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Elementos de orientación marxista

 

( Textos del partido N° 10, Junio de 2023,  A5, 24 páginas, 2 € )

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Sumario

 

Introducción

Elementos de orientación marxista:

-El marxismo no es un problema de opiniones

-¿En qué sentido los marxistas se vinculan a una tradición histórica?

-Incardinación del método dialéctico marxista

-El enfrentamiento entre las fuerzas productivas y las formas sociales

-Clase, lucha de clase, partido

-Conformismo, reformismo, antiformismo

-Interpretación de los caracteres de la fase histórica contemporánea; criterio dialéctico de valoración de las instituciones y de las soluciones sociales pasadas y presentes

-La valoración dialéctica de las formas históricas. Ejemplo económico: mercantilismo

-La valoración dialéctica de las formas históricas. Ejemplo social: la familia

-La valoración dialéctica de las formas históricas. Ejemplo político: monarquía y república

-La valoración dialéctica de las formas históricas. Ejemplo ideológico: la religión cristiana

-El ciclo capitalista: fase revolucionaria

-El ciclo capitalista: fase evolucionista y democrática

-El ciclo capitalista: fase imperialista y fascista

-La estrategia proletaria en la fase de la revolución burguesa

-Tendencias del movimiento socialista en la fase democrático-pacifista

-Táctica proletaria en la fase del capitalismo imperialista y del fascismo

-La revolución rusa, errores y desviaciones de la Tercera Internacional, involución del régimen proletario ruso

-Impostación actual del problema de la estrategia proletaria. Denuncia histórica definitiva de cualquier simpatía por las reivindicaciones democrático-liberales. Solución negativa a la tesis del apoyo a las fuerzas que conducen al capitalismo a desarrollar su modernísima fase monopolística en economía y fascista en política

 


 

Introducción

 

 

El proceso de reconstitución del partido de clase, tras el diluvio de la segunda carnicería mundial y la precedente y posterior contrarrevolución estalinista, sólo podía tener lugar a través de ciertas etapas. Ante tal desastre, tanto para el movimiento proletario internacional como para el partido de clase, la primera fase de esta reconstitución fue necesariamente parcial e inacabada. Tenía que empezar con la restauración de la doctrina marxista, saqueada y completamente distorsionada no sólo por el oportunismo socialdemócrata clásico, sino sobre todo por la ola contrarrevolucionaria que tomó el nombre de estalinismo. El proceso de restauración de la doctrina marxista no podía ser ciertamente corto y simple, y mucho menos esquemático, y no podía limitarse a retomar el programa del PCd’I de Livorno 1921 y remitirse a las Tesis de Roma de 1922 y a las Tesis de Izquierda de Lyon 1926, como si la segunda guerra imperialista mundial y sus secuelas fueran una mera repetición de la situación que había dado lugar a la primera guerra imperialista mundial y sus secuelas.

Se requerían balances dinámicos de todo el marco temporal en el que se produjeron todas las contradicciones que condujeron a la guerra mundial de 1914-18, en el que se desarrollaron las luchas de clase del proletariado ruso y europeo y la revolución proletaria en Rusia; en el que el movimiento proletario mundial se vio abocado a la lucha revolucionaria por la conquista del poder político, y en el que el movimiento comunista internacional se desarrolló sobre las firmes bases teóricas, programáticas y políticas marxistas establecidas en los primeros congresos de la Internacional Comunista; el lapso de tiempo en el que los intentos revolucionarios en Alemania y Hungría tropezaron con la poderosa contraofensiva burguesa y la violenta acción saboteadora y contrarrevolucionaria de las tendencias oportunistas, mientras que la revolución comunista en Rusia estaba aislada y asfixiada tanto por las dificultades económicas objetivas como por la ausencia de partidos comunistas sólidos en el Occidente capitalista desarrollado, y por tanto de una guía segura para el proletariado europeo como lo fue el partido bolchevique de Lenin para el proletariado ruso. La victoria de la contrarrevolución burguesa no sólo tomó la forma de una sangrienta y sistemática represión antiproletaria y anticomunista, reproduciendo los métodos ya utilizados por la soldadesca de Thiers al masacrar a los comuneros en 1871, sino que también tomó la forma del estalinismo, es decir, de la contrarrevolución que adoptó las mismas reivindicaciones proletarias (lucha armada y partidista a favor de un bloque imperialista contra el bloque contrario) bajo las banderas de un falso socialismo y un falso internacionalismo. La contrarrevolución burguesa montó la victoria militar de la democracia contra el totalitarismo fascista como resultado del frente unido entre las potencias democráticas occidentales y la Rusia «socialista», entre los diversos partidos burgueses y los llamados partidos «socialistas» y «comunistas», construyendo las bases políticas y sociales de una colaboración de clases que no era sólo una táctica socialista para obtener mejores condiciones de vida y de trabajo para las masas trabajadoras, sino que se convirtió en la política social de la burguesía en todos los países, heredando su estructura a nivel estatal del propio nazifascismo que quería derrocar.

