El carácter desastroso de la política de los Frentes Populares

(Suplemento N° 2 de «El programa comunista» N° 44 ; Octubre de 2003)

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Delante de la tragedia de proletarios y campesinos chilenos, ni los partidos de «izquierda» de otros países, ni los residuos de los partidos chilenos en el exilio han creido bueno someter a la crítica las orientaciones esenciales de la «Unidad Popular». ¡Hasta han  reconstituido el borrador de una coalisión análoga; peor todavía, si críticas han habido, estas han sido dirigidas contra los errores extremistas de … Allende, culpable en opinión de estos «expertos políticos», de no haber suficientemente ampliado los límites de la coalisión gubernamental y de su base de apoyo en dirección de los grupos burgueses más importantes (como la Democracia Cristiana) y el ejército, o más aún de no haber tomado suficientemente en cuenta la necesidad de no bruscar a la pequeña burguesía ni tampoco a … los latifundistas!

Lejos de aportar el socialismo a las masas (un «socialismo» sin toma de poder, sin destrucción de la máquina de Estado burguesa, ni remplazo por una república obrero-soviética, etc.) y mucho menos de «vencer definitivamente el fascismo» - y sabemos que es con esta finalidad que habían sido nombrados a ciertos responsables militares al gobierno de la U.P.) Al contrario, la Unidad Popular ha aportado a los trabajadores chilenos la dominación feroz de Pinochet y de sus torturadores. No sólo la U.P. nada ha hecho por prevenir el golpe de Estado, sino que ha impedido toda resistencia por parte de los obreros y campesinos desarmándolos sistemáticamente. No obstante, a los ojos de los sedicentes «jefes» actuales del movimiento obrero, todos estos hechos no parecen deber justificar que se reconsidere esta táctica, sino sólo para acentuar sus aspectos más característicos y desastrosos.

En efecto, el Frente Popular, siendo la U.P. su enésima aplicación, se convirtió en la orientación táctica esencial de los partidos que se dicen «comunistas» actuales: esta «gran experiencia anti-fascista» constituiría, según sus «teóricos», una adquisición histórica irrevocable y definitiva, las premisas de todo progreso concreto del movimiento obrero.

En realidad, el Frente Popular se funda sobre presupuestos que han conducido ya en muchas ocasiones al proletariado a la masacre, y que han frenado, o incluso impedido totalmente la reanu-dación del movimiento,  incluso,  muchas veces  durante largos períodos históricos. La filosofía del frente popular es la misma que la de los «burgueses disfrazados en tribunos» a los cuales, ya en 1851, Blanqui, en perfecto acuerdo con Marx, atribuía la responsabilidad de la derrota proletaria de Junio de 1848 en París ( «¿Cuál escollo amenaza a la revolución de mañana? El escollo en que se destrozó ayer, la deplorable popularidad del burgués disfrazado en tribuno (…). ¡Las armas y la organización, he aquí el elemento decisivo del progreso, el instrumento serio para terminar con la miseria! ¡Quien tiene hierro, tiene pan. Nos hincamos frente a las bayonetas, barremos el tropel desarmado (...). En presencia de los proletarios armados, obstáculos, resistencias, imposibilidades, todo desaparecerá. Pero los proletarios que se dejen entusiasmar con paseos ridículos por las calles, con plantaciones de árboles de la libertad, con frases sonoras de abogado, primero habrá agua bendita, luego injurias, y al final ¡la metralla, la miseria, siempre!»).

La filosofía del Frente Popular, es también la de los populistas degenerados o mencheviques, con su culto a la «democracia revolucionaria», lo que significa en los hechos la defensa de los intereses de los burgueses y terratenientes, bajo el pretexto bien conocido de «no atemorizar a la burguesía». Es evidentemente la política de la social-democracia podrida, la que se ha traducido por la «Unión Sagrada» en la guerra imperialista, y contra la cual se dirigió la III° Internacional de Lenin.

Pero es también y sobre todo la filosofía del estalinismo, destructor de la III° Internacional, asesino de los compañeros de Lenin, «organizador de derrotas» proletarias: 1927 en China, 1936-39 en España (y en Francia), y más recientemente [estamos en 1975, NdR] en Indonesia la masacre de obreros y campesinos (gracias a las luces del «pensamiento Mao-Ze-dong»), he aquí algunos ejemplos de los efectos del frente popular estalinista, y post-estalinista.

