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Hace 50 años el reformismo llevó al proletariado chileno al matadero

 

 

La elección en Chile en 1970 de un presidente «marxista» (Salvador Allende) y la llegada al gobierno de una coalición de izquierda en torno al partido socialista y al partido comunista (la «Unidad Popular») tuvieron repercusiones mucho más allá de las fronteras de este país.

Para los partidos de izquierda en Europa y otros lugares, la «experiencia chilena» demostró que era posible avanzar hacia el «socialismo» a través de un camino pacífico y democrático, gracias a reformas pasadas utilizando las instituciones estatales.

En realidad, el «socialismo» sostenido por la Unidad Popular y su presidente era todo salvo marxista, no era más que un capitalismo ligeramente reformado y «mejorado»: no se trataba de alterar el modo de producción capitalista y fijar el objetivo de una sociedad radicalmente nueva, sin explotación, sin mercados ni dinero, sin clases sociales ni Estado – el verdadero socialismo. Esto sólo puede lograrse a nivel internacional y sólo después de aplastar el Estado burgués y la resistencia de las clases propietarias mediante el establecimiento de la dictadura del proletariado.

La UP no preveía nada parecido; su programa era un conjunto de reformas económicas encaminadas a acelerar el desarrollo capitalista mediante la liquidación de sectores arcaicos (grandes propiedades latifundistas), el aumento del papel económico del Estado para impulsar la industrialización, el aflojamiento del control imperialista (nacionalizaciones de las grandes empresas mineras estadounidenses) y al mismo tiempo otorgar medidas sociales necesarias para calmar el descontento de los proletarios y las masas pobres.

Por lo tanto, no sorprende que el principal partido burgués, la Democracia Cristiana, votara a favor de la investidura de Allende (como no obtuvo una mayoría suficiente para ser elegido directamente, la investidura dependía de una votación en el parlamento donde la UP estaba en minoría). Para mayor seguridad, la DC había puesto como condición (texto del 24/9/70) que el futuro presidente se comprometa, entre otras cosas, a respetar «las estructuras orgánicas y jerárquicas de las Fuerzas Armadas y de los carabineros»; «Queremos que las Fuerzas Armadas y el Cuerpo de Carabineros sigan siendo garantía de nuestro sistema democrático. Lo que pasó después demostrará una vez más que este sistema democrático defendido por el Ejército y la policía no es otro que el dominio de la burguesía...

El gobierno de la UP tuvo adversarios más o menos virulentos: empezando por los grandes terratenientes (los «momios « - las momias) que temían las ocupaciones de tierras, sectores de la pequeña y media burguesía preocupados por las ambiciones modernizadoras del gobierno (el proyecto de crear una empresa nacional de transporte provocó la revuelta de los propietarios de camiones) y el imperialismo estadounidense, por supuesto, hostil a los intentos de atacar a sus intereses y acercarse a Cuba. La UP intentó apaciguar a estos oponentes: limitación de la «reforma» agraria (nunca había pensado en una revolución agraria) y condena de las ocupaciones por parte de los campesinos sin tierra, adquisición a un alto precio de empresas norteamericanas nacionalizadas (no se trata de expropiarlas). etc.

Esto no bastará para apaciguar a los opositores que, por el contrario, se fortalecen cada vez más a cada marcha atrás de la UP.

A medida que las dificultades económicas alimentan las tensiones sociales, empujando a los proletarios a la lucha por un lado, por otro, a sectores cada vez más pequeñoburgueses y burgueses que se rebelaban contra un gobierno incapaz de mantener la paz social, estos últimos recurrieron cada vez más al ejército.

Cuando los «cordones industriales» aparecieron y comenzaron a generalizarse como órganos territoriales para la centralización de la resistencia obrera, esto llevó a la denuncia violenta de los medios de comunicación burgueses y a la abierta oposición del PC y de los burócratas de la CUT, mientras que el «camarada presidente» Allende, ansioso por mantener la influencia paralizante de la UP sobre la clase obrera, adoptó una actitud aparentemente menos hostil hacia ellos. Al mismo tiempo, el gobierno dio carta blanca al ejército contra los cordones, allanando el camino del golpe militar. Los bomberos sociales finalmente se mostraron cada vez más incapaces de calmar a los proletarios y a las masas desheredadas, habían agotado su utilidad para los burgueses.

