Naturaleza y objetivos de la revolución cubana

 

(«El proletario»; N° 14; Junio-Julio-Agosto de 2017 )

 

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Reproducimos a continuación la segunda parte del texto sobre la revolución cubana que comenzábamos en El Proletario nº 13 y que traducimos de Il Programma Comunista nº 20 de 1.961 (informe a la Reunión de Milán del 15-16 de julio de 1.961.).

Por motivos de espacio, no nos es posible reproducir la totalidad de la parte que quedó sin publicar, con lo que nos hemos visto obligados a posponer para el próximo número de El Proletario la finalización del texto. En cualquier caso, si esto puede dificultar la lectura de un texto que expresa nítidamente la posición que nuestro partido ha mantenido sobre la cuestión de la revolución cubana -como una parte de la más amplia cuestión de las revoluciones anticoloniales-, un trabajo de estudio atento de este texto y de otros que han aparecido ya en castellano tanto en este periódico como en la revista El Programa Comunista, puede dar una visión bastante exacta del trabajo de análisis y exposición de los principales acontecimientos desarrollados en el escenario mundial de las contradicciones capitalistas, que nuestra corriente lleva décadas realizando. Remitimos en cualquier caso a nuestros lectores al texto original, disponible en su versión digitalizada en nuestra página web.

 

 

Lacerante alternativa histórica en el proletariado blanco tras la ola del asalto de la primera postguerra rosa y roja y el oscurecimiento actual en los partidos corrompidos de Moscú

 

Naturaleza y objetivos de la revolución cubana

 

Es lógico esperar, según el determinismo histórico marxista, que la naturaleza y los objetivos de la revolución castrista dependan de sus causas económico-sociales y políticas. El sofoco de la economía cubana era advertido por todos los estratos de la población, tanto proletarios como burgueses. Ninguna soberanía política nacional es posible sin una verdadera (con el significado que puede conservar esta palabra hoy) independencia económica. Era necesario, por lo tanto, romper a cualquier precio la capa de plomo de la dominación extranjera. Enemigo principal de Cuba eran los Estados Unidos; pero antes de dirigir las armas contra ellos era necesario abatir la odiosa dictadura de Batista. Antes de ser lucha anti imperialista, la revuelta castrista asumió el aspecto de lucha contra la dictadura interna y por la democracia política. Como probaremos después los dirigentes de esta lucha, Castro incluido, no tenían una clara conciencia de esta tarea anti imperialista, limitada como estaba su propia visión a los objetivos directos de la lucha contra Batista. Veremos de hecho que en sus programas y consignas no figuraba nunca como enemigo principal a abatir el coloso USA, incluso trataban de congraciarse con él. Evidentemente, es absurdo pensar que Castro y Cia. Se propusiesen como objetivo aún lejano el socialismo y la dictadura proletaria en Cuba.

¿De qué tenía necesidad Cuba contra el monocultivo? De la diversificación de los cultivos que, además de sustraerla de las importaciones de géneros alimenticios del exterior, constituiría la fuente de nuevas materias primas para la industria local permitiéndola desarrollarse y diversificarse. Bien, este es un objetivo perfectamente compatible con una reivindicación de carácter nacional y popular. La gran enfermedad que curar era, antes que nada, la agricultura, y los campesinos que estaban interesados eran aquellos que mayormente lo comprendían. Serán precisamente ellos quienes impriman un carácter agrario a la revolución, que precisamente entre ellos reclutará al nervio del ejército rebelde.

De una clasificación de casi 100 países subdesarrollados en cuatro categorías en base al rédito medio por habitante, 52 están en menos de 100 dólares al año, 23 en la categoría de 100 dólares al año, 23 en la de 100-200, 16 países en la de 300-700. Cuba es uno de los 9 países en lo alto de la clasificación.  La aspiración de Cuba es la de dar un salto de calidad: pasar de la categoría de los países subdesarrollados a la de los países considerados desarrollados. Este salto no es posible sino a través de la eliminación, o cuanto menos de una buena corrección, de sus más fuertes anomalías y de las estructuras de su organismo productivo.

