Egipto entre represión militar, reacción islamista y luchas obreras.

La amarga victoria de la democracia.

( Suplemento Venezuela  N° 17 de «El programa comunista» N° 49 ; Junio de 2012 )

 

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Diez meses después de la caída de Moubarak entre el alborozo popular, los medios de comunicación del mundo entero han anunciado de inmediato la «victoria de la democracia» en Egipto, con las primeras elecciones libres que han visto el triunfo de partidos islamistas reaccionarios, y la represión sangrante por los militares de la ocupación y de los manifestantes de la plaza Tahrir que se saldó con decenas de muertos.

Si los burgueses ilustrados pudieron experimentar algún apuro ante estos eventos, se tranquilizaron sin duda comprendiendo que se requieren  dos aspectos complementarios, ligados entre sí, del mismo fenómeno de refuerzo del orden burgués que se había  tambaleado por las manifestaciones y las luchas de comienzos del año. Es esto lo que explica la moderación de las reacciones de los gobiernos de los países llamados «periféricos»: la restauración de la estabilidad política y social en un país de más de 85 millones de habitantes situado en el corazón de una zona estratégica para el capitalismo mundial, ha necesitado la acción conjugada del opio democrático y religioso, y los tiroteos de la soldadesca y de los grupos paramilitares. Sobre todo en el momento en el que se cierne la amenaza de la agitación obrera…

 

TODOS UNIDOS CONTRA LAS LUCHAS OBRERAS

 

Prácticamente desde el día siguiente de la caída de Moubarak, el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas (CSFA) que había tomado las riendas del poder, condenaba en un comunicado las acciones reivindicativas por poner en peligro de seguridad nacional; el 23 de marzo el nuevo gobierno nombrado por los militares prohibía las asambleas, manifestaciones y huelgas que entorpecen la buena marcha de las empresas públicas o privadas, los culpables se exponían hasta a un año de cárcel y a fuertes multas.

El portavoz de los Hermanos Musulmanes (corriente islámica tradicional que constituye la única verdadera fuerza de oposición que era tolerada bajo Moubarak) manifestaba desde mediados de febrero su «comprensión»  en relación a la posición de los jefes militares, culpando también a las acciones reivindicativas de zafar el consenso nacional, mientras que un eminente responsable salafista (corriente islámica de extrema derecha) llamaba al fin de las huelgas y de los «sit-in» de los trabajadores. En abril, el gran muftí, la mayor autoridad religiosa de Egipto, declaraba que los instigadores de acciones reivindicativas «violaban las enseñanzas de Dios» (1).

Esta campaña contra las huelgas y las luchas obreras ha sido relevada a lo largo de los meses por los periódicos y los canales de televisión. Cuando no estaban siendo denunciados por estar manipulados por los «elementos contrarrevolucionarios», los proletarios en lucha eran acusados de defender egoístamente sus propios intereses en lugar de pensar en el interés general de la nación; se buscaba hacerles avergonzarse afirmando que los manifestantes de la plaza Tahrir , habían luchado por la patria: «todos sus eslóganes se tornaban hacia la significación de la libertad, ya que los manifestantes habían dejado de lado sus reivindicaciones propias y no soñaban nada más que con el advenimiento de la libertad. No demandaban más subidas de los salarios o de las primas (…). El contagio de puntos de vista mezquinos no tenía lugar entre ellos, como es el caso de aquellos que se adhieren a las luchas reivindicativas continuas, histéricas y vengativas» (2). Así es como los burgueses alfombran el camino de los proletarios cuando estos dejan de lado sus intereses de clase y no buscan «mezquinamente» mejorar su suerte, a riesgo de poner en peligro los sacrosantos beneficios capitalistas.

