Detrás de la «marchantica»¹ de los helados «EFE» y «Tío Rico»…

(Suplemento N° 9 de «El programa comunista» N° 48; Diciembre de 2008)

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Desde la crisis gubernamental en Haití, determinada por una crisis social y económica permanentes, y que se agudiza ahora con la expulsión – y antes, con la llegada al poder – del gobierno reformista de Aristide (2004), una fuerte masa de candidatos a la inmigración se ha acrecentado en ese país, pobre entre los más pobres del mundo, y con una inmensa deuda impagable de más de 20 mil millones de dólares.

 Allí, mientras sólo el 1% de la población controla el 48% de la riqueza del país, el 80% restante vive con menos de un dólar diario; la expectativa de vida ronda los 55 años; la tasa de mortalidad infantil es de 80/1.000, y la mitad de los que logran nacer presentan desnutrición crónica; el analfabetismo ya ronda el 50%.

Los proletarios haitianos están obligados a emigrar so pena de perecer por inanición en su propio suelo, o por la represión más cruenta llevada a cabo por varios ejércitos de la ONU y de Sudamérica disfrazados de «cascos azules», además de los grupos paramilitares, los sanguinarios «Tonton Macoute», que gozan todavía del apoyo de las capas burguesas dominantes.

Según cifras oficiales, desde la caída de Aristide, que muy poco hizo por mejorar su situación, han llegado a Venezuela unos 7500 haitianos muy pobres, ilegales la gran mayoría, aunque por el momento son poco controlados por el Estado venezolano.

Pero, a pesar de cierta favorable difusión, en los medios oficialistas, de su historia como nación de esclavos emancipados, que prestaron ayuda a los independentistas sudamericanos; a pesar de despertar las simpatías de algunos elementos de vanguardia del proletariado venezolano; a pesar de todo esto, las condiciones de vida y de trabajo de la mayoría de estos proletarios «extranjeros», en Venezuela, no han mejorado con respecto a las que sufren en Haití, su país natal.

En el primero, país millonario en barriles de petróleo, los haitianos no sólo son maltratados por la policía y la misma población autóctona, sino también por mafias que operan entre ellos, quienes, al parecer, los someten a condiciones tan sórdidas que sólo pueden compararse a las de sus ancestros…

 

«Ser heladero, es un asunto de haitianos»

 

Estos proletarios, con una piel curtida y oscura, dispuestos a sudar en las tareas más inclementes bajo el sol, viven un sinfín de vicisitudes cotidianas: sufren vejaciones, los cubren de insultos racistas o xenófobos; les recuerdan despectivamente su origen y condición de pobres entre los más pobres; en los barrios bajos o poco organizados les roban y pillan los helados, pistola en la sien o por la fuerza del número; además de una mafia haitiana que ronda a su alrededor que también los roba y amenaza si dicen algo. Aun cuando la empresa detenta una licencia que le permite vender helados de manera ambulante, la policía acosa a nuestros heladeros constantemente, terminando la heroica tarea de molestarlos con la confiscación y consumo de la mercancía.

 

Sus condiciones de vida

 

Como en muchas partes del mundo moderno, estos forzados duermen en espesa promiscuidad y hacinamiento, en pequeñas posadas, pensiones, ranchos, etc., de a diez y más en promedio por habitación, no dominando sino el francés y el creole, lo que trae en consecuencia tremendas dificultades para desenvolverse con un español por la mitad, etc. «En una casa pueden vivir hasta más de 60 personas hacinadas. Y no tienen mayor derecho a reclamar, puesto que son ilegales», afirma uno de sus representantes.

 

El papá de los helados

 

Los inmigrantes haitianos llegan a Venezuela dispuestos a ejercer todo tipo de oficio, con tal de ganarse el pan cotidiano y ahorrar un poquito para enviar a sus familiares; y, por supuesto, estas necesidades inminentes los burgueses criollos las han aprovechado al máximo.