Que esto fuese lo que se quería en Cuba, lo saben los cubanos y los otros. No sólo, sugerencias e indicaciones venían de los propios americanos; véase por ejemplo el informe del Banco Mundial escrito en 1950-51 en el cual –entre otras cosas- se aconsejaba aprovechar la entonces favorable coyuntura del azúcar. Y que este fuese el objetivo de la revolución lo confirma el preámbulo a la ley sobre la reforma agraria del 17-5-1959 que ha sido siempre considerada el instrumento clave de la transformación económica de la isla creado por el régimen de Castro.

No debe maravillar el que para iniciar un trabajo práctico de este género, a cuya realización están ligadas las esperanzas de mejora de las condiciones de vida general, fuese necesaria una revuelta armada radical, diferente de aquellas que en general caracterizaron a los países de América Latina. ¿Qué fuerzas sociales podían unirse para tal tarea? Ciertamente no la gran burguesía ligada a los intereses de los negocios con los americanos y expresada por la corrupta clase dirigente del régimen de Batista, buena únicamente para cometer todo tipo de robos y malversaciones. Tanto menos los americanos que habrían debido soportar los honorarios sacrificando una buena parte de sus beneficios. Ellos únicamente daban consejos «doctrinarios» que no costaban nada. Quedaban por lo tanto la masa pequeño burguesa y proletaria que vivía aún el campo y los obreros asalariados de la industria interesados en la disminución de la desocupación, y todos aquellos que vivían en medio de no pocas dificultades del pequeño comercio o de profesiones liberales.

Pero hace falta aclarar un hecho importante: una cosa es distinguir las fuerzas sociales que podían operar la ruptura de una situación estática y no tolerable por más tiempo y otra cosa es decir que los objetivos a lograr se refiriesen únicamente a sus exclusivos y preminentes intereses históricos. En una situación como la presente, caracterizada incluso en Cuba por la ausencia de un verdadero partido comunista revolucionario, los objetivos de la lucha por la dictadura proletaria y por el socialismo no podían estar presentes en la conciencia de los trabajadores y ningún programa podía contenerlos. El resultado lógico de una realidad así no podía ser sino el que fue. La fuerza y el potencial odio revolucionario contra la opresión fue puesto en acción por un movimiento popular con fines nacionales, es decir por el castrismo y por todo el resto de las organizaciones políticas extra-proletarias que se unieron en la lucha contra el régimen de Batista.

 

El castrismo

 

Para comprender mejor la naturaleza interclasista de este movimiento, nos referiremos brevemente a su historia y a los hechos más relevantes que caracterizan a su jefe, Fidel Castro.

Hay que señalar como, poco antes y hasta poco después de la conquista del poder, Castro fue bien visto no sólo por los americanos sino, lógicamente, por el resto del mundo occidental. En Washington se pensaba quizá en domesticar al jefe rebelde, como se había hecho siempre, por otro lado, en América Latina. Las amargas desilusiones sufridas después debían transformar al «campeón del progreso y de la democracia» en un «agente del Kremlin» y un «dictador comunista». Las fuerzas puestas en acción por la revolución no podían pararse a medio camino sino a condición de declarar el error. No le estaba permitido a Castro, por lo tanto, no machacar el pie al gigante estadounidense que debía contratacar con medidas cada vez más odiosas y anti populares que culminaron en la vergonzosa agresión de este año [1961] y acabaron con la derrota de las fuerzas mercenarias y con la consolidación de la victoria de la revolución cubana contra su enemigo principal: el imperialismo de los USA.

 En 1958 por primera vez Castro vota en unas elecciones presidenciales por E. Chibas, candidato del «partido ortodoxo» de reciente formación, que se presenta como un gobierno «íntegro y honesto» y de reforma social. Chibas, después de José Martí, que fue el Mazzini cubano, se convirtió en el héroe de Fidel. En 1952 se presentó como candidato en las listas que tenían más probabilidad de vencer en las elecciones presidenciales; pero esto finalmente no se produjo porque dos meses antes Batista, con un golpe de estado, se hizo con el gobierno.

