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Prises de position - Prese di posizione - Toma de posición - Statements                


 

Las masacres en el mar son la respuesta burguesa al grito de socorro de las masas migrantes que huyen de las guerras por mar, de la represión y la miseria.

Pylos, después de Cutro y cientos de otros cementerios, lo demuestran

 

 

En la noche del 13 al 14 de junio se produjo otra masacre de migrantes en el mar Mediterráneo. Un pesquero, el Adriana, con unas 750 personas a bordo, entre ellas más de un centenar de niños y mujeres en la bodega, se hundió en el tramo de mar más profundo del Mediterráneo: a unas 47 millas náuticas (60 km) al suroeste de la ciudad griega de Pilos, se encuentra la Fosa de Calipso, a más de 5.000 metros de profundidad. Y fue aquí donde el pesquero se hundió, llevándose consigo a más de 600 personas.

El Adriana había partido de Tobruk, en la costa oriental de Libia, en dirección a Italia; el Centro de Coordinación de Salvamento Marítimo italiano había alertado en la mañana del martes 13 de junio al centro de operaciones griego del pesquero "en dificultades", que también fue detectado por un avión de Frontex a las 9.47 horas. Se hablaba de 750 personas a bordo, demasiadas para una embarcación de estas características. Es el centro de operaciones italiano el que localiza el barco a 60 millas de la costa griega y a 260 de la italiana, en un corredor marítimo que los contrabandistas utilizan para evitar las aguas maltesas. A lo largo de la mañana del martes se avisó e informó a Atenas, sin obtener respuesta. A las 13.50, un helicóptero griego levanta el vuelo y a las 15.35 localiza el buque; mientras tanto, un barco de la guardia costera griega zarpa de Creta, a más de 400 km en línea recta de donde se encuentra el Adriana. Si lo que querían era dar largas al asunto con la esperanza de que el buque siguiera su camino hacia Italia, eliminando todos los problemas y la vergüenza para las autoridades griegas, habían encontrado la manera. Pero desde el Adriana, a las 14.17 horas, a través de los satélites, salen llamadas de socorro y la ONG Alarm Phone avisa de que desde el pesquero "dicen que no pueden sobrevivir a la noche, que están en serias dificultades". De hecho, como atestiguarán los supervivientes, llevaban días sin comer y sólo bebían agua de mar.

Atenas dice que no se puso en contacto con el pesquero hasta las 18.30 horas, y afirma que desde el barco "no querían más ayuda que comida y agua", que "deseaban continuar hacia Italia", mientras que el helicóptero griego comunicó por radio que "el barco navega con rumbo y velocidad constantes". Mentira. La realidad resultará ser muy distinta, como demuestra el testimonio de Alarm Phone, que insiste en que el barco llevaba horas a la deriva. El Adriana recibió víveres y agua de un mercante maltés a las 18.00 horas y de otro griego hacia las 21.00 horas. El buque guardacostas griego que había zarpado de Creta llegó al barco a las 22.40 horas, ¡tras 7 horas de travesía!, y permaneció a distancia "discretamente, sin encontrar problemas en su navegación". ¡Mentira! El barco llevaba horas a la deriva, pues el capitán ya había zarpado en una pequeña embarcación a las 17.20 horas. La tragedia era inevitable: a las 2:04 de la madrugada, el buque de la guardia costera griega afirma haber "visto cómo el barco se inclinaba hacia la derecha, luego bruscamente hacia la izquierda y otra vez hacia la derecha" con tanta fuerza "que provocó el vuelco del barco" y se hundió en los "10 o 15 minutos siguientes" (1).

El mar era llano, no había mar gruesa, se podría haber rescatado sin grandes dificultades y muchas horas antes, sólo hacía falta voluntad. Pero a las autoridades griegas, como ya es costumbre, no se les ocurre rescatar a los inmigrantes en apuros en el mar; si mueren es porque se lo han buscado, bastaba con que no salieran en esas condiciones de aglomeración. Suena como oír al superpolicía italiano Piantedosi cuando, ante la masacre de Cutro, no encontró nada mejor que decir que con un mar en esas condiciones no deberían haber salido....  

Masacres como éstas no son acontecimientos fatales, son el dramático resultado de una larga serie de políticas que las burguesías, sobre todo si son opulentas y están dotadas de las mejores técnicas, los mejores equipos y los medios de salvamento más eficaces, adoptan desde hace tiempo para defender sus intereses y sus fronteras. Capaces de llevar las guerras y la devastación a países de fuera de Europa, expresan el más alto grado de cinismo y desprecio por la vida de esa parte de la humanidad que consideran de tercera, cuarta o quinta clase, como en los tiempos de la trata de esclavos de África.

