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Prises
de position - |
Ante el apagón del 28 de abril:
La burguesía garantiza la explotación de los proletarios, no su vida.
Todavía es pronto para saber si el apagón que sufrió la práctica totalidad del país ayer día 28 fue consecuencia de un ciber ataque, de una maniobra de guerra híbrida como la que venía anunciando la burguesía europea desde hace meses, o de un fallo en las instalaciones (red y generadores) de magnitud nunca antes vista.
Durante los primeros momentos del apagón, la primera hipótesis tuvo más fuerza: incluso el presidente de la Junta de Andalucía apareció en la prensa asegurando que esa era su convicción y medios de comunicación como La Sexta se aprestaron a difundir esta versión de los hechos. A medida que transcurría la tarde y sin que el Gobierno nacional dijese nada claro, fue la hipótesis de la avería, del fallo a gran escala, la que ganó fuerza. A última hora de la noche del 28 esta parecía ser la versión si no oficial sí oficiosa y a ella se añadía una explicación, también sin confirmar, que habla de una debilidad estructural de la red eléctrica española agravada por las condiciones que la inclusión de las energías renovables como fuentes generadoras de electricidad estarían imponiendo. Ya durante la mañana del 29 Red Eléctrica y el Gobierno señalan esta como la única causa posible.
La burguesía no es una clase especialmente amiga de la verdad. Es un hecho que vive en guerra continua, la mayor parte de las veces soterrada y a veces abierta, y que se comporta siempre, tanto contra el enemigo externo como contra su propia población, contra la clase explotada, el proletariado, al que siempre considera como un enemigo interno potencial, siguiendo las normas de la guerra. La mentira, el engaño, el bulo… son sus armas de guerra en el terreno de la información y por ello no se puede tener ninguna confianza en las noticias que va filtrando, sobre todo en los primeros momentos.
Está claro que, se trate de un ataque o de un accidente, la situación creada por el apagón supone un riesgo potencial para la propia clase burguesa, una amenaza para sus negocios, para la gestión de sus infraestructuras, para la defensa nacional, para el control que ejerce sobre el proletariado, etc. ante la que se comporta con las armas propias de la guerra.
Pero, sea cual sea la realidad detrás del black out de ayer, éste evidencia que la burguesía es una clase incapaz de garantizar la seguridad de la población, especialmente la de la clase proletaria que constituye la inmensa mayoría de ésta. La guerra, que es consustancial a la propia existencia del mundo capitalista y que ahora se coloca en un horizonte no muy lejano como guerra generalizada siguiendo la estela de las dos grandes carnicerías imperialistas del siglo XX y de la miríada de enfrentamientos entre potencias localizados en determinadas regiones del mundo (sudeste asiático, amplias regiones de África, la antigua Yugoslavia o la Ucrania de hoy en día), es una amenaza bien real para la vida de los proletarios. Y son los intereses de la clase dominante, interesada siempre en extender sus mercados, en controlar cada vez más áreas de influencia, en enfrentarse a sus rivales económicos, etc. los que están detrás de esta amenaza, porque, llegado a cierto punto, el enfrentamiento arancelario, comercial, etc. deriva en un enfrentamiento armado que requiere de los proletarios que sean su carne de cañón, tanto para batirse en el frente de guerra como para soportar las consecuencias de todo tipo que tiene el enfrentamiento.
Pero la vida de los proletarios también está continuamente amenazada en tiempos de paz. El mundo capitalista es esencialmente un mundo de violencia y destrucción. Todas las supuestas conquistas de la civilización burguesa, toda su espléndida vida económica y social… está continuamente salpicada por dramas que causa precisamente esa civilización y una esa vida económica, que tienen como única razón de ser la búsqueda desaforada de beneficios, el sacrificio de todo aquello que sea necesario para aumentar la tasa de ganancia, con tal de garantizar la explotación de la clase proletaria, cuyo trabajo es la única fuente de verdadera riqueza. Hace unos meses, las riadas que arrasaron el sur de Valencia dejaron un espectáculo de desolación que mostró la realidad de la vida proletaria en el capitalismo. Ayer fue un apagón que no por limitado dejó de causar importantes daños… ¿qué será mañana? No podemos saberlo, pero sí que, de una manera u otra, las tragedias, perfectamente evitables, volverán a darse. Y que serán los proletarios quienes pagarán con su vida y su salud las consecuencias.
