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República Checa: Los trabajadores solo pueden oponerse a los ataques de la clase burguesa dominante contra sus condiciones de vida, de trabajo y de lucha si están unidos, confiando en su propia fuerza y retomando la lucha de clases
¡Los patrones y su Estado capitalista sólo entienden la fuerza, no las palabras! Como escribimos en 2023:
“En cualquier caso, lo que el mayor sindicato de la industria, OS KOVO, no consiguió en cuatro años de autodenominadas negociaciones, los trabajadores consiguieron arrancárselo (…) yendo finalmente a la huelga indefinida”.
¡Los medios y métodos de lucha clasistas – como la huelga indefinida – on la palanca para hacer avanzar los intereses de los trabajadores!
REFORMA DEL CÓDIGO LABORAL: MÁS PRECARIEDAD, MÁS PROLETARIZACIÓN.
Las élites políticas, en interés del capital nacional e internacional, han aprobado una mayor precariedad para los trabajadores: 1. Un período de prueba más largo, de hasta un máximo de 4 meses, que todos los departamentos de recursos humanos adoptarán obviamente como norma; en los contratos temporales, puede llegar hasta la mitad de la duración del contrato (por ejemplo, con un contrato de 1 año, el período de prueba puede ser de hasta 6 meses); 2. Los contratos de trabajo temporales, si se trata de una sustitución de un trabajador temporalmente ausente (permiso de maternidad, parental...), podrán prorrogarse sin límite de repeticiones (hasta un máximo de 9 años); 3. Reducción del período de preaviso (el despido sin indicar motivos no fue aprobado debido al año electoral); 4. La posibilidad de trabajar a tiempo parcial durante el permiso parental es la consagración de la miseria económica; 5. El período de descanso puede reducirse en caso de “otros acontecimientos extraordinarios” vagamente definidos, lo que supone un avance para los empleadores que quieran abusar de ello, por ejemplo, en caso de escasez de personal, etc.
Se trata de una ley fundamental, parte de toda una serie de leyes antiobreras con las que el Estado capitalista defiende el dominio de clase y la explotación de los trabajadores. Pero incluso si esta reforma no fuera aprobada, en esencia no cambiaría nada: el ataque a las condiciones laborales de los trabajadores continuaría y se intensificaría debido al agravamiento de la crisis económica y a la necesidad del capital de reducir el coste del trabajo – con el consentimiento tácito de los actuales aparatos sindicales, que, por su lealtad a la colaboración de clases, a la buena salud de la economía nacional y a la paz social, han demostrado repetidamente ser un freno para la lucha, traicionando no solo los intereses generales del proletariado, sino también los inmediatos. Lo que realmente define la posición de los trabajadores asalariados es la relación de fuerzas que establecen frente a los patronos mediante su propia organización y movilización, exclusivamente en defensa de sus propios intereses – imponiendo sus condiciones a los patrones mediante la unidad, la lucha y la solidaridad de clase. Mucho puede cambiar entre patrones y trabajadores en cuanto a condiciones económicas y laborales si el acuerdo alcanzado es el resultado de una lucha clasista – es decir, llevado a cabo por reivindicaciones estrictamente proletarias mediante el uso de medios y métodos de lucha clasistas. Los medios y métodos de lucha clasistas lo son solo si son incompatibles con los intereses patronales (huelga indefinida sin previo aviso, negociaciones sin suspender la huelga, lucha contra el esquirolaje mediante piquetes y propaganda en otras fábricas y barrios obreros, etc.).
La lucha clasista es la única base sobre la cual pueden renacer las organizaciones proletarias de defensa inmediata y sin ellas, los proletarios no pueden aprovechar las lecciones aprendidas en las luchas ni fortalecer su capacidad de retomar la lucha cada vez que los patrones y su Estado intentan recuperar las concesiones que se vieron obligados a otorgar.
