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Prises
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¿Cuál es el futuro de los palestinos de Gaza?
Los palestinos se enfrentan a su exterminio sistemático, deseado y organizado por Israel con la aprobación y el apoyo de todos los imperialistas, empezando por los muy democráticos Estados Unidos de América y los Estados europeos.
Después de décadas de intentos infructuosos de constituirse en nación y en Estado independiente, a la altura de los demás y sobre todo de Israel, no parece haber salida; pero existe una: la vía histórica de la reanudación de la lucha de clases del proletariado no sólo en los países de Oriente Medio, sino sobre todo en los países capitalistas avanzados, con la perspectiva de la revolución proletaria y comunista internacional, en Europa, en América, en Rusia, en Extremo Oriente, en China y en Japón; una lucha de clases que no puede dejar de afectar, desde el exterior, incluso a países donde la colaboración de clases entre proletariado y burguesía se ha cimentado tanto durante décadas que parece inexpugnable, como es el caso de Israel.
Para muchos, esta perspectiva puede parecer fuera de la realidad, imaginaria e irrealizable, del mismo modo que un "despertar" de las clases trabajadoras en los países de Oriente Medio.
La clase burguesa dominante ha soportado durante más de doscientos años una serie interminable de crisis económicas, comerciales y financieras, de luchas sociales y de asaltos proletarios al poder, incluso una revolución como la bolchevique de 1917 con su influencia temporal en Europa y en el mundo, después de haber soportado dos guerras mundiales, una más devastadora que la otra, y sus consecuencias negativas, después de haber seguido desarrollando la economía industrial y capitalista sometiendo a sus leyes todas las partes del mundo, incluso las más alejadas geográficamente de los grandes centros financieros e imperialistas, y después de haber atado a todos los proletarios a los intereses nacionales de su propia burguesía, reprimiendo las revueltas y rebeliones cada vez que estallaban, y de seguir iniciando guerras en todas las partes del mundo hasta el punto de hacer temblar la pacífica Europa; después de todos estos hechos, lo que parece imposible no es la revuelta, la rebelión de capas populares o naciones enteras contra la opresión a la que son sometidas constantemente por los grandes Estados imperialistas, los grandes monopolios y trust mundiales y los grandes bancos, sino que las revueltas y rebeliones se conviertan en luchas de clases organizadas como ocurrió en el siglo XIX y en las tres primeras décadas del siglo XX.
Hasta ahora hemos sido testigos de cómo Estados democráticos, en función de los intereses inmediatos y futuros de su propia burguesía, se aliaban o chocaban con otros Estados democráticos o con Estados autoritarios, totalitarios, pero todos igualmente burgueses y antiproletarios; desde hace décadas asistimos a una militarización cada vez mayor de las fronteras y de toda sociedad nacional, sin importar si esta militarización es obra de la burguesía nacional o de otras burguesías que se han impuesto ganando guerras. Cada vez es más evidente, sobre todo desde el final de la segunda guerra imperialista mundial, que la lucha de competencia entre los diversos capitalismos nacionales ha puesto en primer plano lo que el Manifiesto del Partido Comunista, El Capital, El Imperialismo…, en una palabra, el marxismo, predijo hace ciento ochenta, ciento sesenta y ciento diez años: los Estados burgueses, sean democráticos, monárquico-constitucionales o totalitarios, son, en todos los países, instrumentos de la dominación capitalista sobre la sociedad; chupan el sudor y la sangre del trabajo asalariado de las masas proletarias, el sudor y la sangre de las masas campesinas pobres, con el único fin de reforzar el poder del capitalismo sobre todos los territorios del planeta, sobre todos los mares y en todos los cielos. Según la burguesía, las leyes del capital, y por tanto de la gran burguesía capitalista, deben ser obedecidas no sólo por las grandes y pequeñas empresas, los grandes y pequeños negocios, cada pequeña y gran hacienda, por tanto cada país, y cada individuo desde que nace y mientras respire, sino todas las generaciones que vendrán después. Si se imagina el futuro a partir de lo que ocurre en el presente, el futuro no es de la tan cacareada prosperidad, de la tan invocada paz, de la reivindicada libertad, igualdad, fraternidad: el futuro previsto en cada país por la burguesía dominante lo cuentan las bocas de los cañones, las bombas que caen sobre sus cabezas, los misiles disparados desde tierra, mar y cielo. Y cuando no son los cañones los que disparan, las bombas y los misiles los que causan estragos y arrasan ciudades enteras, son el hambre, la desnutrición, la sed, la carestía y la criminalidad que siempre se aprovecha del caos provocado por las crisis sociales y la guerra. Burguesía y criminalidad, aunque luchan entre sí, se apoyan mutuamente, ambas son hijas del modo de producción capitalista, para ambas su dios todopoderoso es el dinero al que sacrifican todo, incluidos los pueblos.