Frente a esta acción despótica, Castro realizó su primer acto político: como joven abogado como era, denuncia a Batista por violación del Código.

La denuncia fue rechazada, Fidel se convenció de que el único modo de echar a Batista era la revolución y se dedicó a prepararla. En un año se procura dinero, fusiles y munición para su ejército rebelde, compuesto por 200 hombres, en gran parte jóvenes estudiantes. El 26 de julio de 1953 asaltó la fortaleza de Moncada para desarmar a los 1000 soldados acuartelados y tomar en sus manos la estación de radio de Santiago, desde la cual, después de la difusión de un discurso de su héroe Chibas, llama al pueblo a apoyarlo en la lucha contra Batita. El intento falló: Fidel y otros huyeron. Siguió una cruel reacción por parte de Batista, cuyos errores indignan a sus partidarios, que deciden respetar la vida de los rebeldes huidos. Así Castro, capturado, acabó en prisión. Se vuelve popular reivindicando un vivo espíritu de resistencia contra la tiranía.

El 6-10-1953 Castro fue procesado y desarrolla su defensa, titulada La historia me absolverá. En ella, después de haber lamentado que en la cárcel no le hubiesen permitido los libros de Martí (no los de Marx) señalado por él como inspirador del «Movimiento 26 de julio» declara el fin de su partido y expone el programa que intenta realizar para resolver los problemas de Cuba. Políticamente, ellos quieren la restauración de la libertad política prevista por la constitución, la cual, en su artículo 40 establecía el derecho a la revuelta que –según Castro- es «respecto a la Constitución como un bote de salvamento a un barco en alta mar». Por el lado económico-social, expone un programa de reformas que deben acabar con los males de la tierra, de la industrialización, de la vivienda, de la desocupación, así como los de la instrucción y de la sanidad pública.

El proceso concluyó con la condena a 16 años de reclusión. Pero en 1955 Batista, reelegido, concede una amnistía y Castro fue excarcelado. Deja Cuba y, después de una gira por los Estados Unidos donde «se encuentra en privado con los ricos cubanos en el exilio y en reuniones de masas con los cubanos pobres», entre los cuales recoge 50.000 dólares, se va a México. Aquí, con la ayuda de un ex coronel cubano adiestra en el arte de la guerrilla a cerca de 80 secuaces y, hacia el fin del ´56, anuncia que quiere invadir Cuba y acabar con la dictadura. El plan prevé el encuentro con otras fuerzas rebeldes y una huelga general que sería seguido por acciones militares. Partió con el Granma, un yate de 18 metros y a causa de averías Fidel desembarcó con retraso y el plan falló. Con 22 supervivientes a los ataques aéreos de Batista llega a las montañas de la sierra, desde donde, durante dos años, conduce la guerrilla haciendo madurar los acontecimientos en los cuales «casi todas las clases sociales se identificaban con el movimiento 26 de julio». Se entiende que «la clase más importante, de largo, que se une a los rebeldes fue la de los campesinos» que esperaban la promesa de la reforma agraria. Pero también los obreros dieron su contribución a la lucha con acciones violentas, empleo de la dinamita, etc.

En marzo de 1958, Fidel lanza por radio el «Manifiesto del movimiento del 26 de julio» que contenía –entre otras cosas- una llamada a la revuelta y a la huelga general en fecha por fijar. Debido a la mala preparación y a errores varios «la huelga general falló» y «el terror de Batista que la siguió no tuvo precedentes». Este declaró la guerra total a los fidelistas. Pero eran sus últimos estertores, porque casi todas las fuerzas políticas de la isla rápidamente se colocaron abiertamente con Castro, con el cual en julio del ´58 establecieron un acuerdo. Las organizaciones firmantes eran: el Movimiento 26 de Julio –Organización auténtica- Directorio Revolucionario –Labor Unity- Partido cubano revolucionario (A) –Partido Demócrata –Federación de estudiantes universitarios –Ex oficiales del ejército –Grupo Montecristo. El Partido Socialista Popular (es decir, el partido comunista) no fue invitado a firmar, si bien esta vez apoyase al Movimiento 26 de Julio.

