Back

Prises de position - Prese di posizione - Toma de posición - Statements                


 

¡Los proletarios no tienen nada que compartir ni con la burguesía gobernante ni con la oposición, pero tienen una tradición clasista antiburguesa y anticapitalista que recuperar!

 

 

La grave crisis sanitaria, debida a la epidemia de Covid-19, dejó claro desde el principio que la crisis económica, que ya afectaba a muchos países imperialistas, se agravaría rápidamente. Y así fue, comenzando con China y luego extendiéndose por Asia, Europa, América y África. Una crisis económica que las diversas instituciones económicas y financieras del mundo predijeron sería aún más brutal que la crisis de 1929.

El capitalismo no deja margen de maniobra: cuanto más se desarrolla, acelera y expande la producción de bienes y capitales en el mundo, más rápidamente se enfrenta a crisis de sobreproducción. Los mercados de salida de bienes y capitales, que ya no dan la tasa de beneficio buscada, están obstruidos, lo que inevitablemente desencadena una guerra de competencia cada vez más aguda. La búsqueda espasmódica de la valorización del capital, que en todos los países conduce a producir a costos cada vez menores y a elevar la productividad del trabajo (y por tanto la explotación de la clase asalariada) a los niveles más altos posibles, va cíclicamente en contra de la imposibilidad de hacer "eterno" el desarrollo de la valorización del capital porque las masas de bienes y capitales producidos, en un momento dado, no encuentran suficientes mercados de salida y de inversión rentable. Así pues, llega el momento en que la sobreproducción capitalista dicta su ley: las mercancías no vendidas, el capital que no puede ser invertido de manera rentable, los asalariados no explotados que no pueden ser explotados, deben ser destruidos para dar paso a nuevos ciclos productivos y a una nueva valorización del capital. Esta es la contradicción básica del modo de producción capitalista: se construye para destruir y reconstruir una y otra vez, en una espiral continua hasta el punto de romper todos los mecanismos de intercambio y compensación, destruyendo los acuerdos y tratados, las relaciones comerciales y políticas y abriendo así la fase de posguerra que es el camino para destruir en pocos años cantidades gigantescas de bienes y capitales y proletarios.

Con la crisis mundial de 2008-2009, desencadenada en 2007 por las hipotecas de alto riesgo americanas y transformada en una crisis global con la quiebra de Lehman Brothers, se dio lugar a consecuencias desastrosas en todo el mundo y, en particular, en los países que por convención se identifican como periféricos de los países imperialistas; en América Latina, África, Asia, el Cercano y Medio Oriente y también en Europa del Este, como ha demostrado Grecia.

 

DESARROLLO DEL CAPITALISMO = DESARROLLO DE LAS DESIGUALDADES Y LA COMPETENCIA DESPIADADA

 

El desarrollo desigual del capitalismo, mientras que por un lado ha creado una estructura económica moderna en los países con sistemas capitalistas más antiguos, como los países de Europa occidental y América del Norte, abriéndolos primero al desarrollo imperialista y a la dominación del mercado mundial, por otro lado ha creado un gran número de países periféricos en los que existen contradicciones capitalistas, entrelazadas con los restos de las antiguas estructuras y superestructuras precapitalistas, por un lado, actúan como un impulso industrial en las actividades indispensables para los países superindustrializados (para las minas, la extracción de petróleo y gas, los puertos y aeropuertos, las plantaciones de frutas, café, té, etc.) y, por otro lado, son un factor clave en el desarrollo de la economía.) y, por otro lado, como freno a un desarrollo industrial más generalizado, creando vastas bolsas de atraso económico y pobreza sobre los que los capitalistas locales y los capitalistas de grandes multinacionales actúan con niveles de explotación bestiales. Pero, a pesar de que el desarrollo capitalista afecta a muchos países que en su día fueron colonizados por las potencias europeas, la brecha entre una docena de países superindustrializados que dominan el mercado mundial y todos los demás tiende a ensancharse cada vez más, arrojando vastas zonas continentales a la pobreza absoluta.

Todo esto ha ocurrido, y está ocurriendo, en un clima general de competencia cada vez más despiadada: el mundo es cada vez más pequeño para el capitalismo imperialista, a pesar del incuestionable desarrollo económico de algunos países, como Rusia, China, Brasil, India y, antes de eso, Japón. Pero si bien esta evolución ha creado nuevas salidas comerciales, al mismo tiempo ha creado nuevos competidores que, con el tiempo, en comparación con los antiguos países capitalistas, se han vuelto inevitablemente más codiciosos, más agresivos, más peligrosos y dispuestos a alterar los viejos equilibrios. Al final de la Primera Guerra Mundial, como al final de la Segunda, los grandes países victoriosos se unieron para decretar una paz que, en memoria de las decenas de millones de muertos, iba a durar para siempre. Pero para el capitalismo sólo puede haber paz como una tregua entre una guerra y otra. Las guerras comerciales, monetarias, económicas y financieras han marcado constantemente el desarrollo de la sociedad burguesa, al igual que las guerras que, aunque desde 1945 en adelante no han adquirido, al menos hasta ahora, la dimensión de una guerra mundial, han involucrado, sin embargo, sistemáticamente, en las diferentes zonas del mundo, a las grandes potencias imperialistas que luchan entre sí por exactamente las mismas razones que les llevaron a las guerras mundiales anteriores: conquista de mercados en detrimento de las potencias competidoras, influencia decisiva en toda una serie de países estratégicamente importantes - tanto por los recursos naturales de los que son ricos en sus propios territorios y zonas marítimas, como por su posición geográfica respecto al tráfico comercial, así como por razones esencialmente militares - y constitución de alianzas económicas, políticas y militares útiles para reforzar y defender una red de intereses que el propio desarrollo del capital financiero requiere cada vez con más fuerza y que se revela decisiva cada vez que reaparece en el horizonte una crisis económica, monetaria o financiera.

