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Italia

Con una nueva ronda de elecciones, la clase dominante burguesa renovará su gobierno llamado a gestionar los próximos años de lágrimas y derramamiento de sangre del proletariado italiano, en perfecta continuidad con los gobiernos anteriores.

¿La alternativa a las elecciones? ¡Reorganizar la lucha de clases antiburguesa, antidemocrática y, por tanto, antielectoralista!

 

 

El próximo 25 de septiembre, con la votación para renovar el parlamento y poner en marcha un nuevo gobierno, los proletarios están llamados a decidir una vez más qué partidos les oprimirán durante otros cinco años.

Que las elecciones parlamentarias, celebradas a lo largo de todas estas décadas de democracia parlamentaria para "elegir" qué partidos entrarían en el gobierno, no han servido para mejorar permanentemente las condiciones de existencia y de trabajo del proletariado, es un hecho que todo proletario ha comprobado por sí mismo.

El coste de la vida no ha dejado de aumentar, y últimamente se he vuelto intolerable para millones de proletarios; el paro no sólo se mantiene en porcentajes importantes, sino que tiende a aumentar; los salarios llevan años estancados, al igual que las pensiones; el ritmo de trabajo ha aumentado al tiempo que la jornada laboral diaria ha tendido a incrementarse; la inseguridad en el trabajo, en lugar de disminuir, aumenta, al igual que los accidentes y las muertes en el trabajo; cada vez hay menos contratos indefinidos, mientras que aumentan los contratos de duración determinada y toda la serie de contratos por los que los capitalistas administran el trabajo en función de las necesidades inmediatas de sus beneficios. Al mismo tiempo, en el mercado de trabajo, la patronal sigue fomentando la competencia entre proletarios, no sólo entre nativos, entre hombres y mujeres y entre jóvenes y adultos, sino también entre nativos e inmigrantes. Hoy en día, los jóvenes que buscan trabajo, cuando encuentran un empleo, nueve de cada diez veces, no duran en él ni está lo suficientemente remunerado como para permitir una existencia decente: ¡la inseguridad laboral es ahora la norma! Y si el trabajo es inseguro, la vida es insegura.

Ante la inseguridad laboral y vital de millones de proletarios, ¿qué dice la burguesía? ¿Qué dicen los gobernados y los representantes de los partidos ricamente pagados cómodamente sentados en los bancos del parlamento?

Todo el mundo se da golpes de pecho, proclamando que lo importante es que la economía empiece a girar de nuevo, es decir, que vuelva a producir beneficios para las empresas, porque si no hay beneficios, las empresas se ven obligadas a despedir a parte de su personal o incluso a cerrar. Todos declaman la voluntad de "resolver" los problemas con los que lucha Italia, algunos piden más miles de millones a la Unión Europea, otros sugieren más deudas a contraer en el futuro, otros cambian miles de millones de un sector a otro, otros anuncian peligros revanchistas y autárquicos. Y todos culpan a los impuestos que son demasiado altos, como si los impuestos no hubieran sido subidos por los mismos que ahora gritan que hay que bajarlos.

En un torbellino de declamaciones elevadas, pero totalmente vacías de contenido, los políticos de hoy vuelven a montar el teatro de marionetas con el mismo guión de las funciones anteriores. El gobierno cambiará, pero lo que no cambiará es la máquina que aplasta la existencia de la inmensa mayoría del proletariado, llamado por enésima vez a sacrificarse, quedándose sin trabajo y apretándose el cinturón, en favor de la recuperación económica, por tanto en favor de los capitalistas y su sistema económico.

Ningún parlamento burgués hará nada contra la opresión permanente que sufre el proletariado y contra el empeoramiento de sus condiciones de trabajo y de existencia, ningún parlamento burgués hará nada para transformar esta opresión y este empeoramiento en armonía social y bienestar. El único bienestar que les importa realmente a los representantes de la burguesía dominante es su propio bienestar privado, así como, por otro lado, a todo capitalista, a todo empresario le importa sobre todo el bienestar de su capital, de su empresa -de su propiedad privada- aunque tenga que explotar más intensamente su fuerza de trabajo o tenga que deshacerse de ella para asegurarla.

Los proletarios no deben esperar nada bueno de la democracia burguesa porque con ella la clase dominante burguesa enmascara una realidad social que es de opresión y explotación. Con la democracia, la burguesía tiende a reforzar la colaboración interclasista mediante la cual puede seguir explotando el trabajo asalariado a pesar de las tensiones que inevitablemente surgen debido al choque material entre los intereses burgueses y proletarios.