Para entender esto basta con ver qué ha sucedido el día después del gran apagón. Sin que la propia burguesía, sin que su Estado, su ejército o sus servicios de inteligencia hayan sido capaces de determinar aún la causa del black out, es decir, sin que todavía sea posible saber si se va a repetir o no, la orden dada ha sido clara: vuelta inmediata al trabajo, reanudación sin dilaciones de la actividad productiva… con o sin seguridad la explotación de la fuerza de trabajo proletaria debe continuar su marcha. El día después de un evento como el padecido, cuando es imposible saber si la llamada normalidad está restablecida, la industria ya funcionaba a pleno rendimiento, las construcciones reanudan su marcha, el transporte y el comercio continúan como si nada hubiera pasado. Esto significa que el propio día 28, cuando ni siquiera se habían resuelto los problemas más inmediatos causados por el apagón, las empresas, públicas y privadas, ya estaban ordenando a sus trabajadores que el día siguiente deberían ir al trabajo… ¡sin saber tan siquiera si se podría circular o los riesgos que comportaría el transporte público!
Esto significa un peligro innegable para la clase proletaria. Sin duda el día 28 el número, de por sí altísimo, de accidentes laborales se habrá disparado. Los heridos y aún los muertos en el trabajo o en el camino de vuelta a sus casas habrán aumentado como consecuencia del apagón, aunque evidentemente los medios de comunicación no hablarán nunca de ello. Ordenar la vuelta al trabajo el día 29 implica asumir que la situación pueda repetirse y, con ello, poner en juego la vida de los trabajadores.
En esta tarea de disciplinar a los proletarios la burguesía no ha estado sola. Las organizaciones políticas y sindicales, las corrientes oportunistas que dicen representar a los proletarios (entre ellas las primeras la socialdemocracia y el estalinismo que forman la coalición de gobierno) han permanecido mudas frente al peligro que supone la repetición de sucesos como los de ayer. Los sindicatos colaboracionistas, habituados a imponer las exigencias de la patronal entre los proletarios, en lugar de responder a la orden de vuelta al trabajo con la consigna de huelga hasta que se garantizasen las condiciones de seguridad mínimas, han dado un ejemplo de su verdadera naturaleza anti proletaria aceptando el juego macabro de la burguesía. Detrás de ellos, por supuesto, han ido las organizaciones sindicales alternativas (CGT, CNT, LAB, etc.) que únicamente han emitido comunicados lastimosos exigiendo… “la defensa de lo público”
Los proletarios deben aprender de esta situación: ni la burguesía es capaz de evitar el caos que su propio orden social, encaminado únicamente ha incrementar sus ganancias y su poder a costa de la vida de los proletarios, ni los llamados “agentes sociales”, supuestamente encargados de garantizar al menos las condiciones mínimas para que los proletarios puedan ser explotados, ven en ellos algo más que mano de obra que explotar, la fuente de sus beneficios, sobre la que toda la sociedad se levanta y que es sacrificada tan pronto como es necesario. El día 28 por la tarde, en un momento en el que aún no se sabía si los niños, los ancianos o los enfermos podrían comer caliente los próximos días, se pudo ver a la policía desplegarse en los barrios proletarios de las grandes ciudades para evitar disturbios y saqueos. Antes que proporcionar siquiera alimentos de emergencia para los más vulnerables, se garantizó que el ejército intervendría para imponer el orden. Todo ello auspiciado por el gobierno de PSOE y PCE y con el apoyo explícito de las organizaciones sindicales.
Este es el futuro que la burguesía depara a los proletarios. Hoy ha sido un apagón, ayer un temporal o una pandemia… mañana seguramente una guerra a gran escala. Es la realidad de la vida en el mundo capitalista la que pone a los proletarios, cotidianamente, en la obligación de luchar si quieren romper con esta dinámica criminal. Hoy la burguesía todavía es capaz de circunscribir los efectos de los daños que crea su sistema a sectores restringidos del proletariado, pero mañana, cuando esa guerra que hoy ya se intuye entre de golpe en el escenario de la historia, será toda la clase la que se enfrentará al dilema de dejarse matar o luchar.
Pero para luchar, para poder siquiera empezar a luchar, deberá salir del marasmo que décadas y décadas de una política de colaboración entre clases, de estar sometida a los designios de la burguesía, para volver al terreno del enfrentamiento directo, de la lucha clasista, contando únicamente con sus propias fuerzas… precisamente las que hoy parecen dormidas pero que en un futuro, quizá no muy lejano, volverá a hacer temblar el mundo.
29 de abril de 2025
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