Prácticamente, han sido las empresas fabricantes de helados, las que han absorbido el grueso del contingente de inmigrantes haitianos. La primera de ellas es, sin duda, Helados «EFE», antiquísima empresa familiar que, desde 1987, pasó a formar parte del emporio Polar del Grupo Mendoza.  Hoy, es la que domina el sector con un 65-70% de partes de mercado; sus ventas ascendieron el año pasado a unos $55 millones, representando un aumento neto de 6% con respecto al año anterior. Sus acciones se cotizan en la Bolsa de Caracas alrededor de BsF50, con un valor de mercado de unos 30.000 millones de bolívares.  Posee un batallón de 5.500 vendedores ambulantes concentrados la mayoría en la capital venezolana, y cuyo peso representa un 60% de todas las ventas. Sin embargo, esto no le impidió a «EFE», hace poco, aumentar en un 4O% el precio al detalle… ¡Colosal el beneficio, cuando vemos que se trata de un mercado de 23 millones de litros de helado que se consumen al año nacionalmente!

La segunda gran empresa del sector es «Tío Rico», vendida hace una década por el grupo Cisneros a la multinacional Unilever, esta heladería posee un 36% del mercado nacional, es dueña de unos 3 mil carritos de helados, cuyo peso representa el 80% de todas sus ventas; evidentemente, sus beneficios y el capital deben ser menores que los de la «EFE».

 

Condiciones de trabajo en estas empresas

 

Por principio, las condiciones ofrecidas a estos proletarios por estas empresas fabricantes y vendedoras de agua, azúcar y leche frígidas, no pueden ser honestas; el capital y el trabajo, los burgueses y los proletarios tienen intereses contrapuestos, y no puede ser de otra manera. Cierto es que Burgueses y Proletarios no pueden vivir separados, unos dependen de otros, pero la muerte y la explotación de los segundos significan la vida y la prosperidad para los primeros.

Formalmente, nuestros heladeros haitianos trabajan por cuenta propia y bajo una supuesta franquicia. Aparte está el hecho de que el sol (permanente en Venezuela) y las escuelas llaman a los helados, contando además con una población adolescente y una tasa de natalidad óptimas. Muy bien, pero, y cuando llegan las lluvias y las vacaciones escolares, ¿cómo recuperan la diferencia? 

Esto no es más que una explotación disfrazada del trabajo obrero, pero sin sus inconvenientes, además de generarse entre los heladeros una competencia feroz; en realidad, trabajan a destajo, y sus ganancias rondan los 35O Bs F semanales, modesta suma que no equivaldrá jamás al esfuerzo y a los riesgos que corren diariamente, pero que le generan ganancias a la empresa de alrededor de 5 o más veces en relación al monto percibido por los mismos heladeros, durante ese mismo lapso. Multipliquemos. No obstante ya es evidente que las ganancias de los heladeros son menores que las de «EFE» y «Tío Rico», ya que los porcentajes que los heladeros anuncian oscila entre 18 y 27%. Y estos porcentajes los divulgan difícilmente, no sin desconfianza; además que, por diversas razones, probablemente abulten las cifras...

 

¿Y entonces por qué los haitianos no regresan a su país,  a luchar contra la miseria que los llevó a emigrar?

 

¡Regresen o no a su país, hoy dejamos al patrón, a los jefecillos de la «EFE» y «Tío Rico», y a la mafia haitiana, que los exploten y devoren a merced!

Repetimos sin descanso: los proletarios no tienen patria; ellos debe ser solidarios entre sí, sea cual sea su nacionalidad. La solidaridad de los trabajadores del país – que en general viven una situación menos urgente que la de los inmigrantes, y con menos represión legal y extra-legal – debe ser expresada de manera activa hacia estos inmigrantes. No es una cuestión «humanitaria» o «democrática», sino una necesidad de la misma lucha de clase: dejar sin defensa frente a los patronos a una fracción de los trabajadores, so pretexto de que son extranjeros (o que son negros, o profesan tal o cual religión, etc.), significa debilitar a todos los trabajadores, debilitar la correlación de fuerzas que deben siempre oponer a los capitalistas.