 

EPIDEMIA DE CORONAVIRUS E INEFICIENCIA CONGÉNITA DE LA SALUD PÚBLICA

 

Luego hay acontecimientos repentinos, no directamente económicos o financieros, que provocan la aceleración de las crisis económicas y sociales, sorprendiendo a los poderes políticos de cada país. Por ejemplo, el brote de una epidemia cuyos agentes son desconocidos. Y es el caso de la epidemia del coronavirus Covid-19 que la ciencia médica ha llamado Sars-CoV-2, ya que el virus que lo caracteriza tiene elementos patógenos muy similares a los Sars de 2012.

En pocos meses este virus, a través de varias mutaciones, ha viajado por todo el mundo. Los grandes países capitalistas, supermodernos, supercivilizados, a la vanguardia de la investigación científica y de la innovación tecnológica, se han visto sorprendidos por unas estructuras sanitarias propias totalmente desprevenidas y deficientes, incapaces de hacer frente a esta epidemia debido a un virus que, al formar parte de la familia de los coronavirus, ya era conocido y con respecto al cual, en particular China, Estados Unidos, Gran Bretaña, ya habían iniciado una serie de investigaciones y experimentos que deberían haber servido para identificar a tiempo la aparición en años posteriores de virus igual de agresivos y peligrosos.

Ya hemos hablado, en posiciones anteriores, de la incapacidad del capitalismo para actuar según los planes científicos, sociales y económicos adecuados para una verdadera prevención contra las epidemias virales o bacteriológicas: la ciencia, en un régimen capitalista, no está al servicio del hombre y del conocimiento del mundo natural, sino al servicio del capital, y por lo tanto del beneficio capitalista; un beneficio que no gusta de la prevención, sino de la emergencia, porque en la emergencia crece de forma desproporcionada y sin demasiadas limitaciones legales y administrativas.

La sociedad puede relacionarse con el mundo natural esencialmente de dos maneras: o bien familiarizándose cada vez más con las leyes de la naturaleza, de las que forma parte, entrando en una relación racional con ella y, por lo tanto, adaptando su desarrollo social a estas, o bien explotando irracionalmente el conocimiento de la naturaleza, sometiendo su vida social no a ellas, sino a las leyes del capital, que apuntan a todo, excepto a establecer relaciones racionales y científicamente definidas basadas en las necesidades reales de la vida humana, necesidades que n

o pueden prescindir de las condiciones que el medio natural les impone. Ciertamente, la intervención del hombre en la naturaleza siempre ha perseguido un sueño ambicioso: escapar de su dominio y alcanzar una relación armoniosa con ella y dominar sus leyes. Pero, en realidad, las leyes de la sociedad capitalista colocan al hombre en una posición de extrema debilidad e incertidumbre con respecto a la naturaleza; en lugar de progresar en su conocimiento y dominio, el capitalismo lleva al hombre a estar cada vez más desarmado con respecto a cada acontecimiento natural.

Los terremotos, tsunamis, sequías, huracanes, tornados, cambios climáticos, epidemias virales o bacteriológicas, invasiones de langostas, erupciones volcánicas, es decir, acontecimientos naturales que pueden tener un terrible impacto en la vida humana y que el hombre ha aprendido a conocer a lo largo de los siglos, se convierten sistemáticamente en la causa de tragedias, hambrunas, carnicerías incluso en la sociedad capitalista, es decir, en la sociedad que se desarrolló más que cualquier otra sociedad antes de las ciencias naturales. El verdadero problema radica en que el capitalismo desvía todo conocimiento y todo descubrimiento científico a la valorización del capital; al mismo tiempo, frena, impide, olvida, destruye todo paso adelante dado, o a punto de darse, en este ámbito de la actividad humana, si ese paso adelante significa comprometer recursos económicos y financieros sin garantías de beneficio. La destrucción causada, por ejemplo, por un terremoto es una oportunidad para reconstruir y reiniciar el ciclo productivo de beneficios; cuanto más edificios se construyen, más densos se vuelven los edificios de las ciudades, más devastadoras son las oportunidades de destrucción (terremotos, maremotos, bombardeos, derrumbes por malos edificios, etc.) y más oportunidades de beneficio se crean; además, como se demuestra sin duda alguna, la emergencia provocada por el acontecimiento repentino y desastroso anula buena parte de los trámites administrativos y burocráticos establecidos, permitiendo así a los poderes políticos y a los empresarios vinculados a ellos hacer sus propios intereses a expensas del Estado: beneficios fáciles y "legales".