LA “SUPERASIGNACIÓN”: UN EMPOBRECIMIENTO ADICIONAL DE LOS PROLETARIOS MÁS POBRES
En mayo se aprobó la fusión de cuatro subsidios sociales y de asistencia material (asignación por hijos, ayuda para la vivienda, subsidio de subsistencia e integración del alquiler) en una única “superasignación”. El ministerio dirigido por el Partido Popular, que ideó la “superasignación”, ahora minimiza los resultados del simulador indicativo de prestaciones sociales del Centro de Asuntos Sociales SPOT, según el cual incluso el grupo de los llamados vulnerables – es decir, el sector de bajos ingresos del proletariado, como algunas madres solteras, ancianos que viven solos o familias proletarias con hijos que pagan alquileres elevados – perderán miles de coronas en apoyo social. Los representantes del ministerio “toman nota” de las críticas e intentan “disipar” los temores de que los escenarios publicados ya en enero no correspondan a la realidad. Pero ¿qué esconde realmente esta “superasignación”?
La asistencia social no es un acto de altruismo de la burguesía, sino una herramienta política utilizada para mitigar las tensiones sociales bajo la presión del movimiento obrero, con el fin de evitar la revuelta social y garantizar la reproducción de la fuerza de trabajo necesaria para hacer funcionar toda la maquinaria productiva del país. Esta asistencia social se financia en parte con la plusvalía extraída a los trabajadores asalariados mediante el tiempo de trabajo diario no remunerado, y en parte a través del sistema fiscal y de las cotizaciones a la seguridad social. Se concede cuando los salarios individuales del mercado no son suficientes para la reproducción de la fuerza de trabajo. Estos subsidios, lejos de ser un apoyo ante el empeoramiento de las condiciones de vida de los proletarios, expresan la contradicción entre la producción y la reproducción de la fuerza de trabajo en el capitalismo. El ataque a la asistencia social, disfrazado de medida supuestamente mejor para hacer frente al empobrecimiento proletario, es en realidad una forma de reducir el costo del trabajo más allá del salario directo y de empujar a los desempleados y pobres a aceptar empleos con salarios más bajos, ya que los “subsidios” deben verse como un privilegio, no como un derecho – lo que se utiliza ideológicamente para dividir al proletariado a través de la estigmatización de quienes reciben ayudas sociales. En realidad, se trata de devolver a las empresas una mayor parte del plustrabajo-plusvalía normalmente extraída por el capital (la reducción del gasto social puede favorecer la disminución de los costes empresariales y su sostenimiento estatal), con el objetivo de mejorar la competitividad empresarial y trasladar parte de los costes asumidos por las empresas a los individuos y las familias. Esto debilita aún más los ya frágiles vínculos colectivos y refuerza la obediencia a las exigencias empresariales, haciendo que los trabajadores acepten salarios bajos por miedo a acabar dependiendo de los subsidios: ¡la pobreza debe servir como lección de obediencia!
La clase trabajadora debe reconocer que estos ataques se entienden como un ataque directo a sus condiciones de vida. Como productores de toda la riqueza, ya han sido despojados de todo bajo el modo de producción capitalista: el producto completo del trabajo social les es arrebatado sistemáticamente, y mediante el sistema salarial han sido reducidos a la mera supervivencia y a la simple reproducción de su capacidad de trabajo. La existencia misma del trabajo asalariado – su marco sociopolítico – debe ser abolida mediante la lucha de clases revolucionaria.
“PROHIBICIÓN DEL COMUNISMO”: CRIMINALIZACIÓN DE LOS ACTORES DE LA LUCHA DE CLASES
En lo que respecta a la enmienda del artículo 403 del Código Penal, ya aprobada por la Cámara de Diputados y a la espera de la aprobación del Senado y la firma del presidente, el 22 de abril de 2025 se introdujeron varios cambios que permiten castigar el apoyo y la propaganda del movimiento comunista, incluso con penas de prisión de uno a cinco años. Un diputado del partido gobernante subrayó que la introducción de esta prohibición “simbólica” (ya que la represión podía aplicarse creativamente mediante la redacción actual sobre “odio de clase” u “odio hacia otro grupo de personas”) de la propaganda comunista como instrumento del orden jurídico es también una futura “medida preventiva contra esta terrible ideología comunista”. El Instituto para el Estudio de los Regímenes Totalitarios (ÚSTR), que colaboró en la modificación de la enmienda, acierta en dos puntos: que “en las raíces de la doctrina comunista y en las raíces del marxismo hay una sola palabra: violencia [y] que no puede haber cambio sin el uso de la violencia”, y que la “propuesta (…) no trata de ideología, sino de la protección del Estado de derecho democrático”. El texto exacto del artículo 403 modificado del Código Penal dice: “Quien funde, apoye o propague (...) movimientos comunistas u otros que tengan como objetivo demostrado la supresión de los derechos y libertades humanos, o proclame (...) el odio de clase o el odio hacia otro grupo de personas, será castigado con una pena de prisión de uno a cinco años”.