En agosto, el coordinador del grupo de unidad José Miro Cardona (quien será después  el organizador de los mercenarios anti castristas para la invasión de marzo del ´61) denunció, con pruebas, las ayudas que los americanos estaban dando a Batista y confiere a la revuelta el carácter antiamericano que tuvo desde entonces. Los rebeldes decidieron moverse a campo abierto dando lugar a que Batista, al final del año, huyese y sus fuerzas se rindiesen incondicionalmente. El 1º de enero de 1959 comenzó el nuevo régimen revolucionario. Base de su poder era el ejército rebelde formado esencialmente por campesinos, en gran parte proletarios y representantes de la más notable fuerza revolucionaria del país.

Pese a que los objetivos que estos se colocan no eran ni podían ser socialistas, manifestaron a sus dirigentes todos revolucionarios pequeño burgueses- que tenían el poder en la mano y que debían adoptar soluciones intransigentes y precipitaron el fenómeno de la decantación de los elementos moderados por parte de los más radicales y fieles intérpretes de las urgentes necesidades de las masas populares.

Las primeras medidas del nuevo régimen, como el control de los precios, la reducción de los alquileres de las casas y de las tierras y de las medicinas, la reforma de la edificación y de la sanidad, hicieron al nuevo régimen su carácter «absolutamente respetuoso con las clases medias». Será sobre todo la ley de reforma agraria, aprobada el 17-5-1959 la que, provocando un vuelco en las relaciones entre Cuba y USA, dividirá a los elementos liberal-conservadores del gobierno de los radicales.

Antes de pasar a la historia de la guerra, política primero, económica después, finalmente armada, que Cuba debió sostener contra el coloso estadounidense, hablaremos un poco de la reforma agraria a la cual se atribuye tanto valor. Decíamos esta tenía un cierto significado antiimperialista, en cuanto que tocó los intereses de los propietarios de tierras americanos; pero no fue –como sostienen todos los radicales y los estalino-kruschevistas- un instrumento de transformación socialista de la economía cubana. De hecho, en el preámbulo de la ley como primera cosa se hace referencia a las opiniones de los «expertos» de las Naciones Unidas (…no a las tesis agrarias comunistas), después se traza un cuadro estadístico de la propiedad territorial y se afirma la necesidad de instituir empresas cooperativas.

En cuanto a los principios del nuevo sistema de propiedad territorial, la ley se puede considerar generosa hacia los grandes propietarios. De hecho, los límites de la propiedad se ponen en 400 Ha. y pueden llegar a 1200 para propiedades con rendimientos elevados. Estas deben ser gestionadas por el propietario; se entiende que empleando trabajo asalariado. A aquellos que –como los viejos arrendadores- ocupasen de hecho la propiedad, les será concedido el título. Está prohibida la aparcería, pero no el trabajo asalariado. El «mínimo vital» para una familia de 5 miembros es constituido por una empresa de dos caballerías (cerca de 26 Ha.) de terreno fértil no irrigado. El terreno agrícola será transferible sólo por herencia o venta al Estado, para prevenir la formación de nuevos latifundios. En fin –aquí está el nuevo elemento «socialista» de la reforma- está la institución tipo del nuevo sistema de propiedad: la cooperativa agrícola organizada y asistida por el INRA. Otra parte de la ley se refiere a la indemnización a los propietarios agrarios (¡!) en forma de bonos a veinte años del gobierno nacional, con intereses del 4,5%.