Y es que en efecto la caída de Moubarak, que había estado precedida y en cierta manera preparada por las huelgas del 2008, ha sido continuada por un nuevo y fuerte empuje de las luchas proletarias, a pesar de todas las medidas y campañas antiobreras. Durante la oleada sin precedente de luchas obreras en 2008, el número de huelguistas que se estima  alcanzó los 240.000 (3). En febrero de 2011, cuando el movimiento contra el régimen alcanzaba su punto más álgido, hubo 489 «acciones colectivas» de obreros (el número de participantes no se conoce) frente a los 42 en enero. El número de huelguistas de marzo a agosto ha sido aproximadamente de 400.000, cifra ya muy importante para un país como Egipto, poco industrializado y donde las huelgas son muy raras. Pero en septiembre su número se estimaba que había aumentado hasta una cifra com-prendida  entre  los 500  y los 750.000, más que en todo el año 2008. Ha tenido este mes muchas grandes huelgas llegando alguna vez a todo el país como la huelga de los profesores (250 a 500.000 huelguistas) y otras 6 grandes huelgas implicando alrededor de 160.000 trabajadores, entre ellos, los trabajadores de correos, los trabajadores de los transportes del Cairo, los de las refinerías de azúcar, etc., así como las huelgas limitadas a una sola fábrica o ad-ministración donde participaron en total algunas decenas de miles de trabajadores. Aunque no disponemos de cifras más recientes, el movimiento se mantiene, incluso amplificado, en el mes de octubre a pesar de la campaña electoral para las elecciones de noviembre: los trabajadores egipcios no han sido todavía golpeados por el funesto hábito de las treguas electorales.

Estos movimientos de lucha han sido dirigidos u organizados por los nuevos sindicatos que vienen de reconstruirse al margen o contra el antiguo sindicato oficial, incluso por los comités de huelga, a veces coordinados a nivel regional como en el caso de los profesores del norte Sinaí.

Las reivindicaciones más corrientes son las de los aumentos de salario (y la creación de un salario mínimo), la contratación como indefinidos de los trabajadores temporales, el despido de jefes particularmente odiosos, la mejora de las condiciones de trabajo; frente a reivindicaciones de carácter más reformista como el incremento de las inversiones de Estado en tal o cual sector, la renacionalización de empresas  privatizadas en los últimos años o el mejoramiento del servicio público de Educación nacional; estos últimos reflejan sin duda la influencia todavía bien real de las fuerzas burguesas entre los trabajadores (sobre todo en ciertos sectores como por ejemplo entre los profesores donde los Hermanos Musulmanes están muy presentes y dirigen el sindicato). Lo que pone realmente en movimiento a los proletarios son las reivindicaciones elementales para sus necesidades inmediatas de supervivencia, después de años en los que los salarios eran muy bajos mientras no cesaba de aumentar el coste de la vida.

 

REPRESIÓN Y ELECCIONES

 

Las Autoridades militares del CSFA se han empleado desde febrero en poner fin a la agitación, volviendo poco a poco a los buenos viejos métodos represivos, tras el período de vacaciones de las fuerzas del orden que siguió a la caída de Moubarak.

Incluso antes de las últimas manifestaciones, más de 12000 personas habían sido así ya condenadas por los tribunales militares en virtud de las leyes de urgencia que están siempre en vigor, la práctica de la tortura ejercida sistemáticamente en las prisiones egipcias y el recurso a los esbirros paramilitares contra las huelgas se vuelve cada vez más frecuente y se ha asistido de nuevo en las últimas semanas a los raptos y las desapariciones de militantes conocidos. El CSFA no ha dudado en desencadenar los odios interconfesionales. Aunque la bestial represión de una manifestación de coptos (4) en El Cairo el 9 de octubre causaba 27 muertos, los medios de comunicación oficiales acusaban a los propios coptos de haber atacado a los soldados y estos llamaban a la población a defender al ejército contra los cristianos.

Pero una maniobra grosera del CSFA a la vista de las elecciones ha puesto en peligro este proceso. Poco versados en el arte sutil de la utilización del opio democrático, los militares decretaban a mediados de noviembre los «principios supra-constitucionales» que volvían a dar al ejército un estatus particular por encima de las instituciones civiles (el parlamento y el gobierno no habían tenido todavía derecho de revisar el presupuesto militar, el ejército se reservaba el derecho de modificar la futura constitución, de disolver el parlamento, etc.).

Para oponerse a este decreto, una jornada de manifestaciones se organizó el 18 de noviembre, apoyada por los partidos islamistas que temían que se esfumase su victoria electoral anunciada y los reagrupamientos nacidos de la «revolución» de febrero, mientras que los partidos tradicionales de izquierda como el Partido Comunista Egipcio, los social-demócratas, el Tagammu (del que formaba parte el PC, ilegal en la época de Moubarak, así como los dirigentes del sindicato oficial), eternas sabandijas del poder, o el Wafd (pseudo-partido de oposición bajo el antiguo régimen), rehusaron el llamamiento.