No se trata de una medida dirigida contra la política democrática “de izquierdas”: no se puede ser comunista, no se puede decir que el camino hacia la emancipación de la clase obrera culmina en el derrocamiento violento del poder estatal burgués y su sustitución por el poder proletario y comunista.
Todo trabajador mínimamente consciente, todo proletario, sabe – como ya lo sabía la burguesía antes de Karl Marx – de la existencia de las clases sociales, de sus contradicciones y de la lucha entre ellas; siente y vive esta verdad objetiva. Los trabajadores, incluso en el nivel más bajo del conflicto económico o laboral, sienten que sus intereses están en oposición a los de los patrones, al capital.
En sus luchas y huelgas, experimentan cómo son atacados por la propaganda hostil de las clases dominantes y por los órganos de poder del Estado burgués: cómo las protestas casi siempre se transforman en inofensivas marchas pacíficas, mientras que los piquetes de los huelguistas son disueltos y reprimidos por la policía.
Los principios del partido de clase son los principios del determinismo económico (1). Las causas primarias de los acontecimientos históricos y sociales son los factores económicos. En base a esto, la sociedad se divide en clases con intereses opuestos que luchan entre sí: la naturaleza y el desarrollo de las luchas de clases determinan y explican los acontecimientos políticos. En la actual época histórica, se libra una lucha entre la clase capitalista – que posee los medios de producción, la producción misma y los medios de distribución – y el proletariado. Contrariamente a lo que afirman las teorías liberales y democráticas, el Estado no es más que un órgano de lucha en manos de la clase capitalista, que detenta el poder para garantizar sus privilegios económicos.
Nuestro estudio marxista de la historia y de la formación de la sociedad capitalista demuestra la inevitabilidad de la lucha del proletariado por su propia emancipación y el desenlace de esta lucha histórica en el comunismo. ¿Cómo ocurrirá esto? Reconocemos que la transformación de una economía basada en la propiedad privada y el trabajo asalariado a una economía basada en la propiedad común de los medios de producción y en el trabajo social sólo podrá realizarse de forma gradual. Pero el carácter científico de la doctrina marxista consiste en afirmar que este desarrollo económico no puede comenzar sin que el poder político pase de manos de la burguesía a manos del proletariado, y niega que esta transición pueda producirse por medio de la representación democrática. Al contrario, sostiene que tendrá lugar únicamente a través de un enfrentamiento violento entre el proletariado – guiado por el partido de clase, es decir, el partido comunista revolucionario – y el Estado burgués. El proletariado se organizará entonces como clase dominante e iniciará una etapa históricamente compleja, en la cual el capitalismo – una vez derrotada la clase dominante burguesa – dará paso a la planificación general de la economía según las necesidades reales de la especie humana y a una gestión colectiva por parte de toda la sociedad, a lo cual se llegará gracias a la transformación completa del modo de producción y de consumo. En ese proceso, la división de la sociedad en clases antagónicas y la necesidad del Estado como órgano coercitivo sobre las clases dominadas desaparecerán definitivamente.
¿Cómo ocurrió la revolución burguesa en el pasado? Los fabricantes, artesanos, comerciantes e intelectuales – apoyados por las revueltas de las masas campesinas en el campo y de las masas proletarias en las ciudades – derrocaron por la fuerza el poder de los reyes, del clero y de la nobleza bajo la bandera de la libertad, la igualdad y la fraternidad, llegando incluso a decapitar al rey. La guillotina se convirtió en el símbolo del poder burgués contra cualquier otro poder. Hoy, la historia de las sociedades divididas en clases espera una sola revolución más: la revolución de clase proletaria, que derrocará el dominio de una burguesía que, de haber sido revolucionaria en siglos pasados, se ha vuelto conservadora y reaccionaria, opresiva y asesina como ninguna otra clase dominante anterior.
