Mientras la pandemia continúa imparable

La burguesía nacional y regional declara la guerra al proletariado

(«El proletario»; N° 21; Noviembre de 2020 )

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Desde las 0:00 horas del lunes 21 de septiembre pesará una orden de confinamiento sobre algunos barrios y pueblos de la Comunidad de Madrid: Puerta Bonita, Vista Alegre y Guayaba, en Carabanchel; Almendrales, Las Calesas, Zofío, Orcasur y San Fermín, en Usera; San Andrés, San Cristóbal, El Espinillo y Los Rosales, en Villaverde; la zona básica de Villa de Vallecas; Entrevías, Martínez de la Riva, San Diego, Numancia, Peña Prieta, Pozo del Tío Raimundo, Ángela Uriarte, Alcalá de Guadaira y Federica Montseny, en el distrito de Puente de Vallecas; y Doctor Cirajas, Ghandi, Daroca y La Elipa, en Ciudad Lineal. Además, algunos barrios de Fuenlabrada, Humanes de Madrid, Moraleja de En medio, Getafe, Parla, San Sebastián de los Reyes y Alcobendas.

Aproximadamente 800.000 personas de estas zonas no podrán salir del perímetro que fije la Comunidad de Madrid con ayuda del Gobierno Central a riesgo de ser sancionadas; estarán bajo toque de queda desde las 22:00; no podrán reunirse en espacios públicos si superan el número de seis concurrentes; verán cerrados los parques y los jardines, etc. Pero, mientras tanto, los negocios sólo tendrán limitaciones de aforo, las escuelas seguirán abiertas sin protocolos de seguridad para padres y alumnos y, por supuesto, deberán desplazarse al trabajo ya que sólo por este motivo se les permitirá salir de su zona de residencia habitual.

Desde un punto de vista sanitario, la medida es un absoluto despropósito: confinar a esta cantidad de población durante su tiempo libre obligándola a acudir a su puesto de trabajo es algo similar a querer poner puertas al campo. Los datos demuestran que, lejos de lo que afirma la propaganda sobre la «falta de responsabilidad individual» con que los medios de comunicación bombardean a la población desde hace meses, los contagios por Covid 19 se producen en la vida corriente de las personas, es decir, en el trabajo y en el transporte público que son los lugares donde los proletarios gastan la mayor parte de su vida, sobre todo en una ciudad de las dimensiones de Madrid. Pensar que en estas medidas existe un criterio epidemiológico coherentemente formado es absurdo: las medidas son de tipo coercitivo, no médico. A ningún profesional de la salud que examine el problema con honestidad se le ocurrirá pensar que este tipo de restricciones van a parar la extensión de los contagios mientras que los principales focos de estos se mantienen vivos.

 

¡Proletarios!

Después de pasados seis meses desde que se declaró oficialmente la pandemia en España y, con ella, las medidas excepcionales recogidas en el Estado de alarma y los decretos de la llamada «Nueva normalidad», las condiciones de vida de la clase proletaria han empeorado brutalmente. Al menos seis millones de proletarios han pasado por ERTEs, con los que se reducía su salario un 25%, o han ido directamente al paro. Aproximadamente 50.000 personas han fallecido, la mayor parte de ellas ancianos a los que se abandonó a su suerte, con la connivencia de todos los niveles gubernamentales, en las residencias para la tercera edad; prácticamente un millón de personas han sido sancionadas por romper de una manera u otra las leyes especiales de restricción de la circulación, y cientos de ellas han sido salvajemente agredidas por las fuerzas policiales, a quienes se dio luz verde para imponer su orden despótico en las calles. Los comedores sociales, las despensas populares, las parroquias y ONGs que hacen labor de asistencia a familias sin recursos, están completamente desbordadas por una durísima epidemia de pobreza.

Por lo que respecta al Estado, tanto a la Administración central a cuya cabeza se sitúa la coalición PSOE-Podemos como a los diversos entes autonómicos, sus medidas han ido encaminadas exclusivamente a salvar la economía nacional del posible colapso, garantizando la supervivencia de las grandes empresas y sus inversiones. Desde el primer momento se encargaron de garantizar la rentabilidad de los negocios que podían salvarse, subvencionándoles la mano de obra, abriendo líneas de crédito público instrumentalizadas por la banca a interés cero, etc. Mientras, para los proletarios… nada. Los tan cacareados ERTEs no son otra cosa que dinero que se entrega indirectamente a las empresas para reducir la carga financiera de la mano de obra, mientras que el resto de ayudas prometidas (moratorias del alquiler e Ingreso Mínimo Vital especialmente)no son más que humo, llegando a darse el caso de que las empresas encargadas de tramitar este Ingreso Mínimo han denunciado la orden del gobierno de retrasar deliberadamente las solicitudes presentadas.

 

¡Proletarios!

Mientras las condiciones de vida de la clase obrera han caído en picado, el juego democrático de la burguesía ha logrado su función: las acusaciones entre gobierno central y autonómico, las críticas de las Consejerías de Sanidad al Ministerio, etc., han distraído la atención de lo realmente importante. Mientras  los partidos de la izquierda parlamentaria y extra parlamentaria ponían el foco en los gobiernos autonómicos de derechas, estos se lamentaban de la falta de apoyo por parte del Estado central. Y según se sucedían estas polémicas estériles, en los centros de trabajo, la patronal, de todos los colores políticos posibles, reanudaba la actividad sin medidas de higiene y el transporte público se convertía en un foco de infecciones sin límite.