A los capitalistas les interesa explotar a la fuerza de trabajo asalariada porque de esa explotación obtienen la valorización de su capital; a los proletarios les interesa ser explotados lo menos posible (menos horas al día, ritmos de trabajo menos intensos, más descansos, más seguridad en el empleo, más tiempo para ellos y sus familias) y tener un salario más alto. Este choque de intereses de clase -típico de la sociedad capitalista- genera la lucha entre la clase burguesa y la clase proletaria. Y hablamos de clases y no de burgueses individuales o proletarios individuales, porque el capitalismo ha desarrollado el trabajo asociado y lo ha organizado para aumentar cada vez más la productividad del trabajo. Así, el interés de un proletario individual es en realidad el interés de todos los proletarios, porque están sometidos al mismo mecanismo de explotación, a las mismas relaciones burguesas de producción y de propiedad que rigen la vida social en todos los países. Y mientras el proletario individual, o el proletario asociado, se enfrenta a la fuerza de la clase dominante, que, dueña de los medios de producción y distribución, de las materias primas, de la tierra, se apropia de toda la riqueza producida por el trabajo asalariado, el burgués individual, el capitalista individual, mientras compite con todos los demás capitalistas, cuenta con el hecho de que detrás de él tiene la fuerza política, económica y militar del Estado central, que defiende su propiedad y las relaciones sociales capitalistas.

Los proletarios, por muchos votos que den a los partidos que dicen representarlos, nunca conseguirán dar la vuelta a la situación: no pasarán de explotados y oprimidos a productores sociales libres. Seguirán siendo la clase oprimida y explotada tanto en los periodos de crisis del capitalismo como en los de su expansión. Basta con echar la vista atrás un par de generaciones para darse cuenta de que el capitalismo progresa en una espiral de crisis económicas y guerras y breves períodos de paz. Así que la democracia no sirvió para asegurar la prosperidad de las masas proletarias, pero ciertamente sirvió para asegurar los privilegios y un gran bienestar a los capitalistas. La democracia tampoco sirve para asegurar la paz: la guerra, aunque no golpee en la puerta, ha estado y está presente en cada momento de la vida del capitalismo en todo el mundo. Y tal es la competencia y los enfrentamientos entre las potencias imperialistas, que a estas alturas la guerra, que estalló en Europa con las guerras yugoslavas en los años 90, está de nuevo en el patio trasero, en Ucrania, arrastrando a todas las potencias imperialistas de Europa en apoyo del gobierno ucraniano contra el ruso. Mañana, ¿para qué frente decidirá la burguesía italiana gastar miles de millones en armamento y enviar a sus propios soldados? Con el pretexto de la pandemia del Covid-19, la burguesía ha reforzado su control social sobre el proletariado. Con la guerra de Ucrania se refuerza la idea de que la guerra no está tan lejos y que hay que abordarla con la misma "unidad nacional": ayer para derrotar al enemigo "invisible", el virus Sars-CoV2, mañana para derrotar a un enemigo muy visible, identificándolo con el imperialismo adversario del momento. De ser una masa a explotar intensivamente incluso en tiempos de pandemia, el proletariado está condenado a convertirse en carne de cañón en tiempos de guerra. Para eso quiere la burguesía preparar a las masas proletarias y aprovecha la crisis económica en la que se ha sumido para acostumbrar al proletariado a sacrificarse, hoy por la recuperación económica, mañana para defender "la patria": en ambos casos para defender sólo los intereses burgueses y capitalistas.

Los proletarios tienen otro camino para defender sus intereses de clase, y no es el camino de la democracia, no es el camino del parlamentarismo y la colaboración de clases: es el camino de la lucha de clase, de la reanudación de una lucha que pone en su centro exclusivamente los intereses proletarios, empezando por los intereses económicos inmediatos, por los que debe luchar también contra el sindicalismo tricolor, y en perspectiva los intereses de la lucha revolucionaria porque sólo con la revolución el proletariado puede aspirar a su propia emancipación, a acabar con la explotación del trabajo asalariado. Lucha significa confrontación, no diálogo y compromiso. Choque significa organizar para el choque, adoptar programas y medios para vencer al enemigo de la clase burguesa. Pero ante la lucha independiente del proletariado, la burguesía dominante no se queda quieta; si incluso ahora, en ausencia de la lucha de clase independiente del proletariado, la burguesía pasa al ataque de sus condiciones de existencia y de vida, por tanto de sus condiciones sociales y políticas, con mayor razón pasará al ataque mañana ante un proletariado organizado no sólo para defenderse sino también para atacar, para ir a la conquista del poder político que es el primer gran objetivo de la lucha revolucionaria. El arma contundente de la papeleta habrá tenido el final que se merece: acabará en la cloaca de la historia. Abstenerse de las elecciones hoy tiene sentido si uno se prepara para la lucha de clases y sus objetivos revolucionarios.

 

 

Partido Comunista Internacional (El Proletario)

20 de septiembre de 2022

www.pcint.org

 

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