Los beneficios sacados de la explotación de los heladeros haitianos van a parar, ante todo, a las sociedades capitalistas que los explotan; pero también sirven a aumentar la tasa media de ganancias del capitalismo venezolano en su conjunto, es decir, a reforzar a los capitalistas de Venezuela con respecto a todos los proletarios del país.

Si hoy no somos capaces de defender a nuestros hermanos inmigrantes, mañana mucho menos seremos capaces de defendernos a nosotros mismos, y mal podríamos hablar de emancipación de la clase obrera, si no somos capaces de reconocer y denunciar la opresión que ejerce el Estado burgués, las mafias, y los propios burgueses sobre una fracción de nuestra propia clase. ¡Defender hoy las condiciones de unos, es defender mañana las condiciones de todos!

El proletariado debe estar consciente que la inmigración es congénita al capitalismo; no hay expansión de este sin olas de inmigrantes; adonde va el capital va la inmigración, no hay una sin el otro.

Los inmigrantes conforman la fracción más débil de nuestra clase, hasta el punto que su defensa y amparo, y nuestra solidaridad, se convierten tanto en la ocasión para los capitalistas de realizar ataques contra una fracción de las clases trabajadoras, como la ocasión para el estallido de una lucha general de todos los proletarios que viven y trabajan en América, Europa – y en todo el mundo - contra la lógica del capitalismo.

En épocas de crecimiento económico sobresaliente, el capitalismo llega a su máximo cinismo cuando abre las puertas nacionales a estos inmigrantes que les son necesarios como mano de obra.

Pero, cuando ya no la necesita, cuando el capitalismo cae en crisis, víctima de sus propios límites, y las ganancias se atascan o se pierden en el crac bursátil, entonces las expulsa y cierra sus puertas a las migraciones por venir.

 

 

¡Solidaridad con los inmigrantes sea cual sea su origen, creencia religiosa u opiniones políticas!

¡Solidaridad con los trabajadores haitianos en Venezuela!

¡La solución a las expulsiones y vejaciones diversas, además de la explotación, es la lucha y la fraternidad entre trabajadores autóctonos e inmigrantes!

¡Por la unidad de intereses y de acción de todos los trabajadores, inmigrantes y nacionales!

 ¡Papeles para todos y sin ninguna condición!

¡Abajo las bandas policiales, brazo armado del capitalismo contra los proletarios!

¡Por un frente único de luchas proletarias, por la unidad de clase poco importan las razas, fronteras, colores, creencias religiosas y políticas, y por la lucha por los intereses de clase de todos los proletarios!

¡ PROLETARIOS DE TODOS LOS PAÍSES, UNÍOS !

 


 

1.  Según su historia, que data de 1927, este carrito de tres ruedas – y sin motor – que trae una música bien característica, se le llama «marchantica», sistema de venta ambulante que al parecer es único en el mundo. También al parecer, el patrón piensa que el haitiano que empuja este carrito de peso considerable, durante horas y kilómetros, incluso en pendiente, y que pasa por costumbre tradicional, debe sentirse orgulloso de tan buen invento.

 El proletario haitiano piensa que es un maldito invento y una estúpida tradición, de la cual sin embargo subsiste, es verdad, pero ¿a qué precio?

 

Fuentes:

Entrevistas con los propios heladeros; Fritz Saint Louis, miembro del Comité de Solidaridad con Haití, en entrevista para la revista ENcontrARTE, de Aporrea.org, n°67, 21/5/2007; VeneEconomía Mensual, Agosto 2001; http: // es.Wikipedia.org / wiki/Helados_EFE;  páginas del buscador google.

 

 

Partido comunista internacional

www.pcint.org

 

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