La labor de restauración de la doctrina marxista no podía separarse de la evaluación dinámica de los acontecimientos históricos que habían dado un vuelco completo a la situación mundial y los comunistas revolucionarios que no se habían plegado al estalinismo estaban llamados a esta labor. 

La organización de los militantes comunistas que se nutrió de la corriente Izquierda Comunista de Italia y del Partido Comunista de Italia que dirigió en los primeros años de su vida, en una primera fase tuvo que salir de las contradicciones y de la confusión inevitablemente causada por la derrota destructiva de la revolución proletaria en Rusia y en el mundo, y del movimiento comunista internacional, reorientándose en el rumbo marxista de derecha. Se necesitaron años, pero el trabajo iniciado y realizado por aquellos militantes desde el final de la guerra imperialista en adelante, encontró, en el hilo del tiempo trazado históricamente por la Izquierda Comunista de Italia, la conexión adecuada para profundizarlo y reavivarlo, poniéndolo en la base de la reconstitución del Partido de clase.

La organización del partido se llamaba entonces Partido Comunista Internacionalista (a partir de 1945 salió con la revista Bataglia Comunista, y a partir de 1946 con la revista Prometeo) y fue en su seno donde se desarrolló el necesario trabajo de clarificación y reconquista de la herencia teórica y política del marxismo y del movimiento comunista proletario internacional. Se trataba, en un contexto completamente negativo para el movimiento comunista proletario e internacional, de llevar a cabo la misma labor a la que se dedicaron Lenin y otros muy pocos militantes bolcheviques en los primeros 15 años del siglo XX. Ninguna otra corriente política del mundo tenía la fuerza necesaria para emprender esta tarea. Tampoco podían hacerlo los seguidores de Trotsky, demasiado ligados a la táctica de la III Internacional y demasiado confiados en el uso del método democrático para «engañar» a la burguesía; ni las diversas escuelas antiestalinistas, ya fuesen de tendencia sindicalista revolucionaria o barbarista (1), porque sus fundamentos teóricos estaban de hecho enraizados en la ideología burguesa y en los principios de la democracia. Menos aún podían hacerlo las corrientes que querían superar las consecuencias de la derrota asumiendo que los fundamentos teóricos del marxismo ya no eran suficientes para explicar la derrota de la revolución rusa y de la Internacional Comunista, la segunda guerra imperialista mundial, la victoria del estalinismo y del imperialismo, y el retroceso del movimiento obrero en todo el mundo, ir a buscar en las reuniones de pequeños grupos intelectuales las «nuevas clases» (desde la burocracia hasta el guerrillerismo campesino), o nuevas interpretaciones del «neocapitalismo», del «imperialismo», de las «masas obreras», innovando y enriqueciendo el marxismo que era considerado como una teoría caduca e insuficiente.

Este trabajo de restauración teórica y de reconstitución del partido de clase sobre sus bases sólo podía ser realizado por los militantes comunistas procedentes de la Izquierda Comunista de Italia, porque en ella encontraron los fundamentos teóricos y doctrinales, el programa político, las líneas tácticas y los criterios organizativos coherentes con el marxismo y sólidamente anclados a la experiencia práctica desarrollada desde 1912 y a lo largo de los años veinte en la lucha contra toda desviación oportunista, y en particular contra la desviación máxima resumida en la teoría de la «construcción del socialismo en un solo país», contra el militarismo burgués y la guerra imperialista, por la organización comunista intransigente dirigida a la preparación revolucionaria y a la lucha por la conquista del poder político hasta el derrocamiento del Estado burgués y la instauración de la dictadura proletaria ejercida por el partido, convergiendo perfectamente en el mismo curso en el que se había movido el partido bolchevique de Lenin, aunque sin conocerlo.