Lo mismo con las epidemias. Sin ir muy atrás en el tiempo, sólo hay que referirse al último brote de Sars en 2012. Los virus pueden ser humanos, y sólo humanos, por lo que sólo se transmiten de hombre a hombre, pero no de hombre a animal; o pueden ser animales, y sólo a través de una serie de mutaciones pueden transferirse de los animales al hombre - generalmente gracias a su estrecho contacto diario, como en el caso de los camellos (epidemia de Mers), los pollos (epidemia aviar), o gracias al contacto habitual del hombre con los animales salvajes, como en el caso de los mercados chinos donde se venden animales salvajes vivos, por ejemplo murciélagos, como alimento (epidemia de Sars). No hace falta decir que algunas condiciones para que los virus animales, como el coronavirus, se transmitan a los humanos se deben a la falta de condiciones higiénicas en la vida humana diaria y a la agrupación en espacios muy pequeños de millones de personas.

Pero una epidemia puede extenderse con cierta rapidez, no por fatalidad, sino por causas muy precisas, todas las cuales se remontan al interés económico de un grupo bien definido de capitalistas, o de un país capitalista, y ciertamente de un sistema económico general que es el capitalismo. El llamado retraso con el que las autoridades chinas de Wuhan, y luego de la provincia de Hubei, y luego de toda China, han hecho oficial la presencia de esta epidemia en la Organización Mundial de la Salud, y el retraso con el que los distintos gobiernos de los países con los que China mantiene estrechas relaciones comerciales (empezando por Corea del Sur, y luego Japón, Alemania, Italia, etc.) no han podido hacerlo oficial. Estos retrasos no se deben a la repentina aparición del coronavirus desconocido, sino a la ciega propensión de cada gobierno a dedicar todas sus energías económicas, políticas y sociales a la defensa de la economía privada y nacional. Si al virus le importan un bledo las fronteras entre las ciudades, regiones y estados, viajando imperturbable a espaldas de la burguesía tanto como del proletariado, las clases burguesas dominantes, por el contrario, levantan muros que sirven poco para defenderse del contagio, pero que sirven para la defensa, al menos parcial, dados los enredos internacionales, de la economía nacional, sus empresas y sus beneficios, aprovechando las dificultades, debidas a la epidemia, en las que han caído las empresas y los países competidores.

Una vez descubierto y proclamado el peligro de una epidemia de coronavirus, toda la burguesía nacional, desde China hasta Rusia, Europa, Australia y América, instó a su gobierno a poner la defensa de la economía nacional en primer plano, teniendo en cuenta la distancia entre el epicentro del contagio (Wuhan, en China) y la propia nación como una ventaja económica y política objetiva de la que habría sido antipatriótico no aprovecharse, tomando también bajo el ala los casos de contagio que estaban surgiendo dramáticamente (por ejemplo, en Italia) gracias a las densas relaciones comerciales con China y, en particular, con Wuhan, una metrópoli de 11 millones de habitantes y superindustrializada en la que se fabrican componentes para las industrias de la mitad del mundo. Según la propia burguesía, gracias a las investigaciones más recientes, el nuevo coronavirus comenzó a propagarse en Wuhan ya en octubre pasado, a través de lo que se ha definido como una neumonía "anómala"; y es la costumbre de no actuar con criterios de prevención real, aprovechando las experiencias de enfermedades anteriores -como la de Sars, para quedarse en el tema del coronavirus- lo que ha permitido que este virus (pero lo mismo se aplica a cualquier tipo de epidemia) se propague silenciosamente como un incendio forestal. Combinando este mal hábito con la constante prioridad dada al interés económico capitalista, que empuja a uno a "vivir en el presente", a "aprovechar el momento", sin importar las consecuencias para uno mismo y para los demás, se llega a un resultado inevitable y dramático en términos de infecciones y muertes. Lo que estaba sucediendo en Wuhan y su región parecía preocupar sólo a esa parte de China; por lo tanto, al cerrar los contactos con otras regiones chinas y recluir a los habitantes en sus casas, se creía que se detendría la epidemia, teniendo en cuenta que decenas de miles de enfermos y muertos eran los inevitables daños colaterales en una "guerra" contra un enemigo invisible, insidioso y desconocido. Pero, desde octubre pasado, el nuevo coronavirus ya había comenzado su gira mundial... (1).