Junto a las cooperativas agrícolas («cooperativas cañeras») se instituyeron 1400 «tiendas del pueblo», es decir, tiendas que en el campo vendían a los campesinos con algunos descuentos. Siempre en el campo de la agricultura y fuera de la ley de Reforma Agraria aparecieron en los años ´60 las «granjas del pueblo» que eran grandes empresas estatales.

Por lo tanto, la reforma querida por todos es la medida que, más que ninguna otra, atacó a los intereses americanos. De aquí la reacción de estos, a la cual se debía responder con medidas aún más decisivas respecto a sus intereses si no se quería declarar fallida una revolución nacida por causas antiimperialistas.

En junio de 1960 las sociedades petrolíferas americanas rechazan refinar el petróleo soviético importado a raíz del acuerdo comercial de febrero. La respuesta es el secuestro y la posterior nacionalización de las refinerías. Los americanos entonces suspendieron el envío de petróleo desde Venezuela y Cuba se dirigió a la URSS para que satisficiera sus necesidades. Es de notar que, pese a representar en valor sólo el 5% de sus importaciones totales, el petróleo para Cuba es vital porque sus plantas termoeléctricas lo usan como combustible y porque toda su economía está, relativamente, mecanizada. Después llegó el turno del azúcar: los USA anularon la demanda de 1960 de 700 millones de toneladas que Cuba ofreció a la URSS a precio de mercado mundial, menor del aplicado a los USA y recibió garantías por parte de los países del bloque soviético de que importarían el azúcar producido en los próximos años. A la ofensiva del azúcar Cuba responde con nacionalizaciones de sociedades eléctricas, telefónicas y azucareras. El decreto del 6-08-1960 preveía el resarcimiento con futuras entradas de azúcar en los USA. Como se ve, Castro trata aún de mantener buenas relaciones con el mayor adquisidor de azúcar, es decir, los USA. Pero la ruptura es irreparable: estos rechazan las buenas relaciones y otras nacionalizaciones de filiales de empresas americanas de la industria de la goma, de la banca y una gran compañía de puros y cigarrillos tuvieron lugar. En octubre del ´60 son 400 sociedades nacionalizadas, de las cuales las 20 mayores de propiedad americana. Un nuevo ataque de los USA: embargo de las exportaciones hacia Cuba (excepto medicinas y ciertos genéricos alimenticios). Esta responde con la nacionalización de otras 168 sociedades americanas.

Después de estos hechos las relaciones comerciales de Cuba se modificaron enormemente. Los USA, que antes absorbían los dos tercios de las exportaciones de Cuba y tres cuartas partes de sus importaciones, serán sustituidos por otros países, principalmente la URSS y sus satélites. Las consecuencias de estos cambios son de diversa naturaleza. Así, desde el punto de vista técnico-económico, se hizo sentir gravemente la falta de partes de recambio de la industria cubana, construida toda en América: de los tractores a los automóviles, de los aparatos de control a los catalizadores para el refinamiento del petróleo. Ciertamente la estabilidad del régimen de Castro está ligada a la posibilidad de que la economía se consolide superando varias dificultades que son aquellas que han acentuado el desarrollo de las fuerzas anti castristas internas, ligadas económica e ideológicamente a los americanos, y han provocado ulteriores radicalizaciones del régimen.

Los últimos acontecimientos son notables. Es por ello superfluo recordar cómo se llegó a la clamorosa derrota de las fuerzas mercenarias contrarrevolucionarias que intentaron la invasión también desde México contando con el apoyo de las fuerzas internas contrarias a Castro. Errores garrafales de valoración, preparación y organización han procurado a América una de las más horribles imágenes de su historia (lo que, entre paréntesis, da mucho gusto) Y es inmediatamente después de estas acciones militares que se volvió claro para los dirigentes castristas que no podían sino buscar el apoyo del bloque soviético, para cuyo reconocimiento parcial el 1º de Mayo de 1961 se declara «socialista» a la revolución cubana.

 

 

Partido comunista internacional

www.pcint.org

 

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