Ni fueron, ni somos, ni serán… bordiguistas

 

(«El proletario»; N° 12; Noviembre - diciembre de 2016 / Enero de 2017)

 

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Reproducimos en este artículo unos párrafos seleccionados, por razones de espacio, del texto aparecido en nuestro periódico en italiano Il Comunista nº 145, septiembre de 2016, La izquierda comunista de Italia sometida al suplicio burgués de los «Diccionarios Biográficos». Se trata, como dice el propio artículo, de una toma de posición de largo alcance contra la naciente «moda» que en Italia sobre todo, pero también en otros países como Francia, ha comenzado a tomar cuerpo y que consiste en referirse a miembros, militantes, destacados o no, de la Izquierda comunista de Italia en volúmenes biográficos, historias de la propia Izquierda y del Partido Comunista Internacional, etc. tomando su figura como eje de la explicación política de la importancia de nuestra corriente.

Ciertamente en países como Italia o Francia, la Izquierda ha tenido un peso no anecdótico en la historia del movimiento comunista. Bien porque, en el caso de Italia, está en el origen del partido comunista después asaltado y saqueado por el estalinismo hasta reducirlo a una sombra de lo que fue en el momento de su fundación y en los años posteriores cuando era dirigido por nuestra corriente  o bien porque la emigración durante el periodo fascista italiano de muchos militantes de la izquierda sentó las bases, caso de Francia, de nuevos grupos de la Izquierda que tendrían un largo recorrido posterior durante las vicisitudes de la lucha política de la postguerra. Además, en ambos países, el Partido Comunista Internacional (hasta 1.965 llamado Partido Comunista Internacionalista), que nace del combate llevado a cabo por la Izquierda para defender el programa histórico del marxismo contra las desviaciones estalinistas y se desarrolla como una negación sobre el plano teórico, programático, político y organizativo de dichas desviaciones, es decir, que representa la afirmación del hilo del tiempo ininterrumpido del comunismo revolucionario, ha tenido una importancia no despreciable durante varias décadas después de la II Guerra Mundial.

Esta importancia, que en España es desconocida como tantas otras cosas, empezando por la propia existencia de corrientes marxistas que se opusieron a la degeneración oportunista de la III Internacional ya en tiempos de Lenin y Trotsky y que no comulgaron con los sucesivos giros que alejaban a esta cada vez más de la doctrina marxista que estaba en sus orígenes, ha llevado a que, hoy en día, cuando parece que la asfixiante presión que el estalinismo ejercía incluso sobre el llamado «terreno cultural» ha aflojado un poco, algunos profesionales de este ámbito se dediquen a poner de relieve, siempre según su propia perspectiva, la existencia de tendencias políticas englobadas dentro de un genérico «comunismo heterodoxo». Como señala el artículo que reproducimos fragmentariamente y a cuya lectura completa remitimos (1), las iniciativas que aparecen sobre este terreno tienen como finalidad «arrojar luz» sobre una realidad desconocida y parten de la premisa de que esta nueva luz contribuirá a esclarecer la verdad. Una pretensión sin duda honesta, pero no se trata de honestidad a la hora de hacer una reivindicación política del patrimonio teórico y político de la Izquierda, sino de continuar sobre la vía señalada por ella y que pasa por la negación primordial de que la historia esté hecha por individuos, de que exista por tanto un terreno cultural sobre el que se pueda afirmar una verdad neutra, exenta de condicionantes históricos y que pueda ser defendida a la aséptica manera de los historiadores. Todos estos intentos, en el fondo, tienen un componente de insidia del que no pueden librarse: querrían ver a la Izquierda comunista de Italia como un compendio de figuras notables trágicamente olvidadas, como una «experiencia» importante pero finiquitada a la que sólo se puede rescatar del olvido. Un perro muerto, en fin, de tantos que existen para los profesionales y los técnicos de la historia revolucionaria.