Contra este mundo, contra este futuro, no es la "buena voluntad" de los hombres, no es la "democracia" con sus "valores de libertad e igualdad", tan falsos como cualquier otro, la solución. La clase burguesa no está formada por hombres que se preocupan por la sociedad de los hombres, sino que está formada por hombres que son instrumentos del capital, son la mano del dios-capital, cuyos intereses van en contra de la sociedad humana: cuando los intereses de la vida social de la especie humana se ponen en el lugar de los intereses del capital, del dinero, de la mercancía, es decir, de una economía destinada a doblegar el trabajo humano exclusivamente a la valorización del capital, entonces no se destierra ninguna violencia: la violencia del capital, de su economía mercantil, se transfiere directamente a la violencia de la clase que detenta el poder político, económico, militar, doblegando a toda la sociedad a los intereses del capitalismo a cuyo "servicio" esta clase no sólo se apropia y centraliza toda la riqueza producida por el trabajo humano, sino que ejerce todo tipo de violencia para defender este poder y extenderlo a territorios más amplios.
La guerra -que la burguesía israelí libra desde hace décadas contra todos los pueblos que viven en los territorios limítrofes de lo que para los israelitas ha sido siempre la "Tierra Prometida" (...prometida por el Dios de Israel), empezando por la población palestina, que desde hace algunos milenios está presente en toda la zona por ser también una población semita, como lo es la hebrea-, tiene sus raíces no en el supuesto antisemitismo de los palestinos, sino en el interés y necesidad de ambos pueblos de dominar al otro para controlar el territorio compartido, especialmente en las zonas fértiles a lo largo del Jordán, y que tenía en los contrastes religiosos plurimilenarios una justificación ideológica para ambos bandos. Con el desarrollo del capitalismo, y por tanto de las clases burguesas para cada población de la zona, los contrastes adquirieron inevitablemente las características de una guerra permanente en la que, tras la caída del imperio otomano que había dominado aquellos territorios durante cuatro siglos y su colonización por las potencias imperialistas vencedoras de la Primera Guerra Mundial -Inglaterra y Francia-, toda la zona de Oriente Próximo y Oriente Medio quedó completamente desmembrada de las antiguas instituciones imperiales. Inglaterra y Francia establecieron allí, con fines de dominación imperialista, nuevas entidades nacionales: Iraq, Palestina/Israel, Jordania, Líbano, Siria, Kuwait, Arabia Saudí, sin tener en cuenta las tradiciones asentadas de las diferentes etnias y poblaciones, sino únicamente sus propios intereses imperialistas.