Después de que decenas de miles de personas comenzaran a manifestarse pacíficamente en El Cairo, el estallido de una sangrienta represión dejando decenas de heridos entre los ma-nifestantes que querían volver a ocupar la plaza Tahrir, se prendió fuego a la pólvora. Cientos de miles de personas bajaron al día siguiente a las calles de El Cairo, Alejandría y otras ciudades para mostrar su ira  gritando su oposición al gobierno. Pero después de las negociaciones con los militares y la dimisión del primer ministro, los Hermanos Musulmanes, tranquilizados por el hecho de que las elecciones no iban a ser atrasadas, y que el CSFA se comprometió a entregar el poder a los civiles en los meses siguientes, apelaban a sus partidarios a no manifestarse.

Las manifestaciones continuaron al día siguiente con las reivindicaciones de la dimisión de Tantawi (el jefe de CSFA, que planeaba convertirse en un candidato a la presidencia), de un gobierno civil, etc. Ni las elecciones del 28/11, ni la continua represión (otros 17 muertos en las últimas semanas de diciembre) tuvo éxito en poner fin a la protesta, lo que demuestra la profundidad del descontento en el país. Pero a pesar de toda su potencia numérica, el movimiento fue condenado a la impotencia por la nulidad de sus reivindicaciones políticas, de carácter típicamente pequeño-burgués: democracia, gobierno civil de unidad nacional, etc... y finalmente agotado.

Balance de Amer: decenas de muertos, miles de arrestados para que la «democracia» triunfe bajo la forma de una alianza, al menos temporal, entre el ejército y los Hermanos Musulmanes, dando la victoria en las elecciones a los partidos religiosos de la derecha y de más a la derecha (5)...

Pero esta victoria no significa el fin o la atenuación de la lucha de clases en Egipto, ni la estabilización de la si-tuación política será la consecuencia. El falible capitalismo egipcio no tiene los medios para satisfacer a los trabajadores, sino de manera temporal y limitada; es imposible garantizar el empleo para la gran masa de desempleados, alimentado permanentemente por el éxodo rural. No puede sobrevivir en la competencia internacional nada más que presionando a su proletariado al máximo, nada más que imponiéndole bajos salarios y malas condiciones de vida y de trabajo. Sus dificultades económicas y sociales, agravadas por las luchas obreras y el regreso de decenas de miles de trabajadores que dejan de buscar trabajo en Libia y en otros lugares, por la caída del turismo, por no mencionar otras recaídas de la crisis capitalista internacional (disminución de las oportunidades en la industria textil,  disminución del tráfico en el Canal de Suez, caída de la inversión extranjera, etc.), no le dejan otra opción. No tiene los medios, como los países capitalistas más ricos, para el mantenimiento de una amplia gama de amortiguadores sociales para calmar las tensiones sociales (¡y de hecho ellos mismos tienen menos medios!), la subvención de los alimentos básicos, que es fundamental para evitar una explosión social, ya es una carga para él, de la que aspira a deshacerse tan pronto como sea posible ...

Al servicio del capitalismo nacional, está la democracia egipcia, nacida bajo los auspicios más reaccionarios, que no puede continuar con la tradición represiva contra los trabajadores del régimen anterior.

Así que esperamos de los grandes combates de los proletarios de Egipto, para dirigirlos en las mejores condiciones, que abandonen la coraza interclasista, nacional-religiosa y se organicen sobre las bases de la independencia de clase. El primer paso elemental pero gigantesco, ha sido dado de forma espontánea: sirviendo como ejemplo para los trabajadores del mundo entero, los proletarios egipcios han entrado valientemente en lucha, lo que socava un régimen aparentemente todopo-deroso; les restan todavía muchas dificultades que superar, muchas experiencias que acumular,  para frustrar los esfuerzos de aquellos que quieren volver a la docilidad a la que les forzaban anteriormente.

El siguiente paso, el de organizar un partido de clase para superar el horizonte de la lucha inmediata y entrar en combate contra el capitalismo, no se podrá realizar sino en estrecha relación con la vanguardia proletaria de los otros países, especialmente de los países capitalistas dominantes, cuando se hayan roto los lazos que la paralizan desde hace décadas.