A mediados de enero de este año, en Italia, desde la zona baja de Lodi (Codogno y alrededores) y luego en Padua, y más tarde en Lombardía, en Emila Romagna, en Piamonte, aparecieron extrañas neumonías y graves gripes que crecían de semana en semana; entre finales de enero y mediados de febrero resultaron ser contagiosas con un nuevo coronavirus, similar al de Sars pero mucho más contagioso y letal. Y así comenzó la caza del llamado "paciente cero", considerado como la causa principal de la propagación de la epidemia; un grave error que deriva de la falsa ideología vinculada al mito del individuo, el líder, el héroe, el duce, el dios o el diablo del que dependería el destino de la especie humana; una ideología que es incapaz de comprender que toda forma de vida en esta tierra es una forma social. El animal humano es un ser social y todo lo que le concierne, desde la producción de los bienes necesarios para la vida hasta la reproducción de su especie, no debe ser tratado como una suma de individuos, sino como un conjunto contradictorio de partes de un todo integrable e integrado, de un organismo social complejo que puede enfermar en parte o completamente. Un conjunto que constituye la sociedad humana y que, al progresar en el nivel de supervivencia y en la organización de la producción necesaria para la vida y la reproducción de la especie, se ha desarrollado económica y socialmente en sociedades divididas en clases, hasta la sociedad capitalista y burguesa. Esta sociedad, que por mucho que haya progresado en cuanto a innovaciones técnicas en la producción y en las ciencias naturales, ha sido congénitamente incapaz de liberarse de los antiguos mitos ligados a divinidades sobrenaturales con los que se justificaban todos los misterios que el hombre, en aquella época, no podía explicar de otra manera. Las religiones, de hecho, siempre han servido hasta ahora a las clases dominantes para cegar e imbéciles y darles un consuelo "espiritual" útil para mantenerlos en la opresión y la ignorancia.

Así como no hay ni siquiera un "paciente cero", tampoco hay ni siquiera un "virus cero"; los virus son partículas infecciosas que necesitan de las células huéspedes (insectos, animales, plantas, etc.) para replicarse y tienen una gran capacidad de mutación y adaptación, se propagan gracias a la cantidad de huéspedes que logran infectar; y el humano-animal, a lo largo de los milenios, no ha perdido la característica de ser un huésped para una cantidad considerable de tipos de virus. Tiene que vivir con esto, como para los terremotos, erupciones volcánicas, tsunamis, así como para las enfermedades causadas por bacterias y virus, a veces letales. Pero uno de los anticuerpos sociales más poderosos en los que el hombre podría confiar es la ciencia, el conocimiento científico de la naturaleza. Es innegable que se han hecho grandes progresos en este campo, especialmente desde la revolución burguesa en adelante, pero el gran potencial que tendría la investigación científica, dados los medios técnicos disponibles en la sociedad industrializada moderna, está cada vez más ahogado por el sistema capitalista debido a su mercantilismo congénito. Todo debe girar en torno a la producción y distribución de los bienes, todo depende de la valorización del capital, todo debe responder a la ley de la ganancia y todo, inevitablemente, debe estar sometido a un régimen político y social basado en la propiedad privada y la apropiación privada de toda la riqueza producida, y que oprime a todo el género humano sumiéndolo en la condición de esclavitud de los bienes y del dinero. Para que la ciencia médica y biológica se convierta realmente en un poderoso anticuerpo contra enfermedades virales o bacterianas particularmente peligrosas, es necesario que la sociedad humana revolucione el orden político y económico capitalista de arriba abajo, liberando así las mejores energías e inteligencias para el desarrollo de una ciencia social real y positiva.

Es esa condición de esclavitud mercantil la que hace que toda autoridad económica, política, social o espiritual sea irracional, confusa, ciega. Al igual que ante una crisis económica o financiera, en la que de repente los bienes ya no se venden como antes y el capital ya no vuelve como antes, arruinando a miles, si no millones, de empresas -y, con ellas, a propietarios, jefes y asalariados-, también ante una crisis sanitaria provocada por una epidemia que estalló repentinamente, las más diversas actividades productivas y de servicios se derrumban, y cada grado jerárquico de poder, especialmente en un régimen democrático, se enrosca en una espiral irracional de órdenes y contra-órdenes, medidas y contramedidas, en ausencia de un plan general y unitario de intervención, procediendo a ciegas y esperando la indicación de cada decisión de las situaciones contingentes. Y todo esto ocurre en una situación en la que las estructuras sanitarias son totalmente inadecuadas para hacer frente a una gran epidemia de rápida propagación.

 

EL CASO ITALIANO ES EMBLEMÁTICO

 

