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España

Gota fría en el Levante

Los ríos y las ramblas se desbordan pero es el capitalismo el que anega la vida

 

 

El saldo de cinco días de gota fría en la zona de la Costa Mediterránea que va desde Málaga hasta Valencia es el siguiente: 6 muertos, varias ciudades y pueblos inundados, millones de euros en desperfectos materiales, el ejército (la Unidad Militar de Emergencias, pero también la legión y los llamados boinas verdes) desplegado por toda la zona afectada… Otra catástrofe que tiene poco de natural y mucho de consecuencia de la lógica infernal del capitalismo, que prima beneficio, rentabilidad económica y proyección a corto plazo frente a las necesidades humanas, tanto individuales como colectivas.

Los medios de comunicación, apoyados en informes exquisitamente científicos de meteorólogos y estudiosos del medio ambiente, no paran de afirmar que la tragedia ha venido exclusivamente del cielo, que este tipo de lluvias torrenciales si, por un mal azar, no cesan en un par de días, se convierten en verdaderas trombas dada la orografía de la zona levantina… Y citan decenas de ejemplos de situaciones similares con las que intentan evidenciar que esta zona de España está condenada a la tragedia cada vez que la lluvia tiene a bien aparecer de esta manera.

Pero lo cierto es que hay una distancia inmensa entre las lluvias torrenciales y las muertes y destrozos que hemos visto en los últimos días: estos son consecuencia inevitable de aquellas, son consecuencia de la mala planificación hidrográfica, de la construcción intensiva de todo el litoral mediterráneo, del abandono de las tareas de limpieza y mantenimiento de los cauces de los ríos y ramblas, de la absoluta ignorancia acerca de leyes naturales básicas… En pocas palabras, son consecuencia del desarrollo del modo de producción capitalista, de su dominio despótico sobre la naturaleza y los hombres.

Utilizando el mismo argumento que usan los medios de comunicación y las instituciones locales y nacionales, podemos echar la vista atrás para comprobar que riadas, trombas e inundaciones son algo que aparece regularmente en la zona del Levante. En Valencia, en 1951, más de ochenta personas mueren por el desbordamiento del río Turia; 1973, desbordamiento de la Rambla de Nogalte, en Murcia, 13 muertos; 1982, “pantanada de Tous”, mueren 40 personas en la Vega Baja; 1989, nuevo desbordamiento del Segura que arrasa las localidades próximas a su desembocadura; 2012, cinco muertos por inundaciones en la zona de Murcia y Almería… Se saca, de inmediato, una conclusión: todo el desarrollo productivo y tecnológico del que presume a diario la burguesía no es capaz de evitar las muertes en el Levante  a causa de las lluvias torrenciales. Se puede decir que las inundaciones en el arco que va de Almería a Valencia se conocen desde que hay registros históricos y que el capitalismo y su clase dominante, la burguesía, únicamente ha heredado un problema que es imposible de resolver porque está en la propia naturaleza de la región levantina. Pero en este argumento, que es el que utilizan todos y cada uno de los defensores tanto del propio capitalismo como de su Estado como único garante de la seguridad de las poblaciones que están bajo su control, se olvida que las lluvias torrenciales y las riadas nunca han sido tan mortíferas como en los últimos doscientos años, precisamente desde que el desarrollo económico y social de la zona se corresponde con la implantación del modo de producción capitalista y, con ello, los problemas hidrográficos son afrontados con su lógica, mezcla de esfuerzos técnicos inviables y desinversión en todo aquello que no es inmediatamente rentable.

 

La gota fría, a la que en España se le da el nombre técnico de DANA (Depresión Aislada en Niveles Altos), consiste en la presencia en zonas altas de la atmósfera de una masa de aire con temperatura y presión mucho más bajas de lo habitual. Esta masa, si tiene cerca de ella otra de iguales características, se asocia a ella y ambas comienzas un movimiento de rotación conjunto que, en el caso de la zona levantina, implica la entrada de aire extremadamente húmedo desde el Mediterráneo, aún caliente por el verano, a tierra firme. Una vez aquí, el aire húmedo se enfría y descarga en forma de lluvias torrenciales. Un fenómeno que se repite regularmente, dando lugar a lluvias intensas en los meses de septiembre y octubre en la zona de Valencia, Alicante y Murcia, y que en principio no debería ser catastrófico, como no lo es en otras regiones del mundo donde sucede también periódicamente.

