ellos Alemania e Italia. España ha decidido no participar en los combates, pero ha acordado aportar una «ayuda logística». Sin formar parte de la coalición, Rusia, que fue invitada a la conferencia internacional de mediados de septiembre para poner en pie dicha coalición, anunció que aportaría una «contribución» al compromiso militar internacional (esta ya había enviado, desde hace unos meses, armas al gobierno de Bagdad).

Aun cuando en este punto los diversos Estados que participan en la coalición no tienen ninguna voluntad de enviar tropas a combatir en tierra, igual que los Estados Unidos, Francia, Canadá, Alemania, Gran Bretaña han enviado, en algunos casos «desde hace varias semanas», a «consejeros militares», además de «fuerzas especiales» a Iraq para entrenar y organizar a los combatientes anti-islamistas, kurdos o no.

 

UNA INTERVENCIÓN MOTIVADA ÚNICAMENTE POR SÓRDIDOS INTERESES IMPERIALISTAS, NO POR PRETENDIDAS PREOCUPACIONES «HUMANITARIAS» DESINTERESADAS.

 

La intervención militar ha sido justificada por las atrocidades cometidas por ISIS en las regiones en las que está presente (que no ha vacilado en publicar por Internet): masacre de prisioneros, incluyendo a civiles, decapitación de secuestrados, etc.; inspirar terror es una de las armas del ISIS; pero, con el fin de suscitar la adhesión a la intervención militar, las mismas son utilizadas en su contra. Toda guerra necesita mostrar víctimas inocentes, verdaderas o falsas, para justificarse.

Pero hasta el más reciente periodo, si bien habían sido cometidas en Siria (donde ISIS las ha perpetrado, desde su primera aparición), estas atrocidades no conmovían a las buenas almas de los imperialistas occidentales, las mismas que tampoco se han conmovido por los crímenes y atropellos cometidos por el régimen de Bagdad, que se apoya sobre verdaderos comandos de la muerte para establecer su autoridad mediante el terror.

Todo ha cambiado a comienzos de este verano, después que los combatientes de ISIS, apoyados por cuadros militares y fuerzas baazistas de la época de Saddam Hussein, hubiesen derrotado al ejército regular iraquí, amenazando directamente a Bagdad. La caída del régimen puesto en plaza luego de la victoria americana dirigida por la Administración Bush y por el cual han tenido acceso al petróleo iraquí, es impensable para los Estados Unidos; y eso es lo que les ha empujado a intervenir militarmente; no una pretendida presión de su «opinión pública», que nunca ha sido más que una invención de los medias.

El grueso de los yacimientos petroleros iraquíes, explotados por sociedades americanas (Exxon...), británicas (BP, Shell), rusas (Lukoil...), italianas (ENI), francesas (Total) y chinas (Petrochina), se encuentra en el sur chiita, área en que ISIS y sus aliados sunitas no tienen ninguna opción de penetrar. Pero otra parte nada desdeñable se encuentra situada en la región del norte alrededor de Mossul, que los nacionalistas kurdos reclaman como suya desde hace tiempo al gobierno de Bagdad; lo que agrandaría su territorio en un 40%, y que ahora quieren defender aprovechando la debacle de Bagdad, acordando concesiones a grandes firmas petroleras occidentales, sobre todo las «majors» norteamericanas Exxon y Chevron, así como a la francesa Total. Entregando armas a los combatientes kurdos (apoyando en los hechos el independentismo kurdo1) americanos y franceses protegen los intereses de sus grandes empresas petroleras2).

Por otra parte, ni los grandes imperialismos ni los Estados de la región, ven con buenos ojos que un grupo «incontrolable» como ISIS cuestione las fronteras establecidas por la colonización y el reparto imperialista del mundo, sirviéndose de la vieja quimera del nacionalismo árabe, versión Baaz, de una unión entre Siria e Iraq, bajo los nuevos colores del Islam radical.