Una vez reconocido que el nuevo virus de la familia de los coronavirus, que ataca en particular las vías respiratorias, era el causante de esas extrañas y graves neumonías, y dada la absoluta falta de una planificación preventiva probada y general de aplicación inmediata en casos de epidemia (no hablemos entonces de si los casos son pandémicos, como el actual Covid-19), las únicas "medidas" que se toman son las habituales: recurriendo a los primeros auxilios en los hospitales más cercanos que, dado el creciente número de enfermos y de personas gravemente enfermas, se obstruyen rápidamente, y ordenando el confinamiento cada vez más cercano de las personas, lo que de repente hace estallar cualquier "libertad" individual tan querida por la propaganda burguesa. Los drásticos recortes realizados en los últimos treinta años a la salud pública, en la política de reducción de los costes sociales aplicada por todos los países, muestran inmediatamente sus efectos: según la OMS "en 1980 Italia tenía 922 camas dedicadas a "casos graves" por cada 100.000 habitantes. Treinta años después había 275" (2). Los hospitales públicos, no las clínicas privadas, obviamente colapsaron rápidamente. No sólo eso, sino que en los hospitales no sólo hay camas para los enfermos graves, y por lo tanto lugares en cuidados intensivos, sino que hay una falta de médicos, anestesistas, especialistas, enfermeras; y hay una falta de equipo de protección personal, las famosas máscaras, monos, guantes, pantallas, cubiertas de zapatos, exponiendo así al personal del hospital al contagio y a la muerte. El hecho de que los hospitales sean un lugar donde la gente a menudo se enferma en lugar de ser tratada y curada es una vieja admisión de los propios médicos. Como no hay camas en el hospital más cercano, los enfermos son transportados a hospitales de otras ciudades, que se encuentran exactamente en el mismo estado general, y por lo tanto las camas de estos hospitales pronto se agotan. Entonces surge un golpe de genio: la Región de Lombardía, el 8 de marzo, "identifica las residencias para ancianos como estructuras de apoyo para los hospitales sobrecargados", pero no se apoya en el "buen corazón" de estas estructuras porque "se les promete una especie de compensación diaria (150 euros por paciente) y sobre todo un futuro aumento de los reembolsos por los servicios ofrecidos por estos "proveedores""". Es el caso, por ejemplo, del Trivulzio Pio Albergo de Milán, que recibe una veintena de enfermos de coronavirus y "se convierte en el centro de clasificación de pacientes de la Rsa regional" (3). Así, también las residencias para ancianos se convierten en centros de contagio y propagación de la epidemia y a las muertes ya ocurridas se suman otras, sin que se resuelva ni el problema de la propagación del contagio ni el de las limitadas salas de cuidados intensivos y subintensivos, sino que por el contrario se agravan. Sin embargo, el golpe de genio de la Región de Lombardía no termina ahí: el 18 de marzo, el consejo regional presentó con pompa y circunstancia el proyecto de un "nuevo hospital" que se construiría rápidamente en los pabellones de la Feria de Milán, por lo tanto lejos de los hospitales existentes, compitiendo con lo que los chinos habían hecho en Wuhan con un nuevo hospital de 1.000 camas construido en diez días. El 31 de marzo se inauguró el nuevo "Hospital Covid", anunciado con 600 camas de cuidados intensivos y subintensivos, y con el empleo de "200 médicos anestesiados y reanimados, 500 enfermeras y otras 200 personas". (4). Construido gracias a numerosas donaciones de particulares (Berlusconi, supermercados Esselunga, etc.) que ascienden a más de 21 millones de euros y gestionado por una Fundación especialmente creada (con el presidente de la Feria en el consejo de administración), parece haber costado más del doble, unos 50 millones, pero no se sabe de dónde salieron los otros 30 millones de euros... En cualquier caso, ¿era realmente necesaria esta nueva estructura? Ha habido muchas críticas de los médicos de muchos hospitales que han aparecido en la prensa. "La idea de crear una unidad de cuidados intensivos en la Fiera no está ni en el cielo ni en la tierra", dice el cardiólogo Giuseppe Bruschi del Hospital Niguarda de Milán, y continúa: "Una unidad de cuidados intensivos no puede vivir separada del resto del hospital. Una unidad de cuidados intensivos sólo funciona si está integrada con todas las demás estructuras complejas que forman la gruesa red de un hospital", y no es necesario ser médico para entender que un hospital real no puede trabajar con salas alejadas de su compleja y gruesa red. Obviamente la pregunta del cardiólogo Bruschi: "¿Por qué construir un cuerpo propio, cuando podría haber mejorado el existente? " (5), pero los intereses económicos y políticos vinculados a ellos empujan en la dirección opuesta: Los beneficios se obtienen a mayor velocidad y en mayor cantidad construyendo lo "nuevo", no fortaleciendo lo "viejo", y no importa si en la nueva estructura denominada propagandísticamente Covid-hospital, que debería haber aliviado la enorme presión sobre los hospitales de la región, hasta la fecha, 14 de abril, sólo ha admitido una docena de pacientes, que se encarga de unos cincuenta médicos, técnicos y paramédicos que trabajan las veinticuatro horas del día, personal hospitalario que, faltando en todas partes, y sobre todo en las regiones del norte de Italia, es tomado, en un 80%, por el hospital Policlínico de Milán al que se ha confiado la gestión sanitaria de este centro (6).

