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¡No a la intervención militar imperialista en libia!

 

 

Desde el sábado 19 de marzo una coalición militar comandada inicialmente por las americanos, pero que comprende también a otras fuerzas armadas como las inglesas y las francesas y en la que participan también países como Canadá, España y otros, ha comenzado a bombardear las instalaciones militares y de concentración de tropas fieles al gobierno de Gadafi. La excusa dad para esta intervención militar que ha recibido el aval del Consejo de Seguridad de la ONU y de la Liga Árabe, sería lograr el fin de la ofensiva de las fuerzas gubernamentales contra los rebeldes, a fin de evitar una “masacre de la población civil”.

Todavía y desde que las verdaderas masacres de civiles tuvieron lugar, el inicio de la revuelta, la autoridad de todos estos países, comenzando por los gobiernos europeos, guardan silencio. Cuando la información sobre las carnicerías comenzó a filtrarse fuera de Libia, se han contentado con sus hipócritas fórmulas rituales, pidiendo al gobierno libio que se “contuviese” y que evitase un uso “desproporcionado” de la fuerza. El presidente del gobierno italiano, Berlusconi, ha revelado las razones de esta actitud cuando declaró que  no había llamado a su amigo Gadafi para que contuviese las masacres porque no quería molestarle. Los gobiernos europeos no quieren molestar al gobierno libio cuando luchaba para restaurar el orden con la sangre.

La presión de la revuelta no cesaba, pese a la represión, hasta el punto de que parecía amenazar al régimen; ahora los grandes países imperialistas han comenzado a presionar a Gadafi y a sus aliados: congelamiento de los recursos financieros en el exterior, embargo de las armas, etc. Al mismo tiempo, según la información aparecida en algunos medios (como por ejemplo el Wall Street Journal del 9-3-11), comenzaban a hablar de conversaciones, en particular por parte americana, con ciertas fracciones del poder de Libia. No se trataba de ayudar a los rebeldes para hacer caer al régimen sino de buscar una solución “a la tunecina” o “a la egipcia”: echar a Gadafi para salvar su propio régimen. En efecto este régimen, de bastantes años, mantenía una estrecha colaboración con el imperialismo americano (lucha contra el fundamentalismo islámico) y con los imperialismos europeos (en su papel de gendarme de la frontera para controlar la emigración de trabajadores africanos) Por otro lado, y no es algo secundario, Libia es un proveedor importante de petróleo para algunos países europeos, en particular Italia, sin hablar del hecho de que representa un mercado muy ventajoso, gracias a los beneficios recabados del petróleo, para las empresas capitalistas de muchos países.

La evolución de la situación interna, marcada por el contra ataque de las milicias gubernativas, gracias a los mercenarios de Chad y de Nigeria y a la obstinación de Gadafi de no ceder a los rebeldes, ha hecho imposible una solución de tipo egipcio o tunecino. Bajo la iniciativa de los gobiernos franceses e ingleses, los estados unidos y las otras potencias imperialistas del Consejo de Seguridad de la ONU –esta moderna cueva de ladrones- con el acuerdo de la Liga Árabe (Egipto, Arabia Saudita o los Emiratos Árabes) esta caterva de estados, cada cual más represor y autoritario que el anterior, han dado vía libre a la intervención militar occidental en apoyo a la ·democracia” y a los “derechos humanos”. Al mismo tiempo, todos estos defensores de la democracia han dejado pasar, tranquilamente, la intervención saudita para acabar con la rebelión de Bahrein y  la masacre policial de decenas de manifestantes por parte del gobierno de Yemen.

El movimiento de revuelta en Libia, nacido sobre la ola de las revueltas que han sacudido a los países vecinos desde el inicio de este año, ha movilizado sin duda a las masas proletarias contra la miseria, la opresión y la represión; pero al mismo tiempo, como resultaba inevitable, ha expresado las aspiraciones burguesas y pequeño burguesas de las facciones y de los estratos o “tribus” marginadas por parte de los sostenes de Gadafi, que pasan por apoderarse de una parte mayor del beneficio y del poder. Son, de hecho, los representantes de estos burgueses los que se han colocado como dirigentes de los insurgentes y que ya han sido reconocidos por Sarkozy como “legítimos representantes del pueblo libio” No es por casualidad que el principal representante de llamado “Consejo Nacional Libio” de Bengasi sea Al Jeleil, anciano ministro de justicia de Gadafi, responsable por este título de innumerables arrestos y encarcelamientos. No es por casualidad que la autoridad a cargo de los insurgentes haya permitido que en Bengasi continuasen los pogromos contra los trabajadores africanos…

 Los proletarios no tienen nada bueno que esperar ni del asesino Gadafi ni de la coalición imperialista; ni mucho menos del gobierno provisional que se ha formado en torno a la bandera del viejo reino de Libia. En realidad los proletarios de Libia, sean autóctonos o inmigrantes (según algunas estimaciones los proletarios emigrados egipcios, tunecinos, del África Negra o del continente indio representan la mitad de los trabajadores asalariados en Libia) han sufrido y continúan sufriendo las consecuencias más graves no sólo de la represión llevada a cabo por las milicias pro Gadafi sino también de los enfrentamientos armados entre fracciones y, ahora, de la intervención militar imperialista.