Las burguesías de Europa son las principales responsables de las desastrosas condiciones en las que se han visto sumidas poblaciones enteras de África, Oriente Medio y Asia, zonas desde las que llegan los emigrantes a Europa. Primero el colonialismo y luego el imperialismo, con la consiguiente devastación de los territorios "conquistados" y la esclavización de cientos de millones de africanos y asiáticos, convirtieron estos continentes en territorios en los que no crecía más que la miseria, el hambre, la esclavitud, la depredación, la represión y las guerras, y en los que la norma ha sido siempre explotar al máximo los recursos naturales y humanos para el bienestar y la prosperidad de las metrópolis capitalistas.

De la civilización capitalista que los europeos exportaron a los demás continentes, aparte del progreso técnico industrial sobre el que se levantó una burguesía local sedienta de poder y de sangre más que la europea, ¿qué quedó? Un empobrecimiento generalizado de las poblaciones indígenas y su transformación, para la inmensa mayoría, en masas proletarias y esclavizadas destinadas a sobrevivir en la miseria, el hambre y la represión ejercida por los potentados locales apoyados y fortificados por los imperialistas civilizados europeos a los que se han añadido los americanos en los últimos ochenta años.

Es de estas situaciones extremas de las que huyen los emigrantes, que buscan en la opulenta, civilizada y "pacífica" Europa un lugar donde no morir de hambre o en guerras que nunca desearon.

La Europa burguesa es una fortaleza que, sin embargo, ya no está segura de su poder: se siente asediada por las masas de emigrantes africanos y orientales que presionan con fuerza en sus fronteras, erosionando su seguridad y el buen funcionamiento de sus negocios y comercio. Europa no es un Estado unitario, es un conjunto de Estados estrechamente unidos por razones económico-financieras y políticas generadas por la competencia cada vez más prepotente de los imperialismos históricos no europeos, como Estados Unidos, Japón, Rusia y, en tiempos más recientes, China. Un conjunto de Estados que nunca han dejado de competir incluso entre sí, y de hacerse la guerra, porque la historia de su formación capitalista e imperialista les lleva inevitablemente al enfrentamiento. Ello no quita para que, ante situaciones consideradas peligrosas para la conducción y defensa de sus negocios e intereses, los Estados europeos unidos en la Unión Europea traten de actuar concertadamente. Ha sido, y es, el caso de la guerra ruso-ucraniana, ante la cual, salvo algunas pequeñas deserciones, han actuado y actúan como belicistas en perfecto acuerdo, naturalmente bajo la supervisión de Estados Unidos; y es el caso de la lucha contra la inmigración definida como clandestina, que dura desde hace varias décadas, en la que las políticas de rechazos, repatriaciones, muros, patrullas militares en el Mediterráneo, encarcelamientos en lagers llamados centros de acogida para migrantes y solicitantes de asilo, muestran el "alto grado de civilización" de Europa.

Debido a su situación geográfica, es inevitable que los flujos migratorios procedentes de África y Oriente se concentren en las rutas marítimas del Mediterráneo oriental y central, mientras que las rutas terrestres se concentran sobre todo en los Balcanes. Italia y Grecia, por tanto, son los dos países europeos de desembarco y tránsito natural de estos flujos, mientras que las costas de Libia, Túnez, Egipto y Turquía son sus puntos de recogida, partida y embarque. Y es natural que en una sociedad en la que imperan el dinero, la prepotencia y el crimen, en cada situación de crisis en la que la parte más débil de la población se ve catapultada en su búsqueda diaria de supervivencia, el crimen organizado se imponga sistemáticamente; ya sea organizado al margen de las leyes del orden establecido o por el propio orden establecido, el resultado final no cambia: el proletariado, los indigentes, los desposeídos de todo, incluso de la esperanza de vivir, son las víctimas predestinadas. El color de su piel, puesto que no son blancos, es una característica negativa más, pero no necesariamente la decisiva. Los verdugos, los asesinos, los torturadores tienen casi siempre el mismo color de piel que las víctimas: responden simplemente a intereses privados, individuales y de clanes, que contemplan la explotación más bestial y violenta de masas indefensas, vengan de donde vengan o quieran ir a donde quieran ir.

Mientras existan la burguesía y el capital, mientras la vida social de todos los pueblos se vea obligada a responder a las leyes del capitalismo y a sufrir todas las consecuencias, incluso las más trágicas, de las contradicciones económicas y sociales que caracterizan a la sociedad burguesa, no habrá paz en esta tierra, no habrá igualdad ni libertad para vivir, sino que habrá matanzas constantes tanto en el trabajo como en las travesías del mar y del desierto; habrá represión y tortura de todos aquellos que no se inclinen ante el dios Capital y sus ministros en la tierra que se sientan en los escaños de los gobiernos desde donde deciden la vida y la muerte de millones y millones de personas.