Naturalmente, los intereses de las potencias imperialistas incluían no sólo la partición del antiguo Oriente Próximo y Oriente Medio otomano en zonas de influencia (así Siria y Líbano fueron asignados a Francia, Jordania, Palestina/Israel, Irak, Kuwait y Arabia Saudí, a Inglaterra) para controlar directamente las vías de comunicación, el monopolio del comercio y la explotación de los yacimientos petrolíferos, sino también la incitación de las diversas minorías (en primer lugar los kurdos, y después también los judíos) contra las poblaciones árabes. Al final de la Primera Guerra Mundial, el Tratado de Sèvres (1920) definió las nuevas fronteras, cambiando radicalmente toda la zona de Oriente Próximo. Con la Segunda Guerra Mundial, la derrota de las potencias del Eje y de las entidades estatales árabes que las apoyaban, y el exterminio de los judíos, las democracias imperialistas victoriosas por segunda vez sobre los totalitarismos imperialistas, no hicieron sino agravar los conflictos entre las poblaciones de la zona de Oriente Medio, particularmente en lo que se refiere a la creación de Israel, que de ser un "hogar judío" se convirtió en 1948 en un Estado de pleno derecho en un territorio que las potencias imperialistas mundiales unidas en la ONU desde 1945 habían querido dividir en dos Estados diferentes, uno palestino y otro judío, lo que nunca ocurrió. Que Inglaterra, Estados Unidos y la propia Francia estaban esencialmente del lado de la población judía y no de la población árabe era evidente, más allá de las repetidas declaraciones sobre los conflictos árabe-israelíes y sobre "dos pueblos, dos Estados", desde la violenta constitución del Estado de Israel que provocó la primera gran catástrofe (en árabe, al-Nakba) para los palestinos, que se vieron obligados a huir a Líbano y Jordania; ni Inglaterra ni Francia intervinieron para impedir el éxodo forzoso de 700.000 palestinos de su tierra ocupada militarmente por los israelíes. Un Estado judío convenía a todas las potencias imperialistas porque podía desempeñar el papel de su gendarme en una zona turbulenta y difícil de gestionar después de haberla desmembrado por completo. Y acallaba la mala conciencia de las democracias imperialistas que, a pesar de conocer el final al que iban a ir a parar millones de judíos en los campos de concentración nazis, no hicieron absolutamente nada para impedir ese exterminio anunciado.
Así, tras la guerra, favorecieron la emigración de cientos de miles de judíos de Polonia, Alemania, Rusia y el propio Oriente Próximo a Israel, su nueva patria. De este modo, el imperialismo -bajo la apariencia, formalmente democrática o no- esperaba mitigar, si no pacificar, un Oriente Próximo que más bien parecía una zona en la que los contrastes étnicos, religiosos, políticos y económicos de los pueblos que siempre lo habían habitado se cruzarían, agravándolos, con los intereses contrapuestos de las diversas potencias imperialistas. Mientras tanto, a lo largo de las décadas transcurridas desde 1948, Israel se ha convertido en un país avanzado en términos capitalistas, con importantes objetivos expansionistas, objetivos que no pueden realizarse a menos que primero consiga someter a toda la población palestina de una manera que no perjudique en absoluto el interés de Tel Aviv en apropiarse de todo el territorio de Palestina, incluso a costa de exterminar a la población palestina como está ocurriendo en Gaza desde hace más de 600 días.
Las rebeliones, levantamientos, guerras, en las que los palestinos han sido protagonistas durante más de sesenta años, a pesar de haber sido derrotadas constantemente y de haber tenido que luchar no sólo contra el ejército de Israel, sino también contra los gobiernos y ejércitos de los países árabes que se declaraban partidarios y amigos de la "causa palestina"; mientras confían en la influencia y dirección de grupos políticos y milicias que desde la OLP en adelante, hasta la actual ANP y Hamás, han demostrado, por el contrario, que prevalecen sus propios intereses partidistas, sus propios privilegios, explotando a las masas proletarias y campesinas palestinas, poniéndose de vez en cuando al servicio de una u otra potencia regional, de una u otra potencia imperialista mientras sufren las consecuencias más terribles en términos de opresión, humillación, tortura y muerte, las masas palestinas siguen resistiendo y sobreviviendo en parcelas de tierra que se convierten cada vez más en cementerios al aire libre.
Que todas las potencias imperialistas están interesadas en mantener buenas relaciones económicas, comerciales, financieras y políticas con Israel es obvio; han seguido comerciando con armas de todo tipo, incluso después del 8 de octubre de 2023, y de esto los grandes campeones son Estados Unidos, Alemania, Francia, Gran Bretaña, Italia, incluso España, que, a la sombra del reciente reconocimiento de Pedro Sánchez del "Estado palestino", ha aumentado la importación de armas de Israel después del 7 de octubre de 2023, incluidos los nuevos misiles Spike y morteros Cardom "probados en combate" en Gaza (1). No han hecho nada para garantizar que las palabras conciliadoras de "dos pueblos, dos Estados" (que saben perfectamente que nunca se producirán) vayan seguidas de hechos, y nada para detener la violencia sistemática del ejército y los colonos israelíes contra la población civil palestina.