También en Bérgamo, epicentro de la epidemia y con el mayor número de muertes por coronavirus entre las provincias italianas, se ha construido en la Feria de Bérgamo una nueva estructura similar al hospital Covid de Milán, un "hospital de campo" gracias a la asociación de los Alpini, que está mucho más cerca de los hospitales de la zona que la Feria de Milán. Esta estructura, mucho más ágil y construida en pocos días, a un costo mucho menor que la de Milán, y con objetivos mucho menos ambiciosos pero más realistas, preveía "72 plazas en cuidados intensivos y 70 en cuidados subintensivos: ya tiene 50 plazas operativas y más de veinte pacientes seguidos por médicos rusos, noruegos, de urgencias y alpinos". También aquí hay una falta de enfermeros como en todas partes, pero es interesante observar que, precisamente por esta falta de personal, el 18 de marzo la Región Lombardía - al presentar su megaproyecto de hospital Covi en la Feria de Milán - trató de bloquearlo porque "falta personal para gestionarlo: es inútil crear una catedral en el desierto" (7). ¡Pero mira! En Milán, una estructura para-hospitalaria, lejos de los hospitales existentes y operando al 0,3% de su potencial alardeado, por lo tanto una catedral en el desierto, se consideraba urgente y necesaria, mientras que en Bérgamo, una estructura para-hospitalaria muy similar, operando al 14% de su potencial, sería una catedral inútil en el desierto... El gobierno regional lombardo se ha ocupado de ello por boca de su presidente, Attilio Fontana, quien en la inauguración del hospital Covid, el 31 de marzo, declaró: "¡Esperemos que en el futuro no se desmantele y se convierta en una guarnición contra escenarios futuros similares a los de hoy! (8). La pregunta vuelve a ser obvia: ¿por qué no reforzar lo existente? ¿Por qué no utilizar "las energías y los donativos recogidos para renovar o devolver a la vida algunos de los muchos pabellones abandonados de los hospitales de Lombardía (Niguarda, Sacco, Varese...). Se habría invertido en el sistema existente y lo que se creó habría permanecido en el sistema de salud lombardo" (9). La lógica capitalista no refuerza lo existente, no recupera lo abandonado, si puede construir hermosamente nuevo, gracias a la Santa Emergencia, porque sólo así el capital es valorizado, produce ganancia: al aumentar el capital fijo, que es esencialmente trabajo muerto, se aumenta la explotación del trabajo asalariado, que es trabajo vivo, y es de esta explotación que el capital extorsiona la plusvalía (que corresponde al tiempo de trabajo no remunerado), el verdadero generador de la valorización del capital. Lógica capitalista contra lógica humana. 

Mientras tanto, el número de infectados, enfermos graves y muertos crecía irremediablemente; la emergencia era y es tal que fue necesario declarar las ciudades y las zonas epicéntricas de la epidemia como "zonas rojas", cerrándolas como lazaretos, para que nadie pudiera salir o entrar, excepto para declarar toda Italia "zona roja". Naturalmente, la propagación de la epidemia obligó a las autoridades locales, regionales y nacionales a detener las fábricas, tiendas, oficinas y a reducir drásticamente el movimiento de personas, sean trabajadores o no. Pero los capitalistas están interesados, presionando insistentemente, en seguir dirigiendo sus empresas, a pesar de las medidas de contención que las autoridades se ven obligadas a tomar y a sanear el ambiente de trabajo antes de que sus trabajadores vuelvan a trabajar. Las huelgas que tuvieron lugar en febrero y marzo, por otra parte, pusieron de relieve la falta total de saneamiento en el lugar de trabajo, la falta de equipo de protección personal y la dificultad objetiva de los trabajadores para mantener una distancia de por lo menos un metro entre sí, dada la organización del trabajo existente en las empresas. En Italia, pero también en otros países, las decisiones que afectan a la población se comparten entre el gobierno nacional, el gobierno regional y los alcaldes de las ciudades, por lo que no basta con que el gobierno nacional decrete, por ejemplo, que se detengan las empresas consideradas no esenciales para la vida cotidiana, como las granjas, las empresas químico-farmacéuticas o las que fabrican equipos médicos y hospitalarios, y las panaderías, las tiendas de comestibles, las farmacias o las oficinas de correos, los quioscos de prensa, etc.

Y así, cada región, y cada ciudad, se mueven por su cuenta, al igual que las empresas que compiten entre sí. En Lombardía, por ejemplo, según una estimación del ISTAT de finales de marzo, 450.000 empresas de un total de 800.000 están activas; en la provincia de Bergano, epicentro de la epidemia en la región, alrededor del 40% de las actividades ya se han reanudado, y en la provincia de Brescia, Feralpi (siderurgia), Beretta (armas) y Streparava (automoción) vuelven a abrir sus puertas (10). Y situaciones similares existen en todo el Valle del Po, por lo tanto, también en el Véneto, Piamonte, Emilia Romaña que, junto con Lombardía, constituyen el corazón productivo de Italia. A Val Padana, entre otras cosas, que la fuerte industrialización ha transformado en una de las zonas más contaminadas de Europa; y no es casualidad que en Lombardía y en las demás regiones del Norte se haya concentrado la enorme cantidad de contagios, enfermedades graves y muertes. Gracias a la niebla tóxica y al polvo fino, el Covid-19 se ha propagado mucho más rápidamente; además, muchos virólogos e infectólogos han declarado que los datos oficiales de personas infectadas y muertas son muy inferiores a la realidad, ya que este coronavirus tiene la capacidad de replicarse 5-10 veces más que lo afirmado por Protección Civil que se basa únicamente en los hisopos realizados. Así como hay una falta de equipo de protección personal, empezando por el personal del hospital, también hay una falta de hisopos - y por lo tanto de los análisis relativos - para el personal de todos los hospitales, por no hablar de toda la población...

 

LOS PROLETARIOS NO TIENEN NADA QUE COMPARTIR CON LA BURGUESÍA, EL GOBIERNO Y LA OPOSICIÓN SEAN CUALES SEAN ESTOS

 

El desastre de la salud pública, hoy en día, es aún más evidente y es inútil buscar al "culpable", aunque la responsabilidad de toda una serie de medidas recaiga ciertamente en los políticos de los diversos partidos que han gobernado hasta ahora y que todavía gobiernan. El culpable, si queremos usar este término por un momento, es el capitalismo, el modo de producción basado en el mercantilismo, en el dinero, en el capital, en la explotación del trabajo asalariado; un modo de producción que ha generado una clase dominante que, en su conjunto, no puede actuar sino obedeciendo a la ley de los mercados, del capital y de su valorización y para el cual el cuidado de la vida humana es un accesorio del cuidado de la economía capitalista.

