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Las razones de nuestro abstencionismo

 

 

( Textos del partido N° 1, Octubre 2015,  A4, 20 páginas )  

 

 

 

 


 

sumario

 

---Introduzione

---El parlamento y la lucha por los sóviets (Carta circular del Comité Ejecutivo de la III Internacional Comunista, del 1 de septiembre de 1919)

---La Tercera Internacional y el Parlamentarismo (De «Il Soviet», año III, nº11 del 11-4-1920; reproducida también en la «Historia de la Izquierda Comunista 1919-1920, cit., pp 525-527)

---La nueva época y el nuevo parlamentarismo (Introducción de Trotsky a las Tesis sobre los partidos comunistas y el arlamentarismo, II Congreso de la IC 1920)

---Tesis sobre el Parlamentarismo (Presentadas por la Fracción Comunista Abstencionista del Partido Socialista Italiano - II Congreso de la IC 1920)

---Preparación revolucionaria o preparación electoral  (De l'«Avanti!», 14/09/1919)

---1921. Elecciones (A. Bordiga, «Il Comunista» del 14/04/1921)

---Manifiesto del Partido Comunista de Italia para las elecciones políticas de 1921 (Manifiesto publicado en «Il Comunista» del 21 de abril de 1921)

---El cadáver todavía camina (De opúsculo «Sul filo del tempo», Partido Comunista Internacional, mayo de 1953)

 


 

Introducción

 

 

Este trabajo fue publicado en nuestro periódico para Italia, Il Comunista. Aquí continuamos la publicación de los materiales recogidos en un opúsculo de partido, en 1976, titulado precisamente Las razones de nuestro abstencionismo, a los cuales sumamos otros materiales para completar mejor el tema.

En aquel año hubo elecciones políticas en Italia que pusieron en evidencia dos elementos de un cierto significado: la confesión del PCI en lo que se refiere a su vocación de gobernar por cuenta de la clase dominante burguesa, y la ayuda electoral de la mayoría de los grupos llamados extraparlamentarios al PCI («para vencer a la DC», «para vencer a la derecha») o el acaparamiento de candidaturas y de puestecillos privilegiados, algunos justificando su propio «parlamentarismo» en las Tesis sobre el «parlamentarismo revolucionario» de la Internacional Comunista de 1920.

Estas tesis fueron escritas por Lenin y Bujarin, y respecto a ellas la Izquierda comunista italiana –en 1920 , Fracción Comunista Abstencionista del PSI- concordaba plenamente en el principio del antiparlamentarismo (por esto se definían las tesis del parlamentarismo revolucionario), insistentemente reclamado tanto en las Tesis como en los discursos de introducción y de réplica de Lenin, Bujarin y Trotsky, pero disentía acerca de la táctica parlamentaria que la Internacional pedía que fuese aplicada, también, en los países de larga tradición democrática y parlamentaria del occidente capitalista desarrollado. Aquí, la tradición socialdemócrata y reformista, en sustancia antirrevolucionaria, estaba muy extendida y esto volvía muy dura la formación de partidos comunistas marxistas. La primera guerra imperialista mundial reveló cuán profundo era el abismo entre los social traidores de la IIª Internacional y los elementos revolucionarios consecuentes, mientras el éxito de la revolución bolchevique en Rusia y la constitución de la nueva Internacional Comunista hacían las veces de catalizadores no sólo de muchos revolucionarios sinceros sino también de muchos oportunistas que intentaban reciclarse en los nuevos partidos comunistas, a los cuales no habían logrado impedir nacer.

La táctica propuesta por la Izquierda comunista italiana era la de preparación revolucionaria en antítesis a la preparación electoral, táctica que fue llamada abstencionismo, es decir, la táctica del boicot de las elecciones para dedicar todas las fuerzas a la preparación de la revolución y de la insurrección para abatir al poder político burgués. Tal táctica no estaba, y no lo está tampoco hoy, confundida con el antiparlamentarismo típico de los anarquistas, quienes son antiparlamentarios porque son contrarios a cualquier forma de poder. Queda explicitado que el disenso sobre la táctica parlamentarista de la IC era entendido por la Izquierda comunista italiana como un disenso sobre la táctica y no sobre los principios, por lo cual no había motivo para «romper» con la IC. La disciplina que la Izquierda comunista italiana demostró  al aplicar la táctica del parlamentarismo revolucionario votada por mayoría en el congreso de 1920 de la IC, no fue una disciplina tontamente burocrática, sino política. A través de ella se remachaba la adhesión a los principios de la revolución y de la dictadura proletaria como elementos de neta distinción entre comunistas y oportunistas en la lucha contra el poder burgués y sus métodos de gobierno, por lo tanto también contra la democracia burguesa y sus instituciones; identidad programática que podría prever que sobre una cuestión de táctica existiesen disensos, que serían en cualquier caso resueltos con la correcta aplicación y el correcto balance sucesivo. En aquel momento histórico en el cual se abrió un periodo favorablemente revolucionario, hubiese sido extremadamente contraproducente dividir las fuerzas revolucionarias en debates infinitos en lugar de usarlas en la preparación revolucionaria común. El otro aspecto del problema era el de ser disciplinados a una táctica única, centralizada, por el cual el método de la misma Izquierda comunista italiana luchó para que en las Condiciones de admisión de la Internacional Comunista estuviese evidenciado el vínculo a las resoluciones de los congresos de la IC de cualquier partido adherente (y, de hecho, la condición número 16 afirma que «Todas las resoluciones de los congresos de la Internacional comunista, como por ejemplo las resoluciones de su Comité ejecutivo, son vinculantes para todos los partidos pertenecientes a la Internacional misma») y fuese claramente declarado que todos aquellos que rechazaban las tesis y las condiciones de la IC fueran inmediatamente expulsados (como de hecho afirma la condición de admisión número 21).