A lo largo de todo el período comprendido entre 1945-46 y 1952, es decir, hasta la escisión del Partido Comunista Internacionalista en dos secciones, en la lucha política interna contra las valoraciones erróneas, las tácticas equivocadas y los criterios erróneos (entender la segunda postguerra como dotada de un potencial revolucionario similar a la primera, rechazo de los sindicatos obreros como instituciones exclusivamente burguesas, imperialismo como «modo de producción» diferente del capitalismo, valor del centralismo democrático y de los congresos en la vida organizativa del partido, etc.) el trabajo de restauración de la doctrina marxista corrió en paralelo con el trabajo de reconstitución del órgano del partido, y sobre todo ello surgieron diferencias y desviaciones que en un momento dado fueron insuperables, dando lugar a la escisión organizativa. Esta escisión tuvo lugar, de hecho, al crearse dos organizaciones que llevaban el mismo nombre de partido, pero que seguían rutas completamente confrontadas, identificables a través de los títulos de los dos periódicos, Bataglia Comunista e Il programma comunista. El trabajo de restauración teórica, iniciado en 1945-46, continuó en el partido que salió con el titular Il programma comunista. Pero tal trabajo no hubiera sido posible sin restablecer -como escribimos en la «Nota Introductoria» al pequeño volumen en el que reeditamos el «Tracciato d’impostazione»  en 1974 (2), «las piedras angulares de nuestra doctrina, el materialismo dialéctico, y su correcta aplicación no sólo al análisis de la sucesión de los modos de producción y del ciclo revolucionario, reformista y contrarrevolucionario seguido por cada uno, sino a la especificación de la estrategia y la táctica del movimiento comunista a lo largo de la parábola de más de un siglo del modo de producción capitalista y de las formas de dominación mundial despiadada de la clase burguesa sobre el proletariado».

Pues bien, este texto «no demuestra, sino que afirma; no discute, sino que proclama; no ofrece alimento a los círculos de eruditos en busca de la verdad, sino que traza los caminos -siempre los mismos desde hace un siglo- de una milicia revolucionaria en inflexible marcha contra la corriente, llamada a encontrar las armas de su futura batalla por el camino, glorioso incluso en la derrota, de las generaciones pasadas. Es -como corresponde a un texto programático- una pista a seguir, un planteamiento a traducir en acción: si se quiere, nuestro punto de partida necesario en el punto de llegada de la línea que va de Marx, a Lenin, a la Tercera Internacional, y que desde aquí se reanuda con el balance de la ruina final de ésta». 

Al reeditar este texto en 1974 se acompañó de otro que era el acta literal de una reunión general del Partido celebrada en 1957 en París, titulada Los fundamentos del comunismo revolucionario. En el marco de la labor de restauración de la doctrina marxista, se dio especial importancia a este texto, que partía de la crítica «de una corriente particular, entonces de moda, como «Socialisme ou Barbarie»; se ocupaba del tronco, profundamente arraigado en la tradición francesa pero lejos de ser exclusivo de Francia, del que florecían con ininterrumpida vitalidad las pútridas ramas y tristes frondas de la pseudoizquierda; desviaciones, rezagos y traiciones que en su momento, a la luz del marxismo, descubrimos y denunciamos en grupos y agrupaciones casi exclusivamente italianas y francesas, luego alemanas y anglosajonas, pero que desde entonces han recobrado impulso y hoy (1974) son el pan de cada día no sólo de los llamados partidos comunistas de filiación rusa, china, etc., sino también de las innumerables convenciones «comunistas» de la «izquierda».  sino de los innumerables conventos de «opositores» que han surgido del «mayo francés» y de sus homólogos alemanes y otros».

En este folleto, nos limitamos a la publicación del Tracciato, remitiendo el resto de textos citados a una publicación posterior.

 

Diciembre de 2022  

 


 

(1)    Se refiere a la corriente que, en Francia, editaba la revista Socialisme ou Barbarie.

(2)    Véase Tracciato d’impostazione - I fondamenti del comunismo rivoluzionario, «I testi del partito comunista internazionale», nº 1, Milán 1974. El Esbozo de Tracciato, como se ha mencionado, se publicó en el nº 1, de julio de 1946, de la (entonces nuestra) revista Prometeo. Los fundamentos del comunismo revolucionario fue publicado en los números 13, 14 y 15 de 1957 de la (entonces nuestra) revista quincenal Il Programma Comunista. Este segundo texto, junto con muchos otros, forma parte de la segunda fase que atravesó el partido en su proceso de reconstitución organizativa, una fase que, tras la escisión de 1952, definimos como «de carácter orgánico y lineal».

 

 

Partido Comunista Internacional

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