La salud, para la burguesía, significa medicinas, hospitales, clínicas, especialistas; sin medicinas no hay cura, no hay salvación. Por eso la industria farmacéutica se ha vuelto tan poderosa como la industria armamentista, y no es casualidad que la burguesía, ante una epidemia, hable en términos de "guerra contra...". Como cualquier industria, también ellos siguen la lógica capitalista clásica: fabrican para vender, venden para obtener beneficios e intentan vencer a la competencia para obtener más beneficios. Así que, cuantas más enfermedades se traten, más drogas se venderán, más beneficios se obtendrán. Cuantos más contrastes sociales o entre estados, entre grupos étnicos, entre facciones burguesas, y cuantas más armas se vendan, más beneficios se obtendrán. Pero la lógica capitalista que se basa en la competencia entre empresas, y por tanto entre Estados, no se ha detenido nunca en el nivel de la competencia llamada "justa", siempre ha ido más allá, empujada ya que no se trata tanto de colaborar y cooperar por un bien que no es privado, sino que debe ser común y universal, como de ganar, de vencer la competencia, de superarla; y es en esta lógica que el desarrollo capitalista lleva a la concentración de más y más producción, distribución y capital; es de esta manera que las innovaciones técnicas y tecnológicas han llevado al establecimiento de industrias cada vez más grandes y con una necesidad cada vez mayor de capital. Las multinacionales son el producto específico del desarrollo imperialista del capitalismo. Y así como existen las multinacionales de los productos agrícolas, de los productos industriales más variados, de los transportes, de los recursos minerales, de las comunicaciones, están las multinacionales químico-farmacéuticas y de las armas.

Las grandes empresas químico-farmacéuticas tienen todo el interés en vender cada vez más sus productos, y para ello cuentan con que las enfermedades de todo tipo aumenten y se extiendan por todo el planeta; los remedios que descubren y producen no son más que respuestas más o menos adecuadas a las numerosas enfermedades del hombre, así como de los animales o las plantas, y rara vez se inspiran en una verdadera previsión también porque la verdadera prevención, la verdadera cura de los organismos vivos, empezando por el hombre, no puede obtenerse considerando la vida del hombre separada del medio en que vive y de sus condiciones de vida y de trabajo. El hecho de que las enfermedades cardiovasculares, respiratorias y psicosomáticas aumenten constantemente en los países industrializados dice mucho de las condiciones de vida y de trabajo de la gran mayoría de la población mundial; y si a ello añadimos la miseria, la pobreza, las condiciones higiénicas inexistentes, la hambruna, la falta de agua en gran parte de África y en vastas zonas de Asia, sin olvidar las metrópolis de Europa y de América, a las que hay que añadir las consecuencias de las guerras, no es difícil darse cuenta de que la civilización burguesa y capitalista conduce exactamente a una situación insostenible para la mayoría de la población mundial, agravándola en el espacio y en el tiempo.

El ansia de lucro nunca se satisface, y a todos los sectores económicos les interesa no detenerse en las oportunidades de lucro que ofrece espontáneamente el mercado, sino crear el mayor número posible de oportunidades. Este es el caso de la industria armamentística, que cuenta con organizaciones de presión para influir y corromper todas las instituciones, nacionales e internacionales, a fin de facilitar la difusión de las armas y su consumo; así como para la industria químico-farmacéutica, que, de la misma manera, tiene interés en la difusión y el consumo de todo tipo de drogas -incluidos los efectos secundarios que cada una de ellas conlleva, y gracias a los cuales se asegura la difusión y el consumo de muchas otras drogas- pero que, en presencia de epidemias, probables o reales, tiene todo el interés en asegurar que su difusión sea lo más amplia posible. Y no importa que todos aquellos que, teniendo las palancas de mando y poder político, puedan intervenir al principio de la epidemia para detener y limitar su propagación, no intervengan por inexperiencia, ignorancia, incapacidad, desorganización. Las palancas de ese mando, aunque estén en manos del presidente, gobernador o luminaria del momento, forman parte de un mecanismo complejo y mundial llamado sistema capitalista, del que los capitalistas y la clase burguesa gozan de los privilegios, pero sólo siguiendo los dictados de las leyes económicas y financieras que van más allá de la voluntad de la clase dominante como de todo capitalista. Covid-19 puede hacer y matar al banquero como al enfermero, al párroco como al obrero, al intelectual como el barón del hospital o al cajero del supermercado, aunque, por razones estrechamente ligadas a las condiciones de vida y de trabajo, son los más débiles, como los ancianos, y los asalariados los que pagan el precio más alto. Y pueden morir por miles, como hasta ahora 90.000 han muerto de coronavirus en el mundo, o por millones, como en las guerras mundiales, pero lo importante es que sobreviva el sistema capitalista, un modo de producción que se alimenta de sus muertos, y una sociedad que la clase burguesa defiende por todos los medios porque defiende sus privilegios, su poder, su dominación.