 

RECOMPOSICIÓN ACTUAL DEL MEDIO-ORIENTE

 

El acuerdo concluido este verano para la eliminación de armas químicas del régimen sirio, bajo la égida de Rusia, marcaba un giro en la política americana; significaba que frente al fracaso de no poder encontrar o poner en pie una fuerza política confiable entre los rebeldes, la caída del régimen El Assad creaba, según la Administración Obama, demasiados riesgos para la estabilidad del orden imperialista regional.

Los rebeldes sirios están divididos en una multitud de grupos armados más o menos autónomos, o más o menos reunidos en «frentes» diversos, siempre según quien les pague: los burgueses locales o de los países vecinos, los diversos imperialismos…  Algunos viven de robos, extorsiones o del contrabando. Los países árabes del Golfo en un comienzo financiaron a los grupos más islamistas, mientras que Turquía les acordaba una ayuda, todo bajo supervisión norteamericana. Detrás de las referencias reaccionarias comunes que hacen a la religión y la ley islámica, y apoyándose en el odio suscitado por el sangriento régimen de Damas, todos estos grupos no defienden sino los intereses de éste o aquél burgués, rivales a veces; por ejemplo ISIS debe su éxito en gran parte al hecho de haber logrado financiarse asegurándose por diversos medios el control de una parte de la producción y del contrabando de petroleo sirio hacia Turquía. Ninguno de estos grupos merece el apoyo de los proletarios, y tan resueltos como el Estado sirio, también son sus enemigos.

Los continuos esfuerzos (tanto en dinero como en armamentos) de los americanos (apoyados por franceses, británicos y otros imperialismos) para reunir algunos de estos grupos en un «Ejército Libre de Siria» y someterlos a su dirección, así como tratar de reclutar entre los políticos sirios en la inmigración una fuerza política «islamista moderada» que goce de un mínimo de credibilidad, han ido de fracaso en fracaso.

Las decenas de bombardeos de los americanos y sus aliados en Siria contra las posiciones de ISIS y también de Al Nosra3, testimonian que el enemigo del imperialismo americano en Siria no es ya el régimen de Bachar El Assad, no obstante ser culpable de muchos más crímenes y masacres que los islamistas: una nueva demostración de que no se trata del destino de la población lo que determina la acción de los imperialistas y burgueses de todos los países.

A través de la inestabilidad presente, que es el fruto tanto de la crisis económica cuanto de feroces rivalidades ínter-burguesas, nuevos alineamientos de fuerza se han puesto en marcha en Medio-Oriente: el imperialismo americano ensaya un acercamiento con  Irán que hace poco amenazaba con bombardear. Turquía, luego de haber utilizado a ISIS4, ahora se prepara para invadir una parte de Siria con el fin de establecer allí una «zona-tampón», Israel que rechaza toda autodeterminación de los palestinos, se declara en favor de la independencia de los kurdos, etc. Debido a sus recursos petroleros, al igual que su posición geo-estratégica, la región es de crucial importancia para el capitalismo mundial; y mientras este subsista aquella estará condenada a ser el teatro de violentos choques de intereses que desemboque fatalmente en guerras, «locales» o más generales, en las que las poblaciones son las víctimas.  Además de los muertos y heridos en los combates y bombardeos en estas últimas semanas cientos de miles de personas que huyen de los enfrentamientos han debido dejar su lugar de residencia para ir a refugiarse en Turquía o en otras partes de Iraq; a estos se agregan centenares de miles de refugiados sirios que han encontrado un refugio más que precario en Líbano, Jordania o en otras partes. Inútil decir que la suerte trágica de estos refugiados condenados a la miseria más atroz no preocupa a los burgueses...

 

¡SOLO LA GUERRA DE CLASE PUEDE OPONERSE A LA GUERRA BURGUESA!