Cada vez que surge una oleada de lucha proletaria – o, en general, social –, la burguesía busca defender sus intereses de la forma más rápida y radical posible, utilizando todos los medios a su alcance. Refuerza la limitación de los derechos que ella misma había reconocido al proletariado y criminaliza en mayor medida a los actores de esas luchas.
La izquierda parlamentaria y extraparlamentaria ya ha comenzado a despotricar contra esta modificación del artículo 403 del Código Penal y lo hace, como de costumbre, con un discurso que tiende a paralizar el resurgimiento y el desarrollo de la lucha obrera y, en última instancia, de la lucha de clases.
Por el contrario, los proletarios deben liberarse de la ilusión de que la democracia burguesa les concederá libertades, de que es necesario ampliarla o invocar su ayuda. La democracia burguesa está fundamentalmente en su contra y constituye la organización política del capitalismo y de las clases burguesas dominantes. Los proletarios no deben “suplicar” por “buenas leyes”; eso sería una lucha meramente aparente y, en realidad, totalmente paralizante. Su objetivo debe ser luchar por derrocar las medidas legislativas antiproletarias mediante los medios de la lucha de clases.
La lucha de clases – y aún más el comunismo – no pasa por un debate democrático sobre el derecho a proponer “alternativas al capitalismo”, porque eso solo conduciría a nuevas formulaciones legislativas, quizá más aceptables para cierto sector de la “opinión pública”, pero no por ello menos eficaces como instrumentos de control social. Sería un error recurrir a proclamas, por ejemplo afirmando que el verdadero socialismo, el verdadero comunismo no fue el régimen estalinista con su dominio totalitario y sus satélites falsamente socialistas, o presentándolos al mismo tiempo como la cima de la democracia popular, moderna – incluso “proletaria”, si se quiere – es decir, como una democracia “plena” en esencia. Para los proletarios, la salida de la esclavitud asalariada, de la opresión social y de las guerras capitalistas e imperialistas, está únicamente en retomar la lucha de clases por su emancipación del trabajo asalariado – una emancipación que tiene un solo nombre: comunismo. Inevitablemente tendrán que combatir con los medios y métodos de la lucha de clases; solo sobre la base de la relación de fuerzas determinada por su lucha podrá sacudirse esta “prohibición preventiva del comunismo”.
AÑO ELECTORAL 2025: OTRO ENGAÑO PARA LOS TRABAJADORES
Las próximas elecciones parlamentarias se celebrarán el viernes 3 y el sábado 4 de octubre de 2025. Dejando de lado a los partidos de gobierno – agentes del actual ataque en forma de leyes antiproletarias– , la izquierda burguesa ya promete el oro y el moro: más viviendas, subidas salariales masivas, un sistema sanitario que funcione… La socialdemocracia debe tomar por idiotas a los trabajadores si cree que han olvidado el papel que ha jugado en la gestión del Estado capitalista durante los últimos treinta años. Se ha deshecho de sus elementos más visiblemente repugnantes, pero sigue siendo el mismo partido burgués: partido defensor del sistema capitalista de producción y, por tanto, de la explotación del trabajo asalariado; partido de la UE, de la OTAN, aliado del mayor gendarme del capital mundial – los Estados Unidos –, criminal imperialista que aprueba el genocidio de las masas proletarias y pobres en Palestina. Es un partido que reprime la lucha social y la resistencia a la opresión social (represión policial tras el año 2000). Incluso la izquierda extraparlamentaria llamará a votar por la socialdemocracia como el único “partido obrero”, aunque esté dirigido por reformistas y por tanto no sea revolucionario – un partido en el que ellos mismos quisieran meterse. El colmo es que critican al movimiento ¡Stačilo! (¡Basta!) en torno al ex partido estalinista por sus posiciones derechistas y su nacionalismo, pero olvidan que el Partido Socialdemócrata Checo (ČSSD) ha estado en el gobierno infinidad de veces ¡y ha impulsado leyes contra los trabajadores! ¿Se le perdona ahora que coquetea con la derecha populista solo porque se dice “social” y “democrático”? Estos coqueteos no son más que una manera de conseguir millones de votos y tratar de recuperar puestos desde donde se reparten fondos públicos o dinero sucio, como el actual escándalo de los miles de millones procedentes de una cartera de bitcoin que muy probablemente provienen del narcotráfico.
