¿Qué es el fascismo?

( Suplemento Venezuela  N° 23 de «El programa comunista» N° 53 ; Junio de 2018 )

 

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Para defenirlo sin equívocos, hay que echar a un lado un buen número de falsas interpretaciones, todas convergentes en el oportunismo.

El fascismo no es en absoluto una reacción feudal, contrariamente a lo que Zinoviev mismo ha podido decir, comparando Mussolini con Kornilov y la reacción blanca en Rusia. Esta interpretación ha debido ceder delante de la realidad del desarrollo capitalista en los países fascistas; pero resucita después, no de manera explícita e interesada en la propaganda oportunista, que habla de «reacción» como una tendencia indiferente, que, por ejemplo, en Francia celebra el 14 de julio y la Revolución francesa como si se tratara de recomenzar indefinidamente la revolución burguesa, y no de hacer la revolución socialista.

El fascismo tampoco es un arma específica de la pequeña burguesía, que se valdría del Estado para su beneficio. Hasta los historiadores universitarios se han visto forzados a reconocer que si esta ha aportado tropas al fascismo, no obstante había sido reprimida por este que la ha sacrificado aún más a la concentración del capital. Es así como la Alemania fascista, la España franquista sencillamente han realizado las tendencias generales de los Estados imperialistas modernos, tal como Lenin, Bujarín (partiendo de Das Kapital) las habían definido en momentos en que estalla la primera guerra mundial: centralización y estatización de la economía al servicio de la gran industria, de la fracción más avanzada del capital, incremento de la intervención del Estado de clase, tentativa de integración de los sindicatos con el fin de disciplinar la producción.

El fascismo tampoco tiene una ideología particular; en tal sentido el Partido Comunista de Italia, en manos de la Izquierda Comunista, había mostrado desde el Congreso de la fundación de los Fascios que la ideología musoliniana no era más que un revoltijo de argumentos burgueses, adornados para la circunstancia de algunas ilusiones específicamente pequeño-burguesas.

El fascismo tiene un punto en común, esencial para nosotros, con la democracia: ambos son incapaces de aportar una solución definitiva a las contradicciones del capitalismo. Así como no hay «super-imperialismo», tampoco hay un super-capitalismo que sería el fascismo. Incluso bajo el fascismo la anarquía de la producción subsiste, y disciplinar la producción no es más que una tentativa de disciplina, y las mismas contradicciones conducen a las mismas crisis sociales que este trata de resolver con la guerra, es por esto que, para nosotros, el fascismo no es el fin del mundo ni la catástrofe definitiva que haría toda lucha superflua.

En fin, el fascismo tampoco es una forma de Estado original. Su función propia es la de unificar la burguesía en un partido centralizado, disciplinarla para la defensa de los intereses del Capital, incluso por medios autoritarios en caso de que esta no acepte de buena gana esta disciplina. Por tanto, lo que diferencia el fascismo de la democracia es el encuadramiento de todas las clases externas al proletariado (fracciones de la clase burguesa y «semi-clases» y no el antagonismo fundamental entre burguesía y proletariado, ni el papel contra-revolucionario del Estado burgués. La principal distinción del fascismo es que este adviene en una fase precisa de la lucha. El fascismo no es la causa, sino el producto de la derrota del proletariado, como históricamente lo vamos a ver.

 

¿CÓMO SE INSTALA?

 

La tesis implícita o explícita de los partidos reformistas en todos los países es la siguiente: «Si nos movemos, atraeremos al fascismo». Ejemplo en América Latina: el golpe de Estado de los «gorilas» chilenos ; en las semanas previas a la deposición de Allende, ¡la UP llamaba a impedir la guerra civil!

En 1921, frente a los Fascistas los socialistas italianos hablaban también de «tender la otra mejilla», de «tener el valor de ser cobardes» (¡sic!) de no «dar pretextos» (el famoso « no caer en provocaciones» de todos los oportunistas). En 1927-29 la Socialdemocracia alemana disparaba sobre los obreros con el fin de disuadirlos de que no utilizasen la violencia... para no provocar la violencia burguesa.

En resúmen, para los oportunistas las cosas suceden de esta manera: plan maquiavélico de una parte de la burguesía que no espera sino la «ocasión»; agitación obrera o pequeño-burguesa utilizando formas extralegales, pánico de una parte de la pequeña burguesía que, en lugar de apoyar al proletariado que tiene en ella su aliado natural, se pone del lado de la gran burguesía.

Apoyándonos en la historia, se demuestra:

1.– Que el fascismo no es un plan premeditado, que la burguesía tiene guardado en su manga con dos cartas posibles, sino un alineamiento en un momento determinado de sus fuerzas en situaciones de crisis, después que se ha agotado la labor de los gobiernos populares (o izquierdistas).

2.– Que el fascismo no proviene de la lucha violenta del proletariado, sino del fracaso de esta lucha violenta. En otras palabras, el fascismo es el tiro de gracia que la burguesía le da al proletariado, después que este ya ha sido abatido, desmoralizado, inmovilizado por los oportunistas y los gobiernos democráticos.

3.– Por último, y secundariamente, que la pequeña burguesía, clase incapaz históricamente hablando de poseer una posición autónoma, termina por disciplinarse en el partido único de la defensa del capital, y aporta a este sus tropas, no cuando teme que el proletariado gane, sino cuando presiente que ha sido abatido, y no le queda otra salida que buscar otro amo.

 

(extracto de «El anti-fascismo democrático, una consigna antiproletaria que sigue causando estragos»)

 

 

Partido comunista internacional

www.pcint.org

 

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