Su gran poder, político, económico, militar, ¿qué ha hecho? ¿Para proteger a la población civil palestina? ¿Para amedrentar al Estado de Israel amenazándole con fuertes represalias si no pone fin a su violencia sistemática contra la indefensa población palestina? Desde luego que no, dado que después de 600 días de bombardeos que están arrasando la Franja de Gaza, con sus más de cien mil muertos entre los muertos confirmados y los que están bajo los escombros, con sus cientos de miles de heridos, moribundos, hambrientos y enfermos sin tratamiento, muchos gobernantes trajeados se permiten el lujo de decir -delante de las cámaras- que Israel "está exagerando", que ha "cruzado el límite" (el límite de qué: ¿cuántas muertes de civiles son "aceptables" para ellos en casi dos años de bombardeos, golpeando escuelas, hospitales, casas de civiles, campos de refugiados,?), que es hora de "negociar" -¿con quién, con Hamás? que favorece la guerra emprendida por Israel y que, en cambio, tiene interés en que la población de Gaza siga sufriendo todas las efervescencias de las que es capaz el ejército israelí, para tener un motivo más para reorganizarse y recuperar influencia sobre al menos una parte de los palestinos y seguir desempeñando su papel de longa manus de ciertas potencias regionales, y no sólo Irán, que tienen interés en mantener ocupado a Israel en el área territorial de lo que fue Palestina?
Y desde luego no es la llamada "ayuda humanitaria", en forma de camiones llenos de alimentos, medicinas, ropa y equipos que llegan a la frontera de Gaza y que el ejército israelí bloquea bajo el sol desde el 2 de marzo, impidiendo cualquier socorro a la población bombardeada sistemáticamente y reducida a la inanición. Tras expulsar de Israel a la organización humanitaria de la ONU URNWA, acusada de terrorismo por el gobierno terrorista de Israel, y organizar con Estados Unidos una nueva organización humanitaria autodenominada Alianza de Abogados por Palestina (ASAP), a la cabeza de la llamada Fundación Humanitaria de Gaza (GHF), financiada por el Mossad y el Ministerio de Defensa israelí y compuesta en realidad por mercenarios estadounidenses y antiguos agentes de la CIA, Israel sigue adelante con su plan de acorralar a la mayoría de los palestinos de la Franja en el sur de la misma. Aquí ha establecido, cerca de la frontera con Egipto, bajo supervisión estadounidense, cuatro puntos de recogida para la distribución de alimentos (frente a los 400 puntos de recogida de la URNWA en toda la Franja), construyendo largos y estrechos pasillos de alambre de espino y sometiendo a todos los que hacen cola a una identificación mediante los sistemas biométricos de tecnología más avanzada; tras días y semanas de inanición, la aglomeración de palestinos para conseguir aunque sea una mínima dosis de comida es evidente. Como estaba previsto, para dispersar la aglomeración y obligar a los palestinos a apretujarse en los pasillos especialmente preparados y contra el asalto a la poca comida puesta a su disposición, contratistas estadounidenses y milicias criminales organizadas por algunos clanes palestinos de acuerdo con el gobierno de Netanyhau (2) dispararon contra la multitud, sumando muertos y heridos sobre muertos y heridos. De este modo, los palestinos son tratados peor que los prisioneros de cualquier campo de concentración: detrás de la "ayuda humanitaria" -útil para atemperar la mala conciencia de los países imperialistas- brillan los cañones de las ametralladoras y los cañones de los tanques, transformando así los puntos de recogida para la distribución de alimentos en trampas mortales.