Por difícil que parezca el camino, por lejano que parezca este objetivo, la perspectiva está objetivamente abierta por la crisis mundial capitalista, que inexorablemente socava todos los equilibrios del período anterior.

¡El porvenir es la lucha proletaria, en Egipto como en todas partes!

6 / 02 / 2012

 


 

(1) «Golpeando a los trabajadores egipcios», «Striking back at Egyptian workers», Merip Informes N ° 259 (verano 2011).

(2) Ibid.

(3) Las siguientes son las cifras dadas por Anne Alexander, Al Ahram (Edición en Inglés), 16/12/2011; estas son las cifras de la ONG egipcia Awlad al-Ard, que publica periódicamente estadísticas sobre huelgas (desconocemos sobre qué bases se establecen).

(4) Una «exención parcial» de la ley de emergencia fue anunciada oficialmente el 24 de enero por los militares en el aniversario de la revuelta contra Mubarak. Pero la más brutal represión continúa...

 (5) Los coptos son una minoría cristiana, que representa aproxima-damente el 10% de la población, que cuenta entre sus miembros con una fracción influyente de la burguesía, que sirven, como tal, de chivo expiatorio conveniente.

(6) La segunda vuelta de las elecciones tuvo lugar a mediados de diciembre en las provincias rurales del sur, con una participación mucho más alta, que confirmó los resultados de la primera ronda, donde los Hermanos Musulmanes habían recibido al menos un tercio de los votos, el salafista Partido Nour más de un cuarto, seguido de mucho más lejos, de dos partidos de la burguesía, los «Egipcios Libres», que con el apoyo de los grandes capitalistas, podía darse el lujo de una campaña llamativa que les permitió tener cerca de 15% de los votos, y el Wafd, el viejo partido tradicional de la burguesía democrática, basada en lo que queda de las redes de clientelismo: el 7%.

Una tercera y última ronda se celebró en enero, entonces eran las elecciones al Senado, y, por último, de acuerdo con la promesa de Tantawi a los Hermanos Musulmanes, las elecciones presidenciales deben celebrarse en junio, consagrando la transferencia formal del poder político de los militares a los civiles .

Pero incluso si esa promesa se ha cumplido, el peso político del ejército, que es una potencia económica de primer orden en Egipto, seguirá siendo preponderante.

La tasa de abstención fue, al parecer de entorno al 40% de los votantes inscritos, a pesar de todos los incentivos para votar, en algunas ciudades la consigna de boicot fue seguida en particular: esto significa que la mayoría de los ciudadanos ha rechazado entonces «las primeras elecciones libres»...

 

 

 

 

POSTERIORMENTE ...

  

El primero de febrero, a  raíz de un partido de fútbol en Port Said, enfrentamientos espectaculares  entre espectadores causaron 74 muertos, las víctimas se contaban sobretodo entre los hinchas del club Ahly del Cairo. Muchos son en Egipto los que ven en esta matanza una maniobra de las autoridades que habrían dejado hacer, incluso provocado, los enfrentamientos para justificar su presencia en el poder ante la amenaza de violentos desórdenes.

Los «ultras», hinchas de los equipos de la capital que, durante las manifestaciones del año pasado se habían enfrentado en numerosas ocasiones a las fuerzas de represión, han acusado al Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas (CSFA) de haber premeditado la masacre. Así que han organizado desde el día siguiente, con el apoyo de diferentes partidos de izquierda y movimientos de jóvenes, manifestaciones de protesta para pedir la salida del CSFA, en El Cairo en dirección al parlamento, al ministerio de interior y al de defensa, así como en Suez.

Los Hermanos Musulmanes que detentan la mayoría de los escaños de diputados, han reaccionado llamando al CSFA a proteger el parlamento, acusando a los manifestantes de estar financiados por los países extranjeros para extender el desorden y el vandalismo; han afirmado que la salida inmediata del CSFA haría correr el riesgo de sumir al país en el «caos».

El ejército y las fuerzas del «orden», han respondido sin  dudar a la llamada para echar a los manifestantes, causando ese día más de 12 muertos en El Cairo, 2 en Suez y centenares de heridos.

   

 

 

Partido comunista internacional

www.pcint.org

 

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