Como decíamos, España es un país poco prolijo en este tipo de reproducciones historiográficas. Y esto por un doble motivo: en primer lugar nuestro país siempre se ha encontrado al margen de las grandes sacudidas históricas, entre las cuales la más importante el asalto revolucionario comenzado con la Revolución de Octubre y continuado durante varios años hasta la liquidación a manos del estalinismo del partido de clase mundial que esta revolución había contribuido decisivamente a forjar. En segundo lugar, porque, como consecuencia de lo anterior, en España no ha existido nunca una fuerza política que tan siquiera lejanamente se pareciese al marxismo y, por lo tanto, no ha quedado rastro alguno que permitiese seguir a los historiadores el hilo hacia las posiciones del comunismo revolucionario al respecto de los grandes acontecimientos del siglo pasado. En suma, ambas caras del mismo problema son la especificidad local sobre la que se ha asentado el dominio estalinista sobre cualquier manifestación política, dominio este sí de base internacional y nutrido de las experiencias contra-rrevolucionarias de todo el mundo.

Este estalinismo, que en España ha podido vestirse durante décadas con el aura de la clandestinidad primero y con el de la lucha por la democracia después, sí ha hecho su escuela, sí se ha afirmado tanto sobre el terreno de la lucha política del proletariado como sobre el llamado «cultural», donde ha gobernado sin apenas críticas durante tanto tiempo.

En este sentido la intención de algunos historiadores de hacer un esfuerzo por recuperar la memoria de las corrientes minoritarias que en España también tuvieron alguna presencia, se enmarca dentro de la explicación general que tanto en el artículo que reproducimos parcialmente a continuación como en otros de nuestra prensa internacional, hemos dado (2). No valoramos la honestidad que está en el origen de dichas iniciativas, atendemos a su verdadero significado, al papel que juegan a la hora de crear nuevas categorías sobre la base del individuo, sea este un héroe o un villano, y a la consecuente deformación a la que dan lugar sobre las corrientes que dicen defender.

La guerra civil española, de lejos el episodio más importante en la historia de la lucha de clases en este país, es terreno fértil para todo tipo de recuperaciones históricas. Y sobre ella principalmente hemos visto desarrollarse el esfuerzo de estos historiadores que toman tal o cual episodio histórico, tal o cual detalle, tal o cual personaje del momento y pretenden reconstruir sobre esta base una perspectiva propia que, haciendo justicia a las tendencias olvidadas y a sus miembros en lo que se refiere a reivindicar su memoria, no deje de generarles cierto rédito como editores, historiadores… expertos, en una palabra, en historia oculta. A su favor juega el desconocimiento generalizado tanto de la historia del periodo referido como de las corrientes políticas que entonces tuvieron su papel. Y sobre ambos datos, la condición de expertos y el desconocimiento político e histórico, se lanzan a consignar su propia visión como un producto fácilmente consumible por lectores, también sin duda honestos, que buscan conocer y entender la historia de la lucha de clase del proletariado.

Sin duda veremos también en España, en los próximos años, más obras como la que los Cuadernos de Balance, han publicado con el título Biografías del ´36. Revolucionarios, extranjeros, judíos, anarquistas, trotskistas, bordiguistas, olvidados, internacionalistas, disidentes, exiliados, apátridas y otros malditos de la Guerra de España, tentativas de explicar la historia a través de los individuos, que son absurdas desde el título hasta la última letra y que en su intento por amalgamar se convierten necesariamente en el reverso complementario de la gran obra de falsificación estalinista.

Por ese motivo publicamos los fragmentos de un artículo que sin duda tiene un objeto de mayor alcance que el que puedan suponer aquí estos historiadores locales, pero que por ello mismo da unas líneas generales lo suficientemente amplias como para rebatir cualquier pretensión específica de comenzar en España lo que en otros países lleva años dándose.

 


 

(1) Puede consultarse en el sitio web del partido www.pcint.org o pedirlo en papel a la dirección que figura en este periódico.