Y mientras esta larga y pesada carnicería tiene lugar en la Franja de Gaza, el príncipe Faisal bin Farhan, ministro de Asuntos Exteriores de Arabia Saudí, tenía previsto reunirse con Abu Mazen el domingo 1 de junio en Ramala, Cisjordania, para hablar de lo que algún día debería convertirse en el codiciado "Estado palestino". Durante más de cincuenta años, ningún alto funcionario saudí ha puesto un pie en Palestina; durante más de cincuenta años, Riad ha guardado silencio sobre toda la tragedia del pueblo palestino. Al frente de una delegación árabe compuesta por ministros de Asuntos Exteriores de Egipto, Jordania y otros países de la Liga Árabe, el príncipe Faisal bin Farhan pretendía lanzar una iniciativa con la que Arabia Saudí quiere desempeñar un papel clave en la reconstrucción de las relaciones interestatales entre los países árabes de la región e Israel, jugando, como corresponde a los mercaderes más experimentados, sobre varias mesas: la normalización de las relaciones con Israel según los famosos Acuerdos Abrahámicos, interrumpidos debido al atentado de Hamás del 7 de octubre de 2023 y a la respuesta extremadamente violenta de Israel en la Franja de Gaza, pero que habían suavizado las relaciones entre Israel y Bahréin los Emiratos y Marruecos, y que podrían reanudarse de nuevo entre Tel Aviv y Riad; la reanudación de las relaciones con la ANP después de haberlas abandonado, volviendo a poner la "causa palestina" en primer plano, coincidiendo con la Francia de Macron con la que Riad ha organizado una conferencia en la ONU para los días 17 a 20 de junio precisamente para relanzar el reconocimiento del Estado palestino. Asistimos así a un teatro más en el que la "causa palestina" es utilizada, ahora por una potencia y ahora por la otra, como palanca para imponer sus propios intereses de partición en una zona sometida sistemáticamente a contrastes básicamente irresolubles y en la que las potencias regionales Arabia Saudí, Irán, Turquía y por supuesto Israel llevan al menos sesenta años tratando de imponerse a los demás contendientes. Pero detrás de ellos, o junto a ellos, están las potencias imperialistas históricas y un imperialismo más joven, como China por ejemplo, igualmente interesado no en la "causa palestina", sino en el petróleo y las rutas comerciales que pasan por el Mar Rojo, el Canal de Suez y el Golfo Pérsico. Esta visita a Ramala fue impedida por Israel y obviamente... aplazada. Prueba de que el gran plan de Israel es reducir la presencia de palestinos en la Franja y en Cisjordania al mínimo histórico posible son los continuos asentamientos de colonos en Cisjordania y, mañana, una vez terminado el exterminio en Gaza, también en la Franja. No fue casualidad que la visita del saudí Faisal bin Farhan a Ramala se materializara veinticuatro horas después de que el gobierno de Netanyahu hubiera aprobado 22 asentamientos más en la Cisjordania ocupada, la mayor operación de asentamiento en los territorios ocupados ilusoriamente destinados a un Estado palestino...
La guerra en el Oriente Medio asolado por el terremoto ha sido, es y será la situación normal porque hay demasiados contrastes que se han acumulado y concentrado a lo largo de cien años y más y que siguen generando nuevos contrastes; contra esta situación de guerra permanente sólo la explosión de la lucha de clases proletaria podrá aportar una respuesta histórica a la continua carnicería con la que las burguesías regionales e imperialistas intentan de vez en cuando imponer sus intereses partidistas específicos. Una lucha de clases proletaria que puede estallar en Egipto como en Siria, en Irán como en Turquía, en la propia Arabia Saudí como en Líbano o en Irak o en la propia Palestina, pero que podría tener la característica de extender el fuego rápidamente por toda la región.
Desgraciadamente, y no a día de hoy, se sigue negando por completo una salida a la opresión, las masacres y el actual exterminio de los palestinos. Bajo la bandera del "derecho de Israel a defenderse", la sanguinaria burguesía judía, en nombre del "pueblo elegido de Dios", de un Dios que exige obediencia total y al que se debe incluso el mayor sacrificio, el de la vida humana; un "derecho de Israel a defenderse" que justifica toda acción, incluso la más violenta e inhumana, pensada, planeada y llevada a cabo contra cualquier otro pueblo pagano o considerado enemigo. Esta antiquísima convicción religiosa, con la que el "pueblo elegido de Dios" ha construido a lo largo del tiempo, de generación en generación, un vínculo de solidaridad muy estrecho entre todos sus miembros, pues estas comunidades judías, expulsadas de los distintos países desde el Imperio Romano, les ha ayudado a perdurar en el tiempo dedicándose al comercio y al préstamo de dinero, convirtiéndose con el tiempo en usureros y banqueros, ya que, para sobrevivir, no podían, por ley, poseer propiedades y tierras; pero, al mismo tiempo, no fue suficiente para protegerlos de las masacres y progroms que los azotaron a partir de la Edad Media en Alemania, Inglaterra, Francia y, sobre todo, Rusia. Un "pueblo elegido por Dios", pero perseguido por muchos otros pueblos, cristianos sobre todo, que, en la infinita hipocresía del catolicismo, el protestantismo y los cristianos ortodoxos, dirigieron el descontento de las clases bajas hacia las comunidades judías que, por sus características, eran fácilmente identificables y encerradas en guetos.