La guerra desencadenada contra Gadafi, si bien por ahora se encuentra limitada a los bombardeos aéreos, es una guerra de rapiña imperialista, como aquellas que la han precedido en África, en Medio Oriente, etc. La oleada de revueltas que ha hecho vacilar regímenes que pasaban por ser los más sólidos aliados de los imperialistas occidentales, ha agudizado las contradicciones y las contraposiciones entre las grandes potencias capitalistas, en el momento en el cual la crisis económica lleva a cada una de éstas a defender con más dureza sus propios intereses contra los competidores. La crisis del régimen libio ha hecho más evidente que todos los estados grandes y menos grandes corren a implantar sus propios intereses haciendo saltar por los aires la unidad realizada por la llamada “comunidad internacional”. El asunto Libia ha dado ocasión a Gran Bretaña y a Francia de intentar dictar su ley en el mediterráneo –implantándose con fuerza en un país rico en petróleo. Los Estados Unidos, aparentemente no muy activos, han demostrado una vez más a sus aliados que siguen siendo el verdadero jefe; detrás de ellos Italia, España si presentan para reclamar una buena parte del botín sobre el cual Italia había intentado abalanzarse ya  gracias a las buenas relaciones con Gadafi mientras Egipto no busca ser tenido en cuenta mientras que los Emiratos, por su parte, tienen interés en mantener una posición de segundo nivel ¡para tener las manos libres para ejecutar la represión en su casa! En otro frente, Alemania, Rusia, China… no ven con buenos ojos esta intervención americana-anglo-francesa…

 

¡VIVA LA LUCHA PROLETARIA INTERNACIONAL CONTRA EL CAPITALISMO!

 

Los proletarios tienen intereses diametralmente opuestos a aquellos de las facciones y de los estados burgueses coaligados en esta sangría. En la guerra como en la paz, el proletariado es explotado, oprimido y reprimido, subsistiendo en la miseria, la pobreza y la muerte en el trabajo. Cualquiera que sea la forma de gobierno, no puede contar para defenderse sino con sus propias fuerzas, con su lucha directa, con sus propias organizaciones. Y esta lucha y estas organizaciones no pueden llegar a ser realidad si  no es rompiendo con cualquier ligadura con las orientaciones y las organizaciones burguesas, sean estas religiosas o laicas, democráticas o nacionalistas.

El partido de clase encarna la lucha del proletariado en cualquier país contra el capitalismo y contra el poder burgués; es el órgano indispensable para centralizar su lucha y dirigirla hacia la victoria revolucionaria. Este partido no existe hoy, si no es sobre el plano de la teoría y del programa, como no existe la lucha de clase general en todos los países.

Pero las revueltas como las que han tenido lugar en los países árabes y como aquellas que tendrán lugar mañana, demuestran que las contradicciones económicas y sociales incurables del capitalismo existen y pesan y que llevarán a los proletarios, también a los de los grandes países, a reanudar la vía de la verdadera lucha revolucionaria contra el capitalismo. Decenas de miles de trabajadores inmigrantes que han huido de Libia, han sido acogidos fraternalmente por sus hermanos de clase tunecinos: éste es un pequeño signo de la solidaridad proletaria internacionalista. Es sobre esta vía que se reanudará la lucha de clase y que renacerá el partido comunista revolucionario, firme sobre las enseñanzas marxistas y las lecciones de las grandes luchas y de las revoluciones del pasado.

Los aviones, los portaaviones, los submarinos y los buques de guerra occidentales movilizados en las aguas y en los cielos de Libia no serán suficientes como para cerrar la oleada de revueltas que están extendiéndose ya a Siria y a Marruecos; esta armada occidental podrá, quizá, contenerla durante un cierto tiempo, pero la revuelta renacerá inevitablemente para romper todas las barreras de la clase dominante. Hasta que el proletariado, harto de dar sudor y sangre para engordar a los capitalistas, se lance a la única guerra que vale la pena combatir: la guerra de clase contra todas las burguesías, comenzando por la burguesía del propio país.

 

 

Partido Comunista Internacional

20 de marzo de 2011

www.pcint.org

   

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