(2) Todos ellos pueden consultarse en el sitio web del partido. Un breve índice puede extraerse de la nota 1 del texto que reproducimos a continuación

 

 

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Desde hace años están floreciendo iniciativas editoriales que han puesto los ojos en nuestro Partido, tanto en su fase de reconstitución organizativa durante y después de la Segunda Guerra Mundial como en su decisiva escisión en 1.952, de la cual nacerán dos organizaciones políticas que reivindican el mismo nombre de «Partido Comunista Internacionalista», pero que eran conocidas a través de los títulos de sus periódicos (battaglia comunista e il programa comunista); en cualquier caso, también se han ocupado de escisiones sucesivas.

Hemos tratado más veces, en números precedentes (1), de los volúmenes dedicados a Amadeo Bordiga  y de aquellos que han intentado escribir una «historia» de nuestro partido concentrándose en «personajes» más que en las «posiciones políticas». Los autores de estos libros han motivado estas iniciativas editoriales con el noble intento de hacer emerger una «verdad» que ha sido falseada y escondida durante decenios por un poder político que tenía interés no sólo en trastocar las posiciones auténticamente revolucionarias de las corrientes de izquierda del marxismo, entre las cuales la nuestra –la izquierda comunista de Italia-, pero también de lanzar al olvido histórico y de cancelar la memoria de la clase obrera la actividad, la acción de los partidos comunistas revolucionarios y de sus militantes que no habían traicionado la causa de la emancipación proletaria permaneciendo fieles a ella aún a costa de su propia vida.

Con estos argumentos, intentaban e intentan dar a estas iniciativas editoriales un valor «histórico», un valor «noble», necesario para «restablecer la verdad» y para sacar a la luz a militantes que durante muchos años han sido olvidados o simplemente cancelados por la propaganda contrarrevolucionaria –pensando en cancelar, con ellos, las luchas y las batallas en las cuales participaron durante una parte de su vida o durante toda ella- o dar «nueva luz» a militantes notables por la función desarrollada en los movimientos y en los partidos de los cuales eran miembros y representantes, como, en particular, Amadeo Bordiga, militante comunista revolucionario incorrupto e incorruptible, que siempre combatió contra el intelectualismo, la personalización de las tendencias políticas, la reducción de la teoría marxista y de las líneas políticas, tácticas, organizativas que no se prestan a ser objeto de interpretaciones personales

En el transcurrir de los años, cada vez más lectores y simpatizantes han preguntado al partido por qué no hemos dedicado nunca algún trabajo para editar la obra completa de Amadeo Bordiga y la historia de nuestro partido a través de sus representantes más notables, considerando estas «obras» como instrumentos útiles para hacer salir de la oscuridad, en la cual el estalinismo y la burguesía la habían colocado, a la corriente de izquierda que fundó el Partido Comunista de Italia y que condujo sus batallas contra el peligro oportunista, en primer lugar, y contra la degeneración, después, de la Internacional Comunista en tiempos en los que Lenin aún vivía. La explicación siempre ha sido una y la misma: el partido marxista no combate sólo sobre el plano de la lucha política ni sólo sobre el de las luchas de defensa inmediata del proletariado, combate también sobre el plano ideológico, es decir, sobre el plano de la teoría, y por tanto del programa, y sobre el plano filosófico e histórico sobre el cual el enemigo es el individualismo y el personalismo. La acción del partido es acción colectiva, es acción del órgano indispensable para la revolución proletaria, para la dictadura de clase, para la guerra de clase contra las burguesías de todo el mundo, para la transformación económica y social de la sociedad: es una fuerza social e histórica que no podrá jamás ser deudora de un «personaje» sino de los principios teóricos, el programa y la acción. Si no fuese así, el materialismo histórico y dialéctico habría sido tirado a la basura para abrazar para siempre la ideología burguesa con su «Yo» creador de pensamiento y de voluntad.

