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¡No a la militarización de Ceuta y Melilla!

¡Solidaridad con los inmigrantes reprimidos por el ejército y la policía!

 

 

Durante el pasado lunes 17 y hoy martes 18, casi 8000 inmigrantes han cruzado la frontera que separa Ceuta del territorio marroquí y han entrado en España. Ante esta situación, auspiciada por el Estado marroquí, que ha utilizado a su policía para provocar este movimiento de personas, la respuesta del gobierno ha consistido en la militarización de las ciudades de Ceuta y Melilla, a las que ha desplazado un contingente militar que se ha desplegado sobre todo en la zona de El Tarajal apostando en la playa sus vehículos blindados como si se tratase de una invasión armada.

Una vez que los militares han comenzado a reprimir a la masa humana que intentaba cruzar a nado alrededor del espigón que separa Ceuta de Marruecos en esta zona, han logrado retener a miles de inmigrantes, trasladarlos a zonas de detención y devolverlos a Marruecos al momento, es decir, han aplicado las famosas devoluciones en caliente que nunca han parado, ni con el gobierno del Partido Popular ni con el gobierno socialista.

A última hora del día 18, la situación parece haber vuelto a la normalidad: la policía marroquí ha vuelto a cerrar su lado de la frontera y ya prácticamente nadie intenta cruzarla pero miles de inmigrantes siguen presos en manos del gobierno español que no ha aclarado qué piensa hacer con ellos. Desde algunas organizaciones no gubernamentales se afirma que no se ha llamado a la asistencia jurídica gratuita a la que tienen derecho los inmigrantes detenidos, así que todo hace pensar que también serán devueltos a Marruecos por la vía rápida.

El presidente Sánchez ha viajado a las dos ciudades autónomas junto con el ministro del interior Grande-Marlaska. Desde allí ha afirmado que no permitirá que se viole la soberanía territorial española y que defenderá la integridad nacional a cualquier precio con un discurso inusualmente claro al respecto de la situación que se vive en Ceuta y Melilla desde hace años.

Por su parte, el gobierno de Marruecos ha llamado a consultas a su embajadora en Madrid después de que esta, una vez se hubo reunido con las autoridades españolas, dejase entrever que el movimiento migratorio alentado por Marruecos es una respuesta ante el apoyo prestado por las autoridades españolas al líder del Frente Polisario, Brahim Gali, que fue admitido en un hospital de La Rioja para tratarse por Coronavirus.

Este tipo de movimientos por parte de Marruecos son muy comunes: periódicamente afloja la vigilancia que ejerce tanto sobre las verjas que separan Marruecos de España como sobre los inmigrantes, buena parte de ellos subsaharianos que viven durante meses en territorio marroquí esperando poder pasar a España, y provoca situaciones en las que la policía y la Guardia Civil española se ven desbordadas. Se trata de maniobras que el Estado alauí lleva a cabo para reafirmar su posición como gendarme del paso a Europa para los centenares de miles de inmigrantes que intentan huir de sus países cada año: a cambio de ejercer este papel, cuya importancia intenta poner de relieve con este tipo de provocaciones, recibe cuantiosas sumas de dinero, concesiones en otros ámbitos de la política internacional, etc. Durante los últimos años la situación se ha ido tensando cada vez más: al cierre de los pasos fronterizos le siguió el bloqueo a las miles de trabajadoras que pasan a diario la frontera para comprar y vender mercancías, con lo que se condena a la miseria a todas las familias que viven de este comercio. La situación creada por la pandemia mundial únicamente ha logrado agravar este panorama, en medio del cual las presiones tanto del Estado marroquí como del español no hacen sino crecer.

La militarización de Ceuta y Mellia tiene como objetivo no tanto controlar un paso de inmigrantes, algo que perfectamente podía haberse hecho con refuerzos policiales, sino mostrar una posición firme frente a las “provocaciones” marroquíes. El discurso humanitario del gobierno español no puede esconder la tensión que existe entre los dos Estados, que mantienen desde hace cuarenta años una calma tensa siempre en riesgo de ruptura y sobre la que planea el control tanto de zonas estratégicas del Norte de África como de los pasos marítimos del Mediterráneo y el Atlántico, así como la continuidad de la soberanía española sobre Ceuta y Melilla. Las concesiones hechas por España a Marruecos buscan evitar que el conflicto de baja intensidad que se vive en la frontera, especialmente con la inmigración como moneda de cambio, pase a ser una situación más grave y para ello se transfieren continuamente fondos al Estado alauí, se le da carta blanca para imponer sus intereses en el Sáhara, etc.

Por su parte Marruecos es una potencia regional de primer orden en el Norte de África y constituye una especie de tapón que controla una parte de los flujos migratorios subsaharianos y que es capaz de evitar el desarrollo del peligro terrorista tipo ISIS que amenazaría de cerca a los países europeos. Como hemos dicho, cobra un precio por llevar a cabo estas funciones y cuando la situación se le vuelve ligeramente hostil, presiona con abrir la válvula de la inmigración.

