Madrid, masacre de proletarios por el terrorismo reaccionario

(Suplemento N° 3 de «El programa comunista» N° 45 ; Octubre de 2004)

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La masacre de Madrid lleva la marca indeleble de la reacción burguesa quien, en este caso particular utiliza la mano de obra y la ideología del fundamentalismo islamista. A varios minutos de  intervalo, ese jueves en la mañana, en horas de gran afluencia, una decena de bombas explotaban en 3 trenes repletos de pasajeros: 200 muertos (cifra que sin duda deberá aumentar, dado el estado de algunas víctimas), más de 1500 heridos entre  obreros, escolares, mujeres y niños. Era fundamentalmente proletario el blanco de estos atentados.

Sin perder un instante, el gobierno de Aznar utilizó esta masacre de trabajadores para sus sórdidos intereses electorales. Disimulando todos los índices contrarios, presionando a los medias nacionales dóciles, activando su red diplomática al más alto nivel, acusando a ETA de haber perpetrado la matanza - acusación que sin titubear retomó toda la prensa internacional: es importante saber que la lucha contra esta organización fue uno de los temas centrales de la campaña electoral del gobierno (este había anunciado ade-más, con gran alboroto, el haber puesto en estado de emergencia a la policía previniendo un atentado de ETA en los trenes o aeropuertos durante la campaña electoral…).

Como todo gobierno español, el gobierno Aznar hizo de la «lucha contra el terrorismo vasco» un eje fundamental de su política, en vista de que este tipo de propaganda alimenta el nacionalismo castellano: además de ser una cómoda excusa para reforzar la autoridad del Estado central, permitiendo desviar el descontento social hacia la calle ciega de las oposiciones nacionalistas o hacia querellas regionalistas, disimulando que es la lucha de clases la verdadera causa de las tensiones sociales: proletarios, sean castellanos, catalanes o vascos, contra burgueses y pequeño-burgueses vascos, catalanes o castellanos, que los explotan.

La ETA y el partido Batasuna recientemente declarados fuera de la ley, constituyen el ala extrema del movimiento nacionalista de la burguesía vasca que busca arrancar un máximo de concesiones al Estado central. Integralmente burgués en todas sus componentes, incluso en las más «radicales», el nacionalismo vasco es reaccionario por su aspiración a separarse de Madrid y a fundar un nuevo Estado independiente. Residuo olvidado de la revolución burguesa, la cual en el siglo XVIII vió nacer los Estados nacionales en Europa, representa hoy un provincialismo impotente para una época de internacionalización cada vez más amplia del capitalismo: a más fuerte razón, este no puede ofrecer ninguna perspectiva a los trabajadores explotados por aquel.

 

EL ULTRA-TERRORISMO DE LOS GRANDES ESTADOS BURGUESES Y DEMOCRÀTICOS

 

Los grandes Estados imperialistas que dominan el planeta, condenando a poblaciones enteras a la miseria, el hambre, la guerra, diezmando a la humanidad para preservar o acrecentar sus burgueses intereses, tienen todo salvo las manos limpias. Son ellos los ultra-terroristas que no dudan en bombadear poblaciones civiles, arrasar  ciudades u organizar verdaderos genocidios. Sin ir hasta las guerras mundiales causadas por las rivalidades imperialistas, basta recordar dos ejemplos recientes: luego de la primera guerra del Golfo, el embargo anglo-estadounidense contra Irak (con participación de Francia durante varios años) habría causado la muerte prematura de centenares de miles de ni-ños; en Ruanda han sido los militares franceses quienes armaron a los asesinos y creado las condiciones pa-ra esta masacre de casi un millón de  personas. He aquí lo que cometen las «democracias» y Estados que los burgueses nos llaman a defender … contra el terrorismo!

Las masacres y horrores difundidos en el mundo entero por los grandes Estados «civilizados» blancos, desde hace dos siglos (comenzando por los millones de víctimas de la esclavitud y la colonización que enriquecieron a los grandes Estados europeos), regresan como un boomerang a las metrópolis imperialistas y a las grandes ciudades, símbolos del progreso capitalista como Estambul, Ryjad o Casablanca.

Las masacres de trabajadores y civiles, sean estos cometidos «industrialmente» por medio de gigantescos ejércitos superpotentes, o «artesanalmente» por algunos terroristas, son características del capitalismo y de la sociedad burguesa. Las fracciones burguesas, en permanente competencia, se libran a una guerra comercial, financiera y diplomática; llegado a un cierto nivel estas rivalidades desembocan en enfrentamientos sangrientos, en actos terroristas o en guerras abiertas. La guerra en Irak no ha sido la última de las guerras «locales» desatadas por los enfrentamientos entre burgueses, por su voluntad de mantener su dominación sobre poblaciones colonizadas y por el reparto del mundo entre imperialistas, y que han ensangrentado al planeta desde finales de la II Guerra Mundial. Inevitablemente, estas guerras con todas sus tragedias, así como las desastrosas consecuencias que genera la sociedad capitalista, engendran revueltas entre las masas oprimidas; pero, ante la ausencia de un movimiento proletario revolucionario, organizado internacionalmente y luchando abiertamente por el derrocamiento del capitalismo, estos empujes de revuelta, cuando escapan a la mistificación democrática, son canalizadas fácilmente sobre el lecho de una reacción de tipo pequeño-burguesa, religiosa o fascista. Estas no pueden entonces de ninguna forma, ni oponerse realmente al capitalismo, ni ser cualquier punto de referencia para la lucha de los explotados; estas se transforman, al contrario, en un callejón mortal y sin salida para estos últimos.