Pero en la zona del Levante se da la circunstancia de que la peculiar orografía, caracterizada por la existencia de cursos de agua que permanecen secos habitualmente pero que se vuelven torrenciales cuando las precipitaciones aumentan, hace que las lluvias asociadas a la gota fría se canalicen por estas ramblas y atraviesen huertas y poblaciones con un gran nivel de agua, desbordándose continuamente. Estos desbordamientos tampoco deberían ser algo especialmente agresivo para el ser humano: la agricultura nace y se desarrolla en el creciente fértil mesopotámico, utilizando técnicas básicas de hidrografía para aprovechar los lodos que dejan los desbordamientos fluviales, algo similar a lo que sucedió en el Antiguo Egipto o en la zona del río Amarillo en China… El ser humano sabe convivir y sacar provecho de estos fenómenos naturales. Pero, de nuevo, a esta situación se suma un factor más: las vaguadas fluviales, es decir, aquellas zonas horadadas por el curso de los ríos y que constituyen su zona de crecimiento máximo, han sido pobladas y urbanizadas precisamente como consecuencia del aprovechamiento de los recursos fluviales desde épocas remotas. Es bajo el capitalismo, con el desarrollo urbano a partir del siglo XVIII, que en Valencia y en otras zonas al sur de la ciudad, que estas vaguadas fluviales son totalmente urbanizadas franqueándose los límites naturales que la propia tradición de la zona imponía. Y esto sucede en todas las poblaciones atravesadas por ramblas y ríos de curso intermitente, llegando a construirse incluso en los propios cauces de estos. Creado el problema, la burguesía se inventa la solución y comienza la construcción de diques que superan el nivel natural del río creando una especie de barrera para evitar que los desbordamientos llegasen a las ciudades. La primera industria de la construcción saca beneficio de la resolución de un problema que ella misma había causado, iniciando una lógica terrible que todavía continúa hoy. Pero el paso de los ríos por cauces urbanos cada vez más encajonados entre construcciones, hace que todo lo que arrastran desde su nacimiento en las montañas se vaya depositando en estas zonas urbanas y el propio cauce se eleva de tal manera que los diques artificiales se vuelven inútiles o contraproducentes y el alcantarillado contribuye a las inundaciones de las zonas urbanas.

Si a esto se le suma la construcción de presas para crear pantanos que proporcionen reservas de agua a los grandes núcleos de población del Levante, el desvío artificial de ríos, etc. se ve cuál es la naturaleza de la “prevención” capitalista: buscar soluciones a muy corto plazo que incrementan el peligro potencial a largo plazo. Por eso, de acuerdo con los registros de las confederaciones hidrográficas del Levante registran menos riadas desde comienzos del siglo XX pero mucho más virulentas y letales. Las grandes ciudades construidas en cuencas fluviales, la urbanización de los propios cauces, la falta de limpieza, la utilización de las ramblas para las obras de las autopistas, la construcción de presas y diques que aumentan la presión hídrica y disparan el riesgo de riadas… No son fenómenos naturales, no tienen nada que ver con la gota fría… Pero tampoco son fenómenos “humanos” en abstracto: son fenómenos que caracterizan al modo de producción capitalista, un modo de producción basado en la apropiación privada de la riqueza social, en la explotación del trabajo asalariado, en la destrucción de la naturaleza…

 

La gota fría no desaparecerá jamás. Como no desaparecerán tantos y tantos fenómenos naturales y climatológicos con los que el ser humano ha debido vivir a lo largo de su historia y contra los que ha luchado para defender la vida de la especie. Lo que debe desaparecer es el capitalismo, que no sólo se ha demostrado incapaz de evitar los daños humanos que provocan estos fenómenos, pese a todo el desarrollo económico, productivo, tecnológico, etc. que ha traído, sino que los ha aumentado, incrementando continuamente los factores de riesgo, poniendo en peligro a las poblaciones que habitan estas regiones, permitiendo que se repitan periódicamente las “catástrofes”. Y sólo la clase proletaria está en condiciones de enviar, de una vez por todas, al infierno a este sistema de la catástrofe.

Como escribimos ya en los años ´50 del siglo pasado (1), al respecto de unas inundaciones que, también entonces, se llevaron por delante vidas y bienes ante la “estupefacción” de los burgueses y sus voceros:

 

“También el inmenso río de la historia humana tiene sus inundaciones irresistibles y amenazantes. Cuando la ola sube, se lanza contra los dos terraplenes que la constriñen: a la derecha la conformista, de preservación de las formas existentes y tradicionales; y a lo largo de ella salmodian en procesión sacerdotes, policías y gendarmes patrulleros, maestros parlanchines y narradores de mentiras oficiales y de escolástica de clase.

La orilla izquierda es la reformista, y los "populares", los artesanos del oportunismo, los parlamentarios y los organizadores progresistas se asimilan a ella; intercambiando insultos a través de la corriente, ambas procesiones pretenden tener la receta para que el poderoso río pueda continuar su camino forzado y encauzado.

Pero en los grandes giros la corriente rompe todos los frenos, sale de su lecho y "salta", como saltó el Incluso el inmenso río de la historia humana tiene sus inundaciones irresistibles y amenazantes. Cuando la ola sube, baja contra los dos terraplenes que la fuerzan: a la derecha la conformista, de preservación de las formas existentes y tradicionales; y a lo largo de ella saludan en procesión a sacerdotes, policías y gendarmes patrulleros, maestros parlanchines y narradores de mentiras oficiales y de escolástica de clase.

La orilla izquierda es la reformista, y los "populares", los artesanos del oportunismo, los parlamentarios y los organizadores progresistas se asimilan a ella; intercambiando insultos a través de la corriente, ambas procesiones pretenden tener la receta para que el poderoso río pueda continuar su camino forzado y encauzado.

Pero en los grandes giros la corriente rompe todos los frenos, sale de su lecho y "salta", como saltó el Po a Guastalla y el Volcán, en una dirección inesperada, abrumando a las dos sórdidas bandas en la imparable ola de la revolución subversiva de cada antigua forma de terraplén, dando forma a la sociedad como a la tierra una nueva cara.”

 


 

(1) Se refiere a las inundaciones del Polesine en 1951. En ellas buena parte del territorio de Rovigio  y Venecia, en el Este de Italia, quedaron anegadas. Aproximadamente cien personas murieron en estas inundaciones.

 

 

Partido Comunista Internacional (El Proletario)

15 de Septiembre de 2019

www.pcint.org

 

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