Sin duda la cultura política democrática (estalinista y post-estalinista),  durante décadas (y trata aún) de quitar de la memoria de los proletarios, y de sus generaciones más recientes, la gloriosa tradición histórica de lucha clasista y revolucionaria, pero no es ciertamente –como hacían los viejos y hacen los nuevos «historiadores»- transformando en personajes a los militantes, ya sean jefes o subordinados en las corrientes comunistas revolucionarias, como contribuirán a «despertar» a los proletarios del largo y tóxico sueño democrático y colaboracionista en el cual han caído, empujándoles a empuñar nuevamente las armas teóricas y prácticas de la lucha de clase y de la revolución, transformándolos en personajes, en nombres y apellidos (y pseudónimos), con alguna foto, no hacen, en realidad, sino reducirlos a iconos inofensivos; y, así, el «diccionario biográfico» se convierte en el cementerio de los revolucionarios, o de los subversivos si gusta más este término, en cuyas calles se pueden ver las lápidas de los muertos y de los que van a morir, sobre las cuales verter las lágrimas de la propia derrota.

Sabemos bien que la despiadada lucha de la burguesía contra el proletariado, contra sus organizaciones inmediatas clasistas y, en particular, contra su partido de clase, ayer como hoy y como mañana, se nutre también de la falsificación de la verdad y del curso real de los hechos; pero no es elevando a los altares a los jefes revolucionarios después de muertos como se beneficiará a la lucha del proletariado. Al contrario, así, aun inconscientemente se renegará más de ella.

Que los sucesos ligados a los partidos, a las corrientes políticas y a sus militantes revolucionarios consecuentes han sufrido la obra de falsificación, engaño y cancelación de las historias «oficiales» por parte de los «vencedores» es cosa bien sabida; como es bien sabido para los marxistas consecuentes que los representantes del comunismo revolucionario, mientras sufren en vida, por parte de los poderes constituidos y de sus portavoces intelectuales y de sus propagandistas, persecuciones, represión, denigración, calumnias e incluso la eliminación física, después de muertos, si no son arrojados al olvido, son transformados en iconos inofensivos, como denunciaba Lenin.

«En todo el mundo civil la doctrina de Marx recibe la mayor de las hostilidades y el odio más intenso de toda la ciencia burguesa (tanto de la oficial como de la liberal) que ve en el marxismo una especia de «secta perniciosa». Y no se puede esperar una posición diferente, porque una ciencia social «imparcial» [a la vez que una historia social «imparcial»] no puede existir en una sociedad fundada sobre la lucha de clase. De una manera u otra, toda la ciencia oficial y liberal defiende la esclavitud del salario, mientras que el marxismo ha declarado una guerra implacable a esta esclavitud. Pretender una ciencia imparcial en la sociedad de la esclavitud del salariado es una ingenuidad estúpida, como lo sería pretender imparcialidad por parte de los industriales al considerar si es oportuno aumentar el salario de los obreros disminuyendo el beneficio del capital», dice Lenin al principio de su escrito Tres fuentes y tres partes integrantes del marxismo (2), de 1.913.

Concepto que retomará con vigor en los meses de agosto y septiembre de 1.917, poco antes de la gran revolución de octubre, al inicio de su formidable texto El Estado y la revolución, con estas palabras: «Le sucede hoy a la doctrina de Marx lo mismo que le ocurrió en la historia a las doctrinas de los pensadores revolucionarios y de los jefes de las clases oprimidas en lucha por su liberación. Las clases dominantes han recompensado siempre a los grandes revolucionarios, durante su vida, con implacables persecuciones; su doctrina ha sido siempre acogida con el furor más salvaje, con el odio más cainita y con las más impúdicas campañas de mentiras y difamaciones. Pero, después de muertos, se trata de transformarles en iconos inofensivos, de canonizarlos, por decirlo así, de ceñir una cierta aureola de gloria a su nombre, para «consolación» y mixtificación de las clases oprimidas, mientras se priva de contenido a su doctrina revolucionaria, se recorta su punta, se la degrada. La burguesía y los oportunistas en el seno del movimiento obrero, se acuerdan hoy de someter al marxismo a un tratamiento de este tipo [es la época de los socialchovinistas que se hacían pasar por marxistas, NdR]. Se olvida, se rechaza, se desnaturaliza el lado revolucionario de la doctrina, su alma revolucionaria. Se coloca en primer plano y se resalta aquello que le parece aceptable a la burguesía»(3)