El autodenominado «gobierno progresista» que cuenta incluso con un ministro, Alberto Garzón, del «Partido Comunista», ha permitido a los gobiernos autonómicos hacerse cargo de la gestión de la pandemia a sabiendas de que estos eran completamente incapaces de garantizar la salud pública. Se ha escudado en una «transferencia de competencias» a las Comunidades Autónomas para no evitar la masacre de ancianos en las residencias, y ha cedido a todas las exigencias de las diferentes burguesías locales. Por su parte, los gobiernos autonómicos han asumido el papel de válvula de escape: una vez en sus manos los resortes que les habían sido arrebatados por el Estado de Alarma, sencillamente han evitado tomar ninguna medida sanitaria que impidiese el correcto funcionamiento económico de su región y a la vez que hacían esto, concitaban contra sí unos ánimos que deberían dirigirse contra el conjunto de la burguesía y de su Estado, que ha demostrado que la vida de los proletarios no le importa nada llegado el caso en que garantizarla pone en riesgo las necesidades de la economía nacional.

 

¡Proletarios!

Durante semanas ha señalado a los proletarios como responsables de la pandemia, haciendo hincapié en que eran incapaces de comportarse civilizadamente y rompían las normas de salud pública. Mientras que ni el Gobierno Central ni el autonómico eran capaces de garantizar las condiciones sanitarias mínimas para parar la extensión del coronavirus, han centrado todos los focos en los barrios y pueblos del sur de la capital para culpar a sus habitantes de la situación vivida. Y, finalmente, han llegado al punto de suspender los derechos fundamentales en estas zonas (reunión, circulación, etc.) e intervenirlas en lo que presumiblemente será un simulacro de estado policial.

 

¡Proletarios!

Como decíamos, estas medidas no tienen ningún valor desde un punto de vista sanitario. No evitarán la extensión de la pandemia, pero juegan el papel de redoblar la presión sobre la clase proletaria en un momento de crisis económica, pero también política y social, que afecta no sólo a España sino también al resto de los países capitalistas desarrollados. Se confina a los proletarios de Carabanchel, Vallecas o Villaverde no para garantizar su salud, sino para imponerles una disciplina que será necesaria de cara a las próximas medidas económicas y sociales que se piensan desarrollar.

De la misma manera que de la crisis de 2008 la burguesía salió cargando sobre las espaldas del proletariado todos los sacrificios y esfuerzos que necesitó, de la crisis propiciada por la pandemia esta misma burguesía saldrá exactamente por el mismo camino. A la tensión social que esto supondrá, comienza a responder ya, adelantándose, golpeando primero. Confina barrios y pueblos obreros para evidenciar que toda su fuerza política, económica, sanitaria… se dirige contra los proletarios que pagarán, también esta vez, los platos rotos.

Los próximos meses traerán más dosis de esta realidad tan oscura para la clase proletaria. Los hospitales casi con toda seguridad volverán a colapsarse, los muertos aumentarán y las medidas anti crisis, que patronal y gobierno buscan posponer todo lo posible por ahora, comenzarán a mostrarse abiertamente. Ante esto, a los proletarios sólo les queda un camino: el de la lucha de clase.

Ningún gobierno, ningún partido de los que puebla el Parlamento nacional o los autonómicos, van a regalarles nada. La burguesía sólo quiere de ellos su fuerza de trabajo para transformarla en beneficio, sin importarle llegado el momento su salud. A todo esto la clase proletaria debe responder con la única fuerza de la que dispone, la que le da el hecho de constituir la gran mayoría de la población y la única con capacidad para organizarse, tanto sobre el terreno de la lucha inmediata para exigir mejores condiciones de existencia (laborales, sanitarias, etc.) como sobre el terreno de la lucha política que tiene, como objetivo final, cuando es guiada por su partido de clase, la destrucción del Estado burgués y la eliminación de la execrable clase dominante.

A las medidas de confinamiento, el proletariado debe responder luchando contra la presión que suponen sobre su vida. A la falta de condiciones sanitarias, a la sobreexplotación de médicos, enfermeras y auxiliares en los centros de salud y en los hospitales, donde además falta lo esencial para poder garantizar sus funciones, el proletariado debe responder golpeando a la burguesía donde más le duele, en la producción. Tal y como hicieron los trabajadores del sector de la automoción, que en marzo comenzaron una serie de huelgas, sin respetar preavisos o servicios mínimos, negándose a trabajar cuando no se garantizaba su salud.

A la más que presumible represión que aparecerá en los próximos días en los barrios y pueblos proletarios de Madrid, el proletariado debe responder mediante la solidaridad de clase.

 

¡Contra el confinamiento anti-obrero!

¡Contra las medidas anti proletarias del gobierno central y autonómico!

¡Por la reorganización clasista independiente y la reanudación de la lucha de clase!

 

18 de septiembre, 2020

 

 

 

Partido comunista internacional

www.pcint.org

 

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