No es por casualidad que el Partido Comunista de Italia, bajo la guía de la Izquierda comunista, fue el único partido de la IC en Europa occidental que aplicó la táctica del parlamentarismo revolucionario exactamente como era requerido por la Internacional, es decir, continuó colocando el mayor peso de sus fuerzas en la preparación revolucionaria y su movilización y el encuadramiento de las masas proletarias –comprendido el encuadramiento militar del partido para afrontar de la manera más eficaz los ataques de las escuadras fascistas- y condujo al mismo tiempo en el parlamento la obra de denuncia y de puesta en contradicción de las funciones mismas del parlamento burgués que la IC exigía en todo país de todo partido adherente. Son los exponentes del Partido Comunista de Italia, y Bordiga en particular, quien en la polémica con Bujarin sostuvieron que habían aplicado disciplinada y concienzudamente la táctica del parlamentarismo revolucionario querida por la IC, pero auguraban, al mismo tiempo, que la IC no debería extraer en seguida un balance del todo negativo para la revolución proletaria de esta experiencia.

Por otra parte, el mismo Bujarin, y los bolcheviques en general, contaban con el hecho de que la revolución proletaria en Europa habría resultado victoriosa con la conquista del poder en, al menos, uno de los países más avanzados (y los ojos miraban sobre todo a Alemania), y esto habría permitido superar, al calor de la revolución, todas las cuestiones ligadas a la utilización de los parlamentos burgueses, simplemente porque los parlamentos habrían sido destruidos y sustituidos por los soviets. Pero no fue así.

La historia sucesiva del movimiento comunista internacional, y del movimiento proletario mismo, ha demostrado ampliamente que la corrupción democrática, electoralista, parlamentaria ha tenido efectos devastadores sobre la lucha revolucionaria, en particular en los países europeos de vieja tradición democrática. No pensamos identificar con la táctica del parlamentarismo revolucionario de los años veinte del siglo pasado, en los países de capitalismo evolucionado, los golpes de la degeneración del movimiento comunista internacional, hasta la cesión completa a las adulaciones burguesas en el obsceno abrazo de la unión sagrada de la segunda masacre imperialista, de la cual la «resistencia antifascista» no fue sino una de sus consecuencias. Pero aquella táctica, acompañada de otras tácticas como la del «gobierno obrero», el «frente único político», en una situación en la cual el movimiento del proletariado revolucionario no lograba dar cuenta de las clases enemigas, contribuyó seguramente a la degeneración de los partidos de la Internacional.

Es cierto que, ya en los años veinte era evidente para cualquier comunista que la lucha entre las clases se desarrollaba fuera de los parlamentos y no dentro de aquellas lujosas estancias, y es aún más evidente hoy que el parlamento burgués no solo es una impotente algarabía, sino que está a kilómetros de distancia de representar aún sólo mínimamente los verdaderos intereses de las diversas clases sociales. Las decisiones, ayer como hoy y mañana, la burguesía dominante no las toma en el parlamento, no se deja condicionar por los tiempos y los ritmos parlamentarios: las toma en reuniones organizadas ex profeso, en secreto y lejos de cualquier mirada. Los parlamentos, como cualquier otra institución democrática, sirven de caja de resonancia de la propaganda de la democracia con la que la clase dominante estupidiza a las masas proletarias y trata de paralizarlas no sólo en la lucha general contra el capitalismo, sino también en la lucha de defensa inmediata.

Como partido teníamos y tenemos la tarea de distinguir claramente respecto a otros reagrupamientos políticos que se definen «antiparlamentaristas», reclamando la posición exacta de la Izquierda comunista, en las polémicas sobre el parlamentarismo revolucionario de Lenin y Bujarin. El opúsculo de partido de 1976 sigue siendo uno de los instrumentos de propaganda de nuestras posiciones; por eso han sido recogidos los textos más significativos de aquella discusión lejana. Lejana, si se piensa que estábamos en 1920, pero cercanísima si pensamos que la cuestión «parlamentaria» aún hoy coloca en dificultades o en situaciones embarazosas a muchos elementos que se declaran comunistas revolucionarios.

Los textos que traducimos son documentos de la Internacional Comunista de 1919-1920 (El parlamento y la lucha por los Sóviets; La Tercera Internacional y el parlamento; La introducción de Trotsky a las Tesis sobre los partidos comunistas y el parlamentarismo; respecto al opúsculo de 1976, damos aquí la traducción en forma completa hecha en su momento por el partido de las Tesis sobre los partidos comunistas y el parlamentarismo aprobadas por el congreso de 1920 de la IC) y los textos de la Fracción Comunista Abstencionista del Partido Socialista Italiano de 1919-1920 y del Partido Comunista de Italia de 1921 (La III Internacional y el parlamentarismo –que añadimos respecto a los textos del opúsculo de 1976- Tesis de la Fracción Abstencionista sobre el parlamentarismo, presentadas al 2º congreso de la IC; Preparación revolucionaria y preparación electoral; Manifiesto para las elecciones políticas de 1921). Cierra esta serie de textos el artículo de Amadeo Bordiga de 1953 titulado El cadáver todavía camina.

 

 


 

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