Back

Prises de position - Prese di posizione - Toma de posición - Statements                        


 

Bengasi, Derna, Al Bayda, Tobruk, Zintan, Tripoli:

Las revueltas que han convulsionado Túnez y Egipto se extienden a Libia, donde Gadafi intenta sofocarlas con un baño de sangre

 

 

20 de febrero de 2011.

Noticias no oficiales hablan de 200-500 muertos y más de mil heridos: las manifestaciones de protesta que estallaron en las ciudades libias más importantes, en la línea de los motines que están convulsionando los países mediterráneos del Norte de África y del Medio Oriente hasta llegar al Golfo Pérsico y a Teherán, se enfrentan con las manos desnudas a las fuerzas de seguridad libias. Pero al poder de Trípoli, que teme la fraternización entre algunos miembros del ejército y de la policía con las masas que se manifiestan en las calles y en las plazas, no le bastan con sus propios pretorianos; ha traído mercenarios súper equipados de los países vecinos porque así no tienen lazos ni relaciones tribales con la indomable población bereber y tuareg de la zona Cirenaica. 

La crisis económica mundial parecía haber tenido en Libia consecuencias menos desastrosas que en otros países de la zona costera como Túnez, Argelia o Egipto. Esto no obstante la desocupación que actualmente llega al 30% de la población activa. El malestar social, combinándose con un clima de autoritarismo y de vida política inexistente fuera del control capilar del poder central y a la persistente prohibición de las huelgas, de las organizaciones sindicales y de las manifestaciones libres, ha encontrado en la onda de las revueltas que han golpeado a Túnez y a Egipto una vía objetiva para mostrar características similares. Como una invisible y subterránea fuerza telúrica, la reacción material para sacudirse de encima regímenes opresivos y torturadores está recorriendo el subsuelo económico y social de países enteros lanzando a las masas proletarias, proletarizadas, campesinas y de la pequeña burguesía a un espontáneo y generalizado rechazo del régimen constituido. Los objetivos han sido y son simples y dramáticamente limitados y confusos: acabar con la corrupción y con el poder dinástico de un Ben Alí, de un Mubarak, de un Gadafi, obtener más derechos democráticos y, naturalmente, pan y trabajo. Pero, como en Túnez y en Egipto, también en Libia el poder central responde con el único medio que tiene a su inmediata disposición para sofocar el movimiento de protesta, aunque éste haya sido pacífico, y para impedir que el incendio envíe al fuego todos los palacios del poder: reprimiendo, disparando, masacrando.

La burguesía petrolera en Libia, en Argelia, en Arabia Saudita, en Irán, en Iraq, en Bahrein o en Kuwait razona fundamentalmente de la misma manera: sabiendo que posee una materia prima vital para la economía de los países más industrializados del mundo, tiene interés en mantener en su propio país consenso y un flujo normal de los beneficios, sean locales o mundiales, derivados de la explotación del trabajo asalariado empeñado en los pozos y en la minería.  Este interés es compartido plenamente por las burguesías imperialistas de Europa y de América: frente a los movimientos sociales que pueden poner en peligro sus negocios y, por tanto, sus beneficios, les cuesta poco liquidar en poquísimo tiempo los regímenes autoritarios que han mantenido y protegido durante años, maniobrando a escondidas por una transición que sustancialmente no lleva a cambiar nada, asegurándose de esta manera la reanudación a pleno ritmo de los asuntos una vez acabada la tempestad social. Al general y timorato silencio de las clases dominantes de Europa, de un Sarkozy, de una Merkel, de un Cameron, de un Berlusconi, de un Zapatero, con el que han asistido desde el inicio  y asisten ahora a estos sucesos, hay que contrastar el tímido y burocrático llamamiento de Obama a que los regímenes terminen con la represión violenta de las manifestaciones de plaza y asuman las reivindicaciones de mayor “libertad” y “democracia” Por otro lado, de la burguesía más bandida que existe en el mundo no se puede esperar nada más al menos mientras que estos movimientos sociales se mantengan en los límites de la democracia burguesa, de la constitución burguesa, de los derechos burgueses y de la defensa de la propiedad privada y del régimen capitalista aunque todo esto requiera invocar la vía del fundamentalismo religioso que es considerado como el mal menor respecto a la lucha de clase, a la lucha que lleva a cabo el proletariado en defensa exclusivamente de sus intereses de clase contra todas las otras clases de la sociedad, en primer lugar, la clase burguesa dominante.

En 1969, un golpe de Estado militar incruento dirigido por un joven coronel, Gadafi, depuso a Idris I, cabeza de un régimen corrupto y a sueldo de los Estados Unidos y de Gran Bretaña; nace la “Gran república árabe de Libia, popular y socialista” en sintonía con una mezcla de panarabismo filo nasseriano y de socialdemocracia europea; es inútil decir que de socialista no tenía más que el nombre pero, en aquella época, la demagogia de moda llevaba a etiquetar de esta manera casi cualquier cambio de alineación internacional en función anti americana. La primera reforma aplicada fue la de doblar los salarios, la participación de los obreros en la gestión de las empresas en una suerte de corporativismo libio, la supresión del alcohol y la clausura de los locales nocturnos, la instauración de las leyes islámicas fundadas sobre el Corán (la Sharia) Desde entonces, haciéndose el campeón en la venganza contra los ex colonialistas, pasó a la confiscación de los bienes y de las propiedades de los colonos italianos que quedaron en Libia después de la guerra  a la caza del país “para restituir al pueblo libio las riquezas de sus hijos y de sus abuelos usurpadas por los opresores” como dice el Libro Verde que Gadafi escribió en 1976. La necesidad de crear consenso en torno al nuevo régimen exigía reformas de este tipo.

