Crimen policial en Sivens (Francia)

 

(«El proletario»; N° 6; Marzo de 2015)

 

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La muerte del militante ecologista Rémi Fraisse, perpetrada por la policía mediante una granada ofensiva «no letal», arrancándole una parte de la columna vertebral y de la médula espinal, no fue un «uso excesivo de la fuerza» según jura el ministro del interior.

El primer ministro afirmó en el parlamento, bajo los aplausos unánimes de los diputados del PS y de la derecha, que no aceptaría ninguna «acusación contra los policías y gendarmes, que también cuentan con numerosos heridos en sus filas». De esta manera Valls convalidaba el asesinato policial, y en cierta manera la calificaba como una acción legítima en el curso de una batalla: por lo tanto el gobierno se ha endosado la responsabilidad del asesinato.

Según el sitio Mediapart, en lo sucedido allí hubo «mentiras de Estado», ya que durante 2 días las autoridades trataron de confundir las pistas e hicieron como si ignoraran lo que había pasado: se hablaba de un «manifestante que apareció muerto». En verdad ya sabían lo que había ocurrido realmente, y que el responsable había sido un gendarme.

No vamos a entrar en discusiones por saber si las granadas ofensivas (según el jefe de los gendarmes, 23 fueron lanzadas esa noche,) fueron utilizadas conforme al reglamento de los gendarmes; según el sindicato policial Sud-Interior «Lanzar una granada ofensiva sobre civiles no es un acto propio de un policía o gendarme. Esto es obra de asesinos. Aquellos que pretendan lo contrario confunden la administración con la mafia» (1).  Además, el ministerio que repetía que las granadas ofensivas eran casi inofensivas, al final ha decidido proscribir su utilización...

La muerte de Rémi Fraisse provocó una ola de indignación que pronto se transformó en movimientos espontáneos de huelga y bloqueos en los liceos [institutos en Francia]; y se ha traducido también en la organización de manifestaciones en diversas ciudades en protesta contra la violencia policial.

En respuesta el gobierno prohíbe las manifestaciones en ciertas ciudades (Paris, Tolouse, Rennes...), reprimiéndolas con la brutalidad policial acostumbrada; lo que demuestra una vez más que la violencia de los gendarmes en Sivens no fue un error, dicha violencia está inscrita más bien en una política represiva bien determinada por el gobierno, como hemos visto claramente en otras ocasiones. Hace dos años, más o menos oficialmente, el ministerio del interior se inquietaba por los «riesgos de explosión social» y Valls, que aún no era primer ministro, daba la orden a los servicios de inteligencia de la policía de «anticipar una eventual radicalización de los movimientos sociales. La policía está siendo apostada alrededor de las fábricas» (L’expansion, 2/2/2013)

Esta tendencia de fondo no es debida a la particular maldad de este o aquel gobierno, sucede debido  a que frente al agravamiento continúo de las tensiones sociales todo gobierno responde con la zanahoria y el palo, en otras palabras, conjugando la represión con concesiones para calmar el descontento. Así, cuando lo otorgado a los proletarios y a las masas en general no es suficiente, la represión deviene inevitablemente indispensable para «garantizar el orden».

El orden burgués está formado por relaciones sociales que descansan en una violencia fundamental: para vivir, aquellos que no poseen nada – los proletarios – se ven obligados a vender su fuerza de trabajo a una pequeña minoría que posee todo y a la que va a parar el fruto de su trabajo – los capitalistas. Este orden no puede ser impuesto y defendido sino por la violencia, aun cuando esta violencia sea solamente virtual, encarnada en el miedo al gendarme, la sumisión a la ley, es decir, en el respeto al Estado, monstruoso sistema ramificado de violencia concentrada.

Rechazar concretamente, en el terreno, los intereses burgueses, aunque de modo limitado como aquellos ligados a la construcción de una pequeña represa, es violar el orden burgués, por eso sobreviene la más brutal represión.

La muerte de Rémi Fraisse, así como cualquier otra brutalidad policial, vale como advertencia a los proletarios: los hombres políticos burgueses incluso los más demócratas, de derecha o de izquierda, a la hora de defender los intereses capitalistas, no retroceden ante nada. Y si mañana se trata de defender la existencia misma del capitalismo, no vacilarán en utilizar toda la violencia que tengan a su alcance, tal y como ya ha sucedido en la historia contra el proletariado insurrecto, y como sucede todos los días con sus herederos en todos los países.

El proletariado deberá responder, en este terreno, oponiendo la violencia revolucionaria a la violencia reaccionaria de los perros y lobos de la vieja sociedad; con esta victoria vengará todas las innumerables víctimas del capitalismo, el modo de producción más criminal de toda la historia de la humanidad.

 

14 de noviembre de 2014

 


 

(1) http:// www. sudinterieur.fr/ 2014/ 11/ 05/ les-forces- de-lordre- ne-sont- pas-faites- pour- tuer-ni- brutaliser- des-manifestants/# more-541. Este sindicato, en nombre de una posición democrática que le pondría «al servicio de la gente», denuncia un «orientación de clase» en la acción de la policía. Infiltrando la delincuencia específica, en lugar de apostarlo todo a «una vigilancia sistemática de la población por ahorro presupuestario», la policía podría entonces garantizar «la forma democrática de la república». Es decir, una policía democrática, tal como pregona este sindicato apostando por las delaciones, sería más eficaz para defender el orden burgués...

 

 

Partido comunista internacional

www.pcint.org

 

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