 

Los gobiernos llaman a la población en general y a los proletarios en particular a una «unión nacional» en apoyo a la intervención militar en curso, retomando con casi las mismas palabras los viejos discursos utilizados hace un siglo, luego de la Primera Guerra Mundial. Todo el mundo sabe que estas proclamas grandilocuentes de la «union sacrée» para defender a la «patria» no servían sino para llamar a los trabajadores a sacrificarse por defender los intereses sórdidos de «sus» explotadores, de «su» capitalismo nacional. Los revolucionarios bolcheviques denunciarán la mentira de la «defensa de la patria», llamando al «derrotismo revolucionario», tomarán las consignas del socialista alemán Liebknecht: el verdadero enemigo de los proletarios está en su patria, es la clase de los capitalistas; es contra ellos que se debe luchar, es al capitalismo al que hay que derrocar por medio de la revolución.

Desde este punto de vista hoy no ha cambiado nada. El enemigo de los proletarios no es un nebuloso «terrorismo» del que hay que protegerse por medio de intervenciones militares y guerras (que, según el Primer ministro británico Cameron, durarán varios años) sobre otros continentes y por medidas represivas en el propio país (por ejemplo la «Patriot Act»,); es «su» propia burguesía, «su» propio capitalismo, cien veces más culpables y criminales que todos los «yihadistas» reunidos. Desde su nacimiento, el capitalismo ha puesto al planeta a sangre y fuego, sembrando miseria y destrucción para satisfacer su sed de ganancias, provocando muertes por decenas y decenas de millones en guerras, al mismo tiempo que lleva a cabo sin interrupción una guerra social contras sus proletarios. Hoy les inflige políticas de austeridad, los arroja a la calle y los libra a las brutalidades y crímenes policiales, para tratar de restaurar su salud económica desfalleciente; los llamamientos a la unión nacional para la guerra, no son más que los zarcillos de los llamados a la unión nacional para la guerra económica. Y si el proletariado no logra detenerla antes, el capitalismo hundirá inevitablemente a la humanidad en una tercera guerra mundial, mucho más destructiva que las anteriores, con el fin de superar sus contradicciones internas, que cada vez le cuesta más controlar.

Para pararla, no hay más que una vía, la indicada por el marxismo y por toda la historia del movimiento obrero; la vía de la reanudación de la lucha de clase, de la organización independiente de la clase, de la constitución del proletariado en clase, es decir, en partido (El Manifiesto Comunista) para dirigir la lucha proletaria hasta la victoria de la revolución comunista mundial y la instauración del poder dictatorial del proletariado, etapa necesaria para erradicar el capitalismo mundial.

Es esta la vía que hay que preparar, comenzando por rechazar toda unión nacional con los capitalistas y su Estado, todo sacrificio por los intereses de la economía burguesa, toda renuncia a la defensa exclusiva de los intereses proletarios, todo apoyo a las intervenciones militares, toda participación a las campañas de movilización imperialistas, mucho más cuando estas se camuflan detrás de coartadas «humanitarias».

¡Abajo la nueva intervención imperialista en Medio-Oriente!¡No a la unidad nacional en apoyo al imperialismo!¡Por la reaparición de la lucha de clase anti-capitalista! ¡Por la revolución comunista internacional!

 

5/10/2014

 


 

 (1) La política americana ha sido siempre la defensa de la unidad iraquí; es por esto que se oponen a la evacuación del petróleo kurdo a través de un oleoducto turco y a su venta en el mercado mundial. Los intereses turcos son exactamente lo contrario.

(2) Las autoridades francesas justifican su intervención también por el hecho de que está en discusión la negociación de enormes contratos de armamentos con Arabia Saudí. Uno cree morir por la patria, pero morimos por los vendedores de cañones, se decía durante la primera guerra mundial…

(3) Grupos rebeldes que han sido no obstante financiados por los americanos han condenado públicamente estos ataques. En cuanto a Al-Nosra, que acusa a ISIS de no combatir realmente al régimen de Damas y de no seguir con suficiente rigor los principios islamistas (!), reivindicaba el hecho de ser retirado de la lista americana de las organizaciones terroristas, es decir de ser reconocido por los Estados Unidos.

 

 

Partido comunista internacional

www.pcint.org

 

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