La Democracia Cristiana rompió las negociaciones con el gobierno: había que pasar a una represión brutal, barriendo a los lacayos reformistas, no importa si habían servido al orden burgués hasta el final, entregando a los proletarios atados de pies y manos a sus verdugos. Las víctimas del golpe de Estado del «General Demócrata» Pinochet ascendieron a miles de muertos y desaparecidos, decenas de miles encarcelados, a menudo salvajemente torturados, y cientos de miles de personas tuvieron que huir del país.

Desafortunadamente, no había ningún partido en Chile que pudiera advertir al proletariado del peligro mortal de confiar en la UP y dirigirla siguiendo orientaciones de independencia de clase. El MIR (Movimiento de Izquierda Revolucionaria) había adquirido cierta influencia entre las capas más combativas; nacido de una fusión de varias corrientes trotskistas, castristas y otras, que se decían marxistas, dijo que se oponía al reformismo y al pacifismo de los partidos de izquierda, a una alianza con la «burguesía nacional» que formaba parte del programa del PC y abogó por la lucha armada y la insurrección.

La llegada al poder de la UP demostró el valor de estos discursos. Si el MIR llegó a criticar ciertas acciones o el «legalismo» del gobierno, a pesar de ello, inmediatamente se puso de su lado y lo defendió obstinadamente hasta el punto de oponerse a las luchas que corrían el riesgo de debilitarlo. Adoptó el famoso lema de la UP: «¡El pueblo unido jamás será vencido!», en la forma: El pueblo armado jamás será aplastado.  «El pueblo» es la fórmula de la derrota proletaria, ya que en nombre de la unidad popular el proletariado fue llamado a dejar de lado la defensa de sus propios intereses. El MIR desempeñó el desastroso papel de un ala izquierda de la UP que volvió al redil del reformismo gubernamental socialdemócrata y neo estalinista a los proletarios que tendían a escapar de él y tomar el camino de la independencia de clase.

En 1922, el joven Partido Comunista de Italia escribió en sus Tesis de Roma: «Para preparar ideológica y prácticamente al proletariado para la lucha revolucionaria por la dictadura, una tarea esencial del partido comunista es la crítica despiadada del programa de la izquierda burguesa y de todo programa que quiera extraer la revolución de los problemas sociales. (…) « El partido comunista sabe y tiene el deber de proclamar, en virtud de razones críticas y de una sangrienta experiencia, que estas gobiernos bien respetarían la libertad de movimiento del proletariado hasta tanto éste los reconociese y los defendiese como sus propios representantes, mientras que responderían con la más feroz reacción a un asalto de las masas contra la máquina del Estado democrático (…) Es evidente que dicha experiencia podrá ser utilizada eficazmente sólo en la medida en que el partido comunista haya denunciado previamente tal fracaso, y conservado una sólida organización independiente en torno a la cual el proletariado podrá reagruparse cuando estará obligado a abandonar a los grupos y partidos cuya experiencia gubernamental había sostenido en parte» (…)  La situación a la que nos referirnos puede tomar el aspecto de un asalto de la derecha burguesa contra un gobierno demócrata o socialdemócrata. También en este caso, la actitud del partido comunista no podrá ser la de proclamar su solidaridad con gobiernos semejantes, ya que no se puede presentar al proletariado como una conquista a defender un orden político cuya experiencia ha sido acogida y seguida de modo de acelerar en el proletariado la convicción de que este orden no está hecho a su favor, sino con fines contrarrevolucionarios».

Nadie estuvo en Chile para transmitir este lenguaje marxista de intransigencia clasista a los proletarios chilenos que fueron conducidos con los ojos vendados al matadero...

 

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A finales de los años 1980, después de haber impuesto una explotación capitalista desenfrenada durante 17 años, siendo la admiración de los economistas burgueses, la dictadura de Pinochet silenciosamente dio paso a la democracia; los partidos de la Concertación por la Democracia, al frente de los cuales estaban los viejos socios-adversarios, el PS y la Democracia Cristiana, habían prometido respetar la Constitución promulgada por los militares, continuar la misma política económica y garantizar la impunidad de los crímenes cometidos. Una confirmación más de que la dictadura y la democracia son dos formas políticas intercambiables según las necesidades de preservar la dominación burguesa...

 

Los «mil días» de la Unidad Popular representan una experiencia dramática de la cual los proletarios de todo el mundo deben recordar las lecciones escritas en la sangre de sus hermanos de clase.

 

Agosto de 2023

 

 

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