[…]

Como conclusión del texto El Programa revolucionario de la sociedad comunista elimina cualquier forma de propiedad del suelo, de las instalaciones de producción y del producto del trabajo (Informe a la Reunión General del partido, Turín, 1-2 de junio de 1.958, IlProgramma Comunista, nºs 16 y 17 de 1.958) en el capítulo Muerte del individualismo, se lee: No es posible que el partido proletario de clase se guíe a si mismo en la buena dirección revolucionaria si no es total el cotejo del material de agitación con las bases estables, y no mutables, de la teoría.

Las cuestiones de acción contingente y de programa futuro no son más que dos lados dialécticos del mismo problema, como lo han demostrado tantas intervenciones de Marx hasta su muerte, y de Engels y Lenin (¡«Tesis de Abril», Comité central de octubre!).

Aquellos hombres no improvisaron ni hicieron revelaciones, sino que blandieron la brújula de nuestra acción, que es demasiado fácil de perder.

Ella indica claramente el peligro, y nuestras cuestiones son bien planteadas cuando se va contra las direcciones generales equivocadas. Las fórmulas y los términos pueden ser falsificados por traidores y por deficientes, pero su use da siempre una brújula segura cuando es continuo y concorde.

Si empleamos el lenguaje filosófico e histórico, nuestro enemigo es el individualismo, el personalismo. Si empleamos el político, el electoralismo democrático, en cualquier campo. Si empleamos el económico, el mercantilismo.

Todo acercamiento a estos rumores insidiosos, para lograr una ventaja aparente, equivale al sacrificio del futuro del partido al éxito del día, o del año; equivale a la rendición a discreción ante el Monstruo de la contrarrevolución»

Para nosotros, por  lo tanto, aquellos que se dedican a alimentar y a propagar el método de personalizar la lucha política (que nosotros llamamos politicantería personal) no sólo no pueden definirse marxistas, o comunistas –que para nosotros es la misma cosa aún si el término ha sido desfigurado de todas las maneras posibles- sino constituyendo, no importa si de manera consciente o no, munición burguesa y contrarrevolucionaria usada contra la lucha por la emancipación del proletariado, lucha que podrá tener éxito sólo y exclusivamente si es llevada a cabo con medios y métodos de clase y guiada por un partido de clase que no ceda a las lisonjas democráticas y personalistas que la máquina propagandista burguesa lanza a cada paso.

 


 

 (1) Por citar sólo algunos de los aparecidos en Il Comunista: Continua la corsa a tappe per trasformare i grandirivoluzionari in articoli di commercio e, quindi, in iconeinoffensive (n. 130-131/2013); Strateghi di falsificazionestorica e di attività da bottegai (n. 113/2009); La Sinistra comunista in Italia. Non siamo «bordighisti», mamilitanticomunisti (n. 82/2002); Costruttori e adoratori di iconeinoffensiveall’opera: è nata la Fondazione Amadeo Bordiga (n. 71-71/2000); Amadeo Bordiga, oggetto di culto al mercatodeigrandipersonaggi (n. 71-72/2000); Bordiga è tornato di moda? (n. 55/1997).

(2) Lenin, Tres fuentes y tres partes integrantes del marxismo, marzo 1.913.

(3) Lenin, El Estado y la revolución, agosto-septiembre de 1.917.

 

 

 

Partido comunista internacional

www.pcint.org

 

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