El partido comunista de clase, en un pasado lejano, utilizó las elecciones para aplicar la táctica del parlamentarismo revolucionario adoptada por la Internacional Comunista en 1920 – una táctica que implicaba la lucha contra el parlamentarismo desde dentro –, pero nunca descuidó la preparación revolucionaria, la lucha de clases fuera del parlamento y su papel primario, y jamás concibió este medio como una vía para obtener reformas. Hoy, como resultado del desarrollo del Estado capitalista – que claramente está adoptando la forma de una dictadura, tal como el marxismo ha señalado desde el principio – el parlamentarismo pierde cada vez más importancia, las competencias electorales no son más que palabrería, y en los momentos de crisis social toma forma la dictadura estatal como último recurso del capitalismo. Por lo tanto, en la situación actual, nuestro partido reafirma que ignora por completo las elecciones democráticas de cualquier tipo y no realiza ninguna actividad en ese ámbito. En cambio, concentra sus energías en actividades generales de estudio, propaganda, agitación y proselitismo dentro del contexto de la lucha anticapitalista – lo que implica también luchar contra la democracia y sus mecanismos de engaño e ilusión dirigidos a la mente proletaria –, y por la orientación decididamente clasista del proletariado. En contacto con la clase obrera y su lucha cotidiana en oposición al capitalismo y a la opresión burguesa, apoya toda lucha proletaria que se aparte de la paz social y se niegue a someterse a la política de colaboración entre clases. Apoya todos los esfuerzos dirigidos a la reorganización de la clase proletaria sobre la base de una asociación económica clasista e independiente, con la perspectiva de una reanudación amplia de la lucha de clases, del internacionalismo proletario y de la lucha revolucionaria anticapitalista.
• ¡Unidos en defensa de las condiciones laborales de los trabajadores!
• ¡Contra el empobrecimiento del proletariado – por una defensa más firme de los proletarios más pobres y peor pagados!
• ¡Abajo las leyes contra el comunismo!
• ¡Abajo la guerra capitalista imperialista – no a un futuro en el que los trabajadores sean convertidos en carne de cañón!
• ¡Organización de clase, independencia de clase, lucha de clases!
• ¡No a la demagogia democrática, no al mito de las elecciones!
(1) Para que esta afirmación no se malinterprete, hay que precisar que los principios del determinismo económico derivan directamente del materialismo histórico y dialéctico, que son el fundamento teórico del marxismo y, por lo tanto, del partido de clase. Esta afirmación no debe entenderse en el sentido de que el partido de clase derive directamente de los factores económicos que están en la base de toda sociedad humana, y por lo tanto de su «determinismo», sino en el sentido de que el determinismo económico de Marx está en la base de los hechos históricos de la sociedad humana, desde su primera organización social dividida en clases. El progreso en la formación económica de la sociedad – es decir, el desarrollo de los modos de producción y de las relaciones de producción conflictivas que se derivan de la división en clases de la sociedad – revela que la historia de todas las sociedades que han existido hasta ahora, con excepción de la historia de las comunidades primitivas, es historia de luchas de clases (Manifiesto del Partido Comunista, 1848). En el mismo Manifiesto se afirma: De todas las clases que hoy se enfrentan a la burguesía, solo el proletariado es una clase verdaderamente revolucionaria. Las demás clases se descomponen y perecen con la gran industria, mientras que el proletariado es su producto más genuino, y se afirma que toda lucha de clases es una lucha política, llegando a la conclusión de que el verdadero resultado de las luchas de los proletarios no es el éxito inmediato (económico), sino el hecho de que la unión de los obreros se extiende cada vez más. La organización de los proletarios en clase es, de hecho, su organización en partido político, en el partido de clase. Pero nunca se comprenderían los fines de la lucha de clases del proletariado – es decir, la destrucción de la sociedad burguesa y de su modo de producción, y por lo tanto de sus relaciones de producción y de propiedad – si no se tuviera en cuenta la ley económica del movimiento de la sociedad moderna, desarrollada en la obra máxima de Marx, El Capital. El determinismo económico explica cómo se formó y desarrolló la sociedad dividida en clases; el programa político del partido de clase define la forma en que la lucha de clases del proletariado revolucionario superará históricamente toda división en clases de la sociedad.
11 de junio de 2025
Partido Comunista Internacional
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