En medio de esta situación, los inmigrantes marroquíes y subsaharianos son simplemente una moneda de cambio entre ambos estados. Después de recorrer miles de kilómetros, dejando atrás su tierra y su familia y después de caer bajo el control de las redes criminales que controlan los pasos por el Sáhara hacia la costa Norte africana, los inmigrantes subsaharianos quedan bajo el dominio de las fuerzas armadas marroquíes, que les reprimen con dureza, limitando sus movimientos, hacinándoles en bosques de los que no les permiten salir si no le conviene a Marruecos para presionar a España. Y si finalmente consiguen saltar la valla que separa Marruecos de Ceuta o de Melilla, se encuentran con  las fuerzas represivas del Estado español que, o bien les encierran en los centros de internamiento de inmigrantes (los tristemente célebres CIEs) o les deportan directamente y sin el procedimiento legal adecuado.

Las masas desheredadas de África, que padecen en su tierra las consecuencias del control de estas por parte de las principales potencias imperialistas y de los gobiernos autóctonos aliados a estas, se encuentran, al huir, con que las mismas potencias que les mantienen en situación de guerra permanente y extienden la miseria a cada lugar de sus países, ejercen toda la presión posible sobre los estados magrebíes del Norte para que controlen los flujos migratorios y ejerzan de policía fronteriza a gran escala. El precio de esta política anti inmigratoria es la multiplicación de las muertes en los pasos fronterizos, marítimos o terrestres, de Canarias, Marruecos, Túnez, Sicilia, etc.

En España tanto la represión contra los migrantes como el despliegue del ejército en las fronteras ha corrido a cargo de la coalición progresista PSOE-Podemos. Demostración evidente de que los intereses nacionales, de entre los cuales están en primer lugar tanto el control fronterizo como el control de la población inmigrante, están por encima de cualquier gobierno es que esta coalición ha continuado exactamente con la misma política que llevó a cabo el Partido Popular durante sus gobiernos. Los ministros de Podemos y del PCE, que se escudarán sin duda en que conforman la minoría de la coalición de gobierno, siguen exactamente la misma senda que los ministros del Opus Dei del anterior gobierno popular.

Pero más allá de la continuidad con esta política, que es la que impone la clase burguesa, la militarización de Ceuta y de Melilla tiene que ver con la demostración por parte del Estado de que el orden, en cualquiera de sus aspectos, se impondrá con fuerza y sin vacilaciones allí donde haga falta. No ha pasado ni un mes desde el fin del Estado de alarma, cuando el gobierno ha vuelto a sacar al ejército a la calle enseñando a quien quiera ver que de ahora en adelante el Estado burgués no va a tener problema ninguno en solucionar este tipo de problemas de la manera más expeditiva posible.

Los proletarios tienen mucho que aprender de las lecciones que este último año está poniendo encima de la mesa. La movilización con la excusa de la pandemia, el confinamiento forzoso, el despliegue de la policía en las grandes ciudades de la manera más intimidatoria posible, la prohibición de desplazamientos, reuniones, etc. y ahora la militarización de las fronteras muestran que el Estado burgués no tiene repararos en emplear toda la fuerza de la que dispone a la hora de afrontar cualquier situación que ponga mínimamente en riesgo el orden social.

Los sacrificios que, sin duda alguna, la burguesía exigirá a los proletarios en España irán acompañados de medidas represivas fortísimas. De la misma manera que se ha podido ver al presidente del Gobierno utilizar el mismo discurso militarista que suele utilizar el presidente de Ceuta, veremos a todas las fuerzas del Estado volverse contra la clase proletaria con el mismo discurso que hoy utiliza la extrema derecha. Si los proletarios no aceptan sin rechistar las medidas que con toda seguridad se impondrán a partir de septiembre (reforma de las pensiones, reforma laboral, etc.) la respuesta de la clase burguesa no será tan condescendiente como pudo ser hace diez años con el movimiento 15M. Hoy la situación social es mucho más tensa, incluso para esta burguesía, y su margen de maniobra mucho menor en consecuencia. El endurecimiento del Estado, el auge de la extrema derecha, el desarrollo por parte del gobierno de izquierdas de medidas punitivas contra la población, forman parte de un ensayo con el que la burguesía saca músculo y muestra a los proletarios el futuro que les espera si no toleran cualquier medida que les venga impuesta para favorecer la recuperación de la economía nacional.

Frente a esto, la clase proletaria debe sacar las lecciones oportunas. Debe romper con la ilusión de que la política de colaboración entre clases que defienden especialmente los partidos como Unidas Podemos, PSOE, Esquerra Republicana o Bildu, representa una posibilidad para sortear los males propios de la sociedad capitalista. Sólo la lucha de clase, en defensa de sus propios intereses, a través de medios y métodos clasistas, puede darle a la clase proletaria una mínima posibilidad de victoria frente a la tremenda fuerza que la burguesía está dispuesta a utilizar contra ella.

 

¡Fuera los militares de las fronteras!

¡Solidaridad de clase con los inmigrantes retenidos por el Estado español!

¡Por el retorno del proletariado al terreno de la lucha de clase!

 

 

Partido Comunista Internacional (El Proletario)

18 de mayo de 2020

www.pcint.org

 

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