«Cualquiera que sea la dificultad que tengamos en creerlo, escribía Trotsky en 1936, no menos cierto es que algunos cínicos tratan de justificar la política del Frente Popular reclamándose de Lenin, el cual, parece ser, ha demostrado que no se puede pasar de los ‘compromisos’ y en particular de los acuerdos con otros partidos.

Lenin comenzó su tarea en la Rusia zarista, donde no sólo los obreros, campesinos, intelectuales, sino también vastos sectores de la burguesía combatían el antiguo régimen. Si de una forma general una política de frente popular hubiese podido justificarse, esto se hubiese hecho en un país donde no se hubiese realizado la revolución burguesa. Señores, los falsarios harían bien en indicar ¿en cuál fase, en cuál momento, y en qué circunstancias el partido bolchevique ha realizado en Rusia un simulacro de frente popular? ¡Que se devanen los sesos, que busquen en los documentos históricos!

Los bolcheviques han pasado acuerdos de orden práctico con las organizaciones revolucionarias pequeño-burguesas para el transporte clandestino común de escritos revolucionarios, a veces para la organización en común de una manifestación en la calle o para responder a las bandas pogromistas. Luego de las elecciones en la Duma, recurrieron, en ciertas circunstancias, y en segundo grado, a bloques electorales con los mencheviques o con los socialistas revolucionarios. Es todo. Ni ‘programas’ comunes, ni organismos permanentes, ni renunciación a criticar a los aliados del momento. Este género de acuerdos y compromisos episódicos, estríctamente limitados a fines precisos —Lenin no tenía en vistas sino estos— no tenían nada en común con una política de ostentación, de declamación y de polvo en los ojos. A las primeras pruebas serias, el frente popular se partirá y todas sus partes constitutivas saldrán con resquebrajaduras. La política del frente popular es una política de traición.

La regla del bolchevismo en lo que concierne a los bloques era la siguiente: ¡Golpear juntos, marchar separados! La regla de los jefes de la Internacional Comunista de hoy es esta: ¡Marchar juntos, ser batidos separadamente! ¡Que estos señores se aferren a Stalin y Dimitrov, pero que se las arreglen por dejar a Lenin en paz!

Es imposible no indignarse cuando leemos las declaraciones de los vanidosos jefes que pretenden que el frente popular ‘salvó’ la Francia del fascismo; en realidad, esto quiere decir simplemente que nuestros atemorizados héroes se salvaron por haberse confortado mutuamente de un pavor más grande. ¿Por cuánto tiempo? Entre el primer levantamiento de Hitler y su llegada al poder, han pasado diez años entre flujos y reflujos. En la época, los Blum y Cachin [social-demócratas y estalinianos, NdR] alemanes proclamaron muchas veces su ‘victoria’ sobre el nacional-socialismo. No les hemos creído, y no nos hemos equivocado (…). La lucha (…) contra el fascismo y la guerra - por la paz, el pan, la libertad y otras bellas cosas - es o bien un simulacro o bien una lucha por derribar al capitalismo»

El rol que han jugado en el pasado los Louis Blanc, luego de los social-demócratas, hoy están los estalinistas y sus herederos que lo asumen desde 1926. Como los social-demócratas, estos han basado su política sobre la conservación del orden capitalista, por medio de alianzas entre la burguesía y el proletariado con pretensiones más o menos reformistas, sin vacilar en el momento (siempre como social-demócratas) de ir a reprimir con la más grande energía contra-revolucionaria a los sectores obreros «incontrolables» y las minorías de vanguardia, desde los bolcheviques auténticos hasta los centristas de izquierda o no (tipo POUM), si fuera necesario.

Semejante política de conservación burguesa ha logrado en definitiva, a es-cala mundial, la conservación del Statu Quo.

En los países atrasados, pese a sus pretensiones reformistas, antifeudales, anti-imperialistas, esta converge objetivamente con el imperialismo impidiendo la destrucción de estructuras arcáicas fosilizadas y el nacimiento de naciones burguesas modernas, como lo muestra ampliamente «la experiencia chilena» y como lo ha mostrado en forma resplandeciente el ejemplo de la China en 1926.