El capitalismo no sólo aprovecha los desastres naturales para desencadenar intervenciones de emergencia y reconstrucción en gran escala que aportan abundantes beneficios, sino que también provoca directa y artificialmente situaciones catastróficas y enfermedades, de modo que las emergencias sociales y sanitarias se convierten cada vez más en la norma. Sabemos que en la guerra hay destrucción, heridas, muertes y el uso de métodos autoritarios y dictatoriales para dirigirla y superarla se convierte en una necesidad para todos los beligerantes. Para la burguesía, y para la burguesía imperialista en particular, la guerra -comercial, monetaria, económica, financiera- es la norma, y se convierte en una guerra bélica cuando otras formas de confrontación no logran el resultado deseado. Para la burguesía, toda situación de crisis económica, social, sanitaria es una situación de "guerra" y como tal siempre ve por lo menos tres enemigos: las facciones competidoras de la propia burguesía, las burguesías extranjeras y la clase proletaria, que es la única clase que potencialmente representa el peligro más fuerte para la dominación política y social burguesa y contra la cual la clase dominante burguesa nunca deja de luchar. Como ya se ha dicho en declaraciones anteriores, esta pandemia de Covid-19 es también una oportunidad para que las burguesías de cada país pongan en práctica un control social más firme y directo, a fin de acostumbrar a la población, y al proletariado en particular, a un clima de "guerra", toque de queda, confinamiento estricto en el hogar o en el lugar de trabajo, lo que lleva a la denuncia y a la denuncia de todos aquellos que "desobedecen" las órdenes emitidas por las distintas autoridades.

Hoy en día, los proletarios siguen siendo incapaces de responder con métodos y medios de clase al ataque de la burguesía que aprovecha la agravación de la epidemia para atacar de raíz la pulsión proletaria de rebelión contra una clase dominante que ha demostrado y demuestra cada día más que ha subestimado criminalmente la gravedad del coronavirus y ha provocado, precisamente por la ausencia de una verdadera prevención, su mortal propagación. Por enésima vez, los proletarios sufren los golpes infligidos a sus condiciones de existencia sin tener la fuerza para defenderse y organizarse independientemente del aparato social de la burguesía y del aparato político y sindical del colaboracionismo. Pero es en el terreno de la lucha de clases y de la reorganización de la clase donde los proletarios lograrán finalmente defender sus intereses exclusivos de clase; y en este terreno, tarde o temprano, tendrán que volver si no quieren morir sin luchar.

Ha habido situaciones históricas en las que las burguesías, haciendo la guerra por todos los medios, han podido suspender o atenuar el choque armado entre ellas para aliarse contra el proletariado que se había levantado en uno o varios países implicados en la guerra: son las situaciones revolucionarias, como en el caso de la Comuna de París de 1871, y la victoriosa Revolución Rusa de octubre de 1917-1921. Por lo tanto, ya ha sucedido que el proletariado revolucionario puso contra la pared a la clase burguesa dominante durante la guerra burguesa, a pesar del dominio absoluto sobre la economía del país y el control político de la fuerza militar. Un control político que puede perderse de nuevo a condición de que el proletariado recupere el terreno de la lucha de clases, sea dirigido por el partido comunista revolucionario y asalte decididamente el cielo, en el país donde las condiciones generales sean maduras y más favorables, conquistando el poder político, derrocando el Estado burgués y estableciendo su dictadura de clase, iniciando así la revolución proletaria internacional, la única que puede derribar la dominación política de la burguesía y comenzar la destrucción del sistema capitalista para sustituirlo por un modo de producción destinado a satisfacer las necesidades de la vida humana y no del mercado, el capital, las finanzas.

 


 

(1) Ver https:// www. repubblica .it/ cronaca/2020/02/28/ news/coronavirus_ studio_italiano_ all_oms_ epidemia_ da_ottobre_contagi_raddoppiati_ogni_4_giorni-249808885/

(2) Ver Le Monde diplomatique, No 4, Abril 2020. Describió la situación en otros países también: "En 1980 Francia tenía 11 camas de hospital (reuniendo todos los servicios) por cada 1.000 habitantes. Actualmente sólo hay 6 (...) En 1970 en los Estados Unidos había 7,9 camas por cada 1.000 habitantes; en 2016 habían bajado a 2,8 (fuente: OCDE)".

(3) Véase la Repubblica, 14 de abril de 2020.

(4) Ver www.today.i/attualita/coronavirus-ospedale-fiera-milano.html

(5) Ver www.globalist.it/news/2020/04/14/il-covid-hospital-di-milano-piu-che-eccellenza-lombarda-una-inutile cathedral-in-the-desert-2056268.html

(6) Ibidem.

(7) Vea el suceso diario, 14 de abril de 2020.

(8) Ver www.today.i/attualita/coronavirus-ospedale-fiera-milano.html

(9) Véase el Manifiesto, 14 de abril de 2020.

 

 

Partido Comunista Internacional (El Proletario)

15 de abrile de 2020

www.pcint.org

 

Top

Volver sumarios

Volver archivos