 

¡ Proletarios, camaradas !

 

Todos los medias han relatado abundantemente las gigantescas manifestaciones luego de los atentados en España en nombre de la democracia y la patria. Estas manifestaciones, que en algunos momentos se transformaron en manifestaciones anti-gubernamentales contra Aznar, y las elecciones que dieron como resultado la victoria «inesperada» para el PSOE, han mostrado de nuevo que el alineamiento con los Estados Unidos - política tradicional del franquismo - encontra-ba una muy fuerte oposición en España. Signo de la potencia del nacionalismo español, igualmente muestran la fuer-za aún aplastante de las ilusiones democráticas, pacifistas y reformistas dentro de las filas del proletariado el  cual se ha visto en la primera línea de las víctimas de los atentados. La victoria electoral del PSOE, partido anti-proletario y corrompido hasta la médula, no es una victoria de los trabajadores. Con algunas modificaciones superficiales, la misma política económica y social burguesa proseguirá; sobre el plan de la política exterior, el PSOE no podrá dejar es-capar a España del alineamiento detrás de Estados más potentes y preservar-la de enfrentamientos militares que inexorablemente el capitalismo desencadena.

Los proletarios de Madrid, Bilbao, Barcelona o de otras partes no tienen patria; no tienen una España, un País Vasco, una Cataluña u otra región a reivindicar frente a los otros. Explotados por el capitalismo, prestos a todo por sus ganancias, llegando hasta suscitar nacionalismos y organizar atentados, los proletarios no tienen cadenas qué defender. Como los proletarios de todos los países, estos no ligan su suerte al capitalismo que los explota, los extenúa de fatiga, los hace morir en el trabajo o los arroja a la miseria licenciándolos; no deben solidarizarse con el Estado que los controla, reprime y los envía a la guerra como carne de cañón: en una palabra, no deben defender una «patria» que no es otra que la de sus explotadores.

Los proletarios pueden luchar contra el clima social de terror enórmemente amplificado por los atentados, a condición de romper con la unión nacional y el Estado burgués, a condición de movilizarse por la defensa exclusiva de sus solos intereses de clase, directamente opuestos a los intereses burgueses y pequeño-burgueses. Estos utilizan los atentados para paralizar a los proletarios con la unión democrática interclasista; bajo pretexto de «seguridad» estos acentúan todos los aspectos represivos del Estado; a fin de dividir a los trabajadores, agravan la campaña permanente que coloca a los proletarios inmigrados y a sus hijos en la posición de potencial amenaza contra los proletarios nacionales, contra su «seguridad», contra sus empleos, sus salarios. El proletariado encontrará su identidad y fuerza de clase, podrá encontrar la vía de oposición al sistema capitalista cuando ose plantearse la lucha abierta por la defensa de sus intereses inmediatos e históricos, constatando la oposición frontal de sus intereses con los intereses llamados «generales» o nacionales. Es esta reanudación de la lucha de clase la verdadera perspectiva que hay que defender.

¡No a la paz entre las clases, ni a la unión nacional suscitadas por la burguesía y sus sirvientes! ¡No al imperialismo!

¡Sí a la unión de todos los proletarios de todas las categorías, regiones, razas y países por la lucha anticapitalista! ¡No a las discriminaciones raciales, nacionales, religiosas u otras. ¡Sí a la solidaridad con las víctimas de «nuestro» propio imperialismo!

¡No a la trampa del «anti-terrorismo», que no sirve en los hechos sino a reforzar el poder burgués! La lucha de clase proletaria es la sola solución para defenderse eficazmente contra los ataques de la policía y del Estado, sino también contra las bandas terroristas reaccionarias, ayer escuadrones de la muerte o grupos fascistas, hoy comandos islamistas.

¡Sí a la lucha de clase, sí a la organización clasista por la lucha de defensa cotidiana, sí a la reconstitución del partido de clase internacional para orientar y dirigir esta lucha hacia la revolución internacional y la toma del poder! Sólo el derrumbamiento del capitalismo, la instauración de la dictadura internacional del proletariado necesaria para abrir la vía a la sociedad sin clases ni fronteras - la sociedad comunista - pondrá fin a las masacres, a las guerras y miserias de todo tipo.

 

15 / 03 / 2004

 

Partido comunista internacional

www.pcint.org

 

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