Siete millones de habitantes, más de un millón de inmigrantes “irregulares”, en un país que tiene casi seis veces más territorio que Italia, se encuentran concentrados sobre todo en la zona costera de Tripolitania y de Cirenaica. Libia es exportador de petróleo a Italia y tiene relaciones económicas y financieras muy estrechas con las grandes industrias italianas, ENI y FIAT ante todo y es por esto por lo que Berlusconi ha declarado, respecto a la durísima represión ordenada por Gadafi, no “querer interrumpir” la acción del gobierno libio, algo así como decir: reprime, mata cuantos manifestantes quieras, no importa.

Pero a los proletarios italianos les importa ¡y cómo! E importa a todos los proletarios, empezando por los de los países del Mediterráneo.

Todo lo que está sucediendo en las plazas y en las calles de Túnez, de Argel, de El Cairo, de Bengasi, de San´na en Yemen, deManama en Bahrein o de Kuwait City, importa a los proletarios porque cuando una burguesía reprime con sangre los movimientos sociales que reclaman pan, trabajo, libertad de organización, está luchando en cuanto clase dominante contra las exigencias de las clases dominadas y, en primer lugar, de la clase proletaria de cuya explotación salarial extrae la mayor parte de sus beneficios. Cuando una burguesía reprime con sangre la protesta de su pueblo está defendiendo no tanto su propio poder, sus privilegios, su dominio, cuanto los intereses de dominio social y político de las otras burguesías que la sostienen y la ayudan. La competencia entre burgueses y entre estados es la condición natural de vida de los regímenes burgueses capitalistas, condición que estalla, regularmente, en guerra. Pero, frente a los movimientos de las masas proletarias y proletarizadas que, enfrentándose (si bien confusamente) con el régimen dominante cara a cara, pueden abrir la vía a la verdadera y auténtica lucha de clase del proletariado poniendo en serio peligro al régimen burgués en cuanto tal, entonces los contrastes entre burguesías se atenúan, se dejan a un lado y se todas se disponen para ayudar al régimen político sometido a la presión de las calles o para sustituirlo por otro igualmente amigo.

Los proletarios deben sacar las lecciones de estos sucesos también sobre este aspecto. Los actuales movimientos de calle, con sus muertos y sus heridos, encarcelados y torturados, mostrando el profundo malestar social en términos de protesta pacífica, de más amplios derechos democráticos, de cambio de gobierno, pueden lograr sacar del poder a tal o cual familia, pero el poder –manteniéndose firmemente en las manos de la clase burguesa- continuará siendo un poder  capitalista con la tarea de defender, ante todo, los intereses de la clase capitalista por excelencia, la clase burguesa, utilizando en las diversas situaciones métodos de gobierno que pueden parecer formalmente diferentes pero que esencialmente serán siempre  autoritarios y se apoyarán sobre un militarismo creciente. Esta es la tendencia de todos los poderes burgueses salidos de la segunda Guerra Mundial incluso si, por tradición histórica y de recursos económicos y financieros a disposición, su autoritarismo y su militarismo estuviesen cubiertos, sobre todo en los países imperialistas, por formas democráticas y parlamentarias; formas que esconden la naturaleza dictatorial del poder burgués capitalista.

Los proletarios en Libia como en Italia, Túnez, Argelia, Francia, Egipto, Siria, Irán o en Gran Bretaña, Alemania, Estados Unidos, Turquía y en los Balcanes como en Rusia o China, tienen no sólo las mismas condiciones de esclavitud asalariada en común –y por tanto son hermanos de clase-  sino que también sufren la misma represión burguesa que no cesa nunca, bajo ningún cielo. La clase del proletariado es la única clase social que organizándose sobre el terreno inmediato de manera independiente  de los aparatos burgueses, religiosos, colaboracionistas y, sobre el terreno político general, con plena autonomía, en partido revolucionario de clase, tiene la posibilidad real de responder golpe por golpe a los ataques de sus respectivas burguesías y de apuntar a la conquista del poder político destruyendo la máquina estatal, que la burguesía usa únicamente para su defensa, e instaurando su propia dictadura proletaria de clase para dar lugar a la única perspectiva histórica que tiene valor para toda la especie humana: la emancipación del proletariado del trabajo asalariado, del capitalismo y de todas sus trágicas consecuencias.

Estos movimientos sociales han abierto una página nueva en el frente de las contradicciones sociales que caracterizan a la sociedad capitalista. A los proletarios les toca la tare de romper con la conciliación interclasista y con la mistificación democrática e invocar con determinación la vía de la lucha de clase.

 

 

Partido Comunista Internacional

20 de febrero de 2011

www.pcint.org

   

Top

Volver sumarios

Volver archivos