Sin embargo, haber sido perseguidos durante siglos no impidió que la mayoría de las comunidades judías se enriquecieran a través del comercio y la usura, en un mundo en el que las relaciones, violentas y menos violentas, entre los diferentes pueblos se hicieron cada vez más intensas, poniendo de relieve la necesidad del intercambio de productos y, La práctica mercantil y usurera, reforzada y perfeccionada a lo largo de los siglos por los judíos, los colocó en una posición de mayor privilegio social, hasta el punto de convertirse en los principales exponentes del capitalismo.
La ausencia de la lucha de clases en Israel, en Europa, en América, en los países árabes de Oriente Medio, no permite al proletariado palestino, y mucho menos a la población palestina en general, contar con la única solidaridad concreta que le ayudaría a reaccionar ante el exterminio, sacudiéndose las sanguijuelas nacional-burguesas de Hamás, la ANP y todos los diversos clanes y formaciones político-militares que en las últimas décadas han representado no una "solución nacional y democrática" al conflicto israelo-palestino sino la explotación de la combatividad y la resistencia indomable de los proletarios palestinos para afirmar sus propios intereses de clase burgueses, sus propios privilegios, ahora con enfrentamientos armados contra Israel y contra tal o cual Estado árabe que resultó ser tan represivo con ellos como Israel, ahora con los compromisos más cobardes y cínicos con las potencias dominantes representadas por Israel o los países árabes, Estados Unidos o los Estados europeos.
La ofensiva más reciente de Israel contra la población de Gaza, tras la falsa tregua acordada con Washington, ha recibido el nombre de Carros de Gedeón. Todos los títulos que Israel ha dado a sus guerras han tenido siempre un fuerte valor simbólico. En este caso, la referencia es a la Biblia, en particular al Libro de los Jueces y a las hazañas del juez Gedeón (siglos XI-X a.C.), "elegido por Dios" para devolver la fe en el Dios de Israel a los israelitas, que se habían apartado de los mandamientos divinos y estaban oprimidos por pueblos paganos como los madianitas y los amalecitas. Sus hazañas se resumen en la operación de exterminio que Gedeón organizó con un ataque nocturno por sorpresa contra el campamento de los madianitas; la sorpresa facilitó la victoria de Gedeón y sus 300 guerreros; mató personalmente a los príncipes capturados y ordenó el exterminio de la población de dos aldeas, Succoth y Penuel, culpables de no haber apoyado a sus soldados. Habiendo restablecido así la ley del Dios de Israel y el control sobre el territorio habitado por los israelitas, el juez Gedeón garantizó, según la Biblia, la paz durante cuarenta años. Fue elevado, en el Nuevo Testamento, a ejemplo de fe para todos los cristianos, una fe que imponía, de hecho, el exterminio de todos aquellos que no se sometieran a la ley del Dios de Israel... y a la ley del Dios de los cristianos...
¿Y qué es esto sino un exterminio organizado hasta el más mínimo detalle, lo que viene ocurriendo en Gaza desde el 8 de octubre de 2023, al día siguiente del ataque de Hamás a los kibutzim israelíes fronterizos con Gaza? Un exterminio consumado con el beneplácito de todos los Estados llamados civilizados, y del que algún día darán cuenta ante el avance del movimiento revolucionario proletario, que, impulsado por las contradicciones cada vez más agudas y poderosas del capitalismo mundial, resurgirá inevitablemente de sus cenizas.
(1) Véase https://contropiano.org/altro/2025/06/05/benefici-inconfessabili-la-compravendita-darmi-tra-la-spagna-e-israele-dopo-il-7-ottobre-0183806
(2) Véase htpps://www.avvenire.it/mondo/pagine/caos-aiuti-striscia, 31 de mayo de 2025, sobre Yasser Abu Shabab, miembro de una poderosa familia de Jan Yunis, en el sur de la Franja, que, de acuerdo con las fuerzas israelíes, organizó los asaltos a cientos de camiones del Programa Mundial de Alimentos de la ONU.
5 de junio de 2025
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