En los países capitalistas desarrollados, sus pretenciones anti-fascistas (el fascismo, reacción burguesa en el sentido más completo del término, siendo identificado en la ocurrencia como una reacción … feudal), resisten menos todavía a un análisis crítico serio, tanto desde el punto de vista teórico como desde el punto de vista práctico. Desde Marx, esto es un punto adquirido e indiscutible como el proceso de desarrollo económico del capitalismo es un proceso de concentración y de centralización del capital que viene acompañado de un reforzamiento de los antagonismos de clase y de la lucha de clase. Las dos líneas, la línea económica y la línea social, estrictamente entrecruzadas, imponen a la burguesía de hacer más rígida y concentrar su potencia política para reaccionar contra la disgregación del sistema y contra el estallido de la lucha de clase proletaria. El fascismo no puede, pues, ser combatido y abatido que por los métodos de la lucha revolucionaria proletaria. Tratar de oponerse manteniendo al capitalismo no puede significar sino dos cosas: por una parte se trata de impedir la explosión de la lucha de clase, por otra se asume - en la medida en que se puede - las tareas mismas del fascismo. Para demostrar que el fascismo es superfluo, los estalinistas, con sus frentes populares, han desarmado e impedido el armamento de los proletarios y asesinado la revolución; bajo la presión de los antagonismos sociales objetivos y de una crisis creciente, han terminado por librar a la clase obrera con las manos atadas al fascismo.

En las antípodas de la política de frente unido por la base, lo que significa la creación de una unidad de acción de todos los obreros independientemente de su filiación política para defender contra la ofensiva capitalista sus condiciones de vida y de lucha en el plan económico, político y militar - defensa que no es realizable si no existen los métodos de la lucha de clase y que constituye una base favorable para el acrecentamiento de la influencia comunista en las filas del proletariado - la política de frente popular es una política de capitulación total y sin condición delante del enemigo. En este sentido, - tan paradójico como pueda parecer - la política del «social-fascismo» o del «tercer período» no se distingue, en su esencia renunciadora, de la política del frente popular; a parte del hecho que no fue más que un giro empírico en el cuadro de una línea ecléctica en zig-zag, la cual desemboca en forma igual de empírica y ecléctica en el anti-fascismo más vulgar, la política estalinista de «izquierda» con respecto a los social-demócratas y demócratas «en general» en el curso de los años que inmediatamente precedieron a 1933, implica la renuncia al frente más elemental de auto-defensa de los obreros, el abandono, a través de la decersión de los sindicatos, de grandes masas de las manos de la social-democracia ya capitulacionista, más la adopción, en lo que concierne a la colaboración de clase, de una posición inusitada, la del apoyo indirecto e incluso directo al nacional-socialismo. (Hoy en día hay también una tercera variante: se invita directamente al frente popular a los fascistas «arrepentidos», a los Spínola en Portugal, a los franquistas y carlistas que se han fabricado una virginidad con la España de la futura «reconciliación general» ¡con la cual sueña Carrillo, el jefe del PCE!). [Y que hoy, 2003, se cumple plenamente, NdR]

 

La tragedia chilena vuelve una vez más a confirmar dolorosamente el carácter desastroso de la política de los frentes populares.

 

Desgraciadamente, el ABC del marxismo, que permite combatir de antemano tal política en forma inequívoca, no es el patrimonio sino de una ínfima minoría que lucha conra la corriente y que, por esta razón falta (¡hoy!) lazos orgánicos con las grandes masas, así como las fuerzas y los medios necesarios para influenciar y sustraer del yugo oportunista de las capas obreras de cierta importancia. Pero la tarea de esta minoría - penetrar en cada grieta abierta para el desarrollo de la situación objetiva para trabajar y organizar en partido a los elementos más capaces y combativos - no es realizable si no existe una claridad y continuidad políticas que reposen sobre una sólida disciplina teórica y programática que se reflejan en una acción apropiadas, sobre la base de enseñanzas estratégicas y tácticas de la lucha de clase.

La solidaridad con el proletariado chileno debe significar en primer lugar actuar en la medida de sus fuerzas, para evitar que en Chile y otras partes se repita, como muchas veces sucedió en el pasado, «la experiencia chilena».

(Septiembre de 1975)

 


 

(1) León Trotsky, «Francia en la encrucijada», 28  Marzo de 1936.

 

 

Partido comunista internacional

www.pcint.org

 

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