Luchar contra este estado de cosas parece imposible, y escapar de las situaciones más dramáticas, enfrentándose de cualquier manera a cualquier riesgo, parece ser lo único que alguien puede hacer para escapar de lo que parece ser una condena ya escrita: la inanición. Y así se intenta un viaje absurdo, lleno de riesgos y peligros de todo tipo, se desafían las leyes de los hombres y de la naturaleza para establecerse en un lugar distinto al que se ha convertido en un abismo en el que tarde o temprano se acaba cayendo. Pero la masacre de Pylos, como las de Cutro, Lampedusa y las de las costas de Túnez, Libia y Egipto, demuestran que el gran coraje de los emigrantes, su tenaz insistencia en intentar una y otra vez a lo largo de los años desembarcar en una Europa que en la imaginación de las masas hambrientas y reprimidas durante siglos, ha tomado la apariencia de una especie de refugio pacífico y acogedor, mientras que en realidad resulta ser otro tipo de infierno, son cualidades individuales no sólo para la lucha por la supervivencia, sino también para otro tipo de lucha: la lucha proletaria, la lucha de la clase de los trabajadores que producen la verdadera riqueza de cada país, la lucha que une por encima de nacionalidades, color de piel, sexo, edad, nivel de educación o profesionalidad adquirida, a todos los hombres y mujeres que el propio desarrollo de la economía mundial ha producido inexorablemente: el trabajo asalariado. La fuerza inherente al trabajo asalariado que el propio capitalismo ha creado, en lugar de ponerse al servicio exclusivo del capitalismo, y por tanto de la burguesía que defiende su modo de producción y sus leyes, puede dirigirse a hacer estallar desde sus cimientos la sociedad de las masacres, de la economía del desastre, de las guerras devastadoras, de la explotación sin fin de la inmensa mayoría de la población mundial.

El miedo de toda burguesía, especialmente de las opulentas burguesías de Europa, no es tanto que sus países sean invadidos por masas incontrolables de migrantes ya que, si acaso, éste es un molesto problema que toda burguesía trata de trasladar a las burguesías de otros países, y especialmente de los países de origen de los migrantes, pagando "el servicio" con miles de millones, armamento, rentables contratos económico-financieros, etc., para que ellas mismas puedan mantener a las masas de migrantes segregadas en sus lagers. El verdadero temor de toda burguesía, en particular de las opulentas burguesías europeas, es que el coraje de los migrantes y su disposición a sacrificar incluso sus propias vidas para alcanzar un objetivo que ninguna burguesía les concederá, en una lucha a vida o muerte, no contamine a los proletarios europeos, despertándolos de ese letargo tóxico en el que han estado sumidos durante décadas, enjaulados en una especie de isla feliz del consumismo a la que se han visto arrastrados a pesar de sus condiciones reales como asalariados, como trabajadores cuya vida depende únicamente del salario que ganan, de lo contrario la miseria y el hambre acompañarán también sus vidas. La lucha por la vida o la muerte, para los proletarios europeos es una necesidad cotidiana como para los proletarios de cualquier otro país, como para todo emigrante desposeído de todas sus posesiones. Deben caer dos mitos: para los proletarios europeos, el mito de tener una vida mejor que la de los miles de millones de proletarios de los países más pobres, lo que parece ser una posición social ya consolidada y que ya no corre peligro; mientras que para los proletarios de la periferia imperialista, debe caer el mito de una Europa tierra de paz, prosperidad y libertad, un mito que ha durado demasiado tiempo y que las últimas crisis económico-financieras y bélicas, como la ruso-ucraniana, han empezado a hacer tambalear.

La vida del proletariado, bajo cualquier cielo, o es una vida de lucha -de supervivencia ante todo, pero también de dignidad humana- o es una vida inútil de renuncia, que la propia sociedad desecha como basura no reciclable.

Y la lucha proletaria, si quiere tener futuro, debe inevitablemente poner en su centro los intereses de clase que los unen por encima de todas las fronteras, en una unión revolucionaria de clase que es la única que puede hacer frente a la fuerza social, política y militar de la burguesía y sus matones. Sólo avanzando en esta dirección los proletarios podrán decir que no han luchado en vano, que no han muerto en vano, porque hasta ahora las masacres no han hecho más que acumularse una tras otra sin que nada cambie, sin que la raíz social de las propias masacres se vea afectada lo más mínimo.

  


 

  (1) Noticias y citas extraídas de "il fatto quotidiano" de 16.6.2023, de https://www.blitzquotidiano.it/cronaca-europa/naufragio-grecia-barcone-750-persone-ribalta-diretto-italia-nuova-cutro-strage-migranti-3540929/ de 14.6.2023, y de https://www.meltingpot.org/2023/06/grecia-strage-di-pylos-nessuna-pace-per-gli-assassini/ de 17.6.2